Discurso del Día de la Mujer 2020 e Inauguración
de las actividades de la Asociación de Mujeres Laicas
Constituye para el Gran Maestro de la Gran
Logia de Chile, un honor saludar el inicio de las actividades anuales de los
centros femeninos de la Asociación de Mujeres Laicas de Chile, y dirigirme a
Uds. en la inauguración de este Consejo Nacional. Ello, en el marco de la
celebración del Dia Internacional de la Mujer, en un contexto nacional lleno de
desafíos.
Paralelamente, esta semana las logias del
país han retomado sus trabajos institucionales, y nuestro país se apresta a
abordar un año de grandes decisiones, que solo las entendemos posibles a través
de la democracia y de la solución pacifica de las controversias, que afectan a
toda sociedad cuando las cosas no se hacen bien, cuando no se hacen en un
sentido de respeto a la condición humana y a los derechos que le son
inalienables, o cuando no prevalece un sentido de justicia en el actuar de sus
distintos componentes.
Porque todos los diagnósticos que han
prevalecido en los análisis de la sensatez, no desde la óptica del simplismo
ideológico o desde la soberbia de creer que la verdad deviene del
empecinamiento, nos indican que la causa de la crisis profunda que provocó el
estallido social se encuentra en la percepción de amplios sectores sociales,
respecto de la carencia de justicia y de respeto de parte de las élites y de
quienes manejan el poder, en sus distintas variables, con las necesidades, los
nuevos derechos y las aspiraciones de oportunidades de las personas.
La Asociación de Mujeres Laicas de Chile,
es una organización que ha representado las aspiraciones y el quehacer de la
mujer por más de siete décadas, y su gestación se entronca con el tiempo en que
las mujeres adquirieron los derechos de igualdad electoral, un paso fundamental
para conseguir la plena ciudadanía en la democracia.
Ciertamente, aquel paso del derecho a voto
no garantizó los plenos derechos a la igualdad para la mujer, y por ello sigue
siendo el 8 de marzo de cada año, no una simple jornada de conmemoración de
aquellas mujeres pioneras en el mundo, sino que, sobre todo, una manifestación
de la vigencia de la reivindicación de los derechos de la mujer, en un tiempo
donde la negación de ellos adquiere distintas recurrencias, no solo a nivel
internacional, sino también en nuestra realidad social.
Ciertamente,
la mujer ha avanzado de modo significativo en logros para su género, que hasta
hace un siglo eran imposibles de imaginar. Precisamente, esos logros son los
inducen a mayores demandas y reclamaciones, por más igualdad de género, frente
a un camino recorrido que señala que aún hay cuestiones fundamentales,
referidas a derecho y trato, que se encuentran postergadas como producto de
concepciones o visiones arcaicas que impiden mayor liderazgo femenino en la
política y la economía, que perpetúan las condiciones de violencia de género,
que marginan a la mujer de procesos que necesariamente deben considerar su
participación activa o su liderazgo.
Sin duda, en el sentido del reloj de la
historia, no podemos dejar de mencionar algo tremendamente potente, en lo que
significa la igualdad de géneros en Chile, y que ocurrió hace dos días. En el
Congreso Nacional se aprobó un proyecto histórico, estableciendo la paridad de
género para la convención constituyente. Esa votación de ambas corporaciones de
nuestro parlamento será un hito en cuanto a las conquistas de la igualdad de la
mujer, porque, por primera vez, un órgano institucional de la República y del
Estado estará conformado en una misma proporción por hombres y mujeres,
estableciendo una referencia que no podrá ser obviada en el futuro. Por primera
vez. Y ello es consecuencia fundamentalmente de la firme voluntad de las
mujeres por imponer su agenda de derechos, en este momento de grandes
encrucijadas.
Ello se contrapone, por cierto, al baldón
moral que ha afectado la conciencia de Chile, porque, si miramos los eventos
que han marcado la realidad de nuestro país en los últimos meses, advertimos
que no han sido propicios para muchas mujeres.
La constatación de que ha habido
violaciones de derechos humanos contra mujeres, en medio de estallido social,
es algo que, pensábamos, no podía ocurrir nuevamente en Chile, y con mucho
dolor, hemos comprobado que estas efectivamente han tenido lugar, según lo han
establecido órganos internacionales calificados para tal efecto, y frente a lo
cual esperamos que el sistema de administración de justicia de nuestro país
establezca las responsabilidades con la mayor premura.
En el mismo contexto, la mutilación visual
de mujeres, producto de acciones por todos conocidas, es algo que debemos no
solo repudiar, sino colaborar con fuerza con aquellos esfuerzos dentro de
nuestra sociedad para que nunca más se repitan acciones que dañen la integridad
física y espiritual de la mujer, bajo cualquier circunstancia. No puede ser que
la violencia que adquiera un estallido social, justifique un daño tan brutal
como la mutilación de personas.
