domingo, 24 de marzo de 2019

La Carta de la Educación Laica

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El pasado 07 de marzo, la Gran Logia de Chile, instancia reguladora de la masonería chilena, dio a conocer en Concepción la Carta de la Educación Laica, instrumento que define el carácter doctrinario que inspira su doctrina educativa.
Sin duda, esta Carta será una herramienta de orientación fundamental para cualquier institución que busque desarrollar proyectos educativos laicos, construidos sobre “la base de la igualdad, la tolerancia y la diversidad de origen (sexual, étnica, religiosa, económica, social, cultural, etc.), que permite fortalecer las relaciones humanas, indispensables para lograr ambientes de convivencia armónica para educar y crecer con compromiso en torno a la justicia y la responsabilidad social”, como lo expresa en su texto de modo taxativo.
A partir de esa declaración, los establecimientos educacionales dependientes de las corporaciones afiliadas a la Asociación de Corporaciones Educacionales Masónicas de Chile, con establecimientos educacionales desde Valparaíso a Osorno, reconocen a la Gran Logia de Chile como la principal institución filosófica de respaldo ético y moral en su labor educacional. Igualmente, la Gran Logia de Chile reconoce a la Asociación como la única institución que representa sus valores y principios en el ámbito de la implementación de proyectos educacionales en el país.
Las entidades sostenedoras de esos establecimientos educacionales, en atención a esa inspiración, deben respetar el marco legal vigente, deben ser sin fines de lucro y, todos los recursos que genere producto de su gestión, deben ser reinvertidos en la tarea de educar. Igualmente, la acción pedagógica y formativa de esos establecimientos educacionales debe promover una educación sustentada en los principios del Humanismo y el Laicismo, teniendo como concepto esencial el meliorismo, principio que señala que el ser humano y la sociedad son perfectibles.
La Carta viene a ser un instrumento que une los objetivos fundamentales de la institucionalidad masónica con las corporaciones y colegios, y que tienen como beneficiarios a los padres, apoderados y alumnos, así como a los equipos docentes, para asegurar un ambiente formativo para niños y jóvenes, donde primen los más altos valores que hacen posible la autonomía personal de los futuros ciudadanos, que se están educando en aulas sostenidas en virtudes efectivamente laicas.


Álvaro Soto Bradasich


Fuente: La Prensa Austral
Hablar de los valores y la ética que impulsa la masonería es mucho más fácil cuando se hace referencia a una persona que encarna y hace de su vida un ejemplo de doctrina y prácticas masónicas. Es por eso que resulta tan triste la pérdida del destacado médico cirujano traumatólogo y masón Álvaro Soto Bradasich, que ha impactado sensiblemente en la Región de Magallanes, por tratarse de un destacado ciudadano de Punta Arenas, ciudad que lo nombró Ciudadano Ilustre el 21 de octubre de 2009.
Álvaro, con quien compartí inolvidables jornadas de trabajo masónico, ingresó a la Orden el 17 de diciembre de 1975, incorporándose a la Logia “Estrella de Magallanes” N°25, de Punta Arenas. Veinte años más tarde sus hermanos le elevaron a su presidencia, eligiéndolo Venerable Maestro. En 2011 su logia lo nombró Miembro Honorario, el más alto honor que se le puede asignar a un masón, producto de su trabajo y perseverancia en torno a los principios de la Orden.
Dentro de su destacada trayectoria masónica destaca haber sido Gran Delegado del Gran Maestro para la Jurisdicción de Magallanes, desde 2001 hasta el 2010, representando de manera destacada a la Masonería de la Patagonia ante las instancias superiores,
Pero no solo aquello fue su aporte tesonero. Con su libro “De mediodía a medianoche en el Estrecho de Magallanes”, Álvaro Soto Bradasich reseñó, hace diez años, la historia de la Masonería en la región, recordándonos el valioso aporte de los miembros de la Orden al desarrollo de la ciudad y de sus instituciones.
Su sello como médico fue la solidaridad y una profunda vocación de servicio público, ayudando constantemente a los más necesitados y los menos favorecidos con el acceso a la salud pública que se ha ido transformando en un frío negocio.
Como profesional, sabemos que fue un pionero, ya que, entre sus logros médicos, se destacaría por haber efectuado el primer implante de cadera realizado en Chile, en 1972.
Su muerte, ocurrida este 15 de marzo, tras una abrupta enfermedad, nos trae la evidencia de su impronta personal, que nos hace reflexionar sobre la importancia de los valores y la ética que forma a personas, que, con su ejemplo y abnegación, dejan una huella imborrable entre quienes lo conocieron.
Mientras recordemos la consecuencia y aporte de Álvaro Soto Bradasich, vivirá siempre en nuestros corazones. La Gran Logia de Chile hace suyo el dolor de quienes hoy lloran su partida y se enorgullece de reivindicar su herencia moral.


