Cuando cualquier persona se pregunta qué
es la Masonería puede buscar respuesta a través de distintas fuentes. La
encontrará en un diccionario común, en un diccionario masónico, también, desde
hace tiempo hay mucha información en Internet. Otros tratarán de responder sus
inquietudes a través de los libros disponibles en las librerías o en las
bibliotecas.
Extraña, misteriosa, inasible muchas
veces como conocimiento. No son pocos los que han experimentado inquietud al
respecto. No faltan los que asumen muchos mitos urbanos, y otros sentirán la
seducción que emerge de afamados libros contemporáneos. Después de los best sellers de Dan Brown, en Chile
hemos conocido creaciones novelescas recientes, que muestran en general
amablemente la presunta influencia de las logias en eventos chilenos diversos.
Menciono dos: “Logia”, de Francisco Ortega, y “Huáscar” de Carlos Tromben.
¿De qué trata la Masonería? ¿Cuál es su
poder? ¿Qué persigue?
Las respuestas pueden ser muchas y muy
contradictorias, según el nivel cultural de quien se haga esas preguntas. Cuan
más amplio sea el bagaje cultural de una persona, más podrá acercarse a una
respuesta acertada. Cuan más libre sea su pensamiento menos suspicacias
contendrá su comprensión sobre lo masónico. Cuan más prejuicioso sea su
criterio, mayores serán sus aprehensiones o errores.
Sin embargo, la respuesta está a mano de
todos y cualquiera, desde hace harto tiempo – siglos para ser más concreto -.
La Masonería no es sino una organización esencialmente iniciática. Luego, si
entendemos lo que es un proceso iniciático, veremos con claridad que su
actividad se centra en el ser humano, en lo que son sus miembros, y que no
tiene ningún propósito conspirativo de alcance social, como no sea aportar a la
sociabilidad humana a través de sus miembros, desde el punto de vista de
alcances éticos fundamentales, que son entregados en un proceso gradual y
simbólico que definimos como esotérico, o sea, que tiene que ver con el
interior de cada cual, con lo de adentro del sentir y el pensar, con la
conciencia.
En un sentido general, la masonería es
una escuela iniciática, que recoge las tradiciones de la Sabiduría Antigua,
para provocar un cambio en el hombre individual, un cambio en su posición
frente a la vida o, si es el caso, una reafirmación profunda del sentido de
Humanidad en quienes son iniciados en sus prácticas y doctrinas.
De este modo, lamentablemente, nunca se
podrá tener una exacta comprensión de la Masonería, sino en la vivencia misma
de la Iniciación.
Sin embargo, las comunidades democráticas,
las sociedades libres, requieren tener respuestas sobre lo que son las
organizaciones de la sociedad civil que son parte de la convivencia civilizada,
pacífica y sustentada en un Estado de derecho, que en ella actúan. Y la
Masonería debe dar una respuesta limpia y transparente, sin necesidad de
vulnerar lo que ocurre en su proceso iniciático que es fundamental de vivir, no
de explicar.
Aún hay quienes creen que se trata de
una organización secreta. Sin embargo, a la luz de nuestra legalidad
democrática, no podría existir bajo ese carácter. Por el contrario, la
Masonería siempre ha estado en la evidencia de nuestro existir republicano, y aun
cuando alguna dictadura ha establecido condiciones de excepción. A dos cuadras
está su organismo rector – la Gran Logia de Chile – cuya identificación está en
sus accesos.
Las máximas autoridades del país,
expresadas en los tres poderes del Estado, en distintas etapas de nuestra
historia como país, se han reunido con las autoridades masónicas, a propósito
de distintas necesidades y propósitos.
A través de la cultura chilena, la
Masonería se evidencia en todo el proceso histórico del país, aún antes de su
emergencia republicana. Es lo que esta significativa exposición del Archivo
Nacional trata de mostrar. Con
sinceridad documental e histórica, a propósito del cincuentenario de la primera
logia de investigación establecida en Sudamérica.
Del nombre y número
de Logia Pentalpha
Hace medio siglo, efectivamente, se
constituyó la Logia de Investigación y Estudios Masónicos “Pentalpha”, que recibió el número 119. Esto del número de logia
tiene mucha significación, lo que no debiera ser tan relevante sobre todo en
actividades públicas, pero el número de filiación en Masonería constituye un
elemento casi tan determinante como el nombre mismo.
En Chile, el número es asignado según la
cantidad de logias dependientes de la Gran Logia de Chile, lo que significa que
la logia que tiene el número más alto es la que señala el número de logias
existentes bajo su jurisdicción. De este modo, ocurre que, cuando desaparece
una logia, cuestión en estos tiempos no tan frecuente, su número es ocupado por
una nueva logia. El caso más reciente que tenemos en mente es el de una logia
de Concepción, que ocupó el número 80 que estaba vacante, aun siendo una de las
logias más nuevas.
