viernes, 10 de abril de 2020

Trabajemos por la justicia y el respeto a la condición humana


Discurso del Día de la Mujer 2020 e Inauguración
de las actividades de la Asociación de Mujeres Laicas 

Constituye para el Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, un honor saludar el inicio de las actividades anuales de los centros femeninos de la Asociación de Mujeres Laicas de Chile, y dirigirme a Uds. en la inauguración de este Consejo Nacional. Ello, en el marco de la celebración del Dia Internacional de la Mujer, en un contexto nacional lleno de desafíos.
Paralelamente, esta semana las logias del país han retomado sus trabajos institucionales, y nuestro país se apresta a abordar un año de grandes decisiones, que solo las entendemos posibles a través de la democracia y de la solución pacifica de las controversias, que afectan a toda sociedad cuando las cosas no se hacen bien, cuando no se hacen en un sentido de respeto a la condición humana y a los derechos que le son inalienables, o cuando no prevalece un sentido de justicia en el actuar de sus distintos componentes.
Porque todos los diagnósticos que han prevalecido en los análisis de la sensatez, no desde la óptica del simplismo ideológico o desde la soberbia de creer que la verdad deviene del empecinamiento, nos indican que la causa de la crisis profunda que provocó el estallido social se encuentra en la percepción de amplios sectores sociales, respecto de la carencia de justicia y de respeto de parte de las élites y de quienes manejan el poder, en sus distintas variables, con las necesidades, los nuevos derechos y las aspiraciones de oportunidades de las personas.
La Asociación de Mujeres Laicas de Chile, es una organización que ha representado las aspiraciones y el quehacer de la mujer por más de siete décadas, y su gestación se entronca con el tiempo en que las mujeres adquirieron los derechos de igualdad electoral, un paso fundamental para conseguir la plena ciudadanía en la democracia.
Ciertamente, aquel paso del derecho a voto no garantizó los plenos derechos a la igualdad para la mujer, y por ello sigue siendo el 8 de marzo de cada año, no una simple jornada de conmemoración de aquellas mujeres pioneras en el mundo, sino que, sobre todo, una manifestación de la vigencia de la reivindicación de los derechos de la mujer, en un tiempo donde la negación de ellos adquiere distintas recurrencias, no solo a nivel internacional, sino también en nuestra realidad social. 
 Ciertamente, la mujer ha avanzado de modo significativo en logros para su género, que hasta hace un siglo eran imposibles de imaginar. Precisamente, esos logros son los inducen a mayores demandas y reclamaciones, por más igualdad de género, frente a un camino recorrido que señala que aún hay cuestiones fundamentales, referidas a derecho y trato, que se encuentran postergadas como producto de concepciones o visiones arcaicas que impiden mayor liderazgo femenino en la política y la economía, que perpetúan las condiciones de violencia de género, que marginan a la mujer de procesos que necesariamente deben considerar su participación activa o su liderazgo.
Sin duda, en el sentido del reloj de la historia, no podemos dejar de mencionar algo tremendamente potente, en lo que significa la igualdad de géneros en Chile, y que ocurrió hace dos días. En el Congreso Nacional se aprobó un proyecto histórico, estableciendo la paridad de género para la convención constituyente. Esa votación de ambas corporaciones de nuestro parlamento será un hito en cuanto a las conquistas de la igualdad de la mujer, porque, por primera vez, un órgano institucional de la República y del Estado estará conformado en una misma proporción por hombres y mujeres, estableciendo una referencia que no podrá ser obviada en el futuro. Por primera vez. Y ello es consecuencia fundamentalmente de la firme voluntad de las mujeres por imponer su agenda de derechos, en este momento de grandes encrucijadas.
Ello se contrapone, por cierto, al baldón moral que ha afectado la conciencia de Chile, porque, si miramos los eventos que han marcado la realidad de nuestro país en los últimos meses, advertimos que no han sido propicios para muchas mujeres.
La constatación de que ha habido violaciones de derechos humanos contra mujeres, en medio de estallido social, es algo que, pensábamos, no podía ocurrir nuevamente en Chile, y con mucho dolor, hemos comprobado que estas efectivamente han tenido lugar, según lo han establecido órganos internacionales calificados para tal efecto, y frente a lo cual esperamos que el sistema de administración de justicia de nuestro país establezca las responsabilidades con la mayor premura.
En el mismo contexto, la mutilación visual de mujeres, producto de acciones por todos conocidas, es algo que debemos no solo repudiar, sino colaborar con fuerza con aquellos esfuerzos dentro de nuestra sociedad para que nunca más se repitan acciones que dañen la integridad física y espiritual de la mujer, bajo cualquier circunstancia. No puede ser que la violencia que adquiera un estallido social, justifique un daño tan brutal como la mutilación de personas.

