Discurso de inauguración de Jornadas Nacionales de
Docencia Masónica de Chillan (11/10/19)
Pensamos los masones, que solo la persona
humana, es un fin en sí mismo, para sí mismo, una experiencia personal única,
donde nadie puede convertirlo o convertirla, en un medio para algo o para
alguien, contra su voluntad y convicciones, o contra su derecho a experimentar
su vida de acuerdo a sus propias decisiones y fundados intereses. He allí el
fundamento de la libertad.
Al respecto John Stuart Mill señalaba. “Si
toda la humanidad, menos una persona, fuera de la misma opinión, y esta persona
fuera de opinión contraria, la humanidad sería muy injusta impidiendo que
hablase, como esta misma lo sería si, teniendo mucho poder, impidiera que
hablara la humanidad”,
Por ello, la Modernidad puso a disposición
de la condición humana, las libertades consideradas fundamentales de la
persona: la libertad de conciencia, las libertades civiles y políticas, la
libertad de opinión, la de culto, de asociación, los derechos de representación
(para ser elegido y elegir), en fin, todo aquello que permite la
autodeterminación personal, que, en los siglos recientes, y sobre todo en
décadas recientes, han permitido establecer la expansión de los derechos que posibilitan
el más pleno ejercicio de aquello que es sustancial en toda persona humana: su
libertad.
Un gran pensador chileno, Jorge Millas
dijo en una oportunidad: “Resulta que la libertad no es un invento de la
civilización, no es algo que se pueda reemplazar como un auto. La libertad, que
nace de las condiciones de hecho que tiene el hombre – que es tener conciencia
– brota de la condición humana, forma parte de la identidad humana”. Es decir,
se es libre por la propia condición de ser parte de lo humano.
Luego de la segunda guerra mundial, sin
embargo, Hans Jonas puso en la reflexión contemporánea, una nueva perspectiva,
cuando enuncia el principio de responsabilidad. Allí está la comprobación de que
la libertad es un acto que produce consecuencias. En la medida que se impone la
libertad como un hecho social, político o económico – a través de todo el
proceso de la modernidad, - se advierte un conjunto de consecuencias, pues la
libertad de los humanos termina por impactar a otros humanos y al medio en que
estos se desarrollan en su experiencia vital.
Desde el día en que los seres humanos
comenzaron a reflexionar sobre las ideas y los conceptos, en el origen
primordial de su especie, aquello que definimos como fundamental en nuestro
existir - la autodeterminación personal -, encontró la barrera de la voluntad
libre de aquel con el cual debía compartir espacios y jornadas.
Allí, surge la consecuencia, la realidad
dicotómica, nace el conflicto.
Pero también de aquella libertad nace
surge la contradicción entre lo humano y la naturaleza, la materialidad donde
la condición humana hace su historia y satisface sus necesidades y su capacidad
de transformar todo lo que le rodea en su beneficio o simple interés o
determinación.
No pudiendo hablar y conceptuar, la
naturaleza no ha tenido la oportunidad de dialogar y concordar con aquella
especie que puede pensar y transformar todo lo que se propone. He allí el drama
de nuestro tiempo. Nunca podremos objetivamente conversar con el ambiente
material en que construimos nuestra historia personal, comunitaria, civilizatoria.
Del concordato entre sus pares – del
contrato social - los seres humanos han hecho las civilizaciones, la historia,
sus normas, sus leyes y sus conductas. Cuando no hay posibilidad de concordar
personas y grupos terminan en la violencia.
La violencia en todas sus expresiones -
gestual, verbal, física – está demasiado presente en la realidad de cada día,
generalmente como consecuencia de la trasgresión, del oportunismo, de la
imprudencia, del uso perverso del poder, de la ignorancia, de la soberbia, de
arrogancia. Violencia sobre las personas o sobre el medio en que se produce la
vida, incluyendo la vida humana.
Entonces, cabe preguntarnos, ¿cuándo un
alto número de masones se congrega en Chillán, para reflexionar sobre la ética
y los valores imperantes en la sociedad actual, cual puede ser el aporte que deje
la reflexión, en bien de nuestra sociedad y en bien del propio crecimiento
personal, misión que cada masón asume desde la noche de su Iniciación como el
propósito fundamental de su condición de tal?
Al
inaugurar estas Jornadas Nacionales de Docencia, hemos podido escuchar la
opinión versada, sabia de tres grandes académicos, y líderes en sus ámbitos de
desempeño.
Sin duda, sus reflexiones serán un
estimulo a los debates de nuestras Jornadas, y han dado magisterialmente muchos
insumos para perspectivas de análisis. Le estamos profundamente agradecidos por
la disposición que han tenido para con nuestra institución y con los miembros
de ella, que se han desplazado desde distintos lugares del país para asistir a
estas jornadas de trabajo y fraternidad.
Les
agradezco la magistral forma prudencial y respetuosa con que han expresado sus
ideas, porque de ello quiero colegir una manifestación de docencia fundamental.
Porque de todas las manifestaciones éticas, propia de una convivencia veraz y
perdurable, en el preámbulo de todas las virtudes morales, de todas las
virtudes cívicas, y en el ejercicio de todos los derechos, estén las virtudes y
la práctica de la prudencia y el respeto.
Tanto así que, si imperaran en las
convivencias cotidianas de pueblos y sociedades, sin duda podríamos tener una
mejor comunidad, una mejor sociedad, una mejor civilización, un mundo mejor.
Prudencia y respeto hacen una mejor familia, un mejor medio laboral, una mejor
logia, una mejor masonería.
Prudencia para medir nuestros actos.
Prudencia para ejercer la libertad. Prudencia para hacer posible la acción de
la responsabilidad, que a cada cual compete en la ejecución de sus actos.
Respeto para garantizar a cada cual su
derecho. A sus derechos humanos, a sus derechos personales, a su derecho de
conciencia, a su derecho a autodeterminarse, a su derecho a opinión. Respeto al
medio social y al medio natural en los cuales vivimos y convivimos. Respeto a
la ley, a las reglas morales, respeto a la condición humana en todas sus
fortalezas y debilidades.
¿Cuántos dolores individuales, sociales y
civilizacionales evitaríamos si pudiésemos conducirnos con respeto y prudencia?
Elevemos al respeto y la prudencia a los
más altos altares de la construcción ética de la sociedad en la cual vivimos,
al tiempo en el cual vivimos, y probablemente haremos posible la felicidad para
todos los ambientes sociales de la condición humana.
Elevemos al respeto y la prudencia a los
más altos altares de la construcción ética en nuestra relación con la
naturaleza, y probablemente garanticemos la biodiversidad en que se produce la
vida, y en el largo plazo, tal vez, podamos entregarle a nuestros descendientes
la vida natural que nos recibió cuando nacimos.
A nombre del gobierno superior de la Gran
Logia de Chile, doy a todos los participantes en las JJNN de Docencia Masónica
la más fraterna y cálida bienvenida, y a las autoridades e invitados a esta
inauguración, nuestro afecto y alta consideración, por su disposición cívica y
su respeto hacia nuestra institución.
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