El pasado 07 de marzo, la Gran Logia de
Chile, instancia reguladora de la masonería chilena, dio a conocer en
Concepción la Carta de la Educación Laica, instrumento que define el carácter
doctrinario que inspira su doctrina educativa.
Sin duda, esta Carta será una herramienta
de orientación fundamental para cualquier institución que busque desarrollar
proyectos educativos laicos, construidos sobre “la base de la igualdad, la
tolerancia y la diversidad de origen (sexual, étnica, religiosa, económica,
social, cultural, etc.), que permite fortalecer las relaciones humanas,
indispensables para lograr ambientes de convivencia armónica para educar y
crecer con compromiso en torno a la justicia y la responsabilidad social”, como
lo expresa en su texto de modo taxativo.
A partir de esa declaración, los
establecimientos educacionales dependientes de las corporaciones afiliadas a la
Asociación de Corporaciones Educacionales Masónicas de Chile, con
establecimientos educacionales desde Valparaíso a Osorno, reconocen a la Gran
Logia de Chile como la principal institución filosófica de respaldo ético y
moral en su labor educacional. Igualmente, la Gran Logia de Chile reconoce a la
Asociación como la única institución que representa sus valores y principios en
el ámbito de la implementación de proyectos educacionales en el país.
Las entidades sostenedoras de esos
establecimientos educacionales, en atención a esa inspiración, deben respetar
el marco legal vigente, deben ser sin fines de lucro y, todos los recursos que
genere producto de su gestión, deben ser reinvertidos en la tarea de educar.
Igualmente, la acción pedagógica y formativa de esos establecimientos
educacionales debe promover una educación sustentada en los principios del
Humanismo y el Laicismo, teniendo como concepto esencial el meliorismo,
principio que señala que el ser humano y la sociedad son perfectibles.
La Carta viene a ser un instrumento que
une los objetivos fundamentales de la institucionalidad masónica con las
corporaciones y colegios, y que tienen como beneficiarios a los padres,
apoderados y alumnos, así como a los equipos docentes, para asegurar un
ambiente formativo para niños y jóvenes, donde primen los más altos valores que
hacen posible la autonomía personal de los futuros ciudadanos, que se están
educando en aulas sostenidas en virtudes efectivamente laicas.