Señor Presidente de República
Respetadas autoridades y representantes de
las instituciones presentes
Queridas Hermanas y Queridos Hermanos
Hoy es un gran día para Chile y las instituciones
representadas en esta Fraternitas.
Es la ocasión para expresar nuestra
voluntad fraternal por Chile y ensalzar nuestro amor a la Patria, la que debe
unirnos y convocarnos bajo su manto acogedor, para pensar en el futuro y soñar
en conjunto lo que, como una gran familia, podemos lograr a partir de nuestras decididas
voluntades y acciones.
Esta ceremonia en una invitación a expresar
sentimientos de esperanza y comunión, en lo simbólico y en lo tangible, para vivir
un momento de expresión de amor a la Patria, dentro de la cotidianidad que, a
veces, es demasiado demandante dentro de lo coyuntural. Lo hacemos por el bien de Chile.
Los masones tenemos habitualmente, en
nuestras reuniones, un momento en que el tiempo parece detenerse y entramos en
una circunstancia de excepción; un momento en que todo el ruido de lo habitual se
aleja del espacio íntimo, para concentrarnos en nuestras mejores disposiciones
anímicas.
En esta mañana de septiembre, esperamos se
produzca también un momento de significación en que todos los que estamos aquí
presentes se abstraigan de las legítimas argumentaciones de cada día, para
reconocerse en una condición excepcional, como hermanas y hermanos en tantas
cosas en común. ¿Por qué no pretenderlo como un momento de esperanzas en que
converjan – por sobre las más legítimas y honestas diferencias - los buenos
propósitos?
Porque los buenos propósitos son los que
inspiran el corazón humano, cuando dejamos de lado la rutina que anima el día a
día, para pensar que, tal vez, las cosas se podrían hacer de otra manera, desde
un cambio de enfoque y con un paso más firme en el andar de la historia.
Porque, ciertamente, cuando caminamos más
lentamente, y tomamos un camino sinuoso hacia el futuro, cuando optamos por la
ruta que presenta mayores obstáculos, ocurre que nos demoramos mucho más en
alejarnos del pasado, y los buenos propósitos parecen quedar atrapados en la
obscenidad del mal recuerdo. Por eso tiene tanta importancia caminar a paso
firme hacia el futuro, bajo la inspiración de los comunes ideales, para que no
nos alcance el pasado.
Bajo la inspiración de esta ceremonia
fraternal, pensamos en los buenos propósitos que iluminaron a nuestros Padres
de la Patria, en aquellos años en que recién se configura la llamada Patria
Vieja. Pensamos en aquellos jóvenes idealistas, inquietos e iluminados por el
siglo de las luces, que querían emancipar los territorios de América, no solo
de una Corona colonial, sino de un tiempo moral determinado por las tinieblas
del pasado.
Cuando ellos compartieron los mismos
sueños, con ánimo fraternal, surgió la fortaleza de la emancipación; vino la
luz, cuando sus propósitos se mancomunaron, y la Patria comenzó a emerger, no
solo desde las certezas militares, sino también de las afirmaciones cívicas.
Algo pasó luego, tema que es motivo de
discusiones históricas y allí dejaremos las opiniones, porque lo que interesa
concluir es que, cuando los fundadores de la República separaron sus caminos, cada
uno modeló su propia tragedia y las consecuencias las sufrió la Patria, y aún
nos divide la interpretación histórica de esos hechos.
Y, por cierto, en las épocas siguientes, cada
vez que nuestra comunidad nacional se ha confrontado lejos de las comprensiones
del interés común, hemos quedado históricamente divididos, incluso en la
interpretación y la reconstrucción de la lección moral de aquellos hechos, a
veces al punto de impedirnos avanzar hacia el futuro.
Compatriotas:
Si Uds. tuvieron la oportunidad de pasar
por algunos lugares de este edificio, habrán visto un mensaje en los distintos
accesos, que nos recuerda que alguien sigue nuestro ejemplo. Ello nos dice que,
en este lugar, se practica una docencia muy particular basada en las
Tradiciones de la Sabiduría Antigua.
A través de constructos simbólicos y de la
repetición de procedimientos de origen milenario, tenemos la metodología para
producir cambios en la conciencia humana, que apuntan hacia el fortalecimiento
de principios y valores que deben transmutar en virtudes, las que deben adornar
las conductas y acciones de nuestros Hermanos en el Arte constructivo, determinado
por un propósito de Humanidad.
Así, hemos aprendido a través de los
siglos, que no hay mejor docencia que el ejemplo. Es el ejemplo lo que permite
las constancias que hacen la vida en común sostenible, moral y cívicamente. Es
el ejemplo lo que transmite la familia al niño cuando este da sus primeros
pasos y crece hasta tener discernimiento. Es el ejemplo el que modela las
culturas humanas, en todas sus escalas y ámbitos de expresión. Es el ejemplo el
que puede llevarnos hacia el futuro con las certezas de todo lo bueno que hemos
hecho y podemos lograr, a partir de nuestros talentos y capacidades.