No ocurre lo mismo en la Masonería
europea, por ejemplo, donde la logia que se funda y que desaparece, mantiene su
número, de allí que las numeraciones de logias de las Grandes Logias más
antiguas tienen número de carta patente de cuatro dígitos. En Chile, en cambio,
tenemos y tendremos por mucho tiempo aún, logias con número de carta patente de
tres dígitos.
De allí la importancia que se da en la
identidad de una logia al número asignado, que no tiene tanta importancia
objetiva, como no sea facilitar temas administrativos propios de la
organización de la Gran Logia bajo la cual se funda y funciona una logia.
Por ello, en beneficio de la comprensión
de los asistentes no masones a esta jornada, pueden ver que acompaña al nombre
de esta logia cincuentenaria el número 119, el cual señala el número de
matrícula en la Gran Logia de Chile, y no como pudiera creerse que se trataría
de la 119 vez, en que una logia de llama “Pentalpha”.
Su nombre fue conferido a petición de
los fundadores, pero por sobre todo por el impulso de quien fuera nuestro
primer Venerable Maestro o presidente de la Logia, Eduardo Phillips Müller, un
entusiasta estudioso de la cultura griega y de sus vertientes iniciáticas,
donde el pitagorismo jugó un rol tan relevante.
Lo explica el propio Phillips en uno de
sus artículos en nuestro Anuario 4, en 1988: “He querido dar una explicación sobre el nombre que
distingue a nuestra Logia: Pentalpha. Literalmente
traducido del griego significa cinco letras. La A griega es alfa. Gráficamente referidas a un
punto central, cinco letras alfa constituyen lo que conocemos como Estrella. La
alfa griega es un ángulo de 360. Cada punta de una estrella inscrita
en un círculo tiene un ángulo de esta magnitud.
¿Qué importancia tiene desde el punto de vista
masónico esto? –se pregunta
Phillips., para responderse: La Pentalpha
era el signo de reconocimiento de los pitagóricos. A mí me sorprendió una
explicación dada por Aristóteles en su Metafísica, a propósito de los
Pitagóricos. La Pentalpha era para ellos la unión del primer número impar, el
tres representación de lo varonil, y el primer número par, el dos,
representación de lo femenino. Para los Pitagóricos el uno no era ni siquiera
numeral, sino que con el uno expresaban el summun de todos los números, tal
como nosotros expresamos la nada con el cero. Los griegos no alcanzaron a
concebir el cero, el que pasó a nosotros desde la India a través de los árabes.
De modo que prácticamente esta unión del tres y el dos, constituye la Pentalpha
y fue el signo de reconocimiento entre los Pitagóricos”.
La singularidad
de la Logia Pentalpha
Bien, con ese nombre y número, que no ha
sido ocupado antes por otra logia, inició sus trabajos, hace 50 años, esta
logia singular destinada a la investigación y por lo tanto formada
exclusivamente por Maestros Masones.
Es importante precisar para una persona
que no conoce a la Masonería, que la calidad de Maestro se obtiene luego de
haber pasado dos etapas previas, la del Aprendizaje y la del Compañerazgo. Eso
es lo que da, desde el punto de vista formal, la calidad iniciática a la
Masonería, es decir, lo que permite que un individuo pueda ser reconocido como
masón por sus pares. Nadie puede ser reconocido sino según la etapa en que se
encuentra en su proceso iniciático. Se trata de un proceso, precisamente,
porque tiene un punto de partida, que llamamos Iniciación, que permite acceder
a cierto conocimiento, que llamamos Aprendizaje, el que luego de adquirido
permite acceder a otra condición cualitativa que llamamos Compañerazgo. Es una
nueva etapa de conocimientos, que permite, luego de sortearla con éxito, acceder
a la calidad de Maestro, la cual contiene todas las atribuciones,
conocimientos, deberes y derechos, que permiten ser reconocido en una condición
de plenitud iniciática. Allí culmina el proceso iniciático formal.
Las tradiciones masónicas han creado
etapas de profundización de los contenidos esotéricos e iniciáticos de la
Maestría, confiriéndoles grados superiores. Pero ellos son aportes a la
profundización del conocimiento magisterial, que no cambian lo sustancial de la
triada del proceso iniciático masónico radicado en los tres grados simbólicos:
Aprendiz, Compañero y Maestro.
Es función de toda logia, por lo tanto,
entregar la Luz de la Iniciación, a través de ese proceso de tres grados. Sin
embargo, la logia “Pentalpha”, en sus
cincuenta años no ha iniciado a nadie, y no le ha conferido el Segundo Grado a
ningún Aprendiz, y no ha dado a ningún Compañero la calidad de Maestro. De una
manera singular, solo ingresan a su nómina masones que ya tienen la calidad de
Maestros.
¿Por qué ello es posible o debemos
pensar que se trata de una anomalía?
Lo explicamos.
