miércoles, 23 de octubre de 2019

Sobre la libertad, la responsabilidad, la prudencia y el respeto


Discurso de inauguración de Jornadas Nacionales de Docencia Masónica de Chillan (11/10/19)

Pensamos los masones, que solo la persona humana, es un fin en sí mismo, para sí mismo, una experiencia personal única, donde nadie puede convertirlo o convertirla, en un medio para algo o para alguien, contra su voluntad y convicciones, o contra su derecho a experimentar su vida de acuerdo a sus propias decisiones y fundados intereses. He allí el fundamento de la libertad.
Al respecto John Stuart Mill señalaba. “Si toda la humanidad, menos una persona, fuera de la misma opinión, y esta persona fuera de opinión contraria, la humanidad sería muy injusta impidiendo que hablase, como esta misma lo sería si, teniendo mucho poder, impidiera que hablara la humanidad”,
Por ello, la Modernidad puso a disposición de la condición humana, las libertades consideradas fundamentales de la persona: la libertad de conciencia, las libertades civiles y políticas, la libertad de opinión, la de culto, de asociación, los derechos de representación (para ser elegido y elegir), en fin, todo aquello que permite la autodeterminación personal, que, en los siglos recientes, y sobre todo en décadas recientes, han permitido establecer la expansión de los derechos que posibilitan el más pleno ejercicio de aquello que es sustancial en toda persona humana: su libertad.
Un gran pensador chileno, Jorge Millas dijo en una oportunidad: “Resulta que la libertad no es un invento de la civilización, no es algo que se pueda reemplazar como un auto. La libertad, que nace de las condiciones de hecho que tiene el hombre – que es tener conciencia – brota de la condición humana, forma parte de la identidad humana”. Es decir, se es libre por la propia condición de ser parte de lo humano.
Luego de la segunda guerra mundial, sin embargo, Hans Jonas puso en la reflexión contemporánea, una nueva perspectiva, cuando enuncia el principio de responsabilidad. Allí está la comprobación de que la libertad es un acto que produce consecuencias. En la medida que se impone la libertad como un hecho social, político o económico – a través de todo el proceso de la modernidad, - se advierte un conjunto de consecuencias, pues la libertad de los humanos termina por impactar a otros humanos y al medio en que estos se desarrollan en su experiencia vital.
Desde el día en que los seres humanos comenzaron a reflexionar sobre las ideas y los conceptos, en el origen primordial de su especie, aquello que definimos como fundamental en nuestro existir - la autodeterminación personal -, encontró la barrera de la voluntad libre de aquel con el cual debía compartir espacios y jornadas.
Allí, surge la consecuencia, la realidad dicotómica, nace el conflicto.
Pero también de aquella libertad nace surge la contradicción entre lo humano y la naturaleza, la materialidad donde la condición humana hace su historia y satisface sus necesidades y su capacidad de transformar todo lo que le rodea en su beneficio o simple interés o determinación.
No pudiendo hablar y conceptuar, la naturaleza no ha tenido la oportunidad de dialogar y concordar con aquella especie que puede pensar y transformar todo lo que se propone. He allí el drama de nuestro tiempo. Nunca podremos objetivamente conversar con el ambiente material en que construimos nuestra historia personal, comunitaria, civilizatoria.
Del concordato entre sus pares – del contrato social - los seres humanos han hecho las civilizaciones, la historia, sus normas, sus leyes y sus conductas. Cuando no hay posibilidad de concordar personas y grupos terminan en la violencia.
La violencia en todas sus expresiones - gestual, verbal, física – está demasiado presente en la realidad de cada día, generalmente como consecuencia de la trasgresión, del oportunismo, de la imprudencia, del uso perverso del poder, de la ignorancia, de la soberbia, de arrogancia. Violencia sobre las personas o sobre el medio en que se produce la vida, incluyendo la vida humana.
Entonces, cabe preguntarnos, ¿cuándo un alto número de masones se congrega en Chillán, para reflexionar sobre la ética y los valores imperantes en la sociedad actual, cual puede ser el aporte que deje la reflexión, en bien de nuestra sociedad y en bien del propio crecimiento personal, misión que cada masón asume desde la noche de su Iniciación como el propósito fundamental de su condición de tal?
 Al inaugurar estas Jornadas Nacionales de Docencia, hemos podido escuchar la opinión versada, sabia de tres grandes académicos, y líderes en sus ámbitos de desempeño.
Sin duda, sus reflexiones serán un estimulo a los debates de nuestras Jornadas, y han dado magisterialmente muchos insumos para perspectivas de análisis. Le estamos profundamente agradecidos por la disposición que han tenido para con nuestra institución y con los miembros de ella, que se han desplazado desde distintos lugares del país para asistir a estas jornadas de trabajo y fraternidad.
 Les agradezco la magistral forma prudencial y respetuosa con que han expresado sus ideas, porque de ello quiero colegir una manifestación de docencia fundamental. Porque de todas las manifestaciones éticas, propia de una convivencia veraz y perdurable, en el preámbulo de todas las virtudes morales, de todas las virtudes cívicas, y en el ejercicio de todos los derechos, estén las virtudes y la práctica de la prudencia y el respeto.
Tanto así que, si imperaran en las convivencias cotidianas de pueblos y sociedades, sin duda podríamos tener una mejor comunidad, una mejor sociedad, una mejor civilización, un mundo mejor. Prudencia y respeto hacen una mejor familia, un mejor medio laboral, una mejor logia, una mejor masonería.
Prudencia para medir nuestros actos. Prudencia para ejercer la libertad. Prudencia para hacer posible la acción de la responsabilidad, que a cada cual compete en la ejecución de sus actos.
Respeto para garantizar a cada cual su derecho. A sus derechos humanos, a sus derechos personales, a su derecho de conciencia, a su derecho a autodeterminarse, a su derecho a opinión. Respeto al medio social y al medio natural en los cuales vivimos y convivimos. Respeto a la ley, a las reglas morales, respeto a la condición humana en todas sus fortalezas y debilidades.
¿Cuántos dolores individuales, sociales y civilizacionales evitaríamos si pudiésemos conducirnos con respeto y prudencia?
Elevemos al respeto y la prudencia a los más altos altares de la construcción ética de la sociedad en la cual vivimos, al tiempo en el cual vivimos, y probablemente haremos posible la felicidad para todos los ambientes sociales de la condición humana.
Elevemos al respeto y la prudencia a los más altos altares de la construcción ética en nuestra relación con la naturaleza, y probablemente garanticemos la biodiversidad en que se produce la vida, y en el largo plazo, tal vez, podamos entregarle a nuestros descendientes la vida natural que nos recibió cuando nacimos.
A nombre del gobierno superior de la Gran Logia de Chile, doy a todos los participantes en las JJNN de Docencia Masónica la más fraterna y cálida bienvenida, y a las autoridades e invitados a esta inauguración, nuestro afecto y alta consideración, por su disposición cívica y su respeto hacia nuestra institución.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Discurso en la Fraternitas Republicana 2019