Queridas hermanas hoy presentes en este
significativo comienzo de actividades y exaltación del Día Internacional de la
Mujer.
Desde octubre pasado, estamos en una
realidad social marcada por las demandas de una amplia mayoría de los chilenos,
que expresan su frustración y desesperanza ante un modelo económico social, que
no ha sido sensible frente a los abusos de los que tienen el poder económico y
ante las desigualdades.
Es una crisis que no tiene solución, sino
en el diálogo, en la capacidad de escuchar e interpretar adecuadamente el
sentido de las demandas.
Toda crisis social, bien sabemos, debe ser
encausada a través de la política. Si alguien piensa que cualquiera de las
manifestaciones que confluyen a expresar el estallido social contiene en sí
misma una solución, sin duda está en un error. La manifestación del descontento
es distinta a cualquier quehacer que esté orientado a la búsqueda de las
soluciones.
El descontento expresado en movilización
social es legítimo y es así como las sociedades expresan su rechazo a la forma
como el poder resuelve o no resuelve los problemas. Si estudiamos los
estallidos sociales a través de la historia, siempre constataremos que el poder
estaba lejos de interpretar adecuadamente los anhelos sociales.
El estallido social, que hemos vivido,
vino a expresar por esencia una acción de frustración y repudio y una
aspiración de un nuevo estado de cosas. Con factores precipitantes o
acelerantes, sin duda. Con influencias o activantes, probablemente. Se ha
tratado de buscar determinadas tramas, pero sería absurdo pensar en la
efectividad social realmente de aquellas, en relación a las causas objetivas de
la expresión de muchedumbres que expresan desobediencia frente al contrato
social.
Lo que hemos estado viviendo en los meses
pasados, muestra la profunda contradicción entre dos percepciones del país. Para
no pocos - los que veían un vaso casi lleno -, es incomprensible que nuestro
país, en la OCDE, tenga comportamientos sociales propios del tercermundismo. Para
los que veían el vaso vacío, también era incomprensible que nuestro país, estando
en la OCDE tuviera resultados sociales propios del tercer mundo.
A modo, de anécdota, les cuento que, cuando
trabajaba en una empresa internacional o global como se dice ahora, recuerdo
que llegaban a las oficinas chilenas profesionales desde todo el mundo, a
oficinas impecables en barrios impecables, las oficinas chilenas eran
homologables a las de Australia, Nueva Zelandia, Inglaterra o China, llegaban a
hoteles en Las Condes o Vitacura, pero siempre comentaban lo que veían en los
primeros kilómetros de la Costanera Norte, viniendo desde el aeropuerto.
Esa postal vertiginosa, en vehículos
desplazándose sobre los 100 kms por hora, la veían aquellos visitantes, y se
asombraban de los tolderíos en torno al río Mapocho, las poblaciones en medio
de la basura de sus riveras. Recuerdo que preguntaban y nosotros sabíamos la
respuesta: nuestras élites nunca experimentaban pudor social cuando la veían.
Era tal vez consecuencia de la rutina que establece la habitualidad. Lo que
cualquier persona observa cada día, puede ser parte de la normalidad, pero no
puede ser normalidad aquello que se manifiesta en constante contradicción.
Si Ud. llega a una parte de la ciudad que
no se parece en recursos y disponibilidades a la otra parte, es que algo no
está bien. Si Ud. va a un extremo de la ciudad que no se parece absolutamente
en nada a otro extremo, en ningún sentido, ni espacialmente, ni
constructivamente, ni en servicios, ni vialmente, ni en espacios públicos, ni
en condiciones de vida, en nada, algo debe estar mal, y ello debe ser motivo de
acción, no solo de preocupación; de acción, con un propósito de equidad, de
caridad, de civismo, de humanidad.
Queridas hermanas:
En medio de los desafíos que presenta la
realidad actual de nuestra sociedad, se hace necesario pensar, cual puede ser
el camino para dar solución a los problemas y cumplir las expectativas y
aspiraciones de los postergados o atribulados. Dentro de la institución que
presido, hicimos un debate entre noviembre y enero pasados, a través de todo el
país. El Convento Masónico Nacional, que se realizó en las Cámaras de cada
logia, y luego en las jurisdicciones, para terminar en una jornada nacional, ha
arrojado una comprensión de las causas y los desafíos.
Las conclusiones de ese debate ya están
disponibles y a partir de los próximos días haremos una entrega nacional a las
autoridades y representantes sociales en todo el país.
Sabemos que Uds. también han hecho debates
al respecto.
