Intervención en acto en el
Congreso Nacional
Valparaíso 29 de julio de
2018
Hace poco más de doce
horas, hemos asumido la Gran Maestría de la Gran Logia de Chile, en
cumplimiento del mandato que nos ha entregado su Asamblea hace tres meses. Ante
la presencia de los representantes de la Masonería chilena y de la Masonería
sudamericana, se ha cumplido así la Instalación del nuevo Gobierno Superior de
las Logias de la Obediencia de la Gran Logia de Chile.
En virtud de ello, hemos
venido a Valparaíso, cuna de la Gran Logia de Chile, para hacer las primeras
expresiones públicas como Gran Maestro y en representación del nuevo gobierno
institucional, y de modo especial hemos venido a este Salón de Honor, que
expresa simbólicamente la voluntad del pueblo en la institucionalidad de la
República.
Quiero saludar distinguidamente
a quienes integran la testera de este Salón de Honor, y mi saludo fraterno es
para la Querida Hermana Carmen Mardones Hauser, Gran Maestra de la Gran Logia
Femenina de Chile, organización con la cual compartimos los mismos objetivos en
bien de la Humanidad. De manera muy significativa, saludo a Evelyn Augsberger Bachmann,
Presidenta Nacional de la Asociación Nacional de Mujeres Laicas, que han
representado nuestro orgullo en el trabajo en favor de la dignificación de la
mujer y los derechos femeninos por 73 años, con tesón y dedicación, a pesar de
la invisibilización que muchos intencionadamente han tratado de imponerle. Saludo
fraternalmente a Jean Pierre Mieres, presidente de la Fraternidad Juvenil Alfa
Pi Épsilon, organización hermana en propósitos superiores y en la construcción
de una ética política y social, necesaria para asegurar el futuro. Saludo por
último a mi maestro, amigo y hermano, Álvaro Pulgar Gallardo, Soberano Gran
Comendador del Supremo Consejo, personificación de los ideales superiores que
deben adornar al masón, y a quien la vida me ha permitido tenerlo en este
momento y en este lugar.
Quiero agradecer también
a las autoridades del Congreso Nacional, al Presidente del Senado, senador
Carlos Montes Cisternas, y a la Presidenta de la Cámara de Diputados, Maya
Fernández Allende, la oportunidad de reunirnos en este lugar de tanta
importancia republicana, y que nos acoge, como lo hiciera hace seis años,
cuando la Gran Logia de Chile celebraba 150 años de historia, y este Salón de
Honor se convirtió por varias horas en un Templo masónico.
La
República
Desde los primeros años
de nuestra República, el Congreso Nacional ha sido la instancia que recoge la
representación del pueblo, para analizar y resolver los asuntos políticos que
tienen impacto en cada uno de los chilenos y, por lo tanto, para el destino de
la República.
Es significativamente
estimulante para un Gran Maestro poder disponer de esta tribuna, para dirigirse
a nuestra comunidad republicana, a fin de exponer los aspectos fundamentales de
sus objetivos que tocan con la realidad social y política, como consecuencia de
la labor sistemática y permanente que hacen los masones, en función de todo lo
que importe y aporte progreso y realización humana para la gente, para el país
y su siempre deseado venturoso destino.
Es que la Masonería
chilena es inseparable de la República.
Su primera tarea
institucional descansa en sus logias, las que deben preparar a sus miembros
para que observen una conducta moral y ética intachable en sus diferentes
desempeños personales, para así mejorar y elevar el comportamiento de los
miembros del grupo social en el cual conviven y con quienes se relacionan en
las comunidades de la cual son parte.
Sobre ese fundamento, como
muy pocas instituciones y movimientos de conciencia, que promueven principios
fundamentales de ordenamiento social y moral, la Masonería chilena está ligada
intrínsecamente a la formación y desarrollo de la República, tanto en su construcción
institucional como en su implementación conceptual, cuestión inseparable del
sentido y propósito que muchos hombres, iniciados en nuestras prácticas y
doctrinas, han contribuido a imponer, desde el ámbito del derecho, de las ideas
y del servicio público, a partir de su fidelidad con nuestra doctrina masónica.
