En los conceptos políticos que han
abundado en nuestra actual democracia - y que es bueno tener a la vista en el
debate que debiera permitir modificaciones constitucionales -, se advierte el
uso del concepto “republicanismo” por algunos personeros políticos, para dar
atributo a ciertas conductas que deberían constatarse en las prácticas entre
estos actores.
Queda la duda siempre, respecto a lo que
pretenden expresar esos actores, porque ocurre que “republicanismo” no tiene
que ver con determinadas conductas de caballerosidad o de atildado trato entre
representantes de partidos o de las instituciones del Estado.
Lejos de ello, lo republicano viene de
algo mucho más equidistante del trato que deban darse entre ciertos tribunos o
exponentes institucionales del Estado. Concretamente, lo republicano viene de
la relación entre el Estado y el pueblo, del contrato que los ciudadanos dan a
quienes cumplen funciones de poder a su nombre y viceversa.
En una república la soberanía radica en
el pueblo. Cuando no hay república la soberanía radica en otras expresiones y
estructuras de poder.
Es un hecho histórico que, cuando se
forman los países americanos, a partir de su emancipación de las metrópolis
coloniales, los líderes del proceso independentista optan por la república, no
solo para romper con las casas reales coloniales, sino también romper con un
sistema político radicado en una soberanía absolutista, muchas veces
pretendidamente derivada de un mandato divino.
Las corrientes del pensamiento político,
sustentadas en la reflexión del llamado “siglo de las luces”, y los sectores
sociales que las acogieron, lo que buscaron fue precisamente establecer un
nuevo carácter del Estado y de la organización política que debía regir su
ordenamiento.
De esta manera, recuperan y reescriben
el concepto de ciudadanía - que nace de la escuela política griega, que recobra
valor en el Renacimiento, y que es vindicada por la revolución francesa -, para
establecer una propuesta de ordenamiento político donde la soberanía la ejercería
el pueblo a través de mandatarios, que debían cumplir las tareas de
administración y legislación.
La República, por la que optaron los
jóvenes dirigentes de la emancipación americana, en general, se vio frustrada
por diversos procesos de restauración de los poderes dominantes de la etapa
colonial.
Ocurrió en Chile con el régimen pelucón
o portaliano. Ellos reescribieron el conceptos de república, a través de
algunas mascaradas conceptuales. Así, desde entonces, lo republicano, lo
asociado a la determinación de la soberanía popular, ha experimentado
posteriormente distintos procesos de reemergencia y de retrocesos.
En consecuencia, se
ha usado el concepto de república muchas veces como una definición formal, y
todas las Constituciones de 1933 en adelante, han soslayado el fundamento mismo
de la idea republicana: que la soberanía (Publicado como editorial de la revista digital "Iniciativa Laicista", edición de septiembre de 2015)
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