Queridas hermanas hoy presentes en este significativo comienzo de actividades y exaltación del Día Internacional de la Mujer.
Desde octubre pasado, estamos en una realidad social marcada por las demandas de una amplia mayoría de los chilenos, que expresan su frustración y desesperanza ante un modelo económico social, que no ha sido sensible frente a los abusos de los que tienen el poder económico y ante las desigualdades.
Es una crisis que no tiene solución, sino en el diálogo, en la capacidad de escuchar e interpretar adecuadamente el sentido de las demandas.
Toda crisis social, bien sabemos, debe ser encausada a través de la política. Si alguien piensa que cualquiera de las manifestaciones que confluyen a expresar el estallido social contiene en sí misma una solución, sin duda está en un error. La manifestación del descontento es distinta a cualquier quehacer que esté orientado a la búsqueda de las soluciones.
El descontento expresado en movilización social es legítimo y es así como las sociedades expresan su rechazo a la forma como el poder resuelve o no resuelve los problemas. Si estudiamos los estallidos sociales a través de la historia, siempre constataremos que el poder estaba lejos de interpretar adecuadamente los anhelos sociales.
El estallido social, que hemos vivido, vino a expresar por esencia una acción de frustración y repudio y una aspiración de un nuevo estado de cosas. Con factores precipitantes o acelerantes, sin duda. Con influencias o activantes, probablemente. Se ha tratado de buscar determinadas tramas, pero sería absurdo pensar en la efectividad social realmente de aquellas, en relación a las causas objetivas de la expresión de muchedumbres que expresan desobediencia frente al contrato social.
Lo que hemos estado viviendo en los meses pasados, muestra la profunda contradicción entre dos percepciones del país. Para no pocos - los que veían un vaso casi lleno -, es incomprensible que nuestro país, en la OCDE, tenga comportamientos sociales propios del tercermundismo. Para los que veían el vaso vacío, también era incomprensible que nuestro país, estando en la OCDE tuviera resultados sociales propios del tercer mundo.
A modo, de anécdota, les cuento que, cuando trabajaba en una empresa internacional o global como se dice ahora, recuerdo que llegaban a las oficinas chilenas profesionales desde todo el mundo, a oficinas impecables en barrios impecables, las oficinas chilenas eran homologables a las de Australia, Nueva Zelandia, Inglaterra o China, llegaban a hoteles en Las Condes o Vitacura, pero siempre comentaban lo que veían en los primeros kilómetros de la Costanera Norte, viniendo desde el aeropuerto.
Esa postal vertiginosa, en vehículos desplazándose sobre los 100 kms por hora, la veían aquellos visitantes, y se asombraban de los tolderíos en torno al río Mapocho, las poblaciones en medio de la basura de sus riveras. Recuerdo que preguntaban y nosotros sabíamos la respuesta: nuestras élites nunca experimentaban pudor social cuando la veían. Era tal vez consecuencia de la rutina que establece la habitualidad. Lo que cualquier persona observa cada día, puede ser parte de la normalidad, pero no puede ser normalidad aquello que se manifiesta en constante contradicción.
Si Ud. llega a una parte de la ciudad que no se parece en recursos y disponibilidades a la otra parte, es que algo no está bien. Si Ud. va a un extremo de la ciudad que no se parece absolutamente en nada a otro extremo, en ningún sentido, ni espacialmente, ni constructivamente, ni en servicios, ni vialmente, ni en espacios públicos, ni en condiciones de vida, en nada, algo debe estar mal, y ello debe ser motivo de acción, no solo de preocupación; de acción, con un propósito de equidad, de caridad, de civismo, de humanidad.

