miércoles, 31 de julio de 2019

Fraternitas


Pensar en Chile desde la fraternidad, se torna cada vez más imperioso, sobre todo frente a las señales que presenta una sociedad cuya falta de sustancia en la argumentación sólo incrementa la tensión en las formas de debate. La descalificación de quien sostiene un punto de vista divergente, por lo general tiende al ataque personal, antes que al debate mismo de lo propuesto.
La Masonería desea aportar decididamente a poner nuestras virtudes como país en las convicciones comunes y en nuestro relato cotidiano, a fin de construir un dialogo fraternal y patriótico, que construya consensos y una disposición de armonía en los espíritus. Lo hace desde su concepción laica pero integradora – decididamente fraternal -, donde todos ayudemos, a partir de nuestras diversidades, a la tarea común de asegurar el bienestar y la libertad de todos y cada uno de las chilenas y chilenos.
Las principales autoridades del país piensan que es necesario mejorar la calidad de la política, y ninguna parece restarse a una idea tan altruista - como lo es poner el bien superior del país, por sobre legítimas diferencias puntuales -, ya que, en definitiva, todos aspiran a hacer de Chile una verdadera república, un lugar para todos, donde cada cual pueda realizarse y asegurar la felicidad para los suyos, a partir de derechos y el ejercicio pleno de la libertad y la responsabilidad.
Por ello, estamos invitando a los líderes y a las líderes de nuestro país, en sus diferentes ámbitos, a participar en la Fraternitas Republicana, acto solemne a realizarse el 09 de septiembre próximo, en el Templo de la Gran Logia de Chile, donde los hombres y las mujeres convocados, podamos hacer expresión de nuestras mejores intenciones de fraternidad como chilenos, como patriotas y personas de bien, para trabajar por el interés superior del país.
Nadie quiere restarse a la voluntad de tener instituciones sólidas, y a nuestras élites prestigiadas y libres de cualquier sospecha de corrupción o relación con conductas reñidas con el bien común.
Tenemos ciertamente virtudes que evidenciar y solidez institucional, más allá de los defectos sistémicos y las conductas que son materia actual de investigación judicial, puntuales y no generalizables. Chile sigue siendo un país con bajos índices de corrupción, gracias a las fortalezas de nuestras clases dirigentes y de nuestras instituciones republicanas.
Los masones y masonas del país – representados por la Gran Maestra de la Gran Logia Femenina de Chile, Carmen Mardones, y el Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, que suscribe –, queremos que la Fraternitas sea una contribución, como otras que se dan en el ámbito religioso, para pensar en Chile desde nuestra afirmación como chilenos, hermanos todos en un futuro común y mejor, y con una decidida voluntad presente de diálogo y consenso.

jueves, 11 de julio de 2019

¿Que hemos ganado y que hemos perdido?


Recientes hechos han conmocionado el país, y la agenda noticiosa y los debates están marcados por la conmoción y el asombro. Pareciera estar cada día en el aire la oscura expectación del morbo, respecto de lo que pueda depararnos la mañana siguiente.
La confianza es una cualidad que ya no es referenciada en los diálogos de la cosa pública, ni respecto de la forma como construimos el hecho societario de cada día. Los diálogos y las conversaciones cívicas parecen ser sospechosos y lo trivial adquiere condición de sustancia, negando toda posibilidad a la mesura.
Lo necesario ya carece de toda racionalidad. La razón, expresión societaria del consenso, ha debido ser inmolada en bien de cierta oscura prospectiva que se funda en la escasez argumental. Bastan dos o tres palabras. La propensión apunta hacia el estímulo del consabido proto-discurso, con pretensiones de fallo presuntamente moral
Quienes han estudiado el fenómeno de las muchedumbres en las historias sociales, deben estar desolados para calibrar el alcance y el fondo de lo que manifiesta el hecho público virtual, en una sociedad civil que parece desarticulada, y que se expresa segmentariamente en foros espurios o disimulados mentideros de grupos virtuales o similares, sin épica ni relato, a recaudo de la responsabilidad de aquel ciudadano que salía a debatir en las calles o en los ateneos o asambleas de la mejor república.
Ya no se trata de debatir en torno al mejor calificado o en torno a las virtudes que la república exige, sino que el debate atrabiliario impone la lógica perversa de que el servidor público sobreviva a la descalificación y al linchamiento público.
Algunos se han arrogado la tarea de Charles H. Sanson, para cumplir el deseo de cierto pueblo virtual, que clama ávidamente por más cabezas. Los viscerales y a los francotiradores de la denostación, transformados en argumentadores incensados de una especie falaz de moral pública, se convierten así en tribunal de facto, acudiendo a lapidaciones virtuales tan perversas como las reales.
La pregunta que debemos hacernos es ¿quién – con dominio de ciencia y filosofía - querrá soportar en el futuro tanta irracionalidad y violencia verbal, y pretender optar al servicio público? Sin duda, no los mejores, sino, como en los naufragios, solo los sobrevivientes.   
No debemos perder de vista que, en toda sociedad y tiempo, siempre habrá provocadores que induzcan a lapidar a Magdalena, imputándole las peores conductas, sin siquiera conocer sus presuntos pecados. Lo que importa para ellos es el acto mismo de la lapidación. La ejecutan autores opacos cuyos nombres la historia olvida, porque nadie vindicará sus nombres. El pudor de la memoria social preferirá olvidarlos, pero, por desgracia, quedará su víctima en la plaza pública para avergonzarnos a todos del delito colectivo. 
Frente a lo expuesto, que atosiga al sentido racional y las buenas prácticas del ejercicio de la ciudadanía, debemos ya preguntarnos: ¿qué hemos ganado y que hemos perdido como república en esta vorágine llena de paranoias colectivas que, día a día, está minando todo sentido societario y nuestra potencialidad de país? Es necesario que se haga el balance.
Lo que se destruye en cualquier civismo cierto, se equilibra con grandes construcciones que orienten a los pueblos hacia la virtud. Virtudes individuales, virtudes colectivas, sensatez que ayude a avanzar hacia la convivencia y la formación de una robusta conciencia pública. 
¿Qué le debemos a la república – el espacio de todos – desde el lugar cívico de cada cual, en los distintos roles sociales que nos corresponde cumplir, como personas y como ciudadanos, y más aún, cuando debemos endilgar hacia las fortalezas de una verdadera opinión pública?
Ayudar a fortalecer la opinión pública parece ser el gran desafío, y no pervertirla en función de intereses pasajeros, fugaces y subordinados, ya que la construcción cívica de los ciudadanos debidamente informados es lo único que produce verdadero y fructífero beneficio social.


160 años de la Logia "Orden y Libertad" N°3

Entre los agrestes pliegues de una geografía inaudita en sus contradicciones, en un valle con reminiscencias selváticas en los registros vir...