El pasado 24 de
enero, de visita en la Araucanía, en cumplimiento a lo determinado por el
Consejo de la Gran Logia, órgano rector de la Masonería chilena, hemos dado a
conocer una declaración pública en que manifestamos nuestro apoyo a los
esfuerzos y consensos para reconocer constitucionalmente al Pueblo Mapuche, en
virtud de la dignidad que merece por su historia y su cultura, profundamente
enraizada en nuestra sociedad.
La Gran Logia de Chile, institución que promueve los valores
de la libertad de conciencia, la tolerancia, la fraternidad, y la realización
humana en un ambiente de convivencia, paz y solidaridad, y que es, en esencia,
la más antigua institución ética de la República, con una afirmación
republicana irrefutable, ha manifestado su profunda admiración por el Pueblo
Mapuche, por su historia y muy especialmente por su cosmovisión y la manera en
que se ha transmitido, de generación en generación, una identidad cultural que
respetamos y valoramos.
Valorando los
esfuerzos sociales y políticos de todos quienes impulsan el necesario
reconocimiento constitucional de los Pueblos Originarios, la masonería suma su
voluntad y apoyo, sobre la base de nuestros principios universales y en nuestra
comprensión de la República como el espacio de todos.
Nuestro objetivo, al adherir a los consensos existentes,
tiene su sustento en uno de los objetivos claves que promueve la masonería en
su concepción republicana: la inclusión de todos quienes viven en el
territorio y el respeto a la diversidad, como una de las expresiones
fundamentales de la convivencia humana que le da un sentido integrador a la
sociedad.
En ese contexto,
aspiramos a que esos esfuerzos se plasmen en reconocimientos efectivos,
empezando por las modificaciones necesarias a nivel constitucional, legal y
administrativo, que establezcan una relación del Estado de Chile con los
Pueblos Originarios, en particular con el Pueblo Mapuche, congruente con un necesario
proceso de integración, imperativo para el logro de la armonía social y
coherente con los distintos principios y valores recogidos en instrumentos y
acuerdos internacionales, como los consagrados en la Declaración de los
Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU, entre otras convenciones
complementarias.
Ese reconocimiento
debe considerar, sin duda, la pre-existencia de los Pueblos Indígenas que han
habitado los territorios actuales de la República, y por
tanto, su derecho a fortalecer y desarrollar sus legítimas historias, sus
identidades, sus culturas y su institucionalidad tradicional, donde debe establecerse
la protección del Estado de todos esos elementos, para asegurar la preservación
del patrimonio cultural, material e inmaterial, la herencia lingüística, y todo
aquello que garantice la igualdad y la no discriminación.
Para tales
propósitos debe reconocerse que Chile es un país conformado por pueblos y
culturas diferentes, que actúan sobre la base del valor de sus tradiciones y
sus identidades, y que, al establecerse el reconocimiento constitucional,
genera los espacios adecuados dentro del Estado para que ellos puedan promover
sus legítimos intereses en el marco del imperio del derecho.
En ese contexto,
la existencia de un Consejo de Pueblos, con capacidad de representación e
interlocución, es fundamental para expresar, a través de una sola voz, los
derechos y aspiraciones de las comunidades, superando la dispersión y la
atomización que han sido particularmente negativas para el interés de los
pueblos originarios. Tal Consejo de Pueblos debe ser electo por las
comunidades, a través de elecciones democráticas que garanticen la más plena y
fidedigna representación.
Nos parece
fundamental, en esa perspectiva, dado la fortaleza de los consensos, que haya
una agilización en los proyectos de ley, en análisis en las instancias
gubernamentales y legislativas, y que las indicaciones sean acotadas, a fin de
no dilatar excesivamente los procesos que permitan generar un avance político
decisivo para establecer la igualdad y la justicia, y asegurar la convivencia
pacífica y el diálogo fructífero en la diversidad, que debe expresar nuestra
República de un modo enriquecedor.
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