Fuente: La Prensa Austral |
Hablar de los valores
y la ética que impulsa la masonería es mucho más fácil cuando se hace
referencia a una persona que encarna y hace de su vida un ejemplo de doctrina y
prácticas masónicas. Es por eso que resulta tan triste la pérdida del destacado
médico cirujano traumatólogo y masón Álvaro Soto Bradasich, que ha impactado sensiblemente
en la Región de Magallanes, por tratarse de un destacado ciudadano de Punta
Arenas, ciudad que lo nombró Ciudadano Ilustre el 21 de octubre de 2009.
Álvaro, con quien
compartí inolvidables jornadas de trabajo masónico, ingresó a la Orden el 17 de
diciembre de 1975, incorporándose a la Logia “Estrella de Magallanes” N°25, de
Punta Arenas. Veinte años más tarde sus hermanos le elevaron a su presidencia,
eligiéndolo Venerable Maestro. En 2011 su logia lo nombró Miembro Honorario, el
más alto honor que se le puede asignar a un masón, producto de su trabajo y
perseverancia en torno a los principios de la Orden.
Dentro de su
destacada trayectoria masónica destaca haber sido Gran Delegado del Gran
Maestro para la Jurisdicción de Magallanes, desde 2001 hasta el 2010,
representando de manera destacada a la Masonería de la Patagonia ante las
instancias superiores,
Pero no solo aquello
fue su aporte tesonero. Con su libro “De mediodía a medianoche en el Estrecho
de Magallanes”, Álvaro Soto Bradasich reseñó, hace diez años, la historia de la
Masonería en la región, recordándonos el valioso aporte de los miembros de la
Orden al desarrollo de la ciudad y de sus instituciones.
Su sello como médico
fue la solidaridad y una profunda vocación de servicio público, ayudando
constantemente a los más necesitados y los menos favorecidos con el acceso a la
salud pública que se ha ido transformando en un frío negocio.
Como profesional,
sabemos que fue un pionero, ya que, entre sus logros médicos, se destacaría por
haber efectuado el primer implante de cadera realizado en Chile, en 1972.
Su muerte, ocurrida
este 15 de marzo, tras una abrupta enfermedad, nos trae la evidencia de su
impronta personal, que nos hace reflexionar sobre la importancia de los valores
y la ética que forma a personas, que, con su ejemplo y abnegación, dejan una
huella imborrable entre quienes lo conocieron.
Mientras recordemos
la consecuencia y aporte de Álvaro Soto Bradasich, vivirá siempre en nuestros
corazones. La Gran Logia de Chile hace suyo el dolor de quienes hoy lloran su
partida y se enorgullece de reivindicar su herencia moral.
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