domingo, 16 de julio de 2023

160 años de la Logia "Orden y Libertad" N°3

Entre los agrestes pliegues de una geografía inaudita en sus contradicciones, en un valle con reminiscencias selváticas en los registros virreinales, en los pulsos dicotómicos de una república en ciernes, cuando la ambición y la codicia habían llenado muchas faltriqueras, y el esplendor de las vetas de plata comenzaban a decaer, la más nortina ciudad chilena de los albores de la llamada república liberal, sirvió de escenario para dar comienzo a la historia de la masonería chilena, en su fase institucional.

Viniendo de las trashumancias y de las frustraciones dejadas por las guerras de independencia, llevadas contra el poder metropolitano ibérico, llegaron hasta estas tierras de riqueza abrupta, hombres que anhelaban encontrar la paz y la esperanza, cargadas sus mochilas de episodios inverosímiles.

Son aquellos hombres, dueños de una ilustración que les daba un bagaje de singularidad, protagonistas de un siglo donde todo parecía trastrocar, después de batallas que hoy asumimos épicas, después de fracasar en ensayos políticos o de haber dejado atrás las imposibilidades de concretar modelos que trajeran iluminación y ciencia, a donde aún imperaba el oscurantismo de los padres morales de un determinismo arcaico.

Así, llegó Francisco Javier Mariátegui, acérrimo anticlericalista y liberal, uno de los fundadores de la francmasonería en el Perú. Avecindado por un tiempo en el valle copiapino, será un motor capaz de impulsar una convicción fraternal emancipadora de las conciencias.

Así, llegó un joven médico danés - Guillermo Gotschalk (en la foto) -, tal vez desgarrándose y desarraigándose de un tiempo europeo donde las confabulaciones de la restauración, habían ahogado las revoluciones de 1848, volcando a los más jóvenes valores de un tiempo hacia los confines rivereños del más joven continente, o tal vez – como consecuencia de lo anterior - llegó dejando atrás la guerra por Schleswig, que enfrentó la corona danesa y la confederación germánica.

Así, había llegado con el esplendor de Chañarcillo, un ex oficial de Bolívar, de difuso origen caribeño, Rafael Jesús Valdés Caro de Jiménez, que, de batirse contra los españoles en los campos de batalla, vino a emprender la búsqueda de una vida asentada, una vida cívica en un país que se dibujaba en el borde occidental de aquella América que era de todos, pero que parecía de nadie.

Así, estuvieron allí Carlos y Evaristo Soublette, hijos de un general colombiano que se había batido junto a Bolívar. Hombres de la libertad que tenían en la profundidad de su conciencia, la necesidad de seguir perseverando contra las opresiones subyacentes del poder colonial, que seguían manifestando su poder en una sociedad que sentía el peso opresivo de una iglesia aliada al poder de los mercaderes y de los testaferros del pasado.

Ellos y otros como ellos, emprendedores en un tiempo donde todo parecía ser posible, en la oquedad del paisaje abrupto, se inspiraban en la idea de que los espíritus podían ser libres, en la seguridad de un hogar fraternal, donde el hombre pudiera construir ideales posibles en torno a la libertad e igualdad, ideales que plasmaran un propósito de Humanidad.

Ellos no solo fueron capaces de articular la posibilidad logia, sino que fundaron el quehacer de una Masonería chilena en el norte de ese territorio emancipado políticamente, pero que aún debía vivir la emancipación espiritual y moral, en una república que había frustrado su irrupción, con el agravio de una restauración pelucona. 

La logia que fundaron, para gloria del Gran Arquitecto del Universo, trajo un momento de inspiración para los hombres de espíritu libre, que se congregaron de modo fraterno, viviendo la condición del simbolismo, pero también la concepción escocesa, que portaban en sus acervos iniciáticos adquiridos en sus derroteros de hombres emancipados de las latencias de la conservación de las viejas estructuras, de las añejas comprensiones que lastraban el progreso.

Ciento sesenta años después venimos a reconocerlos y a proclamar sus nombres ilustres, sus nombres de precursores en estas tierras de mineral y mineros, de agricultores pertinaces, de permanentes migrantes, que franquean las fronteras desde los confines de los tiempos.

Y los reconocemos en su condición de padres de nuestra institucionalidad, padres de un sentimiento de fraternidad libremente adquirido, racionalmente comprendido, porque entendemos que solo la virtud de considerarnos hermanos, permite encontrar en nuestras conciencias la esencia misma de la Humanidad.

Porque es en el amor de la fraternidad donde la condición humana de encuentra a si misma, en la práctica de la convivencia y en la comprensión colaborativa que nos hace reconocernos como iguales en la aventura de la vida, iguales en derechos, iguales en deberes, iguales en el valor intrínseco de ser únicos e irrepetibles.

