jueves, 28 de enero de 2021

Sesquicentenario del Supremo Consejo para Chile


Al iniciar mis palabras, Soberano Gran Comendador, IPH Álvaro Pulgar Gallardo, os entrego, en primer lugar, mi querido Maestro, el más fraterno saludo de la Gran Logia de Chile, para vos y cada uno de los miembros del Supremo Consejo, en este Sesquicentenario de la fundación del Supremo Consejo del Grado XXXIII del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para la República de Chile, acontecimiento primero de la institucionalización de una Masonería de perfeccionamiento del Grado Tercero, que tiene sus raíces en las Constituciones de 1762 y 1786, es decir los estatutos y reglamentos redactados en Burdeos, que luego fueron modificados, estableciendo los 33 grados del REAA bajo un Consejo de Soberanos Grandes Inspectores Generales.

Lo que recordamos y celebramos esta noche, es uno de los hechos más relevantes en la historia de la Masonería chilena. Se produjo apenas transcurridos ocho años de la incipiente marcha de la Gran Logia de Chile, y cuando las primeras logias bajo esa Obediencia comenzaban a construir las primeras páginas de una Francmasonería autónoma, radicada y soberana en el territorio de la República de Chile.

Como producto de las gestiones realizadas por el QH Juan de Dios Merino Benavente – tanto en Inglaterra, primero, como luego en Chile -, el 8 de julio de 1870, el recién constituido Supremo Consejo del Grado XXXIII para la jurisdicción de la República de Chile, anunció al mundo masónico su fundación, con Carta‐Patente otorgada por el Supremo Consejo de Inglaterra, Gales y dependencias de Gran Bretaña, quedando, integrado por los IIPPHH Juan de Dios Merino Benavente, Pluncket Bourchier, Jorge H. Kendall, Francisco Javier Villanueva Godoy, Juan de Dios Arlegui Gorbea y Benicio Álamos González.

El primer Soberano Gran Comendador será el IPH Juan de Dios Merino Benavente, 33º, y notificada su instalación a los Poderes Masónicos de América y Europa, será reconocido por los Supremos Consejos de la propia Inglaterra, de las Jurisdicciones Norte y Sur de Estados Unidos, y por el Gran Oriente de Francia.

El texto de la comunicación referida señalaba que el Supremo Consejo de Inglaterra había otorgado una Patente para establecer un Supremo Consejo del mismo Grado en Chile, invistiendo al IPH Merino de las facultades necesarias y que, a consecuencia de ellas, se había formado dicho Consejo con miembros honorables de distintas nacionalidades.

El nuevo organismo obtendría el inmediato patrocinio del Supremo Consejo de Inglaterra y el establecimiento de relaciones de amistad con éste, así como el favorable pronunciamiento del Supremo Consejo de la Jurisdicción Sur de los Estados Unidos de Norteamérica, órgano madre de todos los Supremos Consejos del mundo regularmente constituidos.

Al respecto, el Supremo Consejo de la Jurisdicción Sur de los Estados Unidos, comunicaría en 1871: “La Masonería en Chile fue establecida hace tiempo por Logias Simbólicas que trabajan bajo jurisdicción extranjera en diferentes Ritos y dado, finalmente, su paso hacia la unidad… Habiendo adoptado como base para su fundación, los sublimes principios de nuestra Augusta Orden y para su Gobierno, las Grandes Constituciones de 1762 y 1786…”. 

La historia nos cuenta que lo que ocurre en los años sucesivos no fue un proceso exitoso. La idea paralela de crear un Gran Oriente, como consecuencia del establecimiento del Supremo Consejo, creo condiciones antagónicas para que el gobierno del REAA pudiera prosperar con éxito.

Debieron pasar al menos 27 años, antes que un nuevo momento se diera, para superar los problemas iniciales. El 28 de agosto de 1897, después de largos y difíciles trámites, se procede a una nueva instalación del Supremo Consejo del Grado XXXIII para Chile, en el Templo Masónico de Valparaíso, bajo la presidencia del IPH Eduardo de la Barra Lastarria.