De hecho, en cada etapa en
que la República volvió sobre sus fueros, luego de procesos en que hubo
retrocesos históricos, bajo la sombra oscura de las restauraciones de antiguas
y arcaicas comprensiones y procesos históricos basados en el despotismo o el
autoritarismo, en la Masonería ha estado viva la proto-república que nos hizo
como país y nos dio un espacio entre los demás pueblos del mundo.
De manera determinante,
la opción republicana de la emancipación y su reafirmación en el siglo XIX,
bajo la impronta de las ideas liberales, son inseparables de la patriótica
contribución aportada por los masones, para hacer de Chile un país bajo el
carácter y la impronta de la República, expresado en un Estado capaz de
conducir los intereses de toda la sociedad, hacia el bienestar, el
aseguramiento de los derechos y la legalidad, superando los dogmas, los
determinismos, las costumbres defendidas por intereses de círculos privilegiados.
Cuando muchos creían que
el Derecho emanaba de determinismos naturales o definidos por la heredad,
fueron los masones los que promovieron que solo podía provenir de la razón,
esto es, de la capacidad del consenso y el diálogo civil, que se construye a
partir del debate político y la delimitación de los poderes del Estado, en tres
instancias claramente definidas en sus funciones: el poder ejecutivo, el poder
legislativo y el poder judicial.
Conceptos como
patriotismo, civismo y progreso nacional, no son sino consecuencia de los
aportes a los debates republicanos, que masones insignes introdujeron en la
comprensión intelectiva de la comunidad nacional y en las élites dirigentes.
Ello, generalmente, para superar las visiones dogmáticas, tutelares, arcaicas y
paternalistas, impuestas por los resabios de los tiempos pasados, construidas
en torno a visiones de conciencia herederas del absolutismo y las reminiscencias
anteriores al Siglo de las Luces, tiempo de la historia humana cuando surgen
las ideas emancipadoras de las conciencias y como expresión de ellas, la
Masonería.
Por eso, es la Masonería
la que emprendió en nuestro país la reivindicación de la libertad de conciencia
y la ética del acceso al conocimiento, precisamente para que los chilenos
pudieran ser artífices de una organización social basada en la conciencia de lo
personal y de lo público, a partir del libre discernimiento, en un espacio
social en que todos tenemos un lugar para contribuir con nuestros deberes, pero
también para ejercer derechos inalienables.
Es a partir de ese
esfuerzo, que la Masonería impone en la reflexión social y en las clases
dirigentes, el objetivo ineludible de la tolerancia. Es la Masonería la que
puso ese concepto fundamental de convivencia, y es la que sigue,
incesantemente, formando a sus hombres en la convicción profunda de ese
objetivo moral y político, para que ellos lo lleven a todos los planos del
hacer y el quehacer social.
Fruto de ello es que la
laicidad y el Estado laico pasaron a ser una necesidad política para el
aseguramiento del propósito republicano, que la Masonería ha venido propugnando
por ya más de siglo y medio.
Fueron masones los que
promovieron que todos los ciudadanos, para ejercer sus derechos y deberes,
debían acceder al conocimiento, para esclarecer sus conciencias y prepararse
para servir mejor al propósito común. Así fue como la Masonería se dedicó con
fuerza a desarrollar el concepto de educación pública, la que pasó, bajo su
impulso, a ser la más fundamental misión del Estado. Sin los masones no habría
habido Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, piedra fundamental sobre la
cual se construyó uno de los sistemas de educación más sólidamente eficaces de
América Latina. Significativos masones dieron forma no solo a una vasta política
educacional, sino también a una comprensión que involucraba contenidos,
conocimientos y formación cívica, y que, al paso de las décadas, el dogmatismo
se encargaría de degradar
También cuando se
comprobó que había enormes retrasos sociales y que la pobreza, la miseria, la
ignorancia, la carencia de derechos y las lacras sociales, condicionaban a una
parte significativa de la población, los masones abrieron el debate de la
llamada “cuestión social”, que significó que aparecieran las primeras leyes en
favor del trabajador y la protección social. Nuestros predecesores están en
cada una de las leyes sociales de hace poco menos de un siglo y en todos los
procesos de profundización que se dieron posteriormente.
