miércoles, 1 de mayo de 2024

Una historia distintiva: la Logia Humboldt de Osorno


El sábado recién pasado, en la ciudad de Osorno, tuvo lugar el aniversario de la Logia Humboldt N°114, recordando el 15 de junio de 1963, cuando se levantaron sus columnas para gloria del Gran Arquitecto del Universo y a los más altos principios de la Francmasonería Universal.

Su origen se encuentra en la determinación fraternal de las Logias de Osorno de la época – Evolución y Reflexión – de crear un espacio de reconocimiento a los muchos masones de origen alemán, que habían contribuido de manera determinante al desarrollo de la Masonería entre Valdivia y Puerto Montt.

La Logia Humboldt comienza y desarrolla su obra constructora en una tradición de alcurnia masónica, bajo la impronta de un Rito que representa una magnífica tradición, en la sencillez de sus rituales, y en la profundidad iniciática que entrega la adhesión más acendrada en los orígenes masónicos.

No se originó esta Logia en la historicidad de sus tres hermanas en el Rito de Schröeder. En efecto, las Logias Drei Ringer de Santiago, Lessing de Viña del Mar y Goethe de Concepción, fueron fundadas bajo la dependencia de la Masonería alemana en el siglo 19. Ellas recibieron la Luz de la Masonería Alemana, cuando el nacismo obligó a cerrar los templos masónicos y persiguió a los masones de ese país.

Cuidada la Luz de la Masonería Alemana bajo la protección de la Gran Logia de Chile, cuando nuevamente volvieron la Logias al territorio alemán, la Gran Logia de Alemania aconsejó a esas tres Logias acogerse a la obediencia de la Gran Logia de Chile, como reconocimiento a su fraternal hospitalidad.

Así, esas tres Logias pasaron a ser parte de la Gran Logia de Chile, recibiendo sus números de matrícula actualmente vigentes.

Sin vinculación con esos hechos, la Logia Humboldt tiene su origen en un proceso de reconocimiento a las tradiciones alemanas del sur de Chile, aún vivas del periodo de colonización, recogiendo los relictos de la cultura alemana. Así, concurren a su fundación masones con apellidos que evocaban la colonización alemana del siglo 19: Fuchslocher, Hott, Keim, Neumann, Schoenherr, Kyling, Morawitz, Koch, etc.

Transcurridos sesenta años de labor masónica incontestable, la Logia Humboldt sigue expresando de manera viva sus orígenes, cumpliendo la tarea que diseñaron sus fundadores, acrecentando las páginas de la Gran Logia de Chile, plenas de diversidad y de un trabajo permanente para trabajar siempre por una Humanidad mejor.

 

Elogio al Querido Hermano Rodrigo Pica en sus exequias

 

Vengo a esta última despedida al Querido Hermano Rodrigo Pica, a expresar a nombre de la Gran Logia de Chile, órgano superior de la Masonería chilena que está unida indisolublemente al desarrollo de la República, nuestro profundo pesar y consternación ante la repentina partida de un miembro de la Orden, que encarnó en su actuar público las mejores virtudes masónicas.

No era Rodrigo Pica un veterano del proceso de la Iniciación, sino un actor vivo de la esperanza y el futuro. Pero en sus años de Aprendiz, Compañero y Maestro, fue capaz de aquilatar las enseñanzas del proceso de la Iniciación, para encarnar en su forma de actuar aquello que recibió del convivir logial, como una responsabilidad que había que cumplir en la cotidianidad de la vida y del actuar civil.

Tal vez estaba en su naturaleza y en su temperamento, y la Masonería solo le permitió patentizarlo. Tal vez en la Orden encontró los estímulos para reafirmar sus convicciones y su carácter de hombre de bien.

Lo cierto es que adhirió a nuestra Orden con fidelidad a sus principios y doctrinas morales, que el masón debe poner en práctica en la civitas y sus espacios de convivencia y de realización de lo humano. Al hacerlo, pronto se transformó en un modelo de hombre público, que, ante su repentina partida, los sentimientos y reflexiones de muchos han aflorado para llenarlo de elogio y reconocimiento.

Conocí personalmente al Querido Hermano Rodrigo Pica cuando ya era un Maestro Masón, y su fama de hombre culto, tolerante, dialogante, librepensador y exponente del Derecho republicano, estaba asentado en distintos espacios.