Señor Presidente de República
Respetadas autoridades y representantes de las instituciones presentes
Queridas Hermanas y Queridos Hermanos

Hoy es un gran día para Chile y las instituciones representadas en esta Fraternitas.
Es la ocasión para expresar nuestra voluntad fraternal por Chile y ensalzar nuestro amor a la Patria, la que debe unirnos y convocarnos bajo su manto acogedor, para pensar en el futuro y soñar en conjunto lo que, como una gran familia, podemos lograr a partir de nuestras decididas voluntades y acciones.
Esta ceremonia en una invitación a expresar sentimientos de esperanza y comunión, en lo simbólico y en lo tangible, para vivir un momento de expresión de amor a la Patria, dentro de la cotidianidad que, a veces, es demasiado demandante dentro de lo coyuntural.  Lo hacemos por el bien de Chile.
Los masones tenemos habitualmente, en nuestras reuniones, un momento en que el tiempo parece detenerse y entramos en una circunstancia de excepción; un momento en que todo el ruido de lo habitual se aleja del espacio íntimo, para concentrarnos en nuestras mejores disposiciones anímicas.
En esta mañana de septiembre, esperamos se produzca también un momento de significación en que todos los que estamos aquí presentes se abstraigan de las legítimas argumentaciones de cada día, para reconocerse en una condición excepcional, como hermanas y hermanos en tantas cosas en común. ¿Por qué no pretenderlo como un momento de esperanzas en que converjan – por sobre las más legítimas y honestas diferencias - los buenos propósitos?
Porque los buenos propósitos son los que inspiran el corazón humano, cuando dejamos de lado la rutina que anima el día a día, para pensar que, tal vez, las cosas se podrían hacer de otra manera, desde un cambio de enfoque y con un paso más firme en el andar de la historia.
Porque, ciertamente, cuando caminamos más lentamente, y tomamos un camino sinuoso hacia el futuro, cuando optamos por la ruta que presenta mayores obstáculos, ocurre que nos demoramos mucho más en alejarnos del pasado, y los buenos propósitos parecen quedar atrapados en la obscenidad del mal recuerdo. Por eso tiene tanta importancia caminar a paso firme hacia el futuro, bajo la inspiración de los comunes ideales, para que no nos alcance el pasado.
Bajo la inspiración de esta ceremonia fraternal, pensamos en los buenos propósitos que iluminaron a nuestros Padres de la Patria, en aquellos años en que recién se configura la llamada Patria Vieja. Pensamos en aquellos jóvenes idealistas, inquietos e iluminados por el siglo de las luces, que querían emancipar los territorios de América, no solo de una Corona colonial, sino de un tiempo moral determinado por las tinieblas del pasado.
Cuando ellos compartieron los mismos sueños, con ánimo fraternal, surgió la fortaleza de la emancipación; vino la luz, cuando sus propósitos se mancomunaron, y la Patria comenzó a emerger, no solo desde las certezas militares, sino también de las afirmaciones cívicas.
Algo pasó luego, tema que es motivo de discusiones históricas y allí dejaremos las opiniones, porque lo que interesa concluir es que, cuando los fundadores de la República separaron sus caminos, cada uno modeló su propia tragedia y las consecuencias las sufrió la Patria, y aún nos divide la interpretación histórica de esos hechos.
Y, por cierto, en las épocas siguientes, cada vez que nuestra comunidad nacional se ha confrontado lejos de las comprensiones del interés común, hemos quedado históricamente divididos, incluso en la interpretación y la reconstrucción de la lección moral de aquellos hechos, a veces al punto de impedirnos avanzar hacia el futuro.