Cuando hubo conciencia del
retraso de la mujer hace más 100 años, fueron masones los que plantearon la
necesidad de los cambios legislativos y exaltaron los protagonismos de las
mujeres que impulsaron el feminismo. Fueron masones los que impulsaron el
derecho a voto de la mujer, cuando otras corrientes de conciencia lo
consideraban ocioso. Han sido masones los que dieron los impulsos necesarios
para que dos organizaciones de mujeres, las únicas actualmente con despliegue
efectivamente en todo el territorio nacional, existan desde hace décadas: la
Asociación Nacional de Mujeres Laicas – a través de los Centros Femeninos – y
la Gran Logia Femenina de Chile, promoviendo los valores y derechos de la
última gran revolución social igualitaria: la de los derechos femeninos.
Bajo el impulso de la
Masonería se desarrolló la difusión de los derechos humanos, en Chile y América
Latina, a partir de su proclamación universal en 1948, cuando muchos fueron
indiferentes y miraban con distancia ese enorme progreso de la Humanidad.
Bajo la acción masónica
se desarrolló el vasto proyecto que tuvo en la Corporación de Fomento de la
Producción, un potente esfuerzo para industrializar al país, institución tan
necesaria hoy para resolver las angustias provenientes de una economía que ha
vuelto a ser mono-productora y voluble a las eventualidades del mercado a nivel
mundial.
Hay tantos hitos, que
sería largo de enumerar, donde los masones como expresión de una corriente de
conciencia fundada en el humanismo, fueron decisivos para su realización y
establecimiento, siempre pensando en la República como un espacio de todos, y
de inclusión de los chilenos, más allá de su origen, condición social,
convicciones de conciencia o cualquier factor de diferenciación.
Es que la Masonería, por
esencia, es la República Simbólica, ideal en un plano de conceptos, que todo
masón quiere llevar a la práxis social, como una expresión tangible de la
convivencia en la diversidad, donde todos son iguales ante la ley, todos
iguales en derechos, todos iguales en deberes. Donde todos son respetados en su
condición humana, más allá de sus particulares ideas, de su proveniencia
social, de sus éxitos o fracasos en la maravillosa aventura de la vida. Esa República Simbólica que se expresa en el
deseo universal del imperio de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.
La
República hoy
Por todo lo anterior,
siempre a los francmasones chilenos nos ha preocupado el curso que tiene
nuestra República, el espacio de todos. Y a quienes quieran escucharnos
estaremos dispuestos a entregarles nuestras opiniones, motivaciones y tal vez consejos,
en una sincera voluntad de colaborar para construir una comprensión común
republicana, que recupere definitivamente las bases fundacionales de lo que se
entiende como tal.
Más aún cuando, debido a
circunstancias coyunturales, hay quienes cometen el error de creer que lo
republicano es solo un formulismo relacional de lo político en los ámbitos
institucionales. Ciertamente deberemos compartirles con más fuerza nuestra
comprensión esencial: lo fundante de la República es la radicación del poder en
la soberanía del pueblo y una institucionalidad capaz de comprendernos a todos.
Bien sabemos que, por
circunstancias históricas, se han producido muchas veces en nuestra historia,
propensiones favorables a la sustitución de esa definición republicana, por
otras que solo producen vaguedades políticas o derechamente formas de soslayar
la voluntad popular, y las formas en que ellas se expresan más allá de cierto
dato eleccionario. Lo que preocupa también, es que, cada cierto tiempo,
escuchamos a algún liderazgo político, sea cual sea su nivel o trascendencia, expresar
su hastío por los roles institucionales que determinan la República.
Cuando estamos reunidos
en este lugar donde funciona el Congreso Nacional, por mandato de la soberanía
popular, destinado a equilibrar el poder de quien gobierna, también por mandato
popular, señalamos nuestra aspiración de que, nuestras clases dirigentes elegidas
por la voluntad del pueblo, recuerden siempre que cuando ejercen labores de
mandatarios de la soberanía popular, deben ser fieles al mandato recibido, y que
deben interpretar en la debida forma lo que la gente desea y a lo que aspira, y
es bueno cuando no se enredan en sus propias convicciones personales o los
intereses de pequeños grupos de interés, para sobreponerse a lo que sus
electores más desean o demandan.