La Masonería, desde sus orígenes, ha debido fundar
Logias que cumplan algunos objetivos específicos, las que deben ser integradas
solo por Maestros, y que están dispensadas de la obligación de entregar la Luz
de la Iniciación. Por ejemplo, cuando se unieron en Inglaterra los Antiguos y los
Modernos, constituyendo la Gran Logia Unida de Inglaterra, para resolver las
diferencias rituales que practicaban unos y otros, debió crearse una Logia de
Reconciliación en 1813, que duró tres años, para unificar los distintos ritos.
Luego en 1823 se constituiría la "Emulation Lodge of Improvement", bajo el
amparo de la Royal York Lodge Hope N°
7, cuyo objetivo hasta hoy es preservar el ritual masónico que fue aceptado
formalmente por la entonces recién formada Gran Logia Unida de Inglaterra.
En tanto, las logias de investigación como se las
entiende hoy, tuvieron su origen alrededor de 1873, cuando se formó en
Inglaterra una Sociedad Masónica para estudiar documentos masónicos
fundamentales para la formación iniciática en las logias. Lo propio ocurrió en
Leeds cuando se formó una Asociación de Maestros Instalados, ocurriendo lo
mismo en Manchester, Bristol y Bradford cuando aún las cuestiones ritualísticas
y doctrinarias de la Masonería no estaban tan claras y asentadas como en la
actualidad.
Sin embargo, han habido otras necesidades masónicas que
han permitido la existencia de logias exclusivas de Maestros (Grado 3°). Así, antes de 1945, al menos había 19 logias
exclusivas de “Maestros Instalados” en Inglaterra y 21 en los otros países de la
Gran Bretaña y en territorios de ultramar, según un libro de John T.
Lawrence (Editorial A. Lewis, 1945).
Todas ellas sin realizar iniciaciones y dedicadas al estudio de la llamada
“Ciencia Masónica”. Estos datos los aporta uno de nuestros miembros ya
fallecido, Oscar Ortega, en un trabajo de publicación póstuma.
Varias de esas Logias de Maestros Instalados han
sido Logias de Investigación y han editado ocasionalmente volúmenes de sus trabajos.
De todas, la más relevante y reputada es la “Lodge Quatuor Coronati” N° 2076, bajo la jurisdicción de la Gran
Logia Unida de Inglaterra, que fue autorizada para funcionar el 28 de Noviembre
de 1884. En cada reunión se lee una investigación, la cual es sometida a
discusión de sus miembros. Tiene un número de miembros restringido a cincuenta
y desde 1887 tiene un "Círculo de la Correspondencia" cuyos miembros
son masones de todas clases, naciones y lenguas, un considerable número de
sociedades de estudio y Logias de todos los tipos de Constituciones, además de diversas
Grandes Logias y otros Cuerpos Soberanos.
De esa logia, “Pentalpha” ha
tomado el modelo, tanto en los objetivos como en ciertos aspectos
reglamentarios y en el rol dentro de la jurisdicción masónica de la cual es
parte. Sin embargo, dentro del contexto de la particularidad de la Masonería
Chilena.
La significación
del desarrollo de una masonería chilena
Existe un concepto que los masones en el
mundo utilizamos con cierta recurrencia, y que resume de alguna manera un
ideal: Masonería Universal. Para muchos podría ser una aspiración, sobre la
base de nuestros más sublimes principios que unen a los masones de cualquier
parte del mundo. Y ello se expresa muchas e incontables veces en que un masón
visita una logia masónica en cualquier parte del mundo, en el contexto de un
precepto singularmente masónico: la regularidad.
Si un masón llega a una logia regularmente
constituida, según los parámetros en que es reconocida la regularidad de su
logia de origen, puede practicar la Masonería Universal, en el contexto de la
regularidad de la que es parte. Si la logia que quiere visitar no corresponde a
la misma regularidad, le está vedado relacionarse masónicamente con ella.
La regularidad establece el marco de la
Tradición. La Masonería es tradicional, en el sentido que reconoce una
continuidad doctrinaria, que deviene de eventos históricos que han marcado
doctrina respecto al hecho mismo del hacer masonería.
En ese contexto, podemos hablar de dos
grandes tradiciones: la inglesa y la francesa. Hay distintos tipos de Ritos,
entendidos estos como sistemas de enseñanza de lo masónico, pero todos se
relacionan con algunas de las dos vertientes distintas de la tradición.
Y cuando hablamos de estas dos
tradiciones, estamos poniendo énfasis, no en los poderes que regulan la
tradición, sino en los espacios masónicos en que se crearon dos concepciones
equidistantes de la forma de hacer masonería: Inglaterra y Francia. En ambos
países existen logias y poderes que las regulan con esas concepciones
equidistantes; es decir, las diferencias en la tradición no tienen que ver con
el país y la nacionalidad, sino con los espacios culturales que hicieron posible
dos tradiciones distintas y contrapuestas: la inglesa, con un marcado acento en
la divinidad, y la francesa, con una exaltación libre pensadora. La inglesa con
un acendrado respeto a la ritualidad, y la francesa con una franca preocupación
por la vinculación secular.