En tiempos como los que vivimos, como hijos de aquellos proceres de la virtud, no solo debemos reconocer un legado irrenunciable – la Logia Orden y Libertad N°3 -, sino también reconocer el legado de la comprensión moral frente al desafío que emprende el hombre histórico, en medio de las evoluciones y revoluciones de una sociedad que avanza hacia una idea permanente de superación. Una sociedad que avanza y retrocede, que triunfa y fracasa, que cae y se levanta,

Como Obreros del Arte Real, aquel arte constructivo que hace de cada cual el material sublime de un obraje de virtud y moral, que es capaz de permitirnos hacer del bien un edificio de certezas en torno a los más altos principios que nos propone la Iniciación, como hace 160 años, estamos en un tiempo en que no solo hay que identificar el error, la mentira y la injusticia, sino también poner en acción nuestras capacidades y disposiciones, para ayudar al hombre libre a construir siempre una sociedad mejor, donde impere la justicia y donde cada cual tenga la posibilidad de realizarse y ser feliz, sin producir a otros justamente lo contrario, es decir sufrimiento y dolor.

Hombres del siglo XXI, como somos, sabemos que la felicidad está privada a muchos, no solo por las malas instituciones, las malas estructuras y las malas condiciones de vida, que marginan y privan a millones de las oportunidades que otorgan el conocimiento y la ciencia para plasmar la benéfica perspectiva del bien común.

Cierto, también somos protagonistas de un tiempo en que los cambios de paradigmas nos asombran y nos proponen incertidumbres, pero también nos abren un espacio amplio para facilitar las mejores oportunidades que pongan en acción todo lo que aporte afirmación de Humanidad en un sentido permanente de progreso.

Trayendo ante nuestro imaginario aquel 11 de enero de 1862, nos unimos en espíritu a aquellos pioneros del Arte Real de hace 160 años, los acogemos en fraternidad, de pie y al orden, y expresamos ante la urna que contienen los preciados restos del primero entre sus iguales, allí sosteniendo ese ara con las luces de la Masonería Universal, que el espíritu común que plasmaron fraternalmente, hoy nos sigue convocando, siempre, para construir en nosotros un ser humano mejor, que sea artífice de un tiempo y una sociedad en que impere la Luz de la Virtud y la Filantropía.

La Gran Logia de Chile, en la presencia hoy de su Consejo, rinde homenaje y saluda a la Respetable Logia “Orden y Libertad” N°3 y su prestigiosa historia.


(Valle de Copiapó, Enero de 2022)

100 años de masonería en Chiloé

  

         Es muy grato para quien les habla, compartir con la Masonería chilena la conmemoración del centenario de la presencia masónica en Chiloé. Lo hacemos con el respeto que se merecen todos aquellos que emprendieron la fundación de las primeras células masónicas – los triángulos – y que dieron vida a las logias, en la medida que aquellos ganaron fuerza y vigor.

Remitiéndonos a la conmemoración del centenario de la independencia de Chile en 1910, la Revista “La Verdad” promueve la importancia que tendría para el desarrollo de la masonería chilena la creación de Triángulos Masónicos en aquellos Valles en que donde no hubiera presencia masónica, con el objeto ulterior de crear Logias Masónicas.

El Gran Maestro Víctor Guillermo Ewing Acuña acepta la idea que luego es aprobada por la Gran Logia de Chile, dictando un Reglamento “perfectamente meditado que permite obtener efectos de gran valía”.

Cabe señalar que la creación de un Triángulo será un hito de suma relevancia, por cuanto se extienden los trabajos y la acción bienhechora de la Orden en una zona donde antes no existía presencia masónica institucionalizada.

Con este instrumento, el 17 de octubre de 1921, mediante el Decreto N°7 del Gran Maestro Luis Alberto Navarrete y López, se autoriza la fundación del Triángulo “Galvarino” N°18, celebrándose la ceremonia de su instalación el 16 de noviembre del mismo año, en el Valle de Castro.

Dentro de las actividades del triángulo Galvarino, se destaca en un informe de su presidente: “se han leído trabajos, se ha discutido puntos de interés y en cada sesión se ha leído o comentado algún artículo de valor masónico. Además, se ha encargado de la organización de la “Brigada de Boy Scouts”, de la “Liga de Estudiantes Pobres de Castro”, de la “Liga Protectora de Animales” y se ha desarrollado planes para establecer Escuelas Vocacionales y nocturnas para Adultos. El Triángulo cumplió con creces sus compromisos y acudió presuroso en ayuda de viudas, huérfanos y hermanos en situación precaria”.

La Instalación de la Logia “Luz Austral” N°61 del Valle de Puerto Montt en 1922, fue un importante aporte fraternal que se expandió hacia el territorio insular. Con su apoyo y con la fructífera labor de los masones del Triángulo “Galvarino” de Castro, se hace evidente la necesidad de contar con la orgánica masónica en el Valle de Ancud.

Es así como, mediante Decreto N°116 del Gran Maestro Héctor Boccardo Benvenuto, del 26 de enero de 1927 se autoriza la instalación del Triángulo “Ormuzd” N°26, celebrándose la ceremonia de su instalación el 8 de abril del mismo año.

Sus primeras reuniones se dedicaron al perfeccionamiento de los integrantes del Cuadro, realizando estudios tan destacados como “Tolerancia”, “Vicios sociales”, “Las deficiencias de la Instrucción Primaria”, “El espíritu fraternal” y otros, ampliando los horizontes de sus participantes.