Recomendamos que siempre
haya fidelidad al interés del pueblo, y que no se olvide que la República es efectivamente
el lugar de todos; que no impere la obsesión por imponer la hegemonía de
determinadas opciones de conciencia en el aparato del Estado, o determinada
comprensión particular de las cosas, que impide que haya efectivamente
integración en los grandes propósitos que a todos nos animan.
Nada hay más dañino para
la República que las aspiraciones y las conductas hegemónicas, que siempre
terminan debilitando la institucionalidad y la pluralidad que permite la vida
en común, en paz y verdadera convivencia. De todas las hegemonías, aquella que
nace de determinadas corrientes de conciencia y morales con comprensiones
absolutas, siempre será la más perniciosa para la República y la democracia.
A propósito de ello, nos
preocupa cuando hay nombramientos en instancias del Estado que deben expresar
la diversidad de conciencia, y ese aconsejable camino no es recorrido; más aún
cuando hay periodos en que los equilibrios en las miradas de la construcción
moral no se encuentran debidamente establecidos dentro de los poderes del
Estado. Cuando hay ciertos desequilibrios es cuando más esfuerzos debemos hacer
para que las formas sean mucho más prudentes e integradoras.
Por eso, la división del
Estado en tres poderes absolutamente definidos en sus funciones viene a ser una
cuestión para establecer una efectiva comprensión de lo republicano. Nos induce
a la preocupación, en virtud de ello, cuando, por cuestiones hegemónicas y
temporales, por simples necesidades tácticas del juego político, las
prerrogativas de un poder interfieren en el otro, debilitando precisamente las
fortalezas de cada poder en su necesaria autonomía y en el rol superior que
cada uno de ellos debe cumplir en nuestra institucionalidad como país.
Se puede sostener muchas
veces que hay prerrogativas legales, pero la buena política siempre considerará
lo que es prudente hacer, cuando lo que está en juego es la forma en que
consolidamos bases para procesos políticos perdurables, capaces de fortalecer y
apreciar la institucionalidad republicana.
En ese marco de
reflexiones, sigue siendo necesario pensar como República, en torno a la
laicidad como un factor determinante en su institucionalidad. Al hablar de
laicidad nos estamos refiriendo a una condición cualitativa de alcance pleno,
en lo que significa la aconfesionalidad del Estado, sus personeros e
instituciones. Sus personeros, desde luego, cuando ejercen actos institucionales
como agentes o representantes del Estado.
Los chilenos de hoy en su
gran mayoría se han secularizado, producto de los cambios culturales que la
globalización ha traído para bien, a nuestras comprensiones sobre la
convivencia en diversidad y el abordaje de problemas que tienen que ver con la
intimidad personal y el verdadero ejercicio de la libertad de conciencia.
Cierto determinismo,
cierto paternalismo, cierta desconfianza en el ejercicio de la libertad de
conciencia, cierta mirada exclusivista, hace que algunas comprensiones
sesgadas, a veces se pretendan imponer a todos, simplemente porque se tiene
poder para imponer las comprensiones personales por sobre la diversidad que se
expresa en lo colectivo.
Da la sensación de que,
en una parte de nuestras clases dirigentes, aún falta una mirada más tolerante,
menos prejuiciada y tal vez menos dogmática, que se acerque a aquella percepción
sobre las cuestiones que atañen directamente a los derechos individuales, con
la cual los hombres y mujeres de nuestro país se levantan cada mañana, a
realizar sus obligaciones cotidianas en bien del país y su progreso material y
espiritual.
No cabe duda de que
nuestra sociedad tendría un estado de ánimo distinto si muchos de nuestros
líderes políticos o sociales se despojaran del paternalismo y de concepciones
que solo tienen que ver con sus particulares decisiones de conciencia, en lo
que atañe directamente con sus vidas, y dejar que los derechos a la
autodeterminación personal sean efectivamente tales, y que garanticen que las
personas se hagan cargo de sí mismas, con sus errores y aciertos, asumiendo en
plenitud el desafío único e irrepetible
que implica la posibilidad maravillosa de vivir y ser feliz.
