domingo, 23 de mayo de 2010

TERREMOTO Y ESPIRITUALIDAD.




Los efectos del terremoto y tsunami en las regiones afectadas, presentan distintas facetas que requieren ser enfrentadas por las autoridades políticas y económicas del país, dando respuestas a demandas crecientes de los diversos sectores afectados. En la primera línea de la contingencia, está el problema de los pobres que quedaron sin techo, a los cuales hay que darles cobijo urgente para enfrentar el invierno. En esa misma línea está el funcionamiento de los servicios básicos. No menos importante es tener todos los servicios públicos funcionando en aquellos lugares en que todo quedó paralizado. La educación, la salud, el sistema de administración de justicia, los servicios de aseo, las oficinas públicas, etc. tan necesarias para la vida de las personas y para la constatación comunitaria.
De más está señalar la trascendencia que tiene el funcionamiento de la infraestructura y la conectividad vial, del cual dependen los suministros y la vida económica de las regiones afectadas. Y completa ese cuadro de necesidades, la normalización de la capacidad productiva y económica, que tiene que ver directamente con el empleo.
Sin embargo, no solo de aspectos materiales vive el hombre y su sociedad. También hay un elemento sustancial y tiene que ver con su espiritualidad. Las personas tienen sus creencias, sus convicciones, su relacionamiento con condiciones específicas en torno a sus categorías culturales y sociales. En fin, aspectos que tienen que ver con la relacionalidad y la asociatividad, con la forma en que se expresa su relación con los demás, y como entiende su ubicación en el vida.
Una de esas facetas es la religiosidad, que tiene mucha importancia para un importante sector de la sociedad. Ello implica que también deben hacerse esfuerzos para que la vida religiosa de las personas recupere su normalidad. Ello implica no discriminar, no privilegiar en función de un credo en particular, excluyendo a quienes no presentan la misma comprensión de Dios de quienes toman las decisiones. Es lamentable y carente de toda equidad cuando alguna autoridad privilegia a los que tienen su misma concepción religiosa, o cuando una autoridad no confesional toma partido por una institución religiosa en particular, favoreciéndola desmesuradamente.
Pero, la religión no es la única alternativa para el espíritu humano. También lo puede ser la filosofía, u otro tipo de cosmovisiones no necesariamente religiosas. Efectivamente, hay opciones espirituales fundadas en el hombre, de manera privilegiada, que tienen el mismo valor que aquellos que se fundan en la observancia hacia lo divino.
Y cuando hay señales que se advierten que propenden hacia el exclusivismo o la hegemonía, es necesario que se tenga presente que no hay solo una concepción espiritual en la zona que ha sido afectada por el terremoto y el tsunami.
El último censo nacional, realizado el año 2002, demostró que en las regiones afectadas por la catástrofe del 27 de febrero, sobre 2.414.420 habitantes mayores de 15 años, un 67,2 % se reconocía católico, un 21,52 como de religión evangélica, un 3,1% reconocía credos específicos de otro tipo, y un 9,7 % se definía como ateo, agnóstico o de un credo no definido en las alternativas presentadas.
Un 6,5% de los habitantes de la Regiones afectadas que no profesan religión alguna. ¿Debe suponerse que esas personas no tienen ninguna forma de espiritualidad? ¿Debe suponerse que su condición de minoría constituye un motivo para marginarlos?
Sanar las heridas sociales de la catástrofe del 27 de febrero no es solo una tarea para una mayoría relativa. Y digo mayoría relativa, porque no todos los que adhieren a una idea religiosa practican sus ritos y acuden a sus servicios religiosos, sino que simplemente lo asumen como algo cultural.
En ese contexto, hoy día una parte importante de las casas masónicas se encuentran irreversiblemente dañadas. Los masones son hombres que activamente manifiestan una opción espiritual, tan legítima como la religiosa. Muchos de ellos incluso son parte de las religiones existentes en el país. Y así como concurren a sus cultos religiosos, también concurren a cultivar su espiritualidad fundada en el hombre.
No son hombres de riquezas ni poderosos señores del poder económico, como algunos tienden a creer. Son profesores de escuelas y liceos, abogados, académicos, médicos, pequeños empresarios, prestadores de servicios, funcionarios públicos, gente de las clases medias de este país, que viven de su trabajo, y que deben enfrentar los sacrificios del día a día.
Construir una casa masónica es un enorme sacrificio que demora años, pese a la sencillez de sus instalaciones y a lo elemental de sus requerimientos. Y como la casa familiar construida con muchos sacrificios, cuando ha sido siniestrada por la acción de la naturaleza, cuesta mucho reconstruirla cuando no se tienen grandes recursos, ello se hace vivo en la realidad de las casas masónicas que han desaparecido, o que tienen daños irrecuperables. Sobrecoge ver las imágenes del sitio ya baldío de la casa masónica de Talcahuano, o como quedó la vieja casa masónica de Rancagua o el lugar donde funcionada la de Constitución
Es dable esperar entonces, que las autoridades regionales y nacionales, tengan presente la diversidad espiritual de las regiones afectadas, y cuando los recursos fluyan hacia regiones afectadas, más allá de la impronta elemental y subsistencial, consideren esa diversidad. Y si los recursos no son suficientes para ello, se establezcan condiciones legislativas favorables para todos.

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