Mi recuerdo de su trascendencia humana siempre me lo presentará con su sonrisa y su forma respetuosa de aproximarse a cualquier interlocutor, incluso del más airado. Sus palabras en todo momento de relevancia, incluso en los más modestos, siempre abundaban con vocablos que él resaltaba: Justicia, Derecho, solidaridad, responsabilidad social, libertad, respeto, tolerancia, pluralismo, equidad,

En su comprensión estaba siempre la idea de que, en cualquier sociedad, la condición humana solo llega a realizarse en la vivencia misma en la sociedad, en el ejercicio de la razón, donde lo argumentativo es la base de toda construcción racional. La idea aristotélica de que para ser un buen ser humano es necesario ser un buen ciudadano, recurrió en una de las conversaciones que pudimos tener, producto de los tiempos que hemos vivido como República en el último lustro.

Cuando nos reunimos a conversar sobre los desafíos de Chile, luego de emparar el pan en aceite de oliva que vaciaba sobre el platillo, mientras esperábamos el servicio del menú, comenzaba una reflexión siempre seductora en torno a las ideas que jugueteaban en su mente, y que adornaba con la elegante expresión de sus convicciones.

"Gran Maestro, estoy a su disposición", me decía, cuando lo convocaba para conocer sus ideas sobre los debates de nuestro atribulado Chile. ¿Cómo ayudar a que primara el diálogo? ¿Cómo inspirar debates sobre lo realmente relevante, desterrando el ambiente de guerrillas o montoneras? La respuesta de Rodrigo era simple: aceptando nuestra diversidad, imponiendo tolerancia, poniendo en valor lo fundamental de la República.

A mediados de 2021 le pedí que fuera parte de una Comisión Asesora que fuera capaz de reunir ideas para aportar a los debates que se producirían dentro de la Convención Constitucional, en el primer intento de tener una nueva Constitución para la República. Ideas que no tenían un propósito político partidista, sino que fueran capaces de definir los fundamentos y principios que debían inspirar el nuevo texto constitucional.

Ciertamente dejó en claro que nada podía aportar desde su condición de Ministro del Tribunal Constitucional, pero que estaba disponible para aportar desde sus convicciones del Derecho y de la Justicia.

Trabajó con gran entusiasmo colaborando en un trabajo de realización vespertina, que un grupo de grandes e ilustrados masones, que se tradujeron en un conjunto de documentos que hicimos llegar a los órganos pertinentes de la Convención Constitucional.

Previamente, en el verano de 2021, a través del canal de YouTube de la Gran Logia, realizamos diversos debates públicos telemáticos, bajo la denominación de Debates en Occidente, para aportar ideas sobre lo que parecían los temas más complejos a discutir. Fue la única vez que permitió entregar su opinión como Ministro del Tribunal Constitucional. Era un debate en que participó también la Ministra de la Corte Suprema Ángela Vivanco, y donde el tema central fue “Justicia, Tribunal y Primacía Constitucional”.

Su argumentación erudita y reflexiva nos deja

El control de la constitucionalidad de la ley fue su preocupación en esa oportunidad, poniendo como argumento poderoso la experiencia de la Alemania con el advenimiento del nazismo, donde determinadas leyes, si hubiesen sido sometidas a un Tribunal Constitucional, habrían cambiado tal vez la historia humana, evitando una de las peores tragedias de la Humanidad.

Hace algunas semanas nos reunimos a almorzar y a conversar sobre el nuevo proceso constitucional. Llegó con su sonrisa acostumbrada, vació aceite de oliva en el platillo y empapó el pan, y expuso tres ideas muy relevantes que creía que debían ser motivo de análisis, preponderantes para construir los fundamentos de una Nueva Constitución.

Son ideas que asombran por su sentido común dentro del constitucionalismo moderno y en el estudio comparado, pero que tal vez no haya madurez y sentido de futuro, para verlos plasmados en un nuevo texto constitucional, donde lo recurrente tiende a sedimentarse con mayor opción, cuando se desconocen los aportes de la diversidad bien argumentada.

Es una enorme pérdida fraternal esta partida, no solo para quien habla y para la Orden, sino también para la historia y el futuro de nuestro país. Ciertamente, es una perdida incalculable para su familia, para la que pedimos al Gran Arquitecto del Universo, que la cobije y le entregue consuelo ante lo irreparable.