Creo que nuestros debates y los vuestros
en los centros femeninos, señalan una conminación moral común, en cuanto a trabajar
por la justicia y el respeto a la condición humana. Justicia en el trato,
justicia frente al abuso, justicia en el desarrollo de las políticas públicas,
justicia en el reconocimiento del derecho a la diversidad y al ejercicio de la
libertad de conciencia. Respeto a la condición misma de lo humano, en todo
aquello que sostenga las oportunidades que da la riqueza, la ciencia y el
conocimiento. Respeto en el valor y la condición del otro, como legítimo otro.
Y en ese contexto de debates y desafíos,
enfrentamos un desafío ciudadano de gran relevancia en la búsqueda de los
caminos tendientes a redibujar a nuestro país, bajo un matiz distinto al que ha
sido repudiado por una gran mayoría de los chilenos.
El 26 de abril los chilenos estamos
convocados a expresar nuestra opinión sobre la continuidad o sustitución de la
actual Constitución Política del Estado. Viviremos un momento único en la
historia de Chile. Nunca ocurrió antes que el soberano de la República, el
pueblo, pudiera pronunciarse sobre la vigencia o el cambio de la Constitución.
De este modo, todos y todas, tenemos en nuestras manos el destino de nuestro país.
Pese a que algunos digan lo contrario, la Constitución
Política define todo en Chile. Así lo ha sido desde nuestros orígenes
republicanos. Todo deviene de la Constitución: las leyes, los derechos, el tipo de
Estado, por lo cual, en nuestra tradición institucional es fundamental para
establecer el modelo de país que queremos. Sin Constitución, la base del
contrato social, donde todos cedemos libertades en función del bien común,
nadie puede esperar protección y seguridad, nadie puede tener garantías. De
hecho, muchos de los derechos que han sido postergados y que son parte de las
frustraciones sociales que alimentaron el estallido social, no fueron
consagrados como tales, en apelación a determinados preceptos constitucionales.
Frente a ello, hay un esfuerzo que debiera
hacerse para mejorar el clima en que estamos debatiendo en nuestra sociedad.
Sin duda, es legítimo debatir y exponer las ideas y los puntos de vista. Pero,
lo que preocupa es la intensidad y la irracionalidad de muchas conductas en los
debates, en fin, la propensión a tratarse como enemigos encarnizados, como
personas que tiene que atacarse con odio y con insana virulencia.
Creo que debemos hacer un gran esfuerzo,
todos los que amamos a Chile, los que creemos en la democracia, los que
consideramos que la fraternidad debe ser el camino que nos conduzca a la unidad
necesaria, los que creemos en las capacidades humanas de superar el error, la
mentira y la violencia, para establecer un modelo conductual, con el fin de
disuadir las distintas actitudes artilladas y recalcitrantes.
Ese modelo conductual descansa en la
prudencia, la responsabilidad y el respeto. Si somos capaces de internalizar en
la conciencia cívica de nuestra sociedad esas virtudes, seríamos capaces de
construir una nueva convivencia social que, sin duda, resolvería de buena forma
los grandes problemas que hoy nos dividen.
Prudencia en las palabras, en las
decisiones, en la forma como modelamos las soluciones y las alternativas.
Responsabilidad frente a las consecuencias de todo lo que hacemos en el hecho
social, responsabilidad frente a como obramos en nuestro entorno y con quienes
actuamos. Y respeto para tratarnos y para construir la inter-relación social de
cada día; respeto con quienes tenemos controversias y que tienen visiones
diametralmente opuestas. Respeto por la democracia, por el espacio público y
por quienes deben representar posiciones en los debates para resolver la crisis
en que estamos inmersos.
Ese modelo conductual nos permitiría tener
una nueva política, porque en si mismas tales virtudes son un modelo político. Y
también un modelo social que haga posible la justicia y el respeto a la
condición humana.
Estamos Queridas Hermanas en un tiempo de grandes
conmociones e incertidumbres. Estamos en una crisis nacional, como estamos en
una crisis hídrica de vastos alcances y consecuencias. Estamos en una crisis
sanitaria de alcance global.
Sin embargo, solo en las virtudes humanas
descansa la capacidad de resolver todas esas encrucijadas.
Hagamos votos y pongamos todos nuestros
esfuerzos en ayudar a resolver esas amenazas. Cada cual puede hacer un gran
aporte, desde la prudencia, desde la responsabilidad y desde el respeto que
todos se merecen, aún en sus infinitas diferencias.
Y trabajemos por la justicia, eterna
exigencia de la condición humana, la que debemos preservar desde nuestras
responsabilidades.
Que este año de trabajo institucional de
la Asociación de Mujeres Laicas de Chile, a través de los centros femeninos que
cubren todo Chile, sea fructífero y pleno de satisfacciones.
Muchas gracias.