Desde allí en adelante, el Supremo Consejo comenzará a vivir episodios de consolidación, década tras década, hasta alcanzar sus máximos logros, al punto de que, este año, a pesar de la pandemia, se ha registrado un record histórico de insinuaciones al Grado IV.

Carácter de la Masonería chilena

La Masonería del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, se asienta en Chile con fuerza irrefutable, a partir del momento en que se institucionaliza. Ello no es consecuencia de un accidente. La Logia Madre de la Masonería chilena – Unión Fraternal - lo practicaba, y casi simultáneamente a su fundación se formaba en Chile un Capítulo Rosa Cruz, dependiente de la Logia L’ Etoile de Pacifique.

Meses antes de la fundación de la Gran Logia de Chile, un grupo de miembros de la Masonería porteña formaron un Consejo del Grado XXX, bajo el nombre de “Etoile du Pacifique -Union Fraternelle”, dependiente de Francia.

Sin duda, el mérito más significativo para ese logro recae en el IH Pierre-Antide Martin, que debería ser reconocido como un precursor del Escocesismo, merced a su esfuerzo y persistencia para ir creando las condiciones para un desarrollo capitular del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

Las primeras décadas de la institucionalización de la Gran Logia de Chile, permitieron comprobar que, así como surgían las primeras logias, bajo el impulso de las cuatro logias fundadoras, así también se iba consolidando la presencia del REAA, al punto de ir dando una identidad irrefutable y distintiva al desarrollo masónico chileno, bajo una mirada absolutamente desligada de concepciones teológicas en el ejercicio de la práctica masónica.

Ello exigía desde luego, que la continuidad del proceso formativo de la Maestría tuviera una capacidad institucional, en la profundización del conocimiento del sistema de enseñanza expresado en el REAA. Ello es lo que debía aportar un Supremo Consejo, que será la tarea que asumió Juan de Dios Merino Benavente.

Si bien ese hito terminó frustrado inicialmente, ello no inhibió el creciente predominio del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que fue consolidándose con el paso del tiempo, al punto que la necesidad de institucionalizar su proceso iniciático debió retomarse a fines del siglo XIX, para recuperar la fuerza y vigor necesarios a partir de los últimos 100 años.

Es así como se ha establecido la unidad del Escocesismo con la Gran Logia de Chile, a través de un proceso que da identidad y carácter a Masonería Chilena, con un sello librepensador que fortalece las expresiones ciertas de un proceso iniciático bien conceptuado y definido, correspondiéndole el desarrollo primero y simbólico, a través de los Grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, a la Gran Logia de Chile, y la profundización del grado de Maestro al Supremo Consejo, poder masónico que regula un proceso formativo del Grado IV al XXX, con la colaboración de los Grados XXXI y XXXII, que también le son dependientes.

 

La fortaleza institucional que aporta el escocesismo

 

El masón, más allá de cualquier definición no nace, se hace. Es fruto de un sostenido proceso de construcción y autoconstrucción, que se inicia en la noche de la Iniciación, y que solo culmina con la muerte. Sin duda, la noche en que la venda fue retirada de nuestros ojos, solo otorga la oportunidad de vivir la Iniciación, y de perseverar en la ruta de los hombres buenos que trabajan en su perfeccionamiento y en torno a los Grandes Principios que entrega la Masonería para vivir la virtud.

Nadie es masón por el simple hecho de pagar cuotas institucionales y ser parte de un registro que le otorgue membresía. Solo puede reclamar la condición de masón, aquel que trabaja en los conceptos éticos formativos que le entrega el proceso mismo de la iniciación, y que el REAA le configura gradualmente a hasta el Grado XXX, y que aún en los tres últimos – XXXI, XXXII y XXXIII -, le sigue señalando como una conminación hacia la virtud.

Así, desde sus orígenes mismos, el REAA, a través de su proceso gradual conducido por el Supremo Consejo de los Soberanos Grandes Inspectores Generales del Grado XXXIII, ha aportado solidez doctrinaria y moral a toda la Masonería chilena, en un proceso de complementación, con la Gran Logia de Chile, que ha permitido tener una Masonería Única e Indivisible.

