jueves, 13 de diciembre de 2018

70 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos


Nos hemos reunido hoy, en este lugar que recoge parte importante de nuestra historia republicana, para hacer conmemoración y celebración de uno de los hechos más importantes que nos ha legado el siglo XX y la historia de la Humanidad: la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por las Naciones Unidas hace 70 años.
Desde entonces, algo distinto ha ocurrido en la historia humana, a pesar de muchos episodios contrarios a su propósito, que se han constatado posteriormente a su enunciación, los que avergüenzan todo sentido de Humanidad.
Sin embargo, podemos calificar y tipificar la condición de tales eventos dolorosos, precisamente, porque se ha tenido a la vista esa Declaración Universal, que fija lo fundante de toda condición humana, basada en derechos y en disposiciones irrenunciables para el trato a las personas en todo proceso de convivencia humana.
Porque eso es lo fundamental de aquella declaración septuagenaria: ser la referencia fundante de toda concepción del derecho y de toda concepción ética en la convivencia, basada en una perspectiva de Humanidad, donde debe respetarse el derecho individual y colectivo a la vida con dignidad por el solo hecho de ser una persona.
En todos los logros materializados en las convenciones y resoluciones internacionales posteriores, que han permitido profundizar el alcance de los derechos humanos, se reiteran aquellos principios básicos que fueron enunciados hace 70 años, tanto por su universalidad y su tipificación fundacional, como por su interdependencia e indivisibilidad.
Gracias a ello, todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas han ratificado al menos uno de los nueve tratados internacionales que se consideran esenciales para la especificación y aplicación de los derechos humanos, y alrededor del 80 % de los países han ratificado al menos cuatro de esos tratados, estableciendo obligaciones y compromisos para sus signatarios, lo que permite constatar, al mismo tiempo, que hay muchos lugares del mundo donde se siguen violando tales derechos, a través de prácticas de los Estados o de grupos beligerantes que  no trepidan en imponerse a través del abuso, la violencia y la represión brutal.
Gracias a la Declaración de 1948, cuando se vulneran los derechos humanos, tenemos un parámetro para calificar, condenar y perseguir internacionalmente, a quienes han incurrido en violaciones sistemáticas a los derechos fundamentales de las personas y de los grupos humanos.
Los sistemas jurídicos internacionales y de muchos países hoy pueden asegurar tales derechos y penalizar acciones de Estados y personas, gracias a que hace 70 años, un grupo de naciones refrendó esta declaración universal, a través de la Resolución 217 A (III), el 10 de diciembre de 1948, en París, en que se acogieron los 30 artículos que especificaron los derechos humanos consensuados como básicos para el respeto a la condición humana.
Aunque no fue ni es un documento que obligue a los Estados, luego de su enunciación, ha servido de base para la creación de convenciones internacionales determinantes, así como para la existencia de pactos internacionales que definen derechos civiles y políticos, derechos económicos, sociales y culturales, que sí obligan a su cumplimiento por parte de los Estados suscriptores.
Sin duda, la Declaración proclamada hace 70 años, ha sido la base para establecer objetivos que son imprescindibles para tener un mundo mejor, donde la conciencia del valor de la condición humana, única e irrepetible en su individualidad, sea asegurada en torno a derechos inalienables.
Considera la Declaración en su preámbulo, que es esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión; apelando ante los Estados Miembros respecto de asegurar, en cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del ser humano, e instando a los gobiernos para trabajar a fin de lograr el respeto universal y efectivo de los derechos humanos. Lo hace estableciendo que el compromiso surge de los pueblos, a partir de la Carta de las Naciones Unidas de 1942, firmada en San Francisco.
Ello es lo que permite proclamar que “toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, - dice -no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía”.
Los tratadistas consideran que quedan establecidos a partir de allí, los derechos fundamentales de carácter personal; los derechos del individuo en relación con la comunidad; los derechos a la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión y las libertades políticas; y derechos económicos, sociales y culturales, que establecen que toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure la salud, el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y el derecho a la educación, señalando que esta última debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental, y también debe ser obligatoria.

