domingo, 13 de septiembre de 2020

Homenaje a los Profesores Normalistas

 

Hoy, 26 de agosto, en el marco de la conmemoración de este día centenario, en que la Gran Logia de Chile está rindiendo homenaje a la promulgación de la Ley de Educación Primaria Obligatoria, hemos querido poner en relevancia y justo mérito a quienes hicieron posible su materialización como un logro trascendente para la historia republicana y para generaciones de chilenos: los profesores normalistas.

Aquella ley fue una gesta en que la Masonería se comprometió institucionalmente para hacer realidad el anhelo de llevar la educación a cada niño de la República.

Lo hizo colaborando con los esfuerzos de muchos chilenos, que estaban conscientes de que la mejor oportunidad que debían tener los niños de nuestro país radicaba en la educación. Solo a través de la educación, decía la conciencia, era posible abrir oportunidades para el futuro, no solo de las personas, sino también del mismo país.

Nuestra Orden trabaja para convertir en una mejor persona a cada uno de sus integrantes, buscando que la influencia de los buenos ejemplos contribuya a la construcción de una sociedad mejor, a la organización de una sociedad en que impere la justicia y en la que cada ciudadano tenga derecho a soñar y a construir su felicidad.

Sostenemos que la educación eleva al ser humano a estadios superiores de evolución espiritual, convirtiéndolo en una persona virtuosa, culta y caritativa. 

Con esa convicción, hace 150 años, los masones nos comprometimos con la creación de las Escuelas Blas Cuevas, en Valparaíso, establecimientos gratuitos y laicos de enseñanza primaria, en los que se entregó educación a niños, niñas y adultos carentes de recursos y que formaban parte de lo que hoy día llamamos población vulnerable.

Aportamos con ese modesto proyecto, entregando herramientas para el futuro a quienes sin este recurso habrían visto disminuidas sus posibilidades de éxito y realización en la vida.

Desde ese entonces, los masones jamás abandonamos nuestro compromiso con la educación como instrumento para el progreso de las personas.

Logias y hermanos aportaron al sostén de sociedades de instrucción primaria, a sociedades de instrucción popular, a ligas protectoras de estudiantes, a escuelas nocturnas para adultos y a cuanta idea fue surgiendo, a lo largo de la historia, para apoyar a quienes aspiraban a salir del analfabetismo y a buscar horizontes más amplios para su desarrollo intelectual.

Nuestras Logias, sin embargo, no se limitaron a esto, pues también organizaban conferencias abiertas al público, en las que destacados hermanos hablaban sobre cultura general o sobre medidas prácticas para mejorar las condiciones de vida de los obreros y sus familias. Muchas de nuestras Logias, además, crearon periódicos con la misma finalidad, en cuyas columnas se multiplicaba el esfuerzo por contribuir a la sociedad y al bien común.

Los masones han buscado, con su esfuerzo docente, convertir a las personas en ciudadanos conscientes del mundo en que viven, responsables para exigir los cambios que la sociedad requiere, y participativos, para que no fuesen otros los que tomasen las decisiones por ellos.

Este amor por la educación fue atrayendo a la Masonería a quienes ejercían la docencia, lo que permitió que cientos de profesores normalistas y, posteriormente, cientos de profesores de Estado se incorporasen a nuestras Logias, tomando para sí los principios de la Orden.

Con la participación de destacados masones se fundaron, en 1842, las Escuelas de Preceptores de Instrucción Primaria, bajo la dirección del académico, político y escritor argentino Domingo Faustino Sarmiento, promotor de los valores y principios masónicos e iniciado posteriormente en la logia “Unión Fraternal”. Insigne hombre del siglo XIX, no solo sería Gran Maestro de la Masonería argentina, sino también Presidente de la República de ese hermano país.

Una joven república, como la chilena, buscó construir un modelo educacional según el modelo de Juan Bautista La Salle, quien, 150 años antes, había fundado las escuelas populares gratuitas para niñas y niños pobres, antecediendo a la fundación de escuelas por parte del Estado, un siglo después. Su pedagogía utilizaba un método simultáneo, organizando a los niños por capacidades y edades similares, y en su idioma, y no en forma individual y en latín como se acostumbraba en esos tiempos. Es ese el antecedente previo de las Escuelas Normales fundadas por el Estado después de la revolución francesa.