Bienvenida al Gran Maestro José Garchitorena



 Resulta sumamente grato revisar los orígenes y primeros pasos que dieron vida al ideario masónico de las Grandes Logias de Chile y del Uruguay, dado que, por una feliz coincidencia, ambos poderes masónicos surgieron gracias a la iniciativa de  inmigrantes que habían visto la luz masónica en talleres dependientes del Gran Oriente de Francia.
            En primer lugar, en 1842 se funda en Montevideo la Respetable Logia “Les Amis de la Patrie”, semilla que germinará generosamente hasta llegar a la fundación de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, en 1856.
            En segundo lugar, en 1850, un grupo de inmigrantes franceses crea la Respetable Logia “L’Etoile du Pacifique”, en Valparaíso, de cuyo seno surgirá tres años más tarde la Logia de habla castellana que dará origen a la Gran Logia de Chile, en 1862.
            El sello que estos masones franceses dieron a la Masonería en Uruguay y en  Chile ha sido fundamental para ambas potencias masónicas, caracterizadas por un ideario claramente identificable, en lo masónico, filosófico y social.
            Al trascurrir del tiempo, con esta inspiración compartida, representantes de ambas Grandes Logias, junto a otras obediencias de América, lideraron la creación de la Confederación Masónica Interamericana (CMI), en Montevideo, en el año 1947. Se concretó de esta manera un anhelo integracionista, que permitiera la comunicación entre las Grandes Logias del continente.
            Al mirar al pasado, podemos contemplar satisfechos los benéficos resultados obtenidos a lo largo de los años.
La CMI es hoy día una organización sólida, capaz de influir, con su moderación y apego a los principios masónicos, en el desarrollo que la Masonería tiene en nuestros países. 
            Y en este mirar retrospectivo, constatamos con felicidad que las Grandes Logias de Chile y del Uruguay han trabajado en conjunto en procura del bien común y al servicio de los altos principios de la Masonería. 
            Son muchos los hitos históricos que compartimos.
            En esta senda de afectos y con la mirada puesta en el futuro, iniciamos el año 2019 con un Simposio Internacional sobre la inteligencia artificial y sus consecuencias en la educación y el empleo, actividad en la que participa la VI Zona de la Confederación Masónica Interamericana, presidida por el Gran Maestro de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, VH José Garchitorena.
            Es el deseo de la Gran Logia de Chile, al organizar este simposio, rendir tributo al ideal masónico que nos insta a tomar los puestos de avanzada, para aportar al mejoramiento del ser humano y de la sociedad en que vive y convive.
     Sean bienvenidos, venerables hermanos altos dignatarios de la Gran Logia Masónica del Uruguay.  

La Masonería y el reconocimiento constitucional del pueblo mapuche


El pasado 24 de enero, de visita en la Araucanía, en cumplimiento a lo determinado por el Consejo de la Gran Logia, órgano rector de la Masonería chilena, hemos dado a conocer una declaración pública en que manifestamos nuestro apoyo a los esfuerzos y consensos para reconocer constitucionalmente al Pueblo Mapuche, en virtud de la dignidad que merece por su historia y su cultura, profundamente enraizada en nuestra sociedad.
La Gran Logia de Chile, institución que promueve los valores de la libertad de conciencia, la tolerancia, la fraternidad, y la realización humana en un ambiente de convivencia, paz y solidaridad, y que es, en esencia, la más antigua institución ética de la República, con una afirmación republicana irrefutable, ha manifestado su profunda admiración por el Pueblo Mapuche, por su historia y muy especialmente por su cosmovisión y la manera en que se ha transmitido, de generación en generación, una identidad cultural que respetamos y valoramos.
Valorando los esfuerzos sociales y políticos de todos quienes impulsan el necesario reconocimiento constitucional de los Pueblos Originarios, la masonería suma su voluntad y apoyo, sobre la base de nuestros principios universales y en nuestra comprensión de la República como el espacio de todos.
Nuestro objetivo, al adherir a los consensos existentes, tiene su sustento en uno de los objetivos claves que promueve la masonería en su concepción republicana: la inclusión de todos quienes viven en el territorio y el respeto a la diversidad, como una de las expresiones fundamentales de la convivencia humana que le da un sentido integrador a la sociedad.
En ese contexto, aspiramos a que esos esfuerzos se plasmen en reconocimientos efectivos, empezando por las modificaciones necesarias a nivel constitucional, legal y administrativo, que establezcan una relación del Estado de Chile con los Pueblos Originarios, en particular con el Pueblo Mapuche, congruente con un necesario proceso de integración, imperativo para el logro de la armonía social y coherente con los distintos principios y valores recogidos en instrumentos y acuerdos internacionales, como los consagrados en la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU, entre otras convenciones complementarias.
Ese reconocimiento debe considerar, sin duda, la pre-existencia de los Pueblos Indígenas que han habitado los territorios actuales de la República, y por tanto, su derecho a fortalecer y desarrollar sus legítimas historias, sus identidades, sus culturas y su institucionalidad tradicional, donde debe establecerse la protección del Estado de todos esos elementos, para asegurar la preservación del patrimonio cultural, material e inmaterial, la herencia lingüística, y todo aquello que garantice la igualdad y la no discriminación.
Para tales propósitos debe reconocerse que Chile es un país conformado por pueblos y culturas diferentes, que actúan sobre la base del valor de sus tradiciones y sus identidades, y que, al establecerse el reconocimiento constitucional, genera los espacios adecuados dentro del Estado para que ellos puedan promover sus legítimos intereses en el marco del imperio del derecho.
En ese contexto, la existencia de un Consejo de Pueblos, con capacidad de representación e interlocución, es fundamental para expresar, a través de una sola voz, los derechos y aspiraciones de las comunidades, superando la dispersión y la atomización que han sido particularmente negativas para el interés de los pueblos originarios. Tal Consejo de Pueblos debe ser electo por las comunidades, a través de elecciones democráticas que garanticen la más plena y fidedigna representación.
Nos parece fundamental, en esa perspectiva, dado la fortaleza de los consensos, que haya una agilización en los proyectos de ley, en análisis en las instancias gubernamentales y legislativas, y que las indicaciones sean acotadas, a fin de no dilatar excesivamente los procesos que permitan generar un avance político decisivo para establecer la igualdad y la justicia, y asegurar la convivencia pacífica y el diálogo fructífero en la diversidad, que debe expresar nuestra República de un modo enriquecedor.

160 años de la Logia "Orden y Libertad" N°3

Entre los agrestes pliegues de una geografía inaudita en sus contradicciones, en un valle con reminiscencias selváticas en los registros vir...