martes, 1 de febrero de 2022

Día del libre pensamiento 2021

 

Al pie de esta estatua, reivindicada en su relevancia cívica para la ciudad de Valparaíso y para el corazón vivo del Chile moderno, venimos hoy a hacer celebración del Día del Libre Pensamiento, que masones del cono sur latinoamericano hemos considerado reconocer en la proposición de la Asociación Internacional del Libre Pensamiento, efectuada hace 8 años, como una oportunidad para reponer en la reflexión colectiva de las sociedades, el valor de la libertad del pensar, base de todo proceso de libertad de conciencia en la autodeterminación de cada persona, para entender su posición frente a la vida y a la sociedad en la cual se realiza en su condición humana.

Constituye una segunda reivindicación en este emplazamiento. La primera fue cuando fue trasladada a este mismo lugar, cuando Norman Cortés, un ciudadano y masón, promovió gestiones para sacarla de la plaza Aduana y elevarla en este lugar. El Club Central, que agrupa a buena parte de las logias masónicas porteñas, patrocinó la idea, construyó la base con la intervención del arquitecto y masón Oscar Bustos Sierra, quedando a cargo del traslado físico y su empotramiento por parte del empresario y masón Guillermo González.

Quedó así en este lugar de mayor relevancia para la ciudad, para que Bilbao sea dignificado en su memoria y su legado.

En nuestra gestión en la GLCH, venimos por segunda vez, ya que la pandemia nos lo impidió el año pasado, y  cuando la vida de los chilenos parece recuperarse lentamente, hemos sentido el deber de hacernos presente en este lugar, donde se erige el recuerdo de muchos chilenos, por una de las figuras consulares de América Latina en la reflexión libre pensadora, frente a las herencias de un pasado que quería seguir pesando en la constitución y desarrollo de las jóvenes repúblicas americanas, que se habían desprendido justamente del peso de un poder que sojuzgaba a las sociedades, a partir de un determinismo político, económico, social, moral y religioso.

Los hacemos hoy nuevamente reivindicando el legado de Francisco Bilbao Barquín, que abordara no solo el análisis de la vieja sociedad que la joven república de Chile debía dejar atrás, sino también iluminara a toda una generación de jóvenes chilenos, que pusieron sus mejores esfuerzos para repensar la sociedad, para conquistar un país moralmente liberado de los atavismos y las hegemonías de conciencia, y para establecer las enmiendas que laicizarán el Estado, a partir de las llamadas leyes laicas, y que permitirán, después de más de 7 décadas, la separación de la Iglesia y el Estado.

En tiempos donde existen grandes debates, como también grandes propensiones hacia la uniformización del pensar, donde se trata de imponer una misma forma de ver los fenómenos, a partir de un absolutismo moral o ideológico, cuando no con órdenes excluyentes de creencias, la necesidad de recuperar las fortalezas del libre pensar viene a ser un refugio, donde se puede imponer la fuerza del espíritu crítico, y la construcción racional de la argumentación con la cual se enfrentan los problemas de cualquier sociedad o país.

Algunos pensadores modernos sostienen que los humanos tendemos a ser vulnerables a las ilusiones y las falacias. Muchas de ellas esconden un propósito de poder, a partir de la creciente unanimidad en torno a determinadas afirmaciones, que no se fundan en datos empíricos o en el conocimiento objetivo que aporta la ciencia o el análisis racional, sino en supercherías o teorías insostenibles, que no pasan el tamiz del dato específico, y que posibilitan que la ignorancia conduzca a escenarios irreales cuando no a decisiones erróneas de consecuencias desastrosas.

Muchos se podrían confundir creyendo que el librepensamiento consiste solo en el simple tener una opinión singular. La simple opinión puede esconder, sin embargo, la incapacidad misma de tener una opinión fundada, y cuando decimos opinión fundada estamos hablando de contar con el dato que aporta la realidad y la construcción ilustrada del pensamiento.

Cuando vemos muchas y habituales afirmaciones que circulan por las redes sociales, fácilmente podemos encontrar opiniones libres que no engranan con la construcción racional de un pensamiento libre.