Nuestra cultura nacional, analizada en
sus costumbres, tiene una fuerte propensión mesoconductual. Perdonen el
neologismo, pero tal vez sirva para explicar lo que quiero decir. Chile, más
allá de cualquier afirmación histórica en torno a los personajes, que juegan un
rol pero que solo son circunstancias de los procesos históricos, ha sido obra
de sus clases medias. En cualquier etapa, y en cualquier eventualidad, han sido
sus clases medias las que han hecho girar las ruedas de la historia.
Y la clase media chilena, especialmente
cuanto más ilustrada ha sido, ha tenido una enorme capacidad de eclecticismo, de
sincretizar, de resolver a través de la integración, de plasmar fusiones. No
vamos a hacer un juicio de valor sobre ello. Muchas veces, en la arena política
ello se considera un vicio o un anatema. Mi interés intelectual, es esta
exposición, es señalar la enorme capacidad del chileno para tomar el camino del
medio, cuando todos apuestan a que las cosas deberían irse por una u otra opción.
Es decir, cuando existe la posibilidad A y la B, la costumbre mesoconductual
chilena propenderá a hacer un camino AB. No se crea que sería una posibilidad
C. No. Es una posibilidad AB, que funde las dos existentes, y ciertamente sabemos
que no existe una letra entre A y B para expresar ese resultado.
Bueno, cuando nace la Masonería chilena,
ya en los tiempos de consolidación de los conceptos de regularidad masónica, es
decir, a mediados del siglo XIX, lo hace por el camino del medio, que se
traduce sintéticamente en lo siguiente: en su comprensión de lo masónico es
esencialmente de influencia francesa, pero su regularidad la ha fundado en la
comprensión inglesa. En ese contexto, ha sido un referente para toda América
Latina, prescindiendo tal vez de Brasil, y en esa referencia ha compartido
roles junto a Uruguay y Argentina. No en vano las tres Grandes Logias de estos
países fundaron y dieron contenido a la Confederación Masónica Interamericana
(CMI), la organización masónica más antigua del mundo, y que ha sido un campo
de inter-relación potente, que ha despertado apetitos voraces en los últimos
años, llegando a la contradictoria constatación de que su última conferencia se
realizó… fuera del espacio interamericano.
Entonces, en su mesoconductualidad
típica, lo que han hecho los masones chilenos, ha sido crear una Masonería
esencialmente chilena, con un Rito que tiene todos los elementos para ser
considerado en el ámbito simbólico como esencialmente chileno. En Masonería el
rito se entiende como un sistema a través del cual se entregan los
conocimientos masónicos. Es un cuerpo de ideas y conceptos que modelan la forma
como se practica la masonería y los fines que persigue a través de sus miembros
en el ámbito societal de su jurisdicción.
El rito está compuesto por rituales, que
aportan direccionalidad a los esfuerzos iniciáticos según el grado en que cada
masón se encuentre.
Si bien el Rito chileno por esencia
tiene una denominación de alcance universal y una apelación tradicional – se
denomina Escocés Antiguo y Aceptado -, sus rituales simbólicos tiene una
liturgia y unos contenidos esencialmente chilenos. No en vano, quien fuera el
fundador de esta Logia que cumple su medio siglo y que se desempeñara como
Primer Gran Vigilante de la Gran Logia de Chile, Eduardo Phillips, decía que
nuestro rito esencial debía llamarse simplemente Rito Chileno, ya que no
reconocía en su denominación de Rito Escocés Antiguo y Aceptado elementos
objetivos que su experiencia y conocimiento le permitieran comprobar afinidad ritualista
con otras Grandes Logias que practican ese mismo Rito.
Tal vez esa sea una virtud del Rito
Escocés Antiguo y Aceptado, y una posibilidad universalista específica, ya que
quienes han tenido la experiencia de vivirlo en distintos países, siempre
encuentran diferencias en aspectos rituales que no se salvan con indiferencia.
Parece ser que la característica de ese Rito, en los ámbitos simbólicos, son efectivamente
una oportunidad que favorece la diversidad y el universalismo a partir de un
sano relativismo en aspectos ceremoniales y de énfasis en el hacer masonería.
René García Valenzuela, un referente
masónico chileno de alcance universal, que fue Gran Maestro de la Gran Logia de
Chile, erudito y puntilloso investigador, que estuvo en el impulso inicial de
nuestro proceso fundacional como Logia, ironizaba sanamente al respecto
diciendo que el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, no era ni tan Escocés ni tan
Antiguo ni tan Aceptado.