Querido Hermano Rodrigo: tu recuerdo nos iluminará con tus ideas y tu calidad de masón, y tu sonrisa será la imagen que nos traerá a la memoria tus formas físicas. Te vas con nuestro elogio y nuestro cariño fraternal.

 


140° aniversario de la Respetable Logia Paz y Concordia N°13

 













Sean mis primeras palabras para expresar la enorme satisfacción de representar a la Gran Logia de Chile, en esta jornada en que hacemos un reconocimiento a la magnífica historia y el presente de la Logia Paz y Concordia N°13, madre de la Masonería en Concepción, al cumplir 140 años de existencia.

Quisiera, en primer lugar, recordar con cariño y agradecimiento, la labor comprometida de los hermanos fundadores de la Logia Paz y Concordia, cuya decisión y perseverancia permitió la instalación definitiva de esta Logia cuya acción bienhechora se proyectó, fecunda, no solo para bien de la comunidad de Concepción sino también del resto de la región.

Poniendo la historia en nuestro foco, nos preguntamos ¿qué fuerza, qué inspiración magnífica tenían aquellos hermanos que fueron capaces de hacer estas maravillas que hoy nos enorgullecen? ¿Qué sentimientos llenaban sus corazones para visualizar los problemas que vivía la provincia y para imaginar la hermosa realidad que fueron capaces de construir para bien de esta hermosa comunidad?

Y no podemos olvidar que su gesta emancipadora la iniciaron cuando había hostilidad hacia el librepensamiento, cuando las ideas libertarias eran consideradas, erróneamente, enemigas de la espiritualidad y de los sentimientos religiosos.

En este ambiente, no puede extrañar que el hermano que liderara el renacer de la Masonería penquista fuese Enrique Pastor López, el mismo que en 1856 había traído la luz masónica a estas tierras al fundar la pionera Logia Estrella del Sur. Pastor López fue un masón de personalidad admirable, de gran fortaleza y fuertes convicciones. No había vacilado en solicitar la nacionalidad chilena cuando nuestro país fue atacado por España, su patria de origen, en 1866. 

Siendo gobernador del departamento de Coelemu, en 1872, en un gesto de dignidad que le enaltece, renunció a su cargo, en protesta por la orden gubernamental que le obligó a devolver la administración del cementerio local a la iglesia, inspirado en la convicción laica que a nadie podía negársele sepultura argumentando ideas religiosas distintas.

A Enrique Pastor López le acompañaron, en 1883, hermanos que son recordados cada año en la Logia Paz y Concordia, pues la empresa que emprendieron - al crear este Taller masónico - es motivo de orgullo para todos nosotros y sus nombres resplandecen en la historia de Concepción.

 Por nombrar solo a uno, quisiera recordar al Querido Hermano Enrique Burke Hamilton, quien tuvo la responsabilidad de dirigir al nuevo taller en sus primeras semanas de existencia.

Este hermano de origen irlandés, se había desempeñado como cirujano al servicio de Chile, formando parte del Ejército de Operaciones de la Alta Frontera e investido, en 1863, del título de cirujano de la guarnición de Los Ángeles, encargado de la inspección de los hospitales de las plazas de Angol, Mulchén y Lebu. Por largos años residió en Los Ángeles, hasta que trasladó su domicilió a Concepción. Tenía 60 años cuando presidió la nueva Logia Paz y Concordia, misma época en que formaba parte del directorio de la Sociedad de Agricultura del Sur.

Hombres como ellos, comprometidos con la comunidad en que vivían y trabajando por el progreso de la Humanidad, eran también aquellos hermanos que concurrieron con sus luces y su esfuerzo a levantar las sólidas columnas del Taller cuyos 140 años de existencia celebramos.

Para la Masonería, el ejercicio de la caridad es la mejor escuela para formar personas bondadosas, interesadas en su prójimo y convencidas de que el amor que se prodiga a otros se convierte en atmósfera de buenos sentimientos que va contagiando a los demás con amor fraternal.