Queridas hermanas:
En medio de los desafíos que presenta la realidad actual de nuestra sociedad, se hace necesario pensar, cual puede ser el camino para dar solución a los problemas y cumplir las expectativas y aspiraciones de los postergados o atribulados. Dentro de la institución que presido, hicimos un debate entre noviembre y enero pasados, a través de todo el país. El Convento Masónico Nacional, que se realizó en las Cámaras de cada logia, y luego en las jurisdicciones, para terminar en una jornada nacional, ha arrojado una comprensión de las causas y los desafíos.
Las conclusiones de ese debate ya están disponibles y a partir de los próximos días haremos una entrega nacional a las autoridades y representantes sociales en todo el país.
Sabemos que Uds. también han hecho debates al respecto.
Creo que nuestros debates y los vuestros en los centros femeninos, señalan una conminación moral común, en cuanto a trabajar por la justicia y el respeto a la condición humana. Justicia en el trato, justicia frente al abuso, justicia en el desarrollo de las políticas públicas, justicia en el reconocimiento del derecho a la diversidad y al ejercicio de la libertad de conciencia. Respeto a la condición misma de lo humano, en todo aquello que sostenga las oportunidades que da la riqueza, la ciencia y el conocimiento. Respeto en el valor y la condición del otro, como legítimo otro.
Y en ese contexto de debates y desafíos, enfrentamos un desafío ciudadano de gran relevancia en la búsqueda de los caminos tendientes a redibujar a nuestro país, bajo un matiz distinto al que ha sido repudiado por una gran mayoría de los chilenos.
El 26 de abril los chilenos estamos convocados a expresar nuestra opinión sobre la continuidad o sustitución de la actual Constitución Política del Estado. Viviremos un momento único en la historia de Chile. Nunca ocurrió antes que el soberano de la República, el pueblo, pudiera pronunciarse sobre la vigencia o el cambio de la Constitución. De este modo, todos y todas, tenemos en nuestras manos el destino de nuestro país.
Pese a que algunos digan lo contrario, la Constitución Política define todo en Chile. Así lo ha sido desde nuestros orígenes republicanos. Todo deviene de la Constitución: las leyes, los derechos, el tipo de Estado, por lo cual, en nuestra tradición institucional es fundamental para establecer el modelo de país que queremos. Sin Constitución, la base del contrato social, donde todos cedemos libertades en función del bien común, nadie puede esperar protección y seguridad, nadie puede tener garantías. De hecho, muchos de los derechos que han sido postergados y que son parte de las frustraciones sociales que alimentaron el estallido social, no fueron consagrados como tales, en apelación a determinados preceptos constitucionales.
Frente a ello, hay un esfuerzo que debiera hacerse para mejorar el clima en que estamos debatiendo en nuestra sociedad. Sin duda, es legítimo debatir y exponer las ideas y los puntos de vista. Pero, lo que preocupa es la intensidad y la irracionalidad de muchas conductas en los debates, en fin, la propensión a tratarse como enemigos encarnizados, como personas que tiene que atacarse con odio y con insana virulencia.
Creo que debemos hacer un gran esfuerzo, todos los que amamos a Chile, los que creemos en la democracia, los que consideramos que la fraternidad debe ser el camino que nos conduzca a la unidad necesaria, los que creemos en las capacidades humanas de superar el error, la mentira y la violencia, para establecer un modelo conductual, con el fin de disuadir las distintas actitudes artilladas y recalcitrantes.
Ese modelo conductual descansa en la prudencia, la responsabilidad y el respeto. Si somos capaces de internalizar en la conciencia cívica de nuestra sociedad esas virtudes, seríamos capaces de construir una nueva convivencia social que, sin duda, resolvería de buena forma los grandes problemas que hoy nos dividen.
Prudencia en las palabras, en las decisiones, en la forma como modelamos las soluciones y las alternativas. Responsabilidad frente a las consecuencias de todo lo que hacemos en el hecho social, responsabilidad frente a como obramos en nuestro entorno y con quienes actuamos. Y respeto para tratarnos y para construir la inter-relación social de cada día; respeto con quienes tenemos controversias y que tienen visiones diametralmente opuestas. Respeto por la democracia, por el espacio público y por quienes deben representar posiciones en los debates para resolver la crisis en que estamos inmersos.
Ese modelo conductual nos permitiría tener una nueva política, porque en si mismas tales virtudes son un modelo político. Y también un modelo social que haga posible la justicia y el respeto a la condición humana.
Estamos Queridas Hermanas en un tiempo de grandes conmociones e incertidumbres. Estamos en una crisis nacional, como estamos en una crisis hídrica de vastos alcances y consecuencias. Estamos en una crisis sanitaria de alcance global.
Sin embargo, solo en las virtudes humanas descansa la capacidad de resolver todas esas encrucijadas.
Hagamos votos y pongamos todos nuestros esfuerzos en ayudar a resolver esas amenazas. Cada cual puede hacer un gran aporte, desde la prudencia, desde la responsabilidad y desde el respeto que todos se merecen, aún en sus infinitas diferencias.
Y trabajemos por la justicia, eterna exigencia de la condición humana, la que debemos preservar desde nuestras responsabilidades.
Que este año de trabajo institucional de la Asociación de Mujeres Laicas de Chile, a través de los centros femeninos que cubren todo Chile, sea fructífero y pleno de satisfacciones.
Muchas gracias.

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