La Masonería de Concepción y la Gran Logia
de Chile, como expresión de todas las logias del país, están preparando un merecido
tributo al Centenario de la Universidad de Concepción, una de las más
importantes realizaciones institucionales de la Región, y una de las
corporaciones educacionales más prestigiadas del país.
La Masonería chilena, sin pretensiones
hegemónicas ni reclamando exclusividad ni asumiendo exclusiones, considera a la
UDEC como una de sus obras más importantes y significativas. Los masones
reconocen históricamente que la UDEC fue obra de una comunidad regional
diversa, deseosa de tener una Universidad capaz de proyectar las enormes
capacidades de una parte del país que estaba rezagada en muchos aspectos,
producto de los factores propios del centralismo. De hecho, el gobierno de la
época consideraba innecesaria una Universidad fuera de Santiago.
Los masones que concurrieron a este
impulso regionalista, estuvieron en las primeras iniciativas que buscaron
inspirar ese deseo comunitario, con una decidida y fuerte convicción sobre los
fines y propósitos, y con una determinación cierta de que ello era un proyecto impostergable.
Al respecto, el Gran Maestro Marino
Pizarro, hace 25 años, señalaba como se gestó el proyecto: “Universidad libre,
nueva y laica, nacida en el compromiso de unos hombres positivos y optimistas,
que juntaron sus ideas en los círculos literarios, en las reuniones del Liceo,
en las tertulias del Club Concepción, en las campañas de prensa, en las tenidas
de las Logias. Ideas que se fundieron en un convencimiento común y en la
expresión segura de un quehacer insoslayable, ajeno a ideologías y partidismos”.
El Rector Augusto Parra recordaba también
hace 25 años, el rol de Virginio Gómez (en la imagen), quien propuso en su Logia los pasos
concretos para crear la Universidad y un hospital, impulsando en los ambientes
masónicos la gestación del Comité Pro-Universidad y Pro-Hospital Clínico, en
marzo de 1917, formado por miembros de la comunidad de Concepción, donde
participaron 16 masones, instancias que fueron presididas por Abaraím Concha y
Augusto Rivera, presidentes de las dos logias que existían entonces en Concepción.
A modo de anécdota, uno de los primeros
actos de conmemoración del centenario, realizado por las máximas autoridades de
la Universidad, fue colocar una placa recordatoria en el lugar donde se realizó
la primera clase de la naciente Universidad, dictada por el profesor de química
Salvador Gálvez Rojas, de 31 años, quien fuera miembro de la Logia “Paz y
Concordia”.
En el desarrollo de la Universidad, de
igual manera, es imposible no recordar el aporte señero de los masones que
ejercieron la rectoría, donde refulge la figura consular de David Stitchkin
Branover, que marcó un momento de vasto desarrollo de la Universidad, con un importante
impacto cultural.
En este centenario, no corresponde más que
la evidencia de tales antecedentes históricos. La Universidad fue siempre entendida
por sus fundadores lejos de cualquier predominio o influencia
extrainstitucional. En ese sentido, el aporte de la Masonería ha estado
determinado siempre, en ese contexto, por el aporte de los valores y prácticas
que hacen una verdadera vida universitaria, fundada en la libertad, la búsqueda
de la verdad, la promoción de las virtudes sociales, el perfeccionamiento
individual, la superación de las inequidades y los dogmas, el espíritu crítico,
la tolerancia y el debate ilustrado.
Ello es lo que se renueva constantemente
en la participación de muchos masones, como parte de la comunidad
universitaria, a través de 100 años, y que hoy también se hace evidente, cuando
es necesario colaborar activamente en todos los planos que exige una
institución educacional compleja y sujeta a constantes desafíos, en un mundo en
constante cambio.
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