Compatriotas:

Si Uds. tuvieron la oportunidad de pasar por algunos lugares de este edificio, habrán visto un mensaje en los distintos accesos, que nos recuerda que alguien sigue nuestro ejemplo. Ello nos dice que, en este lugar, se practica una docencia muy particular basada en las Tradiciones de la Sabiduría Antigua.
A través de constructos simbólicos y de la repetición de procedimientos de origen milenario, tenemos la metodología para producir cambios en la conciencia humana, que apuntan hacia el fortalecimiento de principios y valores que deben transmutar en virtudes, las que deben adornar las conductas y acciones de nuestros Hermanos en el Arte constructivo, determinado por un propósito de Humanidad.
Así, hemos aprendido a través de los siglos, que no hay mejor docencia que el ejemplo. Es el ejemplo lo que permite las constancias que hacen la vida en común sostenible, moral y cívicamente. Es el ejemplo lo que transmite la familia al niño cuando este da sus primeros pasos y crece hasta tener discernimiento. Es el ejemplo el que modela las culturas humanas, en todas sus escalas y ámbitos de expresión. Es el ejemplo el que puede llevarnos hacia el futuro con las certezas de todo lo bueno que hemos hecho y podemos lograr, a partir de nuestros talentos y capacidades.
Pero también, es el ejemplo el que puede llevarnos a conductas y acciones que terminen por destruirnos como sociedad, como país, incluso como especie.
El ejemplo tiene siempre un efecto conductual, porque lo que aprendemos a través de un modelo impuesto en la cotidianidad, en definitiva, se plasma en una forma de conducirnos y de actuar. Nadie sigue mejor nuestro ejemplo que nuestros niños y jóvenes, siempre ávidos de aprender de sus mayores.
Nuestro actuar colectivo produce modelos, que luego se repiten social y moralmente.
Tal vez, por sobre los deberes de la escuela, los grandes docentes somos los que generamos patrones en el hecho colectivo del hacer sociedad.
Ese es un gran desafío para el tiempo de hoy. Todas las instituciones vinculadas a la República – constitucional o éticamente -, debemos enseñar como debemos tratarnos entre los chilenos, para que la lección docente sea irrefutable en bien del porvenir.

Compatriotas:

Estamos en el Mes de la Patria, periodo emocional en que todos parecemos reencontrarnos en la condición de hijas e hijos de estas geografías, de su historia y de su futuro. Y es así como siempre debiera ser. Cuando una familia se reúne en la constatación de su condición, sin duda surgen las más benignas y altruistas motivaciones.
Eso es lo que pretende esta Fraternitas: poner un sincero acento en la congregación creciente en torno a los más sublimes ideales y en la construcción de un espíritu unitario y racional para bien de la gran familia chilena.
La racionalidad frente a los propósitos y desafíos es un componente esencial que deviene de nuestra propia afirmación republicana. Es bajo la enseña de la razón como se va construyendo la variable lógica de nuestra esencia nacional. Y la razón no es otra cosa que la expresión pura del consenso y de nuestra capacidad de establecer convenciones creativas en torno a lo que debe unirnos.
Y cuando hablo de razón, no está ausente de mi reflexión el O´Higgins que debe gobernar la naciente República, después de la victoria de armas en Maipú. En las argumentaciones de sus decisiones de Estado, está omnipresente la razón del bien superior.
No está ausente tampoco la razón en Carrera, cuando llega a Chile y comprende que solo es posible la emancipación. Su razón, fundamentada en el argumento iluminado, viene a ser la luz que señala el camino de la Patria.
Así se han escrito los mejores episodios que honran a nuestra Patria.
Y con el paso del tiempo, fue con la razón como construimos en décadas recientes la recuperación de la democracia. No fue un proceso fácil, pero, gracias a aquellas decisiones sensatas, fue posible avanzar a una gobernanza que nos dio fortalezas para superar los retrasos y las discordias. Tal vez una gobernanza imperfecta, pero fundada en una irrefutable lógica en bien del país y sus gentes.
Pareciera que el gran desafío, en los años venideros, reside en reconstruir una idea de racionalidad y consenso respecto a los desafíos que nos presenta el mundo actual, marcado ahora por la incertidumbre de la llamada guerra comercial entre dos grandes potencias, por las consecuencias en nuestro espacio geográfico provocadas por el cambio climático, y por aspectos institucionales de nuestra República que tal vez habría que corregir en bien de nuestros objetivos superiores, como país que contiene una gran comunidad, digna de los mejores esfuerzos.
Todo indica que es necesario involucrarnos en consensos que señalen de modo claro el destino de nuestro país para las próximas décadas, aprovechando todo lo bueno que tenemos para avanzar hacia una nueva etapa de aciertos y nitidez en los objetivos.
Necesitamos, sin duda, consolidar nuestra amistad cívica y densificar una disposición fraternal. Necesitamos, probablemente, mucho más política y poner el foco en los plazos medios y largo, sin atenuar la capacidad democrática de la alternancia, que toda institucionalidad política debe garantizar y valorar en su virtuosidad.
Alargar los plazos de nuestros procesos y objetivos, tal vez, nos pondría en una capacidad objetiva de privilegiar futuro antes que pasado, consenso antes que controversias explicables.

Señor Presidente
Respetadas autoridades de nuestra República

Quienes os han invitado a este acto de exaltación fraternal, no pretendemos tener la verdad ni las respuestas para los diagnósticos que cada chileno hace, legítimamente de acuerdo a sus convicciones y experiencias, en el ejercicio de su libertad de conciencia.
Solo nos mueve el irreprochable propósito de soñar un futuro digno de la República que construyeron nuestros Padres Fundadores. Sumado a ello, nos mueve el honor de recibirles con orgullo, porque Uds. representan el presente de Chile, en su maravillosa diversidad, el cimiento sobre el cual podemos construir un verdadero futuro, un mañana de paz y progreso, bajo la conminación moral de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que nos señala en su artículo primero: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”

Muchas gracias.

