Al
iniciar mis palabras, Soberano Gran Comendador, IPH Álvaro Pulgar Gallardo, os
entrego, en primer lugar, mi querido Maestro, el más fraterno saludo de la Gran
Logia de Chile, para vos y cada uno de los miembros del Supremo Consejo, en
este Sesquicentenario de la fundación del Supremo Consejo del Grado XXXIII del
Rito Escocés Antiguo y Aceptado para la República de Chile, acontecimiento
primero de la institucionalización de una Masonería de perfeccionamiento del Grado
Tercero, que tiene sus raíces en las Constituciones de 1762 y 1786, es decir los estatutos y reglamentos redactados
en Burdeos, que luego fueron modificados, estableciendo los 33 grados del REAA
bajo un Consejo de Soberanos Grandes Inspectores Generales.
Lo
que recordamos y celebramos esta noche, es uno de los hechos más relevantes en
la historia de la Masonería chilena. Se produjo apenas transcurridos ocho años
de la incipiente marcha de la Gran Logia de Chile, y cuando las primeras logias
bajo esa Obediencia comenzaban a construir las primeras páginas de una
Francmasonería autónoma, radicada y soberana en el territorio de la República
de Chile.
Como
producto de las gestiones realizadas por el QH Juan de Dios Merino Benavente –
tanto en Inglaterra, primero, como luego en Chile -, el 8 de julio de 1870, el recién
constituido Supremo Consejo del Grado XXXIII para la jurisdicción de la
República de Chile, anunció al mundo masónico su fundación, con Carta‐Patente
otorgada por el Supremo Consejo de Inglaterra, Gales y dependencias de Gran
Bretaña, quedando, integrado por los IIPPHH Juan de Dios Merino Benavente,
Pluncket Bourchier, Jorge H. Kendall, Francisco Javier Villanueva Godoy, Juan
de Dios Arlegui Gorbea y Benicio Álamos González.
El
primer Soberano Gran Comendador será el IPH Juan de Dios Merino Benavente, 33º,
y notificada su instalación a los Poderes Masónicos de América y Europa, será
reconocido por los Supremos Consejos de la propia Inglaterra, de las
Jurisdicciones Norte y Sur de Estados Unidos, y por el Gran Oriente de Francia.
El
texto de la comunicación referida señalaba que el Supremo Consejo de Inglaterra
había otorgado una Patente para establecer un Supremo Consejo del mismo Grado
en Chile, invistiendo al IPH Merino de las facultades necesarias y que, a
consecuencia de ellas, se había formado dicho Consejo con miembros honorables
de distintas nacionalidades.
El
nuevo organismo obtendría el inmediato patrocinio del Supremo Consejo de
Inglaterra y el establecimiento de relaciones de amistad con éste, así como el
favorable pronunciamiento del Supremo Consejo de la Jurisdicción Sur de los
Estados Unidos de Norteamérica, órgano madre de todos los Supremos Consejos del
mundo regularmente constituidos.
Al respecto, el Supremo Consejo de la
Jurisdicción Sur de los Estados Unidos, comunicaría en 1871: “La Masonería en Chile
fue establecida hace tiempo por Logias Simbólicas que trabajan bajo
jurisdicción extranjera en diferentes Ritos y dado, finalmente, su paso hacia
la unidad… Habiendo adoptado como base para su fundación, los sublimes
principios de nuestra Augusta Orden y para su Gobierno, las Grandes
Constituciones de 1762 y 1786…”.
La
historia nos cuenta que lo que ocurre en los años sucesivos no fue un proceso
exitoso. La idea paralela de crear un Gran Oriente, como consecuencia del
establecimiento del Supremo Consejo, creo condiciones antagónicas para que el
gobierno del REAA pudiera prosperar con éxito.
Debieron
pasar al menos 27 años, antes que un nuevo momento se diera, para superar los
problemas iniciales. El 28 de agosto de 1897, después de largos y
difíciles trámites, se procede a una nueva instalación del Supremo Consejo del
Grado XXXIII para Chile, en el Templo Masónico de Valparaíso, bajo la
presidencia del IPH Eduardo de la Barra Lastarria.
