Las angustias y la desazón se esparcen por Europa como mancha de aceite
descompuesto. Mientras escribo estas líneas se han conocido los resultados del
proceso electoral en Holanda, ese país que aquellos que lo visitan por primera
vez siempre se sorprenden con simpatía por su liberalidad y su forma tolerante
de tratar muchos de los problemas de la condición humana. Haciendo gala de
grandes episodios del pasado, de hombres ilustres que supieron dejar su huella
en la reflexión y el conocimiento humano, lo holandés en Europa ha sido siempre
un modelo de sobria comprensión de los pulsos históricos. Sin embargo, es un
país que se ha asomado también a la incertidumbre y pese a los agoreros el
grueso de su electorado ha dado una señal potente contra la retrogradación y el
pasado.
Es tranquilizador el dato holandés de ayer, ya que, por causas que
seguirán analizándose, pareciera que Europa está en las puertas de un momento
de inflexión que puede ser dramático para todo el mundo. De alguna manera da la
sensación de que la sensatez se bate en retirada en el llamado Viejo
Continente.
Más allá de los modelos económicos, que han generado consecuencias en
parte de la población, que son profundos y que dejan a las democracias en
deuda, pero cuyas soluciones no escapan a la posibilidad de la democracia
misma, lo que está en juego a partir del Brexit que se impuso en las últimas
elecciones de Gran Bretaña y que se promulga hoy, es la capacidad de Europa de
mantenerse sensata.
No hay un futuro promisorio de paz y democracia, si Europa pierde la
sensatez. Esa es una verdad que impacta al mundo de manera definitiva, y que
puede ser el anuncio de graves consecuencias, dado el creciente enervamiento
que se observa en la política internacional, fruto del quiebre de las
racionalidades que han permitido que ese continente histórico haya mantenido
sus territorios en paz, desde la Segunda Guerra Mundial, por lo menos en
aquellos países que constituyeron el alma de la viga en que se ha sostenido la
Unión Europea. Por cierto, otros se han agregado con el paso del tiempo, luego
de superar periodos marcados por la violencia y los traumas.
Aquella idea surgida por los acuerdos del carbón y el acero, no solo
construyeron una comunidad económica, que llegará a expresarse como sujeto
político y de derecho internacional, con un modelo comunitario complejo y
único, sino también, como consecuencia de las experiencias de su historia, ha
sido un actor fundamental e insustituible para delinear un concepto de la paz,
de la convivencia pacífica y de los derechos humanos.
Muchos de los derechos que hoy garantizan a las personas su libertad y
su cualidad humana, han surgido bajo la reflexión y el liderazgo de hombres y
mujeres que han dejado su impronta, a partir de su aporte y vivencia europea.
Mucho del mundo racional y racionalizado, de las comprensiones democráticas,
del objeto político moderno, de las reflexiones sobre las seguridades humanas,
del preludio del derecho futuro, han sido cobijados bajo el amparo del proyecto
comunitario europeo.
Hace dos meses, y a modo de ejemplificar lo que asevero, los miembros
del Comité Parlamento Europeo para Asuntos Legalesvotaron a favor de una moción
para garantizar estatus legal a los robots, a los que se les otorga la
condición de "personas electrónicas".
La propuesta, que fue aprobada por mayoría absoluta,estableceque
"los robots autónomos más sofisticados podrían recibir el estatus de
persona electrónica, con derechos y obligaciones específicos", incluyendo
la de subsanar los daños que causen. Los androides serían definidos según
distintas categorías, en función de su autonomía y capacidades, presuponiendo
una mayor responsabilidad por sus actos a los robots más avanzados. Asimismo,
se estipuló que los robots
deben contar con mecanismos externos de emergencia, como un botón, para
poderlos desactivar en caso de necesidad y emergencia.
Para cualquier observador, colmado por las cuestiones cotidianas,
aquello seguramente le pareció extemporáneo, por decir lo menos. Sin embargo,
no pasará una década en que ese acuerdo de la Comisión para Asuntos Legales del
actual Parlamento Europeo será señero y referente para muchos de los problemas
que afectarán a la Humanidad en pocos años más, y donde los problemas de los
refugiados y migrantes que hoy dominan la agenda parecerán casi primarios.
¿Qué importancia tiene ese acuerdo legislativo para lo que analizamos?
Que Europa tiene esa potencialidad enorme de proyectar el futuro. Que en la
esencia del raciocinio comunitario europeo está la posibilidad de encontrar
respuestas a los grandes desafíos de la Humanidad, tanto actuales como futuros.
Y no hablo de un futuro que escape a nuestra vivencia personal, sino de uno que
nos alcanza o que alcanzaremos.
Sin embargo, Europa está en una enorme encrucijada que puede conducir al
mundo a una tragedia. Tal vez la peor de todas. El erizamiento, la prepotencia,
la arrogancia, el estímulo de los conflictos, la irracionalidad y los
ensimismamientos sociales, apuntan inexorablemente a destruir la sensatez del
proyecto comunitario y sus efectos sobre los países que han aprendido de sus
fundamentos.
La democracia en América Latina y en Chile, le deben mucho al espíritu
comunitario europeo. Las categorías del pensamiento político, del humanismo, de
la gobernanza, de las seguridades sociales, de la reflexión ética en muchos
sentidos. Nuestros dirigentes y las clases políticas de nuestros países han
construido muchas de sus afirmaciones a partir de su relación con la sensatez
europea. Por cierto, ello no da garantías de la misma sensatez en su interpretación
o aplicación, pero es innegable que, en la asertividad de nuestras clases
dirigentes, siempre ha estado la reflexión europea sobre los fines y alcances
de toda labor política, al margen de la orientación política de quienes los
pongan en acción.
No deja de preocupar la aparición y persistencia, en algunos casos, de
políticos xenofóbos, claustropopulistas, rupturistas y basados en el recelo y
la exclusión. Tipos que van contra todos los progresos en los derechos y
seguridades humanas, generalmente asociados al fanatismo nacional-racial-
religioso. Un sector de la población que no lee, que no tiene ilustración, que
no analiza las consecuencias, sino que se deja llevar por sentimientos
impulsivos, producto de las frustraciones que no ha resuelto oportunamente la
democracia, que no es menor, pero que generalmente son minoría, ha crecido
merced la indiferencia de los votantes que no ejercen su sufragio.
Frente a los desafíos que surgen en el horizonte,
esperamos que en definitiva, la ciudadanía europea se haga cargo de la sensatez
y del futuro, que Europa representa en el progreso político y reflexivo por
antonomasia. En Holanda se ha dado un buen paso en esa dirección.