Así lo entendieron, también, los hermanos fundadores, como bien lo recordaba esta Logia, en 2018, señalando que, a poco de fundarse, Paz y Concordia creó talleres para mujeres, ayudó a familias desamparadas, colaboró con la Escuela Hogar de Concepción, brindó ayuda a las viudas del personal naval fallecido en actos de servicio, proporcionó apoyo a personas privadas de visión, ayudó a los enfermos del Hospital San Juan de Dios y contribuyó a los policlínicos para pobres. Hizo campaña para erradicar los malsanos conventillos y organizó colonias escolares, además de desarrollar programas de higiene y salubridad en colegios y sociedades de obreros, cuando la epidemia de cólera llegó a Concepción, en 1895.

Así entendían la Masonería. Eran mente y corazón, pensamiento y acción generosa, que se volcaba a la comunidad para ir en ayuda de los estratos sociales más abandonados y necesitados del gesto filantrópico de los masones.

Pero nuestros hermanos iban más allá y, apenas transcurrido un año de la fundación del Taller, varios de ellos participaron en la creación de la Sociedad Liceo de Niñas de Concepción, interesados en darle acceso a la mujer a una educación secundaria que le proporcionase una formación laica, capaz de hacerla comprender la naturaleza y su realidad.

Desde 1877, cuando se promulgó el decreto Amunátegui que reconoció el derecho de las mujeres a rendir exámenes para optar a carreras universitarias, los masones comprendieron que podrían colaborar en esta obra de justicia apoyando el establecimiento de liceos como el que se fundó en Concepción en 1884, así como lo habían hecho los hermanos de Copiapó y Valparaíso unos años antes.

Podemos pensar que este proyecto de la Logia Paz y Concordia, contó con el empuje entusiasta del Querido Hermano Abilio Arancibia Paz, quien se había desempeñado como profesor en el Liceo de Copiapó, rector del Liceo de Concepción entre 1881 y 1888 y uno de los fundadores de  la Logia, que también tuvo el derecho a ser su Venerable Maestro.

La preocupación de los hermanos de la Logia Paz y Concordia por la educación se hizo presente, nuevamente, en 1901, cuando desde el Taller surgió la idea de impulsar la educación primaria obligatoria, esfuerzo que, como sabemos, solo se haría realidad por ley de la república promulgada casi veinte años más tarde.

Y no solo había una preocupación por la emancipación de las inteligencias de los niños en edad escolar. También hubo una activa participación logial en la ayuda económica que pudieran necesitar, lo que se convirtió en acción al ser creada la Sociedad Protectora de la Infancia. 

Avanzando las primeras décadas del siglo 20, la Logia Paz y Concordia abrazó como propia la idea de crear una universidad para Concepción.

En la vicepresidencia del Comité Pro Universidad y Hospital Clínico, en marzo de 1917, se ubicó el Querido Hermano Virginio Gómez González, iniciado en este Taller en 1901, quien, por ese entonces, siendo director del Hospital de Concepción, se convirtió en el principal promotor del proyecto. 

Y recordemos que cuando los hermanos de ese entonces bregaban por tener una universidad en la ciudad, anhelaban una casa de estudios superiores que estuviese comprometida con el desarrollo de la provincia, pues solo así se lograría contar con una institución que fuese un medio que prodigara generoso impulso al desarrollo de la región y de todo el sur de Chile.

El sueño se hizo realidad y hoy día la Masonería penquista puede enorgullecerse de haber trabajado con generosidad para hacer realidad el sueño inicial que permite contar hoy día con la más que centenaria Universidad de Concepción, de tanto prestigio nacional e internacional.

Finalmente, quisiera recordar que en 1954 surgió en esta Logia la idea que dio origen a la actual Corporación Educacional Masónica de Concepción.

Si ninguna otra obra hubiese hecho la Logia Paz y Concordia a lo largo de su existencia, la creación de esta corporación, en la que actualmente participa unida la Masonería jurisdiccional, sería suficiente para reconocer su aporte significativo a la comunidad.

Este proyecto es un ejemplo digno de imitar. La Masonería de Concepción ha sabido impulsar un proyecto educativo con énfasis en la formación integral de sus alumnos, inspirados en el laicismo, que respeta todas las creencias, pero sin imponer ninguna.

Gracias al proyecto educacional de la COEMCO, a la idea visionaria que propusiera hace casi 70 años el Querido Hermano Idelfonso Garretón Unda y al apoyo que, de inmediato, brindó la Logia Paz y Concordia, Concepción y sus comunas vecinas pueden expresar su satisfacción de contar con establecimientos educacionales que promueven los valores humanistas, la excelencia de sus proyectos educativos y la libertad de espíritu.