Unidad para la Cop 25


La huella del cambio climático se está haciéndo cada vez más patente en la realidad nacional, expresada en efectos que están trayendo visibles consecuencias en nuestra larga geografía. La evidencia pluviométrica es, desde hace rato, la mejor constatación de que muchas características, que eran parte de nuestra cualidad climática, se han perdido, trayendo carencias hídricas que están afectando a diversas comunidades y desarrollos locales y regionales.
Ello no solo tiene que ver con nuestro país. Es un problema global que está manifestándose planetariamente. Desertificación, alteraciones climáticas con recurrencias de eventos extremos, alteración de patrones en las lluvias, desaparición de suministros naturales del agua, migraciones, crisis sanitarias, desaparición de zonas productivas vinculadas a la producción alimentaria, etc. son preocupaciones crecientes de los gobiernos.
Para la ciencia en cambio, las perspectivas son aún más dramáticas y tienen que ver con la propia sobrevivencia humana. Existe la amenaza de que, si el promedio de la temperatura mundial sobrepasa ascendentemente los 2 grados, la Humanidad se vea enfrentada a un viaje sin retorno que llevará a su extinción, como consecuencia del deterioro de las condiciones que hacen posible la vida humana en el planeta.
En los últimos 70 años, se consideró que uno de los peores desastres que podía vivir la Humanidad era una guerra atómica. Algunos pusieron como equivalente el choque contra la superficie de nuestro planeta de un asteroide de gran tamaño. Sin embargo, en las últimas tres décadas se ha constatado que la tercera amenaza es el calentamiento global, producto del efecto invernadero.
Esa amenaza es lo que genera la primera Conferencia de las Partes sobre Medio Ambiente y Cambio Climático, que permite llegar al Acuerdo de Paris de 2015, donde se establecen medidas concretas y urgentes para frenar el calentamiento global. Tres años después queda la sensación de que no se ha hecho nada, desde el punto de vista de la aplicación de las recomendaciones de ese acuerdo histórico, especialmente por parte de los países que más generan emisiones que producen efecto invernadero.
En ese contexto, la Conferencia de la Partes sobre Medio Ambiente y Cambio Climático, en su XXV versión se realizará en Chile, entre el 02 y 13 de diciembre próximos, siendo la cita planetaria más grande efectuada en nuestro país desde el Mundial de Futbol de 1962 y la UNCTAD III (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) de 1972.
Sin duda, en virtud de la gravedad de los pronósticos que se relacionan con el calentamiento global, y la significación que tiene un evento de tal magnitud, la COP 25 es un desafío de todos los chilenos, en toda su diversidad. La concurrencia de todas las voluntades, para impedir que los factores que aumentan o inducen al efecto invernadero se sigan reproduciendo, es fundamental.
De las amenazas y de sus consecuencias nadie puede salvarse, menos nuestros descendientes, por lo cual, se trata de trabajar por el aseguramiento de la sobrevivencia humana. Así, no es una tarea que solo corresponda ser abordada por algunos, y donde actúen cómodamente quienes comparten solo ciertas identidades.
Eso es absurdo. Lo que corresponde en que todos colaboremos para que COP25 sea realmente un éxito, no solo organizativo, sino también en acrecentar la toma de conciencia nacional e internacional sobre los peligros que se ciernen sobre la vida humana y el ambiente en que ella se desarrolla.
Generosidad y mancomunión es lo que necesitamos. Para ello es fundamental la unidad política, social y moral de todos los sectores y de todas las instituciones, más allá de sus diferentes intereses y objetivos cotidianos.

miércoles, 31 de julio de 2019

Fraternitas


Pensar en Chile desde la fraternidad, se torna cada vez más imperioso, sobre todo frente a las señales que presenta una sociedad cuya falta de sustancia en la argumentación sólo incrementa la tensión en las formas de debate. La descalificación de quien sostiene un punto de vista divergente, por lo general tiende al ataque personal, antes que al debate mismo de lo propuesto.
La Masonería desea aportar decididamente a poner nuestras virtudes como país en las convicciones comunes y en nuestro relato cotidiano, a fin de construir un dialogo fraternal y patriótico, que construya consensos y una disposición de armonía en los espíritus. Lo hace desde su concepción laica pero integradora – decididamente fraternal -, donde todos ayudemos, a partir de nuestras diversidades, a la tarea común de asegurar el bienestar y la libertad de todos y cada uno de las chilenas y chilenos.
Las principales autoridades del país piensan que es necesario mejorar la calidad de la política, y ninguna parece restarse a una idea tan altruista - como lo es poner el bien superior del país, por sobre legítimas diferencias puntuales -, ya que, en definitiva, todos aspiran a hacer de Chile una verdadera república, un lugar para todos, donde cada cual pueda realizarse y asegurar la felicidad para los suyos, a partir de derechos y el ejercicio pleno de la libertad y la responsabilidad.
Por ello, estamos invitando a los líderes y a las líderes de nuestro país, en sus diferentes ámbitos, a participar en la Fraternitas Republicana, acto solemne a realizarse el 09 de septiembre próximo, en el Templo de la Gran Logia de Chile, donde los hombres y las mujeres convocados, podamos hacer expresión de nuestras mejores intenciones de fraternidad como chilenos, como patriotas y personas de bien, para trabajar por el interés superior del país.
Nadie quiere restarse a la voluntad de tener instituciones sólidas, y a nuestras élites prestigiadas y libres de cualquier sospecha de corrupción o relación con conductas reñidas con el bien común.
Tenemos ciertamente virtudes que evidenciar y solidez institucional, más allá de los defectos sistémicos y las conductas que son materia actual de investigación judicial, puntuales y no generalizables. Chile sigue siendo un país con bajos índices de corrupción, gracias a las fortalezas de nuestras clases dirigentes y de nuestras instituciones republicanas.
Los masones y masonas del país – representados por la Gran Maestra de la Gran Logia Femenina de Chile, Carmen Mardones, y el Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, que suscribe –, queremos que la Fraternitas sea una contribución, como otras que se dan en el ámbito religioso, para pensar en Chile desde nuestra afirmación como chilenos, hermanos todos en un futuro común y mejor, y con una decidida voluntad presente de diálogo y consenso.

jueves, 11 de julio de 2019

¿Que hemos ganado y que hemos perdido?