Esa flexibilidad del Rito Escocés
Antiguo y Aceptado, potenció en el ámbito simbólico las cualidades chilenas de
nuestra Masonería, tremenda y significativamente libre pensadora, cuna del
laicismo chileno y cobijo de la espiritualidad libre de nuestra realidad social
desde hace más de 150 años.
Tan cerca y tan lejos del espíritu
masónico inglés. Cerca, por el reconocimiento de su regularidad, la que acepta
con todo empeño, a partir de la presencia ritual esencial de lo que los
ingleses llaman “el Volumen de la Ley Sagrada”, es decir la Biblia sobre el
Altar en torno al cual trabajan los masones para Gloria del Gran Arquitecto del
Universo. Tan lejos, en la concepción doctrinaria que insuflan sus rituales,
centrados en el libre pensamiento y en la libertad de conciencia. Tanto así
que, muchas veces, altos dignatarios históricos de la Masonería Chilena han
reclamado para ella el carácter de una Masonería Andersoniana, en reconocimiento
de la Constitución de la Gran Logia de Londres, primer poder regulador de la
Masonería moderna o especulativa. Cierto, una Gran Logia inglesa, pero
precisamente en las antípodas doctrinarias de la posterior Gran Logia Unida de
Inglaterra que nos regulariza.
No en vano, la frase que marca la
diferencia fundamental entre ambas instituciones, la Gran Logia de Londres,
fundada en 1717, y la Gran Logia Unida de Inglaterra, fundada en 1813, fue
redactada por James Anderson, autor de la Constitución de la primeramente
mencionada, en cuyo texto especificaría: “aunque en los
tiempos antiguos los masones de cada país estaban obligados a ser de la
religión de ese país o nación, cualquiera que ella fuese, ahora se considera
más conveniente obligarlos a la religión en la que todos los hombres están de
acuerdo, dejando sus opiniones particulares a ellos mismos, esto es, que sean
hombres buenos y leales u hombres de honor y honestidad, cualesquiera que sean
las religiones o creencias que los distingan; por lo cual la masonería llega a
ser el centro de unión y el medio de conciliar la verdadera fraternidad entre
las personas que, de otra manera, habrían permanecido perpetuamente
distanciadas”.
Resalto dos frases que constituyen aspectos revolucionarios para su
tiempo: “dejando sus opiniones
particulares a ellos mismos”, por un lado, estableciendo una definición
trascendental de tolerancia, que muchos consideramos fundante de la tolerancia
moderna en la cultura humana, y “cualesquiera
que sean las religiones o creencias que los distingan”, por otro, dando
cabida a la más amplia diversidad, incluso más allá de las religiones, porque
da espacio a todas las creencias humanas.
En esa comprensión se funda la práctica
masónica chilena, con el agregado de incorporar a las creencias humanas el
efecto revelador de la ciencia, la búsqueda de la verdad a través de la
incorporación de la evidencia científica, aspecto nítidamente señalado en sus
rituales. De allí viene su fundamento esencial, de lo virtuoso que deviene de sus
creencias y de la comprobación de los fenómenos de la naturaleza a través de la
investigación científica. De este modo, recupera para el iniciado justamente la
posibilidad de tener dos libros abiertos ante sus ojos: el libro que revela la
divinidad y el libro de la naturaleza, para que opte en cada momento en que
busque la verdad y tenga que obrar con virtud.
La construcción
republicana y la aportación masónica.
Quiero partir en esta parte de la
exposición con una reivindicación: si el libre pensamiento tuvo su desarrollo
en Chile, fue y ha sido siempre una consecuencia de la habitabilidad de sus
alcances en las logias masónicas, y en la capacidad de estas de nutrir
éticamente la acción. Aún más. En Chile, no podemos hablar de su desarrollo
cultural y de la fundación de su concepción republicana como país, sin
considerar lo que ha sido, más que el aporte, la influencia de la Masonería.
Y en ese contexto no se puede ignorar lo
que ha ocurrido desde la etapa preambular de la emancipación, donde los
vestigios de lo masónico se presentan con evidencia, en el protagonismo de aquellos
jóvenes del Reino de Chile, que recibieron la influencia filosófica de la
Ilustración. Cada uno con su capacidad de comprensión sobre el tiempo que
vivían y como concebían el futuro de la tierra de sus orígenes, el Nuevo Mundo,
América.
Muchas veces me ha sorprendido la falta
de interés de la academia y de los historiadores chilenos, por indagar más en
profundidad lo que pudo hacer la influencia masónica en los procesos históricos
chilenos. Conversando en una oportunidad con algunos miembros de “Pentalpha”, llegábamos a la conclusión
de que a todos ellos les ha faltado la herramienta fundamental para conocer y
comprobar esa influencia: la Iniciación. Pero también les ha sobrado un
compromiso excesivo con los poderes que han buscado desdeñar la influencia y el
aporte de la Masonería y los masones, contra los cuales se han ensayado todos
los anatemas.