La Masonería y los derechos del ser humano

La Masonería Chilena nace institucionalmente, hace más de siglo y medio, bajo la impronta de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Nuestros padres fundadores, avecindados en Valparaíso, luego de la Revolución Francesa de 1848, trajeron esa impronta formidable.
Son ellos los que nos legaron las ideas de que el hombre tenía derechos inalienables y que el respeto al libre pensamiento es la base de toda concepción de la libertad humana.
De este modo, a partir de nuestros orígenes, la condición humana y los derechos fundamentales que de allí emanan, han estado en el centro de nuestra doctrina. Esto lo pondrá de manifiesto la Masonería Chilena en todo su quehacer, a través de su historia.
Para la doctrina masónica, es fundamental construir la ética de la fraternidad, la ética de la tolerancia y la ética de la filantropía, esta última sostenida en la libertad de conciencia, el principio de la igualdad y el acceso al conocimiento, para ejercer la autodeterminación individual, de un modo solidario, sustentado en la convivencia pacífica y en el respeto a toda persona en su especificidad.

La Masonería Chilena y su aporte a la idea de los Derechos Humanos.

De este modo, en abril de 1947, la Masonería de nuestro continente declarará, al fundarse la Confederación Masónica Interamericana – a instancias de las Grandes Logias de Chile, Argentina y Uruguay -, los seis ideales y principios que la regirían, siendo uno de ellos el siguiente: “La francmasonería reconoce la necesidad de trabajar por la vigencia universal de los derechos humanos”.
En los años inmediatos a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Masonería chilena comenzó a plantear su divulgación con creciente fuerza en el seno de la Confederación Masónica Interamericana, al punto que fue uno de los temas que llevó como propuesta a la II Conferencia, realizada en México, en 1952.
Producto de la ponencia chilena, la CMI acordó en esa conferencia, respecto de los derechos contenidos en las Declaración Universal de 1948, “abrir una intensa campaña, en todos los talleres (masónicos), para que sean ampliamente conocidos”, estableciéndose pautas concretas de acción.
Previamente la Masonería chilena había dado forma a una Comisión de Derechos Humanos, dependiente del Departamento de Acción Masónica. La presidía el destacado masón, Rafael del Villar Concha, y la integraban Jacques Ardity, Abraham Corry, Francisco Saval e Israel Drapkin. Su objetivo fundamental era promover el conocimiento de la Declaración Universal de 1948, dentro de la Masonería y en la sociedad chilena.
Como consecuencia de la actividad de esa Comisión, se constituirá el Movimiento por la Libertad y la Defensa de los Derechos Humanos, integrado por destacados políticos vinculados a la Masonería, entre los cuales mencionaremos a Santiago Labarca, Marmaduque Grove, Gustavo Girón y Luis Gálvez, quienes realizaron distintas actividades y conferencias públicas, que se realizaron en salones de la Universidad de Chile.
Al año siguiente, en 1953, estas actividades y la labor de la Comisión de Derechos Humanos de la Gran Logia de Chile, estimularon la creación de la Liga Americana de Derechos Humanos, en una solemne ceremonia fundacional realizada en el Salón de Honor de la mencionada Universidad, en cuyo comité directivo quedaron varios destacados miembros de la Masonería.
El trabajo de Ramón del Villar y su equipo siguió expresándose a través de un obrar que se concretaba no solo en Chile, sino también en América Latina. Fruto de ello se formó la “Acción Laica para América Latina” (ALAS), organización no gubernamental con participación de masones chilenos, argentinos y uruguayos, que colaboró activamente en la preparación de la Reunión de Montevideo, efectuada en noviembre de 1954, organizada por las Naciones Unidas y la Unesco, para estudiar acciones para la difusión y aplicación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en América Latina.
Entre los masones chilenos que tuvieron un desempeño relevante en los preparativos de la Reunión de Montevideo cabe mencionar a los masones José Oller Vallés y Arturo Lois.
Al mes siguiente, ocurrirá otro evento particularmente relevante. El 10 de diciembre de 1954, se realizaba en Santiago, bajo el patrocinio de la Gran Logia de Chile, la fundación de la Logia “Derechos Humanos” N° 100, con la participación de 82 miembros de la Masonería Chilena.
Destaco algunos nombres de ese cuadro fundacional: Exequiel González Madariaga, Rafael del Villar, José Oller, Arturo Lois, Enrique Silva Cimma, Carlos Gayán, y Ramón Martínez Zaldúa (siendo este último un masón colombiano, entonces refugiado en Chile).