Recientes hechos han conmocionado el país, y la agenda noticiosa y los debates están marcados por la conmoción y el asombro. Pareciera estar cada día en el aire la oscura expectación del morbo, respecto de lo que pueda depararnos la mañana siguiente.
La confianza es una cualidad que ya no es referenciada en los diálogos de la cosa pública, ni respecto de la forma como construimos el hecho societario de cada día. Los diálogos y las conversaciones cívicas parecen ser sospechosos y lo trivial adquiere condición de sustancia, negando toda posibilidad a la mesura.
Lo necesario ya carece de toda racionalidad. La razón, expresión societaria del consenso, ha debido ser inmolada en bien de cierta oscura prospectiva que se funda en la escasez argumental. Bastan dos o tres palabras. La propensión apunta hacia el estímulo del consabido proto-discurso, con pretensiones de fallo presuntamente moral
Quienes han estudiado el fenómeno de las muchedumbres en las historias sociales, deben estar desolados para calibrar el alcance y el fondo de lo que manifiesta el hecho público virtual, en una sociedad civil que parece desarticulada, y que se expresa segmentariamente en foros espurios o disimulados mentideros de grupos virtuales o similares, sin épica ni relato, a recaudo de la responsabilidad de aquel ciudadano que salía a debatir en las calles o en los ateneos o asambleas de la mejor república.
Ya no se trata de debatir en torno al mejor calificado o en torno a las virtudes que la república exige, sino que el debate atrabiliario impone la lógica perversa de que el servidor público sobreviva a la descalificación y al linchamiento público.
Algunos se han arrogado la tarea de Charles H. Sanson, para cumplir el deseo de cierto pueblo virtual, que clama ávidamente por más cabezas. Los viscerales y a los francotiradores de la denostación, transformados en argumentadores incensados de una especie falaz de moral pública, se convierten así en tribunal de facto, acudiendo a lapidaciones virtuales tan perversas como las reales.
La pregunta que debemos hacernos es ¿quién – con dominio de ciencia y filosofía - querrá soportar en el futuro tanta irracionalidad y violencia verbal, y pretender optar al servicio público? Sin duda, no los mejores, sino, como en los naufragios, solo los sobrevivientes.   
No debemos perder de vista que, en toda sociedad y tiempo, siempre habrá provocadores que induzcan a lapidar a Magdalena, imputándole las peores conductas, sin siquiera conocer sus presuntos pecados. Lo que importa para ellos es el acto mismo de la lapidación. La ejecutan autores opacos cuyos nombres la historia olvida, porque nadie vindicará sus nombres. El pudor de la memoria social preferirá olvidarlos, pero, por desgracia, quedará su víctima en la plaza pública para avergonzarnos a todos del delito colectivo. 
Frente a lo expuesto, que atosiga al sentido racional y las buenas prácticas del ejercicio de la ciudadanía, debemos ya preguntarnos: ¿qué hemos ganado y que hemos perdido como república en esta vorágine llena de paranoias colectivas que, día a día, está minando todo sentido societario y nuestra potencialidad de país? Es necesario que se haga el balance.
Lo que se destruye en cualquier civismo cierto, se equilibra con grandes construcciones que orienten a los pueblos hacia la virtud. Virtudes individuales, virtudes colectivas, sensatez que ayude a avanzar hacia la convivencia y la formación de una robusta conciencia pública. 
¿Qué le debemos a la república – el espacio de todos – desde el lugar cívico de cada cual, en los distintos roles sociales que nos corresponde cumplir, como personas y como ciudadanos, y más aún, cuando debemos endilgar hacia las fortalezas de una verdadera opinión pública?
Ayudar a fortalecer la opinión pública parece ser el gran desafío, y no pervertirla en función de intereses pasajeros, fugaces y subordinados, ya que la construcción cívica de los ciudadanos debidamente informados es lo único que produce verdadero y fructífero beneficio social.


