Las elecciones de
1920 se realizan luego de un vasto movimiento social, en que las Federación
Obrera de Chile (FOCH) y la Federación de Estudiantes de Chile (FECH), jugaron
un rol fundamental en las llamadas Asambleas de Alimentación Nacional, grandes
movilizaciones tendientes a buscar soluciones para la grave crisis económica y
social que afectaba al país.
Muchos jóvenes y
profesionales que representaban las posiciones de la clase media, buscaron un cambio
político fundamental que se expresara de manera coherente con las aspiraciones
de los sectores más excluidos de la sociedad. Bajo la inspiración de las ideas
de justicia social, trataron de implementar los valores que la Masonería
inspira en sus miembros, en el contexto del respeto a la ley y amor por la paz
y el entendimiento.
El 25 de abril de
1920, la Alianza Liberal le ofreció al senador Arturo Alessandri Palma la
posibilidad de ser su candidato a la Presidencia de la República, en tanto
portavoz de las aspiraciones sociales, que buscaban expresarse electoralmente,
en un país donde la gran mayoría de los ciudadanos estaba impedida de ejercer
el derecho a voto, debido a que no sabían leer y escribir.
El masón Alessandri,
en el discurso de aceptación de la candidatura se comprometió con las
libertades, reclamadas por gran arte de la sociedad, destacando la libertad de
cultos y de conciencia, que debían estar fundadas en el sólido pedestal de la
tolerancia, y con los objetivos de justicia social. En este sentido, recogía los
permanentes y anhelados principios masónicos.
Otra de sus
preocupaciones era el centralismo exagerado que existía en Chile. Por ello,
proponía reformar la Constitución de 1833, para darles a las provincias lo que
él llamó “personalidad propia”, de modo que pudiesen atender sus servicios,
elegir sus autoridades e invertir sus caudales públicos.
En su discurso de
aceptación de la candidatura, se preocupó del conflicto entre capitalistas y
obreros, llamando a la necesidad de la armonía entre ambos, a la vez factores
obligados de prosperidad. Luego entró al tema social, muy en boga en la época,
preocupándose de la higiene, trabajo y remuneración del pueblo, reclamando la
necesidad de que el Senado cursase la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria,
constituida como el verdadero factor de desarrollo social ya que sacaría al
pueblo de la ignorancia.
Aun cuando la
mujer no tenía derecho a voto, Alessandri asumió su causa, expresando que la
legislación debería reconocer sus derechos, así como se había hecho en otras
legislaciones en el mundo.
Así,
representando esas ideas, asumió la primera magistratura el 23 de diciembre de
1920. Meses antes, había dado su voto,
junto a diversos parlamentarios masones y liberales, para aprobar la Ley de
Instrucción Primaria Obligatoria, resistida por sectores conservadores y
retardatarios, que obligaba a ir a la escuela a todo niño en edad escolar,
contra las costumbres de la pobreza y de la riqueza, de que quien estaba
destinado ser peón o campesino no necesitaba aprender a leer, escribir o las
aritméticas. Esto fue señalado por distinguidos tribunos conservadores en los
debates en el Congreso Nacional.
Iniciado su
gobierno, Alessandri comenzó a encontrar trabas para su Programa, bastante de
avanzado para la época, consistente en materializar una descentralización
administrativa, abolir el sistema parlamentario, elecciones presidenciales por
voto directo, separación de la Iglesia y del Estado, previsión social en bancos
y compañía de seguro y control de la estabilidad monetaria.
En el mensaje que
pronunció el Gran Maestro Alfredo Melossi, ante la Asamblea Ordinaria de la
Gran Logia de Chile, el 8 de junio de 1924, recordó que había solicitado a las
Logias la proposición de temas de interés general, que concitaran la
preocupación de ellas. Hubo coincidencia a nivel nacional, en proponer el
estudio de los “problemas educacionales, el problema social y el deseo de
alcanzar para la República la separación de la Iglesia y el Estado”, causa esta
última que venía siendo parte de las convicciones de gran parte de la clase
media y de los sectores obreros.