Pero también, es el ejemplo el que puede
llevarnos a conductas y acciones que terminen por destruirnos como sociedad,
como país, incluso como especie.
El ejemplo tiene siempre un efecto conductual,
porque lo que aprendemos a través de un modelo impuesto en la cotidianidad, en
definitiva, se plasma en una forma de conducirnos y de actuar. Nadie sigue
mejor nuestro ejemplo que nuestros niños y jóvenes, siempre ávidos de aprender
de sus mayores.
Nuestro actuar colectivo produce modelos,
que luego se repiten social y moralmente.
Tal vez, por sobre los deberes de la
escuela, los grandes docentes somos los que generamos patrones en el hecho
colectivo del hacer sociedad.
Ese es un gran desafío para el tiempo de
hoy. Todas las instituciones vinculadas a la República – constitucional o
éticamente -, debemos enseñar como debemos tratarnos entre los chilenos, para
que la lección docente sea irrefutable en bien del porvenir.
Compatriotas:
Estamos en el Mes de la Patria, periodo
emocional en que todos parecemos reencontrarnos en la condición de hijas e
hijos de estas geografías, de su historia y de su futuro. Y es así como siempre
debiera ser. Cuando una familia se reúne en la constatación de su condición,
sin duda surgen las más benignas y altruistas motivaciones.
Eso es lo que pretende esta Fraternitas:
poner un sincero acento en la congregación creciente en torno a los más
sublimes ideales y en la construcción de un espíritu unitario y racional para
bien de la gran familia chilena.
La racionalidad frente a los propósitos y
desafíos es un componente esencial que deviene de nuestra propia afirmación
republicana. Es bajo la enseña de la razón como se va construyendo la variable
lógica de nuestra esencia nacional. Y la razón no es otra cosa que la expresión
pura del consenso y de nuestra capacidad de establecer convenciones creativas
en torno a lo que debe unirnos.
Y cuando hablo de razón, no está ausente
de mi reflexión el O´Higgins que debe gobernar la naciente República, después
de la victoria de armas en Maipú. En las argumentaciones de sus decisiones de
Estado, está omnipresente la razón del bien superior.
No está ausente tampoco la razón en
Carrera, cuando llega a Chile y comprende que solo es posible la emancipación. Su
razón, fundamentada en el argumento iluminado, viene a ser la luz que señala el
camino de la Patria.
Así se han escrito los mejores episodios
que honran a nuestra Patria.
Y con el paso del tiempo, fue con la razón
como construimos en décadas recientes la recuperación de la democracia. No fue
un proceso fácil, pero, gracias a aquellas decisiones sensatas, fue posible
avanzar a una gobernanza que nos dio fortalezas para superar los retrasos y las
discordias. Tal vez una gobernanza imperfecta, pero fundada en una irrefutable
lógica en bien del país y sus gentes.
Pareciera que el gran desafío, en los años
venideros, reside en reconstruir una idea de racionalidad y consenso respecto a
los desafíos que nos presenta el mundo actual, marcado ahora por la
incertidumbre de la llamada guerra comercial entre dos grandes potencias, por
las consecuencias en nuestro espacio geográfico provocadas por el cambio
climático, y por aspectos institucionales de nuestra República que tal vez
habría que corregir en bien de nuestros objetivos superiores, como país que
contiene una gran comunidad, digna de los mejores esfuerzos.
Todo indica que es necesario involucrarnos
en consensos que señalen de modo claro el destino de nuestro país para las
próximas décadas, aprovechando todo lo bueno que tenemos para avanzar hacia una
nueva etapa de aciertos y nitidez en los objetivos.
Necesitamos, sin duda, consolidar nuestra
amistad cívica y densificar una disposición fraternal. Necesitamos,
probablemente, mucho más política y poner el foco en los plazos medios y largo,
sin atenuar la capacidad democrática de la alternancia, que toda
institucionalidad política debe garantizar y valorar en su virtuosidad.
Alargar los plazos de nuestros procesos y
objetivos, tal vez, nos pondría en una capacidad objetiva de privilegiar futuro
antes que pasado, consenso antes que controversias explicables.
Señor Presidente
Respetadas autoridades de nuestra República
Quienes os han invitado a este acto de
exaltación fraternal, no pretendemos tener la verdad ni las respuestas para los
diagnósticos que cada chileno hace, legítimamente de acuerdo a sus convicciones
y experiencias, en el ejercicio de su libertad de conciencia.
Solo nos mueve el irreprochable propósito
de soñar un futuro digno de la República que construyeron nuestros Padres
Fundadores. Sumado a ello, nos mueve el honor de recibirles con orgullo, porque
Uds. representan el presente de Chile, en su maravillosa diversidad, el
cimiento sobre el cual podemos construir un verdadero futuro, un mañana de paz
y progreso, bajo la conminación moral de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, que nos señala en su artículo primero: “Todos los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”
Muchas gracias.