Desde allí en adelante, el Supremo Consejo comenzará a vivir episodios de consolidación, década tras década, hasta alcanzar sus máximos logros, al punto de que, este año, a pesar de la pandemia, se ha registrado un record histórico de insinuaciones al Grado IV.
Carácter de la Masonería chilena
La
Masonería del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, se asienta en Chile con fuerza
irrefutable, a partir del momento en que se institucionaliza. Ello no es
consecuencia de un accidente. La Logia Madre de la Masonería chilena – Unión
Fraternal - lo practicaba, y casi simultáneamente a su fundación se formaba en
Chile un Capítulo Rosa Cruz, dependiente de la Logia L’ Etoile de Pacifique.
Meses
antes de la fundación de la Gran Logia de Chile, un grupo de miembros de la
Masonería porteña formaron un Consejo del Grado XXX, bajo el nombre de “Etoile
du Pacifique -Union Fraternelle”, dependiente de Francia.
Sin
duda, el mérito más significativo para ese logro recae en el IH Pierre-Antide
Martin, que debería ser reconocido como un precursor del Escocesismo, merced a
su esfuerzo y persistencia para ir creando las condiciones para un desarrollo
capitular del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
Las
primeras décadas de la institucionalización de la Gran Logia de Chile,
permitieron comprobar que, así como surgían las primeras logias, bajo el impulso
de las cuatro logias fundadoras, así también se iba consolidando la presencia
del REAA, al punto de ir dando una identidad irrefutable y distintiva al
desarrollo masónico chileno, bajo una mirada absolutamente desligada de
concepciones teológicas en el ejercicio de la práctica masónica.
Ello
exigía desde luego, que la continuidad del proceso formativo de la Maestría
tuviera una capacidad institucional, en la profundización del conocimiento del
sistema de enseñanza expresado en el REAA. Ello es lo que debía aportar un
Supremo Consejo, que será la tarea que asumió Juan de Dios Merino Benavente.
Si
bien ese hito terminó frustrado inicialmente, ello no inhibió el creciente
predominio del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que fue consolidándose con el
paso del tiempo, al punto que la necesidad de institucionalizar su proceso
iniciático debió retomarse a fines del siglo XIX, para recuperar la fuerza y
vigor necesarios a partir de los últimos 100 años.
Es
así como se ha establecido la unidad del Escocesismo con la Gran Logia de
Chile, a través de un proceso que da identidad y carácter a Masonería Chilena,
con un sello librepensador que fortalece las expresiones ciertas de un proceso
iniciático bien conceptuado y definido, correspondiéndole el desarrollo primero
y simbólico, a través de los Grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, a la Gran
Logia de Chile, y la profundización del grado de Maestro al Supremo Consejo,
poder masónico que regula un proceso formativo del Grado IV al XXX, con la
colaboración de los Grados XXXI y XXXII, que también le son dependientes.
La
fortaleza institucional que aporta el escocesismo
El
masón, más allá de cualquier definición no nace, se hace. Es fruto de un
sostenido proceso de construcción y autoconstrucción, que se inicia en la noche
de la Iniciación, y que solo culmina con la muerte. Sin duda, la noche en que
la venda fue retirada de nuestros ojos, solo otorga la oportunidad de vivir la
Iniciación, y de perseverar en la ruta de los hombres buenos que trabajan en su
perfeccionamiento y en torno a los Grandes Principios que entrega la Masonería
para vivir la virtud.
Nadie
es masón por el simple hecho de pagar cuotas institucionales y ser parte de un
registro que le otorgue membresía. Solo puede reclamar la condición de masón,
aquel que trabaja en los conceptos éticos formativos que le entrega el proceso
mismo de la iniciación, y que el REAA le configura gradualmente a hasta el
Grado XXX, y que aún en los tres últimos – XXXI, XXXII y XXXIII -, le sigue
señalando como una conminación hacia la virtud.
Así, desde sus orígenes mismos, el REAA, a través de su proceso gradual conducido por el Supremo Consejo de los Soberanos Grandes Inspectores Generales del Grado XXXIII, ha aportado solidez doctrinaria y moral a toda la Masonería chilena, en un proceso de complementación, con la Gran Logia de Chile, que ha permitido tener una Masonería Única e Indivisible.