La culminación de
la crisis política se produjo cuando el Congreso negó el apoyo a los proyectos
urgentes y votó favorablemente el aumento de la dieta parlamentaria, lo que
produjo un profundo impacto que alentó el clima de descontento de los oficiales
de grados subalternos, quienes apoyaban a Alessandri.
Estos militares
subalternos organizaron un reclamo en el Congreso, conocido como “Ruido de Sables”,
que no solo provocó una crisis política, sino que también la desestabilización
del mando superior. Los días 8 y 9 de septiembre de 1924, el Congreso aprobó
todos los proyectos sociales que había tenido postergados. Una Junta de Gobierno
disolvió el Congreso y Alessandri emprendió el exilio con un permiso de seis
meses.
El 11 de
septiembre de 1924, la Junta Militar de la Oficialidad joven – que no era lo
mismo que la Junta de Gobierno, integrada por Altamirano, Neff y Bennett, que
sustituyó al Alessandri – presentó al país un manifiesto, en parte del cual
expresó: “Nuestra finalidad es convocar una libre Asamblea Constituyente, de la
cual surja una Carta Fundamental que corresponda a las aspiraciones nacionales.
Creada la nueva Constitución, ha de procederse a la elección de Poderes
Públicos, sobre registros hechos con inscripción amplia y libre. Constituidos
estos Poderes habrá terminado nuestra misión”.
En esa oficialidad
joven destacan los nombres de Marmaduque Grove, Bartolomé Blanche y Carlos
Ibáñez.
El 23 de enero,
una intervención de los militares jóvenes sacó la junta de Gobierno y
Alessandri regresó. El 7 de abril de 1925, Alessandri nombró una Comisión
Consultiva, compuesta de 122 miembros que representaban a todas las fuerzas
políticas de la época, cuyo objetivo sería elaborar una nueva Constitución
Política que reemplazase la de 1833.
El 16 de abril se
creó la subcomisión de reformas constitucionales, integrada por 15 personas y
presidida por el mismo Alessandri y en la que participa su Ministro de Justicia,
José Maza. Este político liberal y masón es una figura política de gran
relevancia histórica, no solo en su rol redactor en la Constitución de 1925,
sino también influirá decisivamente en la obtención del voto femenino en Chile.
Según revelaría Fanor Velasco, José Maza Fernández venía trabajando desde 1921
en las reformas que requería la Constitución[1].
En un proceso que
tuvo difíciles y contradictorios episodios, finalmente la nueva Constitución,
que erradicaba el parlamentarismo que impusieron los vencedores de la guerra
civil de 1891, e imponía nuevamente el presidencialismo, fue aprobada el 30 de
agosto de 1925. También la nueva Constitución terminaba toda relación
constitucional entre la Iglesia Católica y el Estado. Esa Constitución daría
marco para que, posteriormente, se desarrollara el modelo chileno de Estado de
Bienestar, con un sistema de salud que conjuró graves amenazas, una educación
pública gratuita, laica y de gran calidad; y un modelo democrático admirable en
una convulsa América Latina determinada por cuartelazos, populismos e
inestabilidad institucional.
De las personas
que participaron en la subcomisión de reformas constitucionales, eran masones
Onofre Avendaño Flores, Héctor Boccardo Benvenuto, Pedro Fajardo Ulloa, Luis
Galdames, Juan Marín Rojas, Daniel Martner Urrutia, Darío Salas Díaz, José Maza
Fernández y el propio Arturo Alessandri, además del líder obrero Carlos Alberto
Martínez. Boccardo sería por seis años
Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, entidad dirigente de las logias
masónicas del país desde 1862.
[1] “Los
constituyentes de 1925” Trabajo colectivo del seminario de derecho público con
una introducción de su director Profesor Aníbal Bascuñán Valdés (1945), p.
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