Es ese modelo francés el que da la partida a la Escuela Normal chilena, acogiendo también la influencia de Johann Friedrich Herbart, considerado el padre de la pedagogía científica.  

Ello marcará, de un modo cierto, el acento laico creciente que las Escuelas Normales fueron desarrollando, como vehículo hacia el conocimiento y la emancipación moral.

Las Escuelas Normales proporcionaron la norma, el modelo, el nivel aceptable para educar, en una época en que solo el 5% de los niños en edad de recibir educación era beneficiado con ella. Jovenes destacados, por estar en alguno de los tres primeros lugares en sus cursos de enseñanza, fueron seleccionados y matriculados en las Escuelas Normales.

Con una duración de alrededor de seis años, el modelo francés destacaba los buenos hábitos, la limpieza, el orden, la disciplina y la moralidad. Enseñaba de forma paulatina a cantar, a dibujar, nociones de agricultura, redacción de correspondencia y contabilidad, religión y las disciplinas académicas: física, química, geometría, etc. Reforzaba la memoria y, en determinados casos, castigaba a los infractores con apoyo de la familia. También fueron construyendo el espíritu cívico y un sentido de moralidad.

Desde 1888, la incorporación del modelo alemán imperó con predominio del análisis y el ejercicio del pensamiento. El gimnasio fue bienvenido, las ciencias y el equilibrio entre la educación física y mental, pasaron a ser un propósito de la docencia.

Ambos modelos despertaron una fuerte vocación y un gran amor por enseñar. Las normas morales eran fundamentales; el profesor formaba con su ejemplo, en el vestir y con su comportamiento. Cumplidos los primeros tres años, hacían prácticas y clases, en escuelas cercanas, preparadas especialmente. La exigencia era grande y muchos quedaban en el camino.

En el año 1860, se había legislado con la primera Ley de Instrucción Obligatoria , pero sin efectividad para hacerla cumplir. No había interés social en cumplirla.

 En el año 1900, se multiplican las escuelas en el país, pero con pocos alumnos. Las Escuelas Normales se fundan en las principales ciudades, destacando Valparaíso, Chillán, Concepción , Valdivia,  Temuco,  Puerto Montt, Antofagasta, La Serena.

Pero, en 1909, comienza un debate impulsado por Pedro Bannen Pradel, consejero de Estado, quien presenta un proyecto de ley primaria obligatoria, sin éxito, por la marcada oposición de las elites.

Bannen había fundado escuelas para los pobres, las sociedades de escuelas proletarias  y la Sociedad de Instrucción Primaria de Concepción.

Su proyecto fue un debate que sumó a destacados actores, a quienes la historia agiganta. Darío Salas reflexionaba en la Universidad y en el Congreso Nacional sobre la necesidad de entender la relación entre desarrollo social y educación. El senador Mac Iver mostraba el valor de la educación para la libertad del pueblo, la democracia y el desarrollo social. Ambos enfatizaban la necesidad de implementar la ley de instrucción primaria con un carácter obligatorio efectivo, con multas y cárcel para padres y apoderados infractores.

Las elites políticas tradicionales pensaban que bastaba con la enseñanza religiosa, con el catecismo y el patrón, para instruir a los pobres, y recelaban de la ley con una impronta laica que dejaría al pueblo sin Dios y sin moral.

Pedro Aguirre Cerda y Armando Quezada Acharan, junto a otros parlamentarios, plasmaron sus esfuerzos por la ley de enseñanza obligatoria contra una posición oligárquica tradicionalista y contra el anarquismo, que consideraba a la educación como una forma de alienación.

Los tradicionalismos conservadores argumentaban que la pobreza impulsaba a los niños a trabajar y a mendigar, y que no elegirían la escuela por necesidad. También argumentaban contra la inclusión del Estado en un ámbito que reclamaban como privado, propio de las familias, según ellos, ya que Dios les había dado a los padres el derecho de decidir por sus hijos.

La mirada humanista de la masonería propendía a entregar la oportunidad del conocimiento para la emancipación de las conciencias.