El trabajo desarrollado por estos hermanos, en estos 140 años de actividad logial, constituye un ejemplo para la Masonería chilena.

Concluyo mis palabras, comentando al distinguido auditorio que me escucha, que la Masonería no tiene otro propósito que formar buenas personas y mejores ciudadanos.

Nuestro quehacer se funda en aportar a la felicidad de los seres humanos, fomentando la paz y la resolución de los conflictos mediante el diálogo. Difundimos la tolerancia, como único instrumento que permite la conversación respetuosa y el desarrollo de las capacidades para entender y justipreciar las ideas ajenas.

Estimulamos la caridad, no con la idea de la de limosna, sino con la intención clara de considerar al postergado o al descaminado, como un legítimo otro que merece nuestro apoyo y solidaridad para que se levante y exalte su dignidad humana.

Consideramos la libertad de conciencia y el derecho a la libertad de pensamiento como la base de toda autonomía personal y autodeterminación individual. Convocamos a la fraternidad humana, como la base de todas las virtudes que hacen posible el reconocernos como parte de la misma aventura de la vida.

Esa labor docente, formativa, perseverante, es la que caracteriza la labor de una Logia masónica, y es la que está presente en el relato permanente de la Logia que homenajeamos, que quiso poner la paz y la concordia como un propósito moral entre los hombres de bien.

Para quien habla en representación de la Gran Logia de Chile es motivo de honda satisfacción apreciar el reconocimiento que la madre de la Masonería penquista ha conquistado en estos 140 años, motivo por el cual extiendo mis felicitaciones a cada uno de sus integrantes.


Homenaje a Heriberto Pérez

 

Para quien habla, quien encabeza la Gran Logia de Chile, organización ética de alcance nacional, que reúne a masones congregados desde Arica a Punta Arenas, quienes trabajan en logia para ser buenas personas, buenos ciudadanos, esforzándose para poner el sello de la virtud en sus conductas y actitudes, esta ceremonia tiene dos causas para dejarnos plenos de orgullo y sencilla comprobación de haber contribuido a plasmar en dos hombres la manifestación tangible de nuestros altos propósitos humanitarios.

Digo dos, porque no puedo pasar por alto, el que este Hospital público, que presta asistencia de salud a miles de viñamarinos y pacientes de la provincia, lleve el nombre de un masón que dejó una profunda huella a través de su quehacer sanitario, de su comprensión ética medica y su compromiso con la Humanidad: Gustavo Fricke Schenke.

Iniciado en la Logia Progreso N°4, de Valparaíso, en 1923, allí obtuvo sus tres Grados Simbólicos. Luego, se afilió a una logia viñamarina, Abnegación N°48.

En la Asamblea que la Gran Logia de Chile celebrada en septiembre de 1936, dedicada a estudiar lo que se dio en llamar “El problema del niño”, el QH Fricke expuso sobre “El problema del niño bajo el punto de vista político-económico y social”, en el que solicitó la presencia del Estado para coordinar las muchas gestiones que hacía la iniciativa privada al respecto.

Ejerció como Delegado Regional del Gran Maestro para la entonces provincia de Valparaíso, y desempeñó la función de Consejero de la Gran Logia por seis años. Paralelamente fue activo integrante de la Asociación Médica Masónica de Chile (AMEMACH).

Como médico se destacó por su desempeño en la salud pública, en el Hospital Pediátrico San Borja y en el Hospital Arriarán, en Santiago. En Valparaíso, en el Hospital materno-infantil “San Agustín”, posteriormente llamado “Enrique Deformes”, y en el Hospital de Niños y Cunas, de Viña del Mar. 

En 1933, el QH Gustavo Fricke se hizo cargo del Hospital de Viña del Mar, logrando que, en 1940, se aprobara la construcción de un edificio nuevo que reemplazase las precarias instalaciones en que funcionaba hasta entonces. Solo 14 años más tarde se inauguró la nueva infraestructura, que estuvo bajo su dirección hasta 1958, año en que asumió como Director General del Servicio Nacional de Salud, puesto en el que permaneció hasta 1963. 