Un francés, que escribió una maciza obra
sobre América Latina, Francois Chevalier, publicada en 1977 (“América Latina, de la Independencia hasta
nuestros días”, FCE, México, 2000) al analizar el poder de las ideas en el
desarrollo histórico de los países americanos con lengua de raíz latina, señala
la importancia “de los clubes (sobre
todo las logias masónicas)”.
Desde luego, deja la tarea: “estas logias solo han sido objeto de
estudios limitados, parciales o polémicos. Sería muy importante señalar sus
orígenes en la América Latina hispánica a partir de la llegada de los militares
españoles y del regreso de los diputados americanos de las Cortes de Cádiz, y
luego profundizar en su notable proliferación después de la Independencia”.
El caso es que, quienes han tenido la
oportunidad de conocer y estudiar a los protagonistas de los movimientos
históricos, de las tendencias en desarrollo. de las ideas y de los grupos, y
los documentos y las cartas, los conceptos, las formas de expresión y los giros
conceptuales, e incluso de la formulación de ciertos contenidos en las
correspondencias privadas existentes en los archivos históricos, advierten con
nitidez como comienzan a aparecer las influencias masónicas y como ellas van
ligando acontecimientos y propensiones que señalan la presencia de las logias
como espacios de sociabilidad, provocando que la rueda de la historia gire, y
que lo haga en un sentido evolucionista y progresivo. Y es fácil percatarse,
cuando esos conceptos y las palabras se distancian de esa influencia, porque,
en contrario, comienza a imperar la conservación y las ideas restauradoras de
los órdenes del pasado.
Sin lugar a dudas, cuando se hurga en la
presencia documental de nuestra historia nacional, no se puede ignorar que hay
influencia masónica en aquellos procesos que han determinado la existencia y el
transcurrir de Chile, como país y como república. Se advierte en la
emancipación política, en la formulación de una idea de país, de la idea
republicana, en la emancipación espiritual, en la construcción de un concepto
cívico, en la estructuración de un estado de derecho, en una idea de educación
nacional, en la idea misma de movilidad social, en la emergencia de la idea de
justicia social, en las grandes jornadas de la democracia, en la lucha por la
afirmación de la dignidad humana.
Y en este espacio, en este lugar
testificante de la memoria y la cultura nacional, puedo reclamar por la
conspirativa conducta de la historiografía chilena, por su ignorancia, y hasta
su indolencia, por desacoger la importancia masónica, que está en todas sus
etapas históricas. A través de sus hombres. A veces con notables aciertos y a
veces con notables desaciertos, pero siempre con una sólida inspiratriz
humanista, neologismo que me permite graficar la idea emperadora de un
pensamiento centrado en el hombre y su rol en la vida y en la naturaleza.
No hay ninguna etapa de la historia de
nuestro país en que no se advierta, desde la sutileza hasta la determinancia,
la influencia de lo masónico, a través de uno o más de sus miembros, en algunos
momentos con destellos testimoniales y en otros momentos con fuerza
determinante. Ello con absoluta distancia de un propósito conspirativo, ya que
de hecho, muchas veces ello ha sido en la constatación de la más absoluta
discrepancia … entre los masones.
Así, podemos decir en este espacio de
constatación documental de la historia chilena, que muchos de sus tesoros
testimoniales, evidencian o velan lo que ha sido el resultado de una influencia
señera de lo masónico en el trascurrir republicano.
Chile no sería Chile, ni nuestra
república sería república, ni nuestra cultura sería una realidad cultural
evolutiva, si no hubiera sido por la influencia de la Masonería, como
referencia espiritual del tiempo en que les ha tocado actuar a los hombres que
han protagonizado los hechos que recoge la historia. Y permítanme decirlo con
autoridad, ya que si ella no se hubiera dado, tal vez estaríamos mucho más
atrás en la rueda de la historia, producto del dogmatismo y las hegemonías de
la conservación y la práctica contestaría a la evidencia científica y a los
derechos del hombre.
Los testimonios
de una cultura masónica
La cultura chilena, que bien merece
tener ese título, sin embargo, debemos reconocerla en la complejidad que ella
expresa. A nuestra cultura como país, ni siquiera podemos darle efectivamente
un carácter nacional, ya que la sensatez sociológica y antropológica, debería
llevarnos a la conclusión de que Chile no es una sola nación, ni un solo pueblo.
Pero, aún más allá de esa comprobación macro-país, está la constatación de que en
la realidad chilena existen muchas nutrientes culturales que se expresan en
singularidades que, a veces, permanecen en el tiempo como procesos autónomos y
aislados del conjunto.
Tal vez tiene que ver ello con la propia
complejidad geográfica de múltiples características, pero también tiene que ver
con la complejidad social, marcada por profundas y radicales diferencias, y por
las condiciones de hegemonía, que siempre han marcado los énfasis históricos a
través de conductas represivas y coercitivas.