Encabezadas por el Gran Maestro Luis Alberto Navarrete y López, las logias organizaron comités en todo Chile en apoyo de la Ley de Educación Primaria Obligatoria, y se prepararon para entregar al Congreso y al Gobierno, el pensar humanista, demócrata y republicano.

Por más de veinte años muchas logias venían ya trabajando por la ley: Justicia y Libertad, Unión Fraternal, Cóndor, Aurora de Italia, destacaban en ese esfuerzo. Organizaron seminarios y coloquios abiertos a las comunidades.

El Gran Maestro organizó una reunión solemne en 1919, en la que pidió a los masones legisladores que privilegiaran tal concepción, por encima de las militancias  y simpatías políticas, y los lideró a fin de unificar una posición masónica al respecto.

Así fue como se llegará a la aprobación y a la promulgación de la Ley.

Hacia 1920, en Chile había 3.700.000 habitantes, de los cuales el 66% era analfabeto.

¿Cuáles fueron las consecuencias de la aprobación efectiva de la ley?

Aumentaron los alumnos y las escuelas, y se contribuyó a la formación de la clase media, a través de la movilidad social que la educación provocaba.

La ley estableció que, para ejercer como profesor, se debía tener el título de Profesor Normalista.

Así, la Ley de Educación Primaria Obligatoria quedó unida a las Escuelas Normales de modo inseparable.

Fue un aporte significativo a la educación y cultura del pueblo, a su desarrollo social y a la comprensión de la democracia y el civismo. Fue un paso significativo para la  realización paulatina del Estado Docente.

Con la promulgación de la Ley, el Estado pasa a asumir un rol directivo docente a fin de garantizar una educación pública, gratuita y laica, con un alto nivel de calidad. El país, efectivamente, inició un proceso de emancipación.

En esta conmemoración del centenario de la Ley de Educación Primaria Obligatoria, la Gran Logia de Chile ha querido rendir público tributo a las profesoras y profesores normalistas; a aquellos que tuvieron la responsabilidad de hacer realidad el sueño de quienes pensaron que era posible terminar con el analfabetismo; a quienes hicieron del amor a la niñez el motivo de sus vidas; a quienes educaron a los ciudadanos en el amor a las virtudes cívicas y al compromiso con la ética.

Rendimos homenaje a los profesores normalistas de Chile, con gratitud, pues gracias a su esfuerzo, a su sacrificio, a su voluntad, a su abnegación, nuestro país formó a generaciones capaces de contribuir al engrandecimiento de la Patria y a un concepto efectivo de República.

Ustedes son la expresión viva de aquellas mujeres y hombres abnegados, que se esparcieron por más de un siglo por el territorio de Chile, por sus pueblos, ciudades y villorrios, para entregar el saber, el civismo, la poesía, los relatos, las manualidades, la experiencia, el patriotismo, la música, las buenas prácticas del hacer social. Chile les debe ser Chile, la Patria les debe ser Patria. A través de este modesto homenaje, les exaltamos a los altares del reconocimiento que el Chile profundo y permanente rinde a quienes han hecho el mejor aporte a la República, con lealtad a las grandes virtudes que hacen posible sus dos siglos de historia.

Nuestra actual educación en Chile, a partir de la lección vocacional de los profesores normalistas, precisa imperiosamente avanzar en la calidad como objetivo insoslayable. Necesitamos, para ello, generar en nuestros educadores la misma vocación del profesor normalista, de su amor por los niños y por la acción de educar.

Asimismo, necesitamos que nuestra educación pública recupere su importancia fundamental, para asegurar una escuela que vuelva a trascender, con una idea de país, una idea de comunidad, que se debe expresar en el aula.

Una escuela que construya un relato cívico, junto a la oportunidad del esclarecimiento, y que dote a cada cual de oportunidades para realizarse como individuo y como parte de una sociedad que se exprese en torno a un gran sueño común.

En esa aspiración que nos debe unir, por la que los educadores normalistas aportaron tanto a nuestro país y a nuestra sociedad, con sus sueños y amor por la educación, vaya para ustedes – profesoras y profesores sempiternos - nuestro homenaje y agradecimiento, nuestra admiración y respeto, y que, en esta conmemoración, encontremos la esencia de un aporte que la República no olvida, una República de todos y para todos, que los profesores normalistas enseñaron amorosamente a construir.

 


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