miércoles, 23 de octubre de 2019

Sobre la libertad, la responsabilidad, la prudencia y el respeto


Discurso de inauguración de Jornadas Nacionales de Docencia Masónica de Chillan (11/10/19)

Pensamos los masones, que solo la persona humana, es un fin en sí mismo, para sí mismo, una experiencia personal única, donde nadie puede convertirlo o convertirla, en un medio para algo o para alguien, contra su voluntad y convicciones, o contra su derecho a experimentar su vida de acuerdo a sus propias decisiones y fundados intereses. He allí el fundamento de la libertad.
Al respecto John Stuart Mill señalaba. “Si toda la humanidad, menos una persona, fuera de la misma opinión, y esta persona fuera de opinión contraria, la humanidad sería muy injusta impidiendo que hablase, como esta misma lo sería si, teniendo mucho poder, impidiera que hablara la humanidad”,
Por ello, la Modernidad puso a disposición de la condición humana, las libertades consideradas fundamentales de la persona: la libertad de conciencia, las libertades civiles y políticas, la libertad de opinión, la de culto, de asociación, los derechos de representación (para ser elegido y elegir), en fin, todo aquello que permite la autodeterminación personal, que, en los siglos recientes, y sobre todo en décadas recientes, han permitido establecer la expansión de los derechos que posibilitan el más pleno ejercicio de aquello que es sustancial en toda persona humana: su libertad.
Un gran pensador chileno, Jorge Millas dijo en una oportunidad: “Resulta que la libertad no es un invento de la civilización, no es algo que se pueda reemplazar como un auto. La libertad, que nace de las condiciones de hecho que tiene el hombre – que es tener conciencia – brota de la condición humana, forma parte de la identidad humana”. Es decir, se es libre por la propia condición de ser parte de lo humano.
Luego de la segunda guerra mundial, sin embargo, Hans Jonas puso en la reflexión contemporánea, una nueva perspectiva, cuando enuncia el principio de responsabilidad. Allí está la comprobación de que la libertad es un acto que produce consecuencias. En la medida que se impone la libertad como un hecho social, político o económico – a través de todo el proceso de la modernidad, - se advierte un conjunto de consecuencias, pues la libertad de los humanos termina por impactar a otros humanos y al medio en que estos se desarrollan en su experiencia vital.
Desde el día en que los seres humanos comenzaron a reflexionar sobre las ideas y los conceptos, en el origen primordial de su especie, aquello que definimos como fundamental en nuestro existir - la autodeterminación personal -, encontró la barrera de la voluntad libre de aquel con el cual debía compartir espacios y jornadas.
Allí, surge la consecuencia, la realidad dicotómica, nace el conflicto.
Pero también de aquella libertad nace surge la contradicción entre lo humano y la naturaleza, la materialidad donde la condición humana hace su historia y satisface sus necesidades y su capacidad de transformar todo lo que le rodea en su beneficio o simple interés o determinación.
No pudiendo hablar y conceptuar, la naturaleza no ha tenido la oportunidad de dialogar y concordar con aquella especie que puede pensar y transformar todo lo que se propone. He allí el drama de nuestro tiempo. Nunca podremos objetivamente conversar con el ambiente material en que construimos nuestra historia personal, comunitaria, civilizatoria.
Del concordato entre sus pares – del contrato social - los seres humanos han hecho las civilizaciones, la historia, sus normas, sus leyes y sus conductas. Cuando no hay posibilidad de concordar personas y grupos terminan en la violencia.
La violencia en todas sus expresiones - gestual, verbal, física – está demasiado presente en la realidad de cada día, generalmente como consecuencia de la trasgresión, del oportunismo, de la imprudencia, del uso perverso del poder, de la ignorancia, de la soberbia, de arrogancia. Violencia sobre las personas o sobre el medio en que se produce la vida, incluyendo la vida humana.
Entonces, cabe preguntarnos, ¿cuándo un alto número de masones se congrega en Chillán, para reflexionar sobre la ética y los valores imperantes en la sociedad actual, cual puede ser el aporte que deje la reflexión, en bien de nuestra sociedad y en bien del propio crecimiento personal, misión que cada masón asume desde la noche de su Iniciación como el propósito fundamental de su condición de tal?
 Al inaugurar estas Jornadas Nacionales de Docencia, hemos podido escuchar la opinión versada, sabia de tres grandes académicos, y líderes en sus ámbitos de desempeño.
Sin duda, sus reflexiones serán un estimulo a los debates de nuestras Jornadas, y han dado magisterialmente muchos insumos para perspectivas de análisis. Le estamos profundamente agradecidos por la disposición que han tenido para con nuestra institución y con los miembros de ella, que se han desplazado desde distintos lugares del país para asistir a estas jornadas de trabajo y fraternidad.
 Les agradezco la magistral forma prudencial y respetuosa con que han expresado sus ideas, porque de ello quiero colegir una manifestación de docencia fundamental. Porque de todas las manifestaciones éticas, propia de una convivencia veraz y perdurable, en el preámbulo de todas las virtudes morales, de todas las virtudes cívicas, y en el ejercicio de todos los derechos, estén las virtudes y la práctica de la prudencia y el respeto.
Tanto así que, si imperaran en las convivencias cotidianas de pueblos y sociedades, sin duda podríamos tener una mejor comunidad, una mejor sociedad, una mejor civilización, un mundo mejor. Prudencia y respeto hacen una mejor familia, un mejor medio laboral, una mejor logia, una mejor masonería.
Prudencia para medir nuestros actos. Prudencia para ejercer la libertad. Prudencia para hacer posible la acción de la responsabilidad, que a cada cual compete en la ejecución de sus actos.
Respeto para garantizar a cada cual su derecho. A sus derechos humanos, a sus derechos personales, a su derecho de conciencia, a su derecho a autodeterminarse, a su derecho a opinión. Respeto al medio social y al medio natural en los cuales vivimos y convivimos. Respeto a la ley, a las reglas morales, respeto a la condición humana en todas sus fortalezas y debilidades.
¿Cuántos dolores individuales, sociales y civilizacionales evitaríamos si pudiésemos conducirnos con respeto y prudencia?
Elevemos al respeto y la prudencia a los más altos altares de la construcción ética de la sociedad en la cual vivimos, al tiempo en el cual vivimos, y probablemente haremos posible la felicidad para todos los ambientes sociales de la condición humana.
Elevemos al respeto y la prudencia a los más altos altares de la construcción ética en nuestra relación con la naturaleza, y probablemente garanticemos la biodiversidad en que se produce la vida, y en el largo plazo, tal vez, podamos entregarle a nuestros descendientes la vida natural que nos recibió cuando nacimos.
A nombre del gobierno superior de la Gran Logia de Chile, doy a todos los participantes en las JJNN de Docencia Masónica la más fraterna y cálida bienvenida, y a las autoridades e invitados a esta inauguración, nuestro afecto y alta consideración, por su disposición cívica y su respeto hacia nuestra institución.

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