Los grandes masones que adornan la historia del Supremo Consejo 

En estos 150 años, la Masonería del REAA ha sido el alma mater del desarrollo masónico nacional, sea en el Simbolismo como en el Escocesismo. Grandes masones han contribuido a nuestra República desde la fortaleza de la vivencia de ambos procesos iniciáticos.

En ese contexto, en el cargo que ejerces, representáis, Soberano Gran Comendador, mi querido Maestro, la continuidad histórica de 19 grandes masones, que han tenido el deber, el honor y el privilegio de conducir los trabajos de los Grados VI al XXXIII, con un renombre y trascendencia que la historia recoge con orgullo por lo que cada cual fue, masónica y extramuralmente.

La Patria debe sentir orgullo y admiración de todos los grandes chilenos que han dirigido al Supremo Consejo, a través de distintos periodos, en que Chile ha afrontado las más difíciles páginas de su historia.

Algunos de ellos no solo cumplieron altas funciones en el Supremo Consejo, sino también lideraron el Simbolismo como Grandes Maestros. Buenaventura Cádiz Patiño, Soberano Gran Comendador entre 1900-1903 y Gran Maestro entre 1902 y 1906; Benicio Álamos González, dos veces Gran Maestro entre 1873-1877 / 1900-1902 y Soberano Gran Comendador entre 1903‐1907; Víctor Guillermo Ewing, Gran Maestro entre 1906–1912 y Soberano Gran Comendador entre 1909‐1925; Armando Quezada Acharán, Soberano Gran Comendador entre 1925‐1931 y Gran Maestro entre 1930 y 1931; Héctor Boccardo Benvenuto, Gran Maestro entre 1924 – 1930 y Soberano Gran Comendador entre 1932‐1937; Hermógenes del Canto Aguirre, Gran Maestro entre 1937-1944 y Soberano Gran Comendador entre 1938‐1950; y René García Valenzuela, Gran Maestro entre 1944 – 1947, Soberano Gran Comendador entre 1950‐1960 y nuevamente Gran Maestro entre1969-1974.

Ellos no solo aportaron sus mejores capacidades desde el ejercicio de ambas responsabilidades, sino también dejaron una huella de coherencia, con la argamasa moral que une a los dos poderes en que se expresa la masonería chilena.

Los hubo también aquellos que cumplieron solo uno de tales dignidades, y cada cual lo hizo con el mejor aporte de ambas vertientes del perfeccionamiento iniciático, para bien de la masonería chilena toda.

La Gran Logia de Chile esta noche de octubre, rinde un sentido y fervoroso homenaje a sus compañeros de ruta, los Soberanos Grandes Inspectores Generales del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, con la alegría fraternal de ser partes de una misma historia, que se hace en el día a día, en la trascendencia del tiempo transcurrido, donde ambas instituciones, ambos poderes masónicos, han dado solidez a la Masonería chilena, y hacen que esta navegue prestigiada y admirada por los mares de la excelencia masónica internacional, libre de episodios y querellas, que ensombrecen la historia de la Masonería Universal en los últimos 100 años.

Ese patrimonio es fundamental para entender la Masonería, y debemos siempre cautelarlo y robustecerlo.

Vivimos un tiempo difícil, donde hasta las personas lúcidas parecen perder la buena senda de la sensatez, de la razón y de la abnegación. Voces basadas en el egoísmo y la ambición desmedida, la codicia, la pasión desenfrenada, el dogmatismo y el oportunismo, son capaces de amenazar las instituciones y socavar los esfuerzos colectivos. Muchos de ellos estimulan la violencia y el desacato, el fanatismo y la confrontación.

Ante este tiempo de complejas realidades, la Masonería chilena, merced al vínculo de sus dos poderes institucionales, tiene la capacidad de ser luz que ilumine la búsqueda del buen camino, con las mejores virtudes masónicas, que devienen del trabajo fraterno entre el Supremo Consejo y la Gran Logia de Chile.

 

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