Esto es un elemento que ha aislado de
alguna manera el desarrollo de ciertos testigos culturales, y de procesos que
tienen una enorme riqueza en la configuración de los elementos característicos
de lo que muchas veces se reconoce como chilenidad.
La realidad represiva de la Iglesia
Católica, las visiones excluyentes de sectores dominantes, la excesiva
propensión de sus miembros a ocultar su condición, han provocado que la cultura
masónica se haya ocultado a gran parte de nuestra comunidad-país. Ello, a pesar
de influir de modo tan determinante en los procesos históricos chilenos.
Pese a que ha habido muchos personajes
de la historia de nuestro país que han reconocido su condición masónica, otros
menos relevantes – en términos relativos – han preferido ocultar su condición.
Están en su derecho. La tradición masónica, como fuente de doctrina, indica que
nadie puede evidenciar públicamente la condición masónica de otro, sino solo la
propia. Así, el temor a tener efectos negativos en la vida laboral o social, ha
llevado a muchos a precaverse a través del ocultamiento de su condición. Sigue
ocurriendo.
Los años de la más reciente dictadura
que tuvo el país, y los posteriores que siguen siendo su consecuencia, han sido
muy propicios para el ocultamiento de la calidad masónica de personas
laboralmente activas, ya que la hegemonía cultural católica, en ámbitos
direccionales de las empresas, es un factor que ejerce coerción sobre las
libertades de conciencia. También ocurre en muchas instancias del Estado, a
pesar de que este se supone laico.
Así, la cultura masónica siempre ha
estado en el borde oscuro del reconocimiento de nuestra sociedad.
Y esa cultura se expresa no solo en un
quehacer cotidiano, y en expresiones de sociabilidad que son tremendamente
significativas, a todo lo largo del país. Desde Arica a Punta Arenas.
Y la forma en que mejor se expresa la
cultura de los grupos humanos es a través del libro, el más sólido testigo de
los desarrollos culturales, según lo señala la historia humana desde los rollos
de papiro hasta hoy, en que adquiere creciente impacto su manifestación digital.
Y gracias a la digitalización cada día es más frecuente que los testimonios
históricos estén más al alcance de millones de seres humanos, a largas
distancias de donde descansan esos testimonios impresos del transcurrir del
hombre por el devenir de su historia.
Desde fines del siglo XIX en adelante, ha
habido muchas y múltiples publicaciones en la Masonería Chilena. Obras de
autores destacados, fuera de cualquier intento del mercado editorial. Son
publicaciones personales, ediciones de logias, ediciones de la Gran Logia de
Chile, el órgano directivo nacional de los masones chilenos. Con propiedad,
podemos hablar que se han hecho miles de publicaciones de los más diversos
contenidos y formatos.
Generalmente cuando las logias cumplen
un aniversario significativo, preparan ediciones de libros o cuadernillos, donde
no solo queda consignada la historia logial, sino también la forma en que los
masones interpretan su tiempo, o se evidencian a aquellos miembros más
destacados en su comunidad o en la actividad propiamente logial. Son
testimonios preciosos que dan cuenta del palpitar masónico en distintas
ciudades del país, a todo el largo territorial.
¿Dónde encontrar esas publicaciones? En
las bibliotecas logiales, en las bibliotecas personales, o entre los vendedores
de libros viejos, que compran bibliotecas enteras a las familias de masones
muertos. Muy pocas de esas publicaciones han cumplido el deber de hacer el
depósito legal, ya que se han entendido siempre como publicaciones privadas.
En ese meritorio esfuerzo intelectual,
la figura consular de Benjamín Oviedo, con su obra “La Masonería en Chile” nunca dejará de ser una referencia obligada,
desde su publicación original en 1929.
También tienen relevancia el trabajo del
erudito Gran Maestro René García Valenzuela, que dejó también obras memorables,
de la cual debe destacarse “El origen
aparente de la Francmasonería en Chile y la Respetable Logia Simbólica
Filantropía Chilena”, escrita en 1949.
Quince años antes, su padre, Adeodato García, que también fue Gran
Maestro, dio a conocer la obra librepensadora “Jesús ¿Entidad Histórica, Legendaria, Espiritualista o Mitológica?”,
editada por la Logia “Unión Fraternal”
La Revista Masónica de Chile avanza
hacia su centenario. Previamente, recorrió las logias la revista “La Verdad”,
de la cual existen felizmente registros digitalizados, para tener una
percepción de las preocupaciones masónicas desde 1897 hasta 1898.
En el trabajo sistemático de carácter
historiográfico actual, surge con evidente peso, por ejemplo, la obra de Manuel
Romo Sánchez, que hace varios años publica digitalmente la revista digital
“Archivo Masónico”, disponible en web,
que da cuenta de su labor investigativa sobre las logias y los masones en
Chile, complementando o completando las obras que se han publicado a través del
tiempo. No está de más mencionar su obra “¿Fue
masón el Papa Pío IX?” y su coautoría en un formidable trabajo sobre Copiapó
y la Masonería, publicado hace menos de un año.