También se realizó acción masónica, que se concretó especialmente en torno a diversas instituciones, tales como la “Sociedad Protectora de Estudiantes Pobres”, la “Liga Deportiva”, la “Brigada de Boy Scouts” del Liceo, además de importantes veladas de extensión cultural consistentes en ciclos de extensión musical y conferencias sobre aspectos de interés social, entregando enseñanzas del carácter más universal posible, a cargo de integrantes del mismo Triángulo o personas distinguidas de la ciudad.

Con la instauración de este accionar, se fue asentando la masonería en el Archipiélago de Chiloé, entronizándose en el corazón de sus habitantes, así como ellos lo están en sus mitos y leyendas, desempeñando el papel de purificar las individualidades de los errores, prejuicios y dogmas, para crear hombres mejores.

Pese a las adversidades del clima y dificultades de desplazamiento, el trabajo masónico sigue desarrollándose, logrando que mediante Decreto N°37 del Gran MaestroHermógenes del Canto Aguirre del 23 de septiembre de 1941, se autoriza la creación de la Logia “Estrella Insular” N°78, en el Valle de Ancud, que levanta Columnas el 12 de octubre del mismo año, dirigiendo la Comisión Instaladora el Querido Hermano Orestes Frodden Lorenzen, entonces miembro del Consejo de la Gran Logia y futuro Gran Maestro en el período 1948-1953.

El trabajo de la primera logia insular se desarrollará con fuerza y vigor, tanto en sus actividades intramurales como en los aspectos de extensión extramural, especialmente por la acción benéfica de las organizaciones creadas bajo su seno, como el “Club de Amigos del Progreso de Ancud” y del “Centro Femenino Austral”.

Hace algunos días se ha celebrado su octogésimo aniversario, con las limitaciones de tipo sanitario, donde no hubo impedimento para homenajear el rol de la educación pública y destacar la trayectoria de abnegación de dos bomberos de la ciudad.

Complementando el trabajo masónico, mediante Decreto N°252 del 30 de noviembre de 1965 del Gran Maestro Aristóteles Berlendis Sturla, se autoriza la creación de la Logia "Chiloé" N°120, en el Valle de Castro, elevando sus columnas el 5 de marzo de 1966.

Mediante Decreto N°195 del Gran Maestro Jorge Carvajal Muñoz, del 20 de octubre de 2009, se autoriza la creación de Logia en Instancia “Víctor Manuel Chiappa Lay” en el Valle de Quellón, cuya Carta Constitutiva es otorgada mediante Decreto N°97/2015 del Gran Maestro Luis Riveros Cornejo, asignándole el número de matrícula N°231, levantando Columnas el 28 de noviembre de 2015, que el pasado sábado realizó una ceremonia de homenaje a los 100 años de presencia masónica.

La masonería femenina también está presente en Chiloé, precisamente en el Valle de Castro. Dependiendo de la Gran Logia Femenina de Chile levantó Columnas la Logia “Pelomtuwe” N°34 el 7 de septiembre del año 2013. El nombre simbólico de esta Logia traducido del mapudungún es “Fuente de Luz”, recogiendo el significado que deseamos para la obra masónica.

El 04 de enero de 2019, en reconocimiento a los esfuerzos y desarrollo masónico de la masonería chilota, nos correspondió generar el decreto 9/2019 que creó la Jurisdicción Insular de Chiloé, desvinculando las logias de la isla de la histórica dependencia de la Jurisdicción de Llanquihue, que tantos beneficios otorgó al desarrollo masónico al otro lado del Canal de Chacao.

En ese mismo propósito de desarrollo de la nueva división jurisdiccional, este jueves 21 de octubre recién pasado, hemos tenido la satisfacción de presidir la Comisión Instaladora de la Logia en Instancia de Constitución “Caleuche”, en el Valle de Castro, de la cual esperamos su consolidación para constituir una logia justa y perfecta.

De este modo comprobamos la fuerza y vigor de la masonería en Chiloé, que, a cien años de su primer hito presencial, continúa expandiéndose, difundiendo los principios y valores que propugnamos, fortaleciendo la tolerancia, en pos de alcanzar la fraternidad universal que tanto necesitamos.

Es de toda justicia reconocer en estos cien años de masonería en Chiloé a todos los Queridos Hermanos que han participado en su accionar y desarrollo, constituyendo un nutrido cuadro de honor.

En esa pléyade de grandes masones, destacará siempre la consular figura de Víctor Emanuelle Chiappa Lay, Venerable Maestro de los dos Triángulos, que dieron origen posteriormente a las Logias “Estrella Insular” N°78 de Ancud y “Chiloé” N°120 de Castro. Fue no solo una figura masónica pionera y perseverante, sino también una gran figura intelectual de su tiempo, ligada a las ilustres generaciones de la cultura chilena de la primera parte del siglo XX.

Nuestro homenaje a aquellos pioneros.


(Quellón, octubre de 2021)

 

 

 

160 años de la Logia "Orden y Libertad" N°3

Entre los agrestes pliegues de una geografía inaudita en sus contradicciones, en un valle con reminiscencias selváticas en los registros vir...