La
convivencia social
Todo lo que la Masonería
hace, en sus procesos formadores e iniciáticos, está orientado a la necesidad
de preparar a sus miembros para el buen vivir y el buen convivir. Si nuestro
trabajo es fundamentalmente ético y somos una escuela de moral, es para que
quienes reciben la Luz de la Iniciación trabajen en su perfeccionamiento
individual, para ser mejores individuos, mejores personas, que aporten a la
sociedad la práctica de los valores, en una manifestación virtuosa.
Por eso valoramos tan
significativamente conceptos como la ciudadanía, el civismo, las buenas
costumbres, la asociatividad en los desafíos sociales, el trato fraterno, el
respeto a la condición humana, el diálogo, el consenso social.
No deja de asombrarnos y
preocuparnos, el nivel de exacerbación de las pasiones que muestra la sociedad
chilena, y la degradación del respeto a las instituciones, que contribuyen a
ordenar y conducir la vida social, cuando no a protegerla o darle las
herramientas necesarias para que las personas crezcan en dignidad y respeto. Los
errores de algunos no deben jamás llevar a la generalización, porque, cuando se
implanta esa forma de abordar las responsabilidades, todo termina conduciendo a
la discriminación, a la injusticia y a la segregación.
En el tiempo actual, sin
que sea su exclusiva característica, se ha perdido la ecuanimidad y la
capacidad de evaluación objetiva, y todo tiende a ser llevado al plano de la
subjetividad y la más simple emocionalidad. Con facilidad se moteja, se
destruye o se descalifica. La opinión fácil y precipitada campea en cualquier
espacio de opinión, y el rigor de lo justo se manipula según los intereses
personalísimos de cada cual. Generalmente el debate, en cualquier plano, se
conduce a través de la descalificación y no de la capacidad de dialogar e intercambiar
ideas con objetivos comunes y constructivos.
Ello ha ido produciendo
una erosión en la disciplina social, que se manifiesta con crudeza en la calle,
en los espacios públicos, y en todas las instancias en que compartimos el vivir
y el convivir.
Tenemos la tarea y la
disposición de colaborar para que nuestras élites hagan una labor
significativamente docente, para valorar y valorarnos en el proceso de
construcción social, y hacer de la capacidad de diálogo y el respeto a las personas
y a las instituciones una manifestación cierta de nuestras capacidades
colectivas de convivencia y racionalidad.
Creo, en lo personal, que
ha llegado el momento de construir diálogos generosos y potentes, y para ello
nuestras élites políticas, empresariales, académicas, intelectuales,
corporativas y sociales, deben hacer un gran esfuerzo para ayudar a educar a
nuestra sociedad en la convivencia, en el respeto entre todos, y en la
capacidad de convocar a partir de lo que nos une y nos permite abordar de consuno
los desafíos como país y sociedad.
El
trabajo
Relacionado con los
debates republicanos que deben expresarse en el tiempo actual, quiero referirme
en este acto a un aspecto que debe ser asumido con profunda preocupación por
los poderes de la República, puesto que está afectando el presente y el futuro
de los chilenos. No se trata de algo que esté en la simple coyuntura y en el
abordar políticas de corto plazo, sino que se vincula con una cuestión
definitivamente estructural y que los chilenos debemos observar con mucha
atención
Se
trata del derecho al trabajo, y cuando hablo del trabajo me refiero a aquel que
está señalado por normativas nacionales e internacionales, es decir, que está
bajo el imperio de leyes nacionales y las convenciones internacionales.
La
Masonería considera el trabajo como la más sublime capacidad humana, a partir
de la cual hombres y mujeres construyen y se construyen. Los hombres y mujeres,
a través del trabajo, cambian la historia humana, la historia de sus
comunidades y su propia historia. Es el trabajo el que permite el acceso a la
dignidad humana, a la realización individual, a la realización colectiva.
A
través del trabajo, los menos tocados por la fortuna, pueden construir un
futuro para sus hijos, entregarles educación, emanciparse de la pobreza, y
aspirar a la recompensa de una vida digna en la vejez.