Imposible sería hacer un resumen de
todas las publicaciones de libros masónicos, que fácilmente superan la cincuentena
anual, en ediciones restringidas, de distinto formato.
El aporte
cultural de la Logia Pentalpha
La
Logia “Pentalpha” nació para la
investigación masónica, y esa labor se expresa en papers o monografías que se ha ido imprimiendo desde sus primeros
años. Inicialmente a través de informales impresos mimeografiados en formato de
cuadernillo. Luego, aparecerá su anuario, en formato de libro de bolsillo,
recogiendo el trabajo logial de cada año, y posteriormente aparecerá su serie
de libros titulados Temas Masónicos. En ellos se encuentra el esfuerzo de
análisis masónico doctrinario, la búsqueda histórica, la reflexión ritualista y
el análisis de la justicia masónica. Este año se cumplen 30 años de publicación
de sus Anuarios.
Varios de esos textos están en esta
muestra que hoy se inaugura.
A través de esas publicaciones se
advierte la labor y el interés intelectual de muchos masones dedicados al
estudio. Algunos de ellos merecen especial mención, ya que prestigiaron la
labor de “Pentalpha”, a través de
ediciones de libros específicos fuera del trabajo editorial de la logia.
Destaco en ello a Manuel Sepúlveda Chavarría, autor de la célebre obra “Crónicas de la Masonería Chilena”, que
en 5 tomos hace una exploración por la historia de la Orden desde 1750 hasta
1944. Debiera ser una obra que algún
organismo de la República debiera re-editar, ya que ello es parte fundamental
en la historia de Chile. Lo mismo aplica en la obra de Julio Sepúlveda
Rondanelli “Pequeño Diccionario
Biográfico Masónico. Fundadores de la Gran Logia de Chile e iniciados hasta
1875”, una edición de bolsillo de 184 páginas que es tremendamente
reveladora sobre la identificación de masones entre 1862 y 1875.
No podemos dejar de destacar la obra de
Julio Superby, de innumerables aportes al estudio doctrinario e iniciático de
la Masonería Chilena, que culmina en su libro “En el Umbral de la Iniciación”. Lo propio con lo que hizo nuestro
padre fundacional, Eduardo Phillips Müller, y que culminó con su antología “A las Puertas del Templo”.
Cuando se inició nuestra serie de
publicaciones “Temas Masónicos”, se compilaron antologías de investigaciones de
destacados exponentes de nuestra Logia. Fueron ediciones exclusivas para la
obra de Carlos Gayán, Francisco Sohr, Julio Saa, Oscar Ortega, entre otros.
A partir de 2006, se inician las
publicaciones de las ponencias de los simposios de investigación masónica, que
se han venido realizando, año a año, desde entonces. Es un evento que evidencia
el trabajo de miembros de “Pentalpha”,
y que también acoge las motivaciones investigativas de masones de distintas
logias del país.
Creemos que lo que hace esta logia, es
un trabajo que también debiera ser parte del patrimonio cultural chileno, y
esta muestra en una buena y meritoria aproximación en esos objetivos. Nuestra
perspectiva, bajo el impulso de la celebración de nuestro cincuentenario, con
el tremendo aporte del Archivo Nacional, ha sido poner en evidencia lo que
culturalmente es la Masonería y reclamar lo que ha sido su presencia e
influencia en la historia de nuestra República. También en lo que representa y
ha representado la Respetable Logia de Investigación y Estudios Masónicos
“Pentalpha” N° 119 en la tradición iniciática de la Masonería Chilena de la
cual somos parte viva.
Volviendo a nuestras palabras iniciales,
siempre habrá muchos que seguirán preguntándose ¿Qué es la Masonería? O la
Francmasonería, como gustan llamarla en algunas partes de Europa. Para ellos
dejo los primeros versos de un poema, obra de uno de nuestros fundadores, un
reputado intelectual español republicano, que vivió su exilio en Chile, y parte
de la pequeña comunidad de refugiados en la Embajada chilena en Madrid, al caer
la II República, el afamado Antonio de Lezama.
Es una joya lírica abandonada por la
ignorancia desde 1948. Dice:
“¿Sabéis
lo que es la Francmasonería?
Pues
os voy a decir nuestro secreto:
es
el amor humano, es el respeto,
afán
inextinguible de armonía,
es
el odio a la guerra,
es
querer levantar sobre la tierra
un
gran templo de amor,
superación
y culto del honor.
Queremos
ser como una fuerte espada
de
acero toledano:
en
la paz envainada,
desnuda
ante el tirano.
Muchas gracias
En el Archivo Nacional,
04 de septiembre de 2015.
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