jueves, 23 de mayo de 2019

Tasa a la automatización y robotización del trabajo

Todo indica que las próximas décadas serán mucho más complejas para el trabajo de las personas, ante la pérdida de oportunidades laborales.  Todos los expertos y analistas - no la narrativa de la ciencia-ficción -, coinciden en que las variables del empleo están y estarán determinadas por la inestabilidad, y por una empleabilidad hasta cierto punto fugaz, ante el avance de la automatización y la robotización. 
Se estima que las personas con alta formación tecnológica tendrán más oportunidades que aquellos con menos. Estos últimos estarán muy a la deriva, desarrollando trabajos informales u ocasionales, sin posibilidad de generar recursos previsionales para la vejez y la salud.
La Organización Internacional del Trabajo, que cumple este mes un siglo, ha puesto históricamente en evidencia lo que significa el trabajo como forma de asegurar la paz y la justicia social, y como camino para que el ser humano se dignifique socialmente. Es el trabajo el medio insustituible a través del cual el ser humano puede evolucionar y adquirir movilidad social para los suyos. Ello se está desvirtuando por una tendencia inexorable.
No cabe duda que la automatización y la robotización es un factor que ya está marginando de oportunidades laborales, de manera creciente, a los menos preparados y con menos relaciones sociales vinculadas al empleo. Personas que trabajaban en funciones de servicio y atención de público, por ejemplo, los más y en la escala más baja de la especialización o la formación, están perdiendo sus empleos de manera dramática. Lo propio ocurre con personas que han trabajado como operarios o como trabajadores manuales, aún cuando se trata de aquellos con formación técnica.
La clase media está reduciéndose, producto de los mismos factores, lo que ha sido advertido por la OCDE, lo que puede traer profundos impactos en las economías, en la sustentabilidad de políticas públicas y en la estabilidad política y social.
Ello tendrá un efecto enorme en los sistemas previsionales para la vejez y la salud, y en el financiamiento de políticas de Estado para el igualamiento de derechos y las oportunidades.
Así, es oportuno que los gobiernos y los parlamentos comiencen a debatir el establecimiento de una tasa sobre el uso de equipos y programas automatizados y/o robotizados que sustituyen el trabajo humano.
Cada empresa o entidad que sustituya el trabajo humano por medios automatizados y/o robotizados debería pagar un tributo que exprese en justicia lo que implica el costo social de la pérdida del derecho al trabajo, tasa que permitiría generar recursos que puedan financiar la vejez en condiciones de dignidad, especialmente de los que irán quedando al margen de la regularidad laboral y previsional.
Esa tasa debería constituir fondos que sean de manejo de los sistemas previsionales, y no simples impuestos que terminen financiando otros objetivos públicos.
De esa manera, también se podría cumplir con la promesa de la ciencia, de que la automatización y la robotización traerá oportunidades para la felicidad humana, y no la amenaza de la sustitución de las personas para la garantizar la optimización de las ganancias, que, inequívocamente, el mercado solo asigna a unos pocos. 

100 años de la UDEC


La Masonería de Concepción y la Gran Logia de Chile, como expresión de todas las logias del país, están preparando un merecido tributo al Centenario de la Universidad de Concepción, una de las más importantes realizaciones institucionales de la Región, y una de las corporaciones educacionales más prestigiadas del país.
La Masonería chilena, sin pretensiones hegemónicas ni reclamando exclusividad ni asumiendo exclusiones, considera a la UDEC como una de sus obras más importantes y significativas. Los masones reconocen históricamente que la UDEC fue obra de una comunidad regional diversa, deseosa de tener una Universidad capaz de proyectar las enormes capacidades de una parte del país que estaba rezagada en muchos aspectos, producto de los factores propios del centralismo. De hecho, el gobierno de la época consideraba innecesaria una Universidad fuera de Santiago.
Los masones que concurrieron a este impulso regionalista, estuvieron en las primeras iniciativas que buscaron inspirar ese deseo comunitario, con una decidida y fuerte convicción sobre los fines y propósitos, y con una determinación cierta de que ello era un proyecto impostergable.
Al respecto, el Gran Maestro Marino Pizarro, hace 25 años, señalaba como se gestó el proyecto: “Universidad libre, nueva y laica, nacida en el compromiso de unos hombres positivos y optimistas, que juntaron sus ideas en los círculos literarios, en las reuniones del Liceo, en las tertulias del Club Concepción, en las campañas de prensa, en las tenidas de las Logias. Ideas que se fundieron en un convencimiento común y en la expresión segura de un quehacer insoslayable, ajeno a ideologías y partidismos”.
El Rector Augusto Parra recordaba también hace 25 años, el rol de Virginio Gómez (en la imagen), quien propuso en su Logia los pasos concretos para crear la Universidad y un hospital, impulsando en los ambientes masónicos la gestación del Comité Pro-Universidad y Pro-Hospital Clínico, en marzo de 1917, formado por miembros de la comunidad de Concepción, donde participaron 16 masones, instancias que fueron presididas por Abaraím Concha y Augusto Rivera, presidentes de las dos logias que existían entonces en Concepción.
A modo de anécdota, uno de los primeros actos de conmemoración del centenario, realizado por las máximas autoridades de la Universidad, fue colocar una placa recordatoria en el lugar donde se realizó la primera clase de la naciente Universidad, dictada por el profesor de química Salvador Gálvez Rojas, de 31 años, quien fuera miembro de la Logia “Paz y Concordia”. 
En el desarrollo de la Universidad, de igual manera, es imposible no recordar el aporte señero de los masones que ejercieron la rectoría, donde refulge la figura consular de David Stitchkin Branover, que marcó un momento de vasto desarrollo de la Universidad, con un importante impacto cultural.
En este centenario, no corresponde más que la evidencia de tales antecedentes históricos. La Universidad fue siempre entendida por sus fundadores lejos de cualquier predominio o influencia extrainstitucional. En ese sentido, el aporte de la Masonería ha estado determinado siempre, en ese contexto, por el aporte de los valores y prácticas que hacen una verdadera vida universitaria, fundada en la libertad, la búsqueda de la verdad, la promoción de las virtudes sociales, el perfeccionamiento individual, la superación de las inequidades y los dogmas, el espíritu crítico, la tolerancia y el debate ilustrado.
Ello es lo que se renueva constantemente en la participación de muchos masones, como parte de la comunidad universitaria, a través de 100 años, y que hoy también se hace evidente, cuando es necesario colaborar activamente en todos los planos que exige una institución educacional compleja y sujeta a constantes desafíos, en un mundo en constante cambio.