Desde
una mirada esencialmente fundada en nuestros principios y valores, como masones,
lejos de cualquier connotación de política contingente, vemos con preocupación
la creciente amenaza al acceso y mantención del trabajo legal, y en
consecuencia la precarización del trabajo digno.
Pareciera
que la economía del siglo 21, avanza a tener dos mundos en la realidad del
trabajo y las oportunidades laborales. Uno, de personas exitosas y calificadas,
con el goce de un trabajo legal, con oportunidades de estabilidad e incluso de
cambiarlo para tener mejor recompensa y mejores ventajas; y el otro, de
personas al margen de las oportunidades, buscando transitorios empleos,
casuísticos, ilegales, carentes de previsión en la salud y al margen de
capitalización para el retiro en la vejez.
Nuestro
país está mostrando un creciente porcentaje de trabajo precario, engañando las
cifras de empleo, y engañando la percepción de que los empleos que se crean son
lo suficientemente dignos para que las personas puedan aspirar a salir de la
pobreza.
Sin
pretender una polémica, ya que no estamos refiriéndonos a debates recientes
frente a propuestas gubernamentales, las que respetamos, creemos que hay que
sincerar las estadísticas para poder tener un cuadro real de lo que significa
el empleo legal y, de manera equidistante, el trabajo precario, ya que los
índices de empleabilidad que, a veces producen cierta gratificación, consideran
que son personas con trabajo los que al menos dedicaron una hora a la semana, a
actividades productivas o de servicios, a cambio de una remuneración o ingreso
monetario.
Es
necesario analizar con sinceridad lo que parece ser una tendencia de
sospechadas consecuencias, donde el Estado tendrá que tomar decisiones en los
próximos años, sobre todo cuando deba garantizar derechos fundamentales, a
partir de recursos que cada vez serán más difíciles de disponer, producto
también de factores de mercado que evaden crecientemente las obligaciones
tributarias.
A
ello se suma la creciente penetración de sistemas automatizados y robotizados,
que aumentarán el desempleo, dadas sus ventajas en la optimización de los
procesos y en el aseguramiento de ganancias. Esto lo estamos percibiendo como
un hecho concreto y la tendencia aumentará exponencialmente en la próxima
década. Aquello que suponíamos como algo un tanto remoto, hace 20 0 30 años,
hoy ya comienza a ser una realidad que acelerará la tendencia en la próxima
década.
Debemos
abrir como comunidad nacional un debate sobre el trabajo legal, en su
protección y aseguramientos, en la tendencia de que los procesos que están
precarizándolo parecen avanzar hacia mayores amenazas y, lo que es peor, pueden
avanzar hacia irreversibles consecuencias para las personas, sobre todo para
quienes ya han sido marginadas de las oportunidades y solo les queda el trabajo
ilegal e incluso aquel de tipo delictivo.
Esto
tiene que ver con cómo concebimos a nuestro país a futuro, con cómo nos
planteamos efectivamente en la idea del desarrollo, y si tenemos voluntad para
hacer que la Patria sea lo suficientemente inclusiva, tal como lo desean
nuestros gobernantes y nuestros representantes que aquí trabajan por mandato
del pueblo.
No
dudaremos en aportar nuestra reflexión en cualquier debate que se produzca en
la esfera republicana, sobre el particular, y con todos los sectores que son
determinantes para asegurar una estrategia de país para el trabajo bajo el
imperio de la ley, protegiendo los derechos y convenciones establecidas
internacionalmente, y que Chile ha suscrito desde hace ya casi cien años.
La
contingencia
No debemos ignorar que
tal vez estemos entrando en un peligroso ciclo en la economía mundial y en los
mercados. Ello a propósito de decisiones en las cuales nuestro país no tiene
posibilidades de influir. La guerra económica entre Estados Unidos y China, que
ha dado sus primeros indicios, ha generado un ambiente de incertidumbre que
afectará sin duda a todas las naciones, especialmente, a países que dependen de
la producción de materias primas. La preocupación ronda por todas las clases
dirigentes de nuestro país.