En el Hospital que merecidamente lleva su nombre, un nuevo motivo de orgullo para nuestra Orden, es venir a rendir homenaje merecido, a una personalidad de la salud pública de esta ciudad y del país. Me refiero al querido Hermano Heriberto Pérez Alarcón.

Fue iniciado en la Logia Amanecer N°71, del valle de Valparaíso, el 23 de noviembre de 1990, misma logia en que obtuvo los tres grados simbólicos. En 2005 se afilió a la Logia Valparaíso N°202, de Valparaíso, donde fue Miembro del Tribunal, Primer Vigilante, es decir instructor masón; y su Venerable Maestro (es decir, presidente de su logia).

Nacido en Talcahuano, obtuvo su título de Médico Cirujano en la sede porteña de la Universidad de Chile, actual Universidad de Valparaíso.

En 1986 y tras el accidente ferroviario de Queronque, Limache, que provocó medio centenar de víctimas, nuestro Hermano Heriberto comprendió la necesidad de contar con un equipo especializado de atención prehospitalaria, que atendiera en terreno a las personas que resultaran lesionadas, considerando que muchas de esas víctimas fallecieron por no tener una atención prehospitalaria.

Sabemos que ello fue una fuerte motivación para llevarlo a recorrer Inglaterra y Francia, a fin de conocer los modelos de atención médica prehospitalaria de ambos países. Fue en la tierra de León Binet, de Charles Le Roy, de Jean Riolan, de Jean Pecquet, donde encontró el modelo en el que se basaría la conformación de la primera experiencia de atención móvil prehospitalaria.

Ello le dio el conocimiento para crear en 1993, el “Servicio de Ayuda Médica Urgente”, SAMU, en Viña del Mar, el primero que se fundó en Chile, siendo un servicio de salud modelar que ha sido instalado en el resto del país y que se ha sido emulado en varios países del continente, tales como Brasil, Colombia y Bolivia, plasmando un relato enaltecedor para la salud pública chilena, aquel que informa que la primera ambulancia del SAMU del Servicio de Salud Viña del Mar Quillota, salió a cumplir su labor de asistencia de salud, tripulada por el primer equipo prehospitalario medicalizado en Chile, constituido por un médico interventor, un conductor, un enfermero y un técnico paramédico, que luego se ha expresado en la inclusión significativa de profesionales mujeres.

Para esa atención en terreno, el doctor Heriberto Pérez dispuso ambulancias identificadas con colores y distintivos especiales, a bordo de las cuales se traslada una unidad médica, con equipamiento y fármacos, convertida en una unidad de cuidados intensivos.

Todos sabemos que los SAMU, es decir, el “Servicio de Ayuda Médica Urgente” se encuentra implementado en casi todos los centros urbanos relevantes del país. Hay distintos estudios que se han hecho sobre su importancia, y distintos servicios lucen en sus espacios web los relatos de fundación de los SAMU locales, y se menciona siempre a que todo partió en Viña del Mar, pero no se menciona a quien desempeño la condición de artífice. Esa ausencia de mención, hace más que necesaria esta ceremonia.

Por ello, consideramos de alta trascendencia este reconocimiento al Dr. Heriberto Pérez, que se hace a un médico de la salud pública, vocación no solo profesional sino también moral, ya que cuando el compromiso con los objetivos de sanar y reducir el dolor y la angustia de los pacientes, se hace desde el hospital o el servicio público, bien sabemos que se trata de un esfuerzo  y una profunda convicción, que requiere muchos esfuerzos, que son muy distintos en medios y retribuciones a lo que ocurre en una clínica donde el objetivo es dar calidad según la capacidad de pago. No lo menciono este como reproche sino como un dato de interés, para entender la abnegación y el compromiso moral con el ejercicio de una profesión que debe servir a todos.

¿Qué hace a un ser humano trascender sino en sus obras de bien, realizadas con inspiración, con lealtad con sus convicciones?

Heriberto Pérez ha trascendido y será siempre un referente, y su obra será leyenda, como lo es Gustavo Fricke. Cada uno en su tiempo y condiciones que determinan el actuar.

Para los masones, la leyenda es fundamental para determinar prototipos morales y conductuales, que permitan ser emulados. Por esa razón venimos a reconocer a nuestro Querido Hermano Heriberto y a condecorarlo frente a tan distinguidas autoridades de la salud pública chilena.


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