domingo, 24 de marzo de 2019

La Carta de la Educación Laica

La imagen puede contener: 4 personas, personas de pie, traje y boda


El pasado 07 de marzo, la Gran Logia de Chile, instancia reguladora de la masonería chilena, dio a conocer en Concepción la Carta de la Educación Laica, instrumento que define el carácter doctrinario que inspira su doctrina educativa.
Sin duda, esta Carta será una herramienta de orientación fundamental para cualquier institución que busque desarrollar proyectos educativos laicos, construidos sobre “la base de la igualdad, la tolerancia y la diversidad de origen (sexual, étnica, religiosa, económica, social, cultural, etc.), que permite fortalecer las relaciones humanas, indispensables para lograr ambientes de convivencia armónica para educar y crecer con compromiso en torno a la justicia y la responsabilidad social”, como lo expresa en su texto de modo taxativo.
A partir de esa declaración, los establecimientos educacionales dependientes de las corporaciones afiliadas a la Asociación de Corporaciones Educacionales Masónicas de Chile, con establecimientos educacionales desde Valparaíso a Osorno, reconocen a la Gran Logia de Chile como la principal institución filosófica de respaldo ético y moral en su labor educacional. Igualmente, la Gran Logia de Chile reconoce a la Asociación como la única institución que representa sus valores y principios en el ámbito de la implementación de proyectos educacionales en el país.
Las entidades sostenedoras de esos establecimientos educacionales, en atención a esa inspiración, deben respetar el marco legal vigente, deben ser sin fines de lucro y, todos los recursos que genere producto de su gestión, deben ser reinvertidos en la tarea de educar. Igualmente, la acción pedagógica y formativa de esos establecimientos educacionales debe promover una educación sustentada en los principios del Humanismo y el Laicismo, teniendo como concepto esencial el meliorismo, principio que señala que el ser humano y la sociedad son perfectibles.
La Carta viene a ser un instrumento que une los objetivos fundamentales de la institucionalidad masónica con las corporaciones y colegios, y que tienen como beneficiarios a los padres, apoderados y alumnos, así como a los equipos docentes, para asegurar un ambiente formativo para niños y jóvenes, donde primen los más altos valores que hacen posible la autonomía personal de los futuros ciudadanos, que se están educando en aulas sostenidas en virtudes efectivamente laicas.


Álvaro Soto Bradasich


Fuente: La Prensa Austral
Hablar de los valores y la ética que impulsa la masonería es mucho más fácil cuando se hace referencia a una persona que encarna y hace de su vida un ejemplo de doctrina y prácticas masónicas. Es por eso que resulta tan triste la pérdida del destacado médico cirujano traumatólogo y masón Álvaro Soto Bradasich, que ha impactado sensiblemente en la Región de Magallanes, por tratarse de un destacado ciudadano de Punta Arenas, ciudad que lo nombró Ciudadano Ilustre el 21 de octubre de 2009.
Álvaro, con quien compartí inolvidables jornadas de trabajo masónico, ingresó a la Orden el 17 de diciembre de 1975, incorporándose a la Logia “Estrella de Magallanes” N°25, de Punta Arenas. Veinte años más tarde sus hermanos le elevaron a su presidencia, eligiéndolo Venerable Maestro. En 2011 su logia lo nombró Miembro Honorario, el más alto honor que se le puede asignar a un masón, producto de su trabajo y perseverancia en torno a los principios de la Orden.
Dentro de su destacada trayectoria masónica destaca haber sido Gran Delegado del Gran Maestro para la Jurisdicción de Magallanes, desde 2001 hasta el 2010, representando de manera destacada a la Masonería de la Patagonia ante las instancias superiores,
Pero no solo aquello fue su aporte tesonero. Con su libro “De mediodía a medianoche en el Estrecho de Magallanes”, Álvaro Soto Bradasich reseñó, hace diez años, la historia de la Masonería en la región, recordándonos el valioso aporte de los miembros de la Orden al desarrollo de la ciudad y de sus instituciones.
Su sello como médico fue la solidaridad y una profunda vocación de servicio público, ayudando constantemente a los más necesitados y los menos favorecidos con el acceso a la salud pública que se ha ido transformando en un frío negocio.
Como profesional, sabemos que fue un pionero, ya que, entre sus logros médicos, se destacaría por haber efectuado el primer implante de cadera realizado en Chile, en 1972.
Su muerte, ocurrida este 15 de marzo, tras una abrupta enfermedad, nos trae la evidencia de su impronta personal, que nos hace reflexionar sobre la importancia de los valores y la ética que forma a personas, que, con su ejemplo y abnegación, dejan una huella imborrable entre quienes lo conocieron.
Mientras recordemos la consecuencia y aporte de Álvaro Soto Bradasich, vivirá siempre en nuestros corazones. La Gran Logia de Chile hace suyo el dolor de quienes hoy lloran su partida y se enorgullece de reivindicar su herencia moral.