Una crisis significativa
requerirá de mucha capacidad para establecer acuerdos nacionales, si no
queremos que nuestro país pase a ser uno más de los que cotidianamente aportan
graves noticias a los medios de comunicación, producto de la insana pretensión
de resolverlo todo con hegemonía.
Es muy importante, frente
a las amenazas, entender que cada uno de los miembros y sectores de nuestra
sociedad, de nuestra República, puede aportar con patriotismo, más allá de su
condición o coalición, a establecer acuerdos fundamentales que tengan el menor
costo social y la mayor capacidad de consenso, sobre los caminos que deben
seguirse para establecer confianza económica, confianza laboral, aseguramiento
del respeto a la dignidad humana, y potencialidad de progreso a nuestra
comunidad nacional.
Los masones estamos
dispuestos a colaborar en todo lo que signifique diálogo fructífero, en
cualquier nivel nacional, regional o local, para resolver de consuno los
problemas que se avizoran, sin prejuicios ideológicos, morales, políticos, o de
cualquier tipo.
Por esencia, somos
constructores de consensos, de diálogos, de prudencia, de paz social, y no
dudaremos en colaborar con las autoridades de los poderes de la República, para
todo lo que signifique acuerdos, buena voluntad, democracia, respeto a la
condición humana, igualdad de trato, patriotismo, aseguramiento de los derechos
individuales y sociales.
Valparaíso
Hoy, a horas de haber
asumido nuestros cargos, hemos venido a Valparaíso, a esta sede de dos
corporaciones republicanas, con tres propósitos simbólicos y testimoniales.
Por un lado, para hacer nuestra primera
manifestación pública, en un lugar lleno de significados y significaciones: la
sede del Congreso Nacional, el lugar que por esencia simboliza la soberanía
popular en toda República sólidamente constituida. Este lugar donde las leyes
se construyen, para bien de nuestra gente, aquella que vive a lo largo y ancho
de la geografía del país que amamos. El espacio donde nuestra clase política
debe plasmar sus voluntades de construcción de un país siempre mejor, en
beneficio de cada uno de sus hijos, más allá de cualquier condición de origen.
Por otro lado, hemos
querido hacer una señal potente, en términos del compromiso masónico con la
descentralización y la regionalización en los esfuerzos políticos, sociales y
culturales del país, para eliminar los resabios del centralismo decimonónico.
En función de ello, la Gran Logia de Chile también está impulsando cambios
profundos en su propia concepción institucional, a partir de las elecciones que
nos han elevado a estas responsabilidades.
Y, en tercer lugar, y en
un mismo plano de interés y afirmación, hemos querido venir al lugar donde se
constituyó la Gran Logia de Chile, poder regulador de la Masonería Simbólica y
donde se hizo el primer esbozo de la Masonería Filosófica o de Altos Grados.
El primero hito hace 156
años, y el segundo hace 148 años.
Aquí se encuentra la cuna
que meció los primeros años de institucionalización masónica, que hoy permiten tener
una organización y una práctica perdurable y sólida, en torno a nuestros usos y
costumbres.
En mérito de ello, uniendo
los tres propósitos señalados, es que hemos querido homenajear a dos
instituciones fundamentales de Valparaíso. A su Municipalidad, expresión
efectiva de representación comunal y de sus gentes, y al Cuerpo de Bomberos de
Valparaíso, la más antigua y prestigiada institución de su comunidad civil, así
como también, y con relación al rol de ambas prestigiadas instituciones, inaugurar
en este lugar, una muestra expositiva y gráfica de la evolución de esta ciudad
en el tiempo, que representa también, simbólicamente, el cambio que la
Masonería ha ido teniendo en su desarrollo, hasta llegar a la condición de hoy.
Queremos
Homenajeamos de ese modo,
al Valparaíso ciudadano y republicano, que es parte de nuestro imaginario
masónico y de nuestro imaginario patriótico y social, en torno a este plano
geográfico junto al mar y de esos cerros poblados, en lucha permanente contra
la naturaleza, como todo ser humano histórico en su sueño permanente por su
realización ideal, como la Masonería, en su esfuerzo histórico en favor del
humanismo y todo lo que importe a los hombres y mujeres libertad y felicidad.
Muchas gracias.