miércoles, 25 de marzo de 2020

Prudencia, Responsabilidad y Respeto


   

La Masonería, como institución eminentemente ética que se funda en los valores del humanismo, hace un llamado a todos los chilenos y chilenas, y a las organizaciones e instituciones políticas, para implementar en conjunto las soluciones que nuestro país requiere.
En estos días convulsionados, en que las pasiones amenazan la convivencia, cuando todas las argumentaciones reclaman legitimidad y supremacía sobre las posiciones diferentes, la Masonería quiere hacer un llamado a construir en conjunto, a entender que nuestro supremo fin es el bien común y que, en consecuencia, debemos actuar con prudencia, responsabilidad y respeto.
Entendemos el momento crucial que está viviendo nuestro país y vemos con preocupación que no hay una comprensión común sobre la imperiosa y ética necesidad de implementar soluciones consensuadas, para resolver los agobiantes problemas que viven nuestros compatriotas; que no se asume con claridad el compromiso de desarrollar un proceso constituyente ejemplar; y que hay quienes no expresan con fuerza y claridad su respaldo a los caminos institucionales, donde la violencia y los excesos no deben ser permitidos.
Debemos construir la convicción común de que todo lo que hagamos o dejemos de hacer marcará inexorablemente el devenir de nuestra querida patria y su gente, su mayor riqueza.
A todos, más allá de nuestras particulares identidades, nos corresponde ser actores de nuestro tiempo, y enfrentar el presente con toda su descarnada realidad. Ello conlleva una tremenda responsabilidad para con nuestra sociedad, la que debemos asumir con decisión y claridad de propósitos.
Estamos conscientes de que en nuestro país existen diferentes miradas sobre los problemas sociales y sobre sus soluciones, y es natural y bueno que así sea. Los masones nos nutrimos de la diversidad de opiniones, y ella es un valor fundamental de la democracia.
Pero es indispensable que esas diferencias no se constituyan en barreras insalvables, y que se debatan en un permanente esfuerzo de tolerancia y de respeto, para lograr un gran acuerdo que guíe a nuestra patria hacia superiores destinos, que prestigie a quienes hacen política ante una ciudadanía escéptica frente a lo que hacen sus élites, factor determinante en la crisis que nos afecta.
Construyamos comunicaciones y lenguajes fundados en la prudencia, establezcamos consensuadamente las responsabilidades del momento histórico y respetémonos en todos los espacios del hacer común. Ese es el camino que nos permitirá la paz social, la solidez de nuestras instituciones y la construcción de una senda común de progreso y justicia social.

Bienvenidos los que dialogan


En un tiempo en que todo parece inasible y líquido, la confianza parece ser solo una autoafirmación de sí mismo en un ambiente caótico (como los viejos paradigmas del individualismo que nos ha impuesto el cine hollywoodense), o se expresa solo en la certeza del propio bando o pandilla.
A pesar de ello, es necesario pensar en el hecho social como un acto colectivo, donde infinitas individualidades hacen posible lo humano del convivir, en la relación siempre creativa de ser y hacer como parte de una comunidad.
La vida misma de las personas comunes, sencilla y cotidiana, lograda a través del esfuerzo de trabajo, de su abnegación y del amor por los suyos, no por medio de la egolatría o la declinación ante la parcialidad, es lo que marca la comprensión del hecho social, que potencia las capacidades colectivas como un espacio virtuoso donde todos podemos ser y hacer, en bien de todos los que integran la comunidad.
Así debe entenderse el ser país, ser sociedad y ser Humanidad.
El proceso que vive nuestro país tiene que ver precisamente con un quiebre sostenido y continuo, donde las personas han sido sometidas a un individualismo exacerbado, que nos ha llevado a desconsagrar el espacio común, para convertirlo en un espacio de individuos atomizados en subgrupos de grupos, donde cada cual trata de imponer su propio capricho, su propio interés e irracional ambición o el de su bando.
Primero lo hicieron los poderosos y lo establecieron como paradigma en la práctica social. Luego, lo hicieron los corruptos que impusieron su propio poder. Luego, los que viven del delito, con sus parcelas territoriales donde ellos son dueños y señores. Ahora, los que nunca han tenido poder y lo ambicionan, consideran que nada vale que no sea su propia afirmación de sobrevivencia e individualismo, donde solo cabe su comprensión de las cosas, y donde ni siquiera hay historia común que rescatar.
Sin embargo, la vasta mayoría de las personas, creen que este es su país donde sus hijos y nietos deben crecer con seguridad, realizarse como personas y lograr sus sueños. Esta gran mayoría aspira al orgullo de ser parte de una comunidad que los acoge y donde ellos acogen. Consideran que ellos, como son distintos, necesitan vivir en diversidad y ser reconocidos como personas legítimas, en un ambiente de legitimidad.
De allí que apelan a la razón, esa capacidad humana de construir en común con afirmaciones comunes, donde lo que hacemos todos es en bien de todos, reservando una parte de la obra y sus frutos para el albedrío personal o la íntima satisfacción individual o de los suyos. He allí la epopeya de la fraternidad consustancial al género humano, aquella que conduce a la paz y a la convivencia, a respetar a los otros como otros, con los mismos derechos que a mi me corresponden.
Cuando el verbo convivir ha sido avasallado, lo fácil es la recriminación, la descalificación y el revanchismo, donde todos son capaces de ver la paja en el ojo ajeno, sin ver la viga en el propio, cuando la autoafirmación y la arrogancia individualista campea en los espacios comunicacionales, debemos construir nuevas formas de relación que se orienten hacia el valor fraternal de ser parte de una historia dura que mucho nos ha enseñado, de un territorio que, aún con su stress ambiental, mucho puede seguirnos entregando, en fin, nuestra tierra prometida por los fundadores de la República, donde hacer posible  nuestros sueños de felicidad.
Recabar en nuestra fraternidad es fundamental para encontrar respuestas racionales, porque ellas no son posibles desde el individualismo, el egoísmo y la ambición de poder. Allí, en la construcción fraterna, no hay espacio para lo absoluto.
Así, quienes creen en la paz, en el diálogo, en la desafiliación del empecinamiento, en la reconstrucción de la razón, en la virtud de la legitimidad, en la responsabilidad del ejercicio político, en el patriotismo y en la democracia, merecen todo nuestras esperanzas y nuestro firme apoyo. Demos, pues, la bienvenida a aquellos que piensan en todos nosotros y creen en lo posible, a los que dialogan y asumen la responsabilidad que la República les entregó, para hacer el arte más difícil en tiempos de crisis: la política.     

