viernes, 21 de agosto de 2009

DISCRIMINACIÓN POR APARIENCIA…Habitualmente en Chile.

Horroroso para Caster Semenya debe haber sido enfrentar los días recientes, luego de salir campeona de los 800 mts. en el Mundial de Atletismo de Berlín. Si no hubiese triunfado tal vez habría tenido días más apacibles. Pero, parece ser que su condición de sudafricana despertó en la arrogancia blanca los sentimientos más perversos y, a través de la prensa sensacionalista y el periodismo amarillo, se derramó como aceite sobre el piso del racismo europeo y americano, especialmente, y donde cierto periodismo chileno no ha perdido su ocasión de agregarle gas al fuego de la discriminación.
La imagen de la atleta negra ha recorrido el mundo para desatar la discusión sobre su condición sexual, por tener ciertos rasgos que no serían femeninos. ¿Ha sucedido lo mismo con ciertas lanzadoras de la bala europeas que han participado en competencias televisadas para todo el mundo? ¿Cuántas de ellas han sido sometidas al escarnio público internacional? ¿Es porque no son africanas? ¿Cuántos bellos más tienen en la cara Caster que aquellas? ¿Cuánto menos están desarrollados sus senos?
¿Si Caster Semenya tiene una identificación de su país con nombre, número de identidad, sexo y estado civil, no es suficiente para reconocerla en su condición de tal? ¿O es necesario que tenga que dar pruebas de ello de modo especial? Por lo demás, donde está la línea que separa lo femenino de lo masculino, para que un individuo sea reconocido en una u otra condición. Por lo menos, algunas lanzadoras de la bala europea que participaron en las últimas Olimpiadas, indican que no es la apariencia. ¿Porqué una atleta negra y africana tiene que cumplir procedimientos especiales? ¿Por alguna reminiscencia fascista de ciertos dirigentes de la IAAF?
La apariencia es precisamente eso: es el aspecto aparente de alguien. Y ello es una de los motivos de la mayor parte de los prejuicios en el mundo. Chile no escapa a esa conducta, y es un deporte nacional, cuando no una expresión de recurrencia asfixiante, que produce la discriminación por la apariencia de las personas. Pero, no es el discriminado quien produce el acto calificatorio de la apariencia, sino que lo produce el observador. El culpable es quien construye una interpretación de los rasgos o las formas de una persona.
Aún, en nuestro país, bajo ciertas condiciones física es imposible conseguir un trabajo si alguien es gordo, demasiado moreno o con apariencia indígena. Demás está hablar de aquellos con apariencia femenina o apariencia masculina, según sea hombre o mujer. Están también los que son discriminados por su apariencia de viejo.
Hace pocos días escuché en la Radio Cooperativa, en el horario de salida de oficinas, a un periodista que reiteradamente hizo alcances prejuiciosos sobre la apariencia de Gabriela Mistral en el nuevo billete de $ 5.000.- que se le antojaba con “cara de señor”. Y eso que nuestra poetisa, que llenó de gloria a las letras chilenas, accediendo al Premio Nobel, lleva muchos años muerta. ¿Cuántas veces en vida pudo sufrir la poetisa las mismas calificaciones por una apariencia que no era del agrado de algunos observadores?
La discriminación por la apariencia tiene todas las perversiones que tienen las otras formas de discriminación. Es tan lacerante y tan rotundamente antihumana como todas aquellas, que vienen a dividir a los seres humanos por cuestiones derivadas de la diversidad.

jueves, 20 de agosto de 2009

LAS OSCURAS SEÑALES DE CHAVEZ Y URIBE

La pretérita Gran Colombia se encuentra sometida a una realidad que es dispar con la tendencia democrática que ha mostrado América Latina, en las últimas décadas. En la mayoría de las naciones al sur del Río Grande, se han venido sucediendo gobiernos despersonalizados, que se fundan en la alternancia del poder, tanto en el marco de las personas como en relación a los movimientos o partidos políticos.
Así ha sido en Chile, en Perú, en Argentina, en Uruguay, en México, en Panamá, en Ecuador, en Paraguay, etc. Incluso en Brasil, pese a la reelección de Lula, pero que queda más de claro que se trató de una eventualidad revestida de la más sana constitucionalidad, que no será forzada con subterfugios de tipo alguno, pese a la enorme popularidad del Presidente brasileño.
Contra esa tendencia de real contenido democrático, es posible constatar las similitudes de los presidentes de Colombia y Venezuela en avanzar en sentido contrario, buscando extremar los procedimientos legales para perpetuarse en el poder, al más puro estilo de los arcaicos dictadores u oligarcas de los siglos XIX y XX, que caracterizaron a través del caudillismo y del caciquismo, una forma de burlar toda intención democrática real.
Esta semana el Senado colombiano aprobó la conciliación de un referendo para permitir una nueva reelección de Álvaro Uribe, lo que le abre las posibilidades para un tercer periodo de gobierno. ¿Cuál es su diferencia con Hugo Chávez, con quien ha sostenido tan intensas polémicas? Más allá de las identidades políticas que caracterizan al conservador Uribe y al izquierdista Chávez, la verdad es que ambos sufren el Mal de Porfirio, esa vieja enfermedad de origen decimonónico, que insita a ciertos gobernantes a sentirse insustituibles y signados por una unción mesiánica, que les convence que están llamados a redimir a sus países de los síntomas de la alternancia.
Uribe quiere reelegirse para un nuevo periodo, tal vez con la misma pretensión de su vecino de ser reelecto ad vitam. Para ello cuentan con una clase política obsecuente y coral, que no es capaz de asumir la decencia que los tiempos exigen, respecto de las conductas políticas efectivamente democráticas.
Tanto Uribe como Chávez violentan la convicción democrática de América Latina, y del mundo que cree en una institucionalidad efectiva para resolver los problemas y las alternativas políticas. Lobos de una misma camada, lucen sus pelajes de distinto color, pero en sus fauces se articulan las mismas dentelladas feroces que pretenden devorar la capacidad de los pueblos de avanzar hacia una constitucionalidad realmente basada en principios democráticos.
Esperemos que la madurez de los pueblos de Colombia y Venezuela, sea capaz de volcar los procesos políticos hacia una institucionalidad sólida, superando la pertinacia de estos caudillos de aferrarse al poder, contra toda lógica civilizada

160 años de la Logia "Orden y Libertad" N°3

Entre los agrestes pliegues de una geografía inaudita en sus contradicciones, en un valle con reminiscencias selváticas en los registros vir...