La realidad de hoy

Mucho ha ocurrido en la historia de la Humanidad desde que los derechos humanos fundamentales fueron proclamados, y la vulneración de la condición humana ha sido el sello de muchos procesos políticos y bélicos.
La violación de los derechos humanos, en esos procesos, se ha manifestado en las conductas y acciones de quienes ejercen poder en distintas partes del mundo, lejos de lo esperado como consecuencia del compromiso establecido por los Estados.
Sin embargo, también debemos tener presente que la Humanidad ha logrado la constitución de una institucionalidad internacional que ha permitido que hoy existan tribunales internacionales, para procesar y condenar a aquellos de cometen crímenes sistemáticos en contra de personas y pueblos, en abierta trasgresión de los estipulado en 1948.
Asimismo, una parte importante de las legislaciones de muchos países, se han orientado y se basan en el respeto a los contenidos de la Declaración Universal. De este modo, los derechos humanos son parte de la lógica que permite construir derechos que aseguren la dignidad humana, la vida de las personas y han permitido establecer garantías básicas que obligan a los Estados.
Desde ese fundamento, hemos venido a este lugar, al que hemos invitado a muchas u muchos que no son parte de la institución masónica, para unirnos en voluntad y compromiso – una vez más - en torno a aquella Declaración Universal, que plantearon sus suscriptores hacen 70 años.
Lo hacemos adhiriendo al principio de Humanidad sustentado por toda persona de bien, en el respeto a la más absoluta libertad de conciencia, y con el compromiso inclaudicable de proteger la cualidad única e irrepetible de la condición individual humana, así como el valor insustituible de una convivencia basada en el Derecho y en las virtudes que la hacen posible, a través de la paz y la solidaridad fraternal, que todos los seres humanos nos debemos.


Tareas que asumir


Estimados invitados y queridos hermanos presentes:
La gran tarea en la comprensión de lo humano reside en unir las voluntades de las mujeres y hombres, con el fin de lograr que los derechos proclamados el 10 de diciembre de 1948, sean siempre parte de nuestra acción individual cotidiana, en cada lugar y situación en que haya que considerar que todos los seres humanos, independientemente de cuestiones de identidad u opción, tienen derechos, que la ley y la práctica social, deben garantizar y preservar por el bien de la condición humana individual y de toda la Humanidad.
De la misma forma, cuando las personas ejercen el poder dentro de las estructuras de los Estados, y en cualquier rol dentro de las sociedades, deben considerar en sus actos, el respeto irrestricto de los derechos consagrados por las Naciones Unidas, a través de sus pactos y convenciones que aseguran tales derechos.
Cuando repasamos la Declaración de 1948, y constatamos los avances logrados a través de convenciones y pactos internacionales, que amplían el alcance de la protección de las personas y los grupos humanos, lo hacemos en la constatación de que aún hay derechos que consagrar en muchos países y que ellos aún se trasgreden de manera sistemática en distintos lugares del mundo.
Ante esa comprobación, debemos hacer un firme compromiso en su tipificación y aplicación bajo cualquier circunstancia, haciendo afirmación de que los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos los seres humanos tenemos los mismos derechos, sin discriminación alguna.
En ese contexto, aún hay muchos desafíos que abordar y tareas que asumir, en todos los lugares del mundo. Desde el punto de las tareas pendientes, la construcción y el aseguramiento de la igualdad de la mujer es parte de la tarea cotidiana de muchas sociedades y países, y en donde sabemos que hay mucho por hacer.
También debemos preocuparnos del futuro. Los cambios que produce y que producirá la tecnologización, plantean amenazas a la condición humana que deberán requerir nuevas convenciones y pactos internacionales, a fin de asegurar la vida y la felicidad humana, en medio de una propensión deshumanizadora que generan los mercados y la degradación del medio en que la vida humana deba desarrollarse.
Desde este lugar, que tan simbólicamente representa la república, y en conmemoración y celebración de tan importante hito para la Humanidad, manifestamos nuestro compromiso como chilenos, de trabajar en todo lugar en que nos corresponda actuar, a través de la reflexión y la acción, para profundizar los efectos benéficos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, para que siga irradiando su luz bienhechora sobre las conciencias de hombres y mujeres, en bien de la condición humana y de todo principio y práctica de Humanidad.


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