(Columna publicada en Portal de Radio Cooperativa el 14 de febrero de 2020)

Para los Masones, Chile debe ser más justo, igualitario y digno



El recién pasado 29 de enero, se realizó en Santiago el VI Convento Masónico Nacional, consecuencia de un debate a lo largo del país, que se realizó desde la segunda quincena de noviembre hasta culminar en la fecha citada. Esto significó más de 960 conventos de base (tres por logias) y 35 conventos jurisdiccionales (agrupaciones geográficas de logias).
La jornada de cierre se realizó en Santiago, con la presencia de 417 delegados provenientes de las jurisdicciones, junto a los integrantes del Consejo de la Gran Logia de Chile y otras autoridades masónicas.
Este convento - convención que se hace de manera cerrada o exclusiva con sus miembros – responde a la necesidad que emana de circunstancias excepcionales, para conocer la opinión de todos los masones, frente a desafíos que presenta el tiempo secular, como lo es en esta ocasión la necesidad de analizar los alcances, consecuencias y perspectivas que surgen ante el estallido social.
La comprobación de que se ha producido un quiebre en el contrato social, establecido en Chile a partir de la recuperación de la democracia, el motivo central del convento apuntó a avizorar un nuevo contrato social para Chile, que recoja los desafíos que ha presentado el estallido social y las aspiraciones de los chilenos, en cuanto a tener un país más justo, más igualitario y donde la meta suprema sea la garantización de la dignidad de las personas, a través de derechos y un nuevo trato desde el poder.
Las conclusiones, que están en proceso de redacción final, luego de aprobados los informes por 9 de cada 10 asistentes, serán entregadas ampliamente a las distintas representaciones, instituciones y organizaciones del país (políticas, gremiales, educacionales, estudiantiles, sindicales, religiosas, éticas, etc.).
De manera general, se asume que la sociedad chilena se encuentra en un estado de crisis, generada por la insatisfacción frente a un modelo que ha afectado a un gran número de chilenos, merced a un Estado débil, que habilita una sociedad de severas diferencias socio-económicas, con trazas de corrupción y abusos reiterados.
Se reconoce que el modelo consolidó como objetivo central el crecimiento de la economía, incentivando el individualismo, el consumo, la depredación y la explotación indiscriminada de recursos naturales, el endeudamiento y consecuente empobrecimiento y precarización de la población, la concentración de la riqueza económica en muy pocos, generando frustración, desconfianza y rabia, así como la desesperanza de la mayoría de los chilenos ante los abusos.
Frente a esa realidad, existe consenso que la solución a esta crisis tiene como componentes lo político y lo social, y en ese contexto se ha valorado el Proceso Constituyente como una solución para avanzar en uno de los aspectos fundamentales para tener un nuevo contrato social: una nueva Constitución, entendiendo que junto a ello hay que construir también una trama de acuerdos en el plano social, que pongan la justicia social y la dignificación como elementos determinantes.
En la primera fase de este proceso, que se expresa en el plebiscito de entrada, el llamado que se hace por lo pronto, es a asumir el deber ciudadano de participar, pero de manera informada. Ello implica que los ciudadanos conozcan lo que está en debate, más allá de la consigna y de la opinión liviana.
La solución para las grandes dificultades que tensionan a nuestro país, producto de las causas que llevaron al estallido social, descansan nuevamente en la democracia, donde los ciudadanos deben recuperar su protagonismo con la fuerza de su voto libre e informado.

(Columna publicada en el Portal de Radio Cooperativa el 31 de enero de 2020)

160 años de la Logia "Orden y Libertad" N°3

Entre los agrestes pliegues de una geografía inaudita en sus contradicciones, en un valle con reminiscencias selváticas en los registros vir...