Bienvenida al Gran Maestro José Garchitorena



 Resulta sumamente grato revisar los orígenes y primeros pasos que dieron vida al ideario masónico de las Grandes Logias de Chile y del Uruguay, dado que, por una feliz coincidencia, ambos poderes masónicos surgieron gracias a la iniciativa de  inmigrantes que habían visto la luz masónica en talleres dependientes del Gran Oriente de Francia.
            En primer lugar, en 1842 se funda en Montevideo la Respetable Logia “Les Amis de la Patrie”, semilla que germinará generosamente hasta llegar a la fundación de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, en 1856.
            En segundo lugar, en 1850, un grupo de inmigrantes franceses crea la Respetable Logia “L’Etoile du Pacifique”, en Valparaíso, de cuyo seno surgirá tres años más tarde la Logia de habla castellana que dará origen a la Gran Logia de Chile, en 1862.
            El sello que estos masones franceses dieron a la Masonería en Uruguay y en  Chile ha sido fundamental para ambas potencias masónicas, caracterizadas por un ideario claramente identificable, en lo masónico, filosófico y social.
            Al trascurrir del tiempo, con esta inspiración compartida, representantes de ambas Grandes Logias, junto a otras obediencias de América, lideraron la creación de la Confederación Masónica Interamericana (CMI), en Montevideo, en el año 1947. Se concretó de esta manera un anhelo integracionista, que permitiera la comunicación entre las Grandes Logias del continente.
            Al mirar al pasado, podemos contemplar satisfechos los benéficos resultados obtenidos a lo largo de los años.
La CMI es hoy día una organización sólida, capaz de influir, con su moderación y apego a los principios masónicos, en el desarrollo que la Masonería tiene en nuestros países. 
            Y en este mirar retrospectivo, constatamos con felicidad que las Grandes Logias de Chile y del Uruguay han trabajado en conjunto en procura del bien común y al servicio de los altos principios de la Masonería. 
            Son muchos los hitos históricos que compartimos.
            En esta senda de afectos y con la mirada puesta en el futuro, iniciamos el año 2019 con un Simposio Internacional sobre la inteligencia artificial y sus consecuencias en la educación y el empleo, actividad en la que participa la VI Zona de la Confederación Masónica Interamericana, presidida por el Gran Maestro de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, VH José Garchitorena.
            Es el deseo de la Gran Logia de Chile, al organizar este simposio, rendir tributo al ideal masónico que nos insta a tomar los puestos de avanzada, para aportar al mejoramiento del ser humano y de la sociedad en que vive y convive.
     Sean bienvenidos, venerables hermanos altos dignatarios de la Gran Logia Masónica del Uruguay.  

La Masonería y el reconocimiento constitucional del pueblo mapuche


El pasado 24 de enero, de visita en la Araucanía, en cumplimiento a lo determinado por el Consejo de la Gran Logia, órgano rector de la Masonería chilena, hemos dado a conocer una declaración pública en que manifestamos nuestro apoyo a los esfuerzos y consensos para reconocer constitucionalmente al Pueblo Mapuche, en virtud de la dignidad que merece por su historia y su cultura, profundamente enraizada en nuestra sociedad.
La Gran Logia de Chile, institución que promueve los valores de la libertad de conciencia, la tolerancia, la fraternidad, y la realización humana en un ambiente de convivencia, paz y solidaridad, y que es, en esencia, la más antigua institución ética de la República, con una afirmación republicana irrefutable, ha manifestado su profunda admiración por el Pueblo Mapuche, por su historia y muy especialmente por su cosmovisión y la manera en que se ha transmitido, de generación en generación, una identidad cultural que respetamos y valoramos.
Valorando los esfuerzos sociales y políticos de todos quienes impulsan el necesario reconocimiento constitucional de los Pueblos Originarios, la masonería suma su voluntad y apoyo, sobre la base de nuestros principios universales y en nuestra comprensión de la República como el espacio de todos.
Nuestro objetivo, al adherir a los consensos existentes, tiene su sustento en uno de los objetivos claves que promueve la masonería en su concepción republicana: la inclusión de todos quienes viven en el territorio y el respeto a la diversidad, como una de las expresiones fundamentales de la convivencia humana que le da un sentido integrador a la sociedad.
En ese contexto, aspiramos a que esos esfuerzos se plasmen en reconocimientos efectivos, empezando por las modificaciones necesarias a nivel constitucional, legal y administrativo, que establezcan una relación del Estado de Chile con los Pueblos Originarios, en particular con el Pueblo Mapuche, congruente con un necesario proceso de integración, imperativo para el logro de la armonía social y coherente con los distintos principios y valores recogidos en instrumentos y acuerdos internacionales, como los consagrados en la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU, entre otras convenciones complementarias.
Ese reconocimiento debe considerar, sin duda, la pre-existencia de los Pueblos Indígenas que han habitado los territorios actuales de la República, y por tanto, su derecho a fortalecer y desarrollar sus legítimas historias, sus identidades, sus culturas y su institucionalidad tradicional, donde debe establecerse la protección del Estado de todos esos elementos, para asegurar la preservación del patrimonio cultural, material e inmaterial, la herencia lingüística, y todo aquello que garantice la igualdad y la no discriminación.
Para tales propósitos debe reconocerse que Chile es un país conformado por pueblos y culturas diferentes, que actúan sobre la base del valor de sus tradiciones y sus identidades, y que, al establecerse el reconocimiento constitucional, genera los espacios adecuados dentro del Estado para que ellos puedan promover sus legítimos intereses en el marco del imperio del derecho.
En ese contexto, la existencia de un Consejo de Pueblos, con capacidad de representación e interlocución, es fundamental para expresar, a través de una sola voz, los derechos y aspiraciones de las comunidades, superando la dispersión y la atomización que han sido particularmente negativas para el interés de los pueblos originarios. Tal Consejo de Pueblos debe ser electo por las comunidades, a través de elecciones democráticas que garanticen la más plena y fidedigna representación.
Nos parece fundamental, en esa perspectiva, dado la fortaleza de los consensos, que haya una agilización en los proyectos de ley, en análisis en las instancias gubernamentales y legislativas, y que las indicaciones sean acotadas, a fin de no dilatar excesivamente los procesos que permitan generar un avance político decisivo para establecer la igualdad y la justicia, y asegurar la convivencia pacífica y el diálogo fructífero en la diversidad, que debe expresar nuestra República de un modo enriquecedor.

160 años de la Logia "Orden y Libertad" N°3

Entre los agrestes pliegues de una geografía inaudita en sus contradicciones, en un valle con reminiscencias selváticas en los registros vir...