Ciertamente, pensar es una acción humana que depende de la capacidad de reflexionar, analizar y conceptualizar aquello que deviene del conocimiento o de la experiencia. Construir pensamiento libre requiere necesariamente de información objetiva y de la capacidad de ponderar variables. Requiere generar razonamientos, es decir, relacionamientos entre conceptos distintos, que ayuden a formular una inferencia lógica.

La estructura del pensamiento está determinada por el manejo de conceptos, por la capacidad de discriminar sobre afirmaciones y datos, el razonamiento reflexivo, y la capacidad de demostrar argumentalmente el producto de ese proceso.

Asignarle al pensamiento la condición de libre, implica entonces una capacidad autónoma de generar pensamiento, sin que para ello deba consensuarse un resultado final, como producto del debate dialéctico.

Sabemos que no siempre la opinión más fundada puede ser admitida como valedera, aún ante el respaldo empírico que pueda sostenerla. Una simple opinión sostenida en una creencia puede tener más aceptación social, que una idea sostenida en el dato científico. Ignorar ciertamente es menos complejo.

Superchería, dogmatismo, creencias urbanas, fake news, son manifestaciones habituales de los espacios en que la sociedad debate o se informa, y como se construyen afiliaciones a procesos o acciones sociales, simplemente sostenidas en el empecinamiento y la manipulación.

Gran parte de esas afirmaciones tendenciosas, engañosas y funcionales a propósitos de control, tienen efectos en la cotidianidad de nuestro tiempo, ignorando los datos que podrían cambiar radicalmente las formas de abordar de manera más asertiva los fenómenos que se manifiestan en la sociedad o en torno a la condición humana.

Al reflexionar sobre muchas de las cosas que han ocurrido en nuestra sociedad en tiempos pasados y recientes, ciertamente la capacidad de analizar con espíritu crítico las distintas variables de una democracia en crisis, es la mejor forma de discriminar positivamente sobre la racionalidad e irracionalidad de los distintos argumentos que confrontan a la sociedad, sometiéndola a tensiones que nacen del fanatismo, de los dogmas y de las falacias.

Así, concurrir a este lugar, donde se recuerda al joven tribuno, al emancipador de las conciencias, a quien representó con su reflexividad el impulso de modernización, a quien fue capaz de hacer el diagnóstico que Chile requería, para superar el peso de un pasado que no quería retirarse de los territorios de la naciente República, lo hacemos poniendo en valor lo que constituyó su más significativo legado: la defensa de la libertad humana por excelencia, la libertad de pensamiento.

Lo hacemos también con la voluntad firme del desagravio. Su estatua, al pie de la cual hoy nos congregamos, fue agraviada por la ignorancia y la obnubilación del fanatismo, destruyendo el mármol que contenía su limpio nombre. Se agravió con ello la lucha por la libertad, la lucha por la igualdad, la lucha por la justicia, la lucha por el feminismo, por la laicidad, todo aquello por lo cual el Chile profundo ha seguido bregando, en las distintas épocas: la idea de que la felicidad humana es posible, en la medida que la referencia permanente de todo propósito sea la dignidad que a toda persona corresponde.

Por ello, cuando la sociedad chilena comienza a recuperar la capacidad de ejercer su libertad personal, luego de tanto tiempo de pandemia, que nos obligó por solidaridad social a suspender muchos de nuestros derechos, acatando las decisiones de la autoridad sanitaria, y cuando el sol de septiembre nos invita a salir a disfrutar la primavera, venimos a este sencillo acto, también a recuperar la vida cívica, aquella que une el pasado y el presente, para construir futuro.

Vida cívica, ejercida por ciudadanas y ciudadanos, que son capaces de pensar a la sociedad, desde la reflexión, la racionalidad, desde la argumentación y el análisis crítico, desde la libertad de pensar, desde la democracia y el Estado de Derecho, desde la voluntad ilustrada por el conocimiento, la ciencia y la virtud.

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