Los grandes masones que adornan la historia del Supremo Consejo
En
estos 150 años, la Masonería del REAA ha sido el alma mater del desarrollo
masónico nacional, sea en el Simbolismo como en el Escocesismo. Grandes masones
han contribuido a nuestra República desde la fortaleza de la vivencia de ambos
procesos iniciáticos.
En
ese contexto, en el cargo que ejerces, representáis, Soberano Gran Comendador, mi
querido Maestro, la continuidad histórica de 19 grandes masones, que han tenido
el deber, el honor y el privilegio de conducir los trabajos de los Grados VI al
XXXIII, con un renombre y trascendencia que la historia recoge con orgullo por
lo que cada cual fue, masónica y extramuralmente.
La
Patria debe sentir orgullo y admiración de todos los grandes chilenos que han
dirigido al Supremo Consejo, a través de distintos periodos, en que Chile ha
afrontado las más difíciles páginas de su historia.
Algunos
de ellos no solo cumplieron altas funciones en el Supremo Consejo, sino también
lideraron el Simbolismo como Grandes Maestros. Buenaventura Cádiz Patiño,
Soberano Gran Comendador entre 1900-1903 y Gran Maestro entre 1902 y 1906; Benicio Álamos González, dos veces Gran Maestro entre 1873-1877 / 1900-1902 y Soberano Gran
Comendador entre 1903‐1907; Víctor
Guillermo Ewing,
Gran Maestro entre 1906–1912 y Soberano Gran Comendador entre 1909‐1925;
Armando Quezada Acharán, Soberano Gran
Comendador entre 1925‐1931 y Gran Maestro entre 1930 y 1931; Héctor Boccardo Benvenuto, Gran Maestro entre 1924 – 1930 y Soberano
Gran Comendador entre 1932‐1937; Hermógenes del Canto Aguirre, Gran
Maestro entre 1937-1944 y Soberano Gran Comendador entre 1938‐1950; y René
García Valenzuela, Gran Maestro entre 1944 – 1947, Soberano Gran Comendador entre
1950‐1960 y nuevamente Gran Maestro entre1969-1974.
Ellos
no solo aportaron sus mejores capacidades desde el ejercicio de ambas
responsabilidades, sino también dejaron una huella de coherencia, con la
argamasa moral que une a los dos poderes en que se expresa la masonería
chilena.
Los
hubo también aquellos que cumplieron solo uno de tales dignidades, y cada cual
lo hizo con el mejor aporte de ambas vertientes del perfeccionamiento
iniciático, para bien de la masonería chilena toda.
La
Gran Logia de Chile esta noche de octubre, rinde un sentido y fervoroso
homenaje a sus compañeros de ruta, los Soberanos Grandes Inspectores Generales
del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, con la alegría fraternal de ser partes de
una misma historia, que se hace en el día a día, en la trascendencia del tiempo
transcurrido, donde ambas instituciones, ambos poderes masónicos, han dado
solidez a la Masonería chilena, y hacen que esta navegue prestigiada y admirada
por los mares de la excelencia masónica internacional, libre de episodios y
querellas, que ensombrecen la historia de la Masonería Universal en los últimos
100 años.
Ese
patrimonio es fundamental para entender la Masonería, y debemos siempre
cautelarlo y robustecerlo.
Vivimos
un tiempo difícil, donde hasta las personas lúcidas parecen perder la buena
senda de la sensatez, de la razón y de la abnegación. Voces basadas en el
egoísmo y la ambición desmedida, la codicia, la pasión desenfrenada, el
dogmatismo y el oportunismo, son capaces de amenazar las instituciones y socavar
los esfuerzos colectivos. Muchos de ellos estimulan la violencia y el desacato,
el fanatismo y la confrontación.
Ante
este tiempo de complejas realidades, la Masonería chilena, merced al vínculo de
sus dos poderes institucionales, tiene la capacidad de ser luz que ilumine la
búsqueda del buen camino, con las mejores virtudes masónicas, que devienen del
trabajo fraterno entre el Supremo Consejo y la Gran Logia de Chile.
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