Para
quien habla, quien encabeza la Gran Logia de Chile, organización ética de
alcance nacional, que reúne a masones congregados desde Arica a Punta Arenas,
quienes trabajan en logia para ser buenas personas, buenos ciudadanos,
esforzándose para poner el sello de la virtud en sus conductas y actitudes,
esta ceremonia tiene dos causas para dejarnos plenos de orgullo y sencilla
comprobación de haber contribuido a plasmar en dos hombres la manifestación
tangible de nuestros altos propósitos humanitarios.
Digo
dos, porque no puedo pasar por alto, el que este Hospital público, que presta
asistencia de salud a miles de viñamarinos y pacientes de la provincia, lleve
el nombre de un masón que dejó una profunda huella a través de su quehacer
sanitario, de su comprensión ética medica y su compromiso con la Humanidad:
Gustavo Fricke Schenke.
Iniciado
en la Logia Progreso N°4, de Valparaíso, en 1923, allí obtuvo sus tres
Grados Simbólicos. Luego, se afilió a una logia viñamarina, Abnegación N°48.
En
la Asamblea que la Gran Logia de Chile celebrada en septiembre de 1936,
dedicada a estudiar lo que se dio en llamar “El problema del niño”, el QH
Fricke expuso sobre “El problema del niño bajo el punto de vista
político-económico y social”, en el que solicitó la presencia del Estado para
coordinar las muchas gestiones que hacía la iniciativa privada al respecto.
Ejerció
como Delegado Regional del Gran Maestro para la entonces provincia de
Valparaíso, y desempeñó la función de Consejero de la Gran Logia por seis años.
Paralelamente fue activo integrante de la Asociación Médica Masónica de Chile
(AMEMACH).
Como
médico se destacó por su desempeño en la salud pública, en el Hospital
Pediátrico San Borja y en el Hospital Arriarán, en Santiago. En Valparaíso, en
el Hospital materno-infantil “San Agustín”, posteriormente llamado “Enrique
Deformes”, y en el Hospital de Niños y Cunas, de Viña del Mar.
En
1933, el QH Gustavo Fricke se hizo cargo del Hospital de Viña del Mar, logrando
que, en 1940, se aprobara la construcción de un edificio nuevo que reemplazase
las precarias instalaciones en que funcionaba hasta entonces. Solo 14 años más
tarde se inauguró la nueva infraestructura, que estuvo bajo su dirección hasta
1958, año en que asumió como Director General del Servicio Nacional de Salud,
puesto en el que permaneció hasta 1963.
En
el Hospital que merecidamente lleva su nombre, un nuevo motivo de orgullo para
nuestra Orden, es venir a rendir homenaje merecido, a una personalidad de la salud
pública de esta ciudad y del país. Me refiero al querido Hermano Heriberto Pérez Alarcón.
Fue iniciado en la Logia Amanecer N°71, del valle de Valparaíso, el 23 de
noviembre de 1990, misma logia en que obtuvo los tres grados simbólicos. En 2005 se afilió a la Logia Valparaíso N°202, de Valparaíso, donde fue
Miembro del Tribunal, Primer Vigilante, es decir instructor masón; y su Venerable
Maestro (es decir, presidente de su logia).
Nacido en Talcahuano, obtuvo su
título de Médico Cirujano en la sede porteña de la Universidad de Chile, actual
Universidad de Valparaíso.
En
1986 y tras el accidente ferroviario de Queronque, Limache, que provocó medio
centenar de víctimas, nuestro Hermano Heriberto comprendió la necesidad de
contar con un equipo especializado de atención prehospitalaria, que atendiera
en terreno a las personas que resultaran lesionadas, considerando que muchas de
esas víctimas fallecieron por no tener una atención prehospitalaria.
Sabemos que ello fue una fuerte
motivación para llevarlo
a recorrer Inglaterra y Francia, a fin de conocer los modelos de atención
médica prehospitalaria de ambos países. Fue en la tierra de León Binet, de
Charles Le Roy, de Jean Riolan, de Jean Pecquet, donde encontró el modelo en el
que se basaría la conformación de la primera experiencia de atención móvil
prehospitalaria.
Ello le dio el conocimiento para
crear en 1993, el “Servicio de Ayuda Médica Urgente”, SAMU, en Viña del Mar, el
primero que se fundó en Chile, siendo un servicio de salud modelar que ha sido
instalado en el resto del país y que se ha sido emulado en varios países del
continente, tales como
Brasil, Colombia y Bolivia, plasmando un
relato enaltecedor para la salud pública chilena, aquel que informa que la primera
ambulancia del SAMU del Servicio de Salud Viña del Mar Quillota, salió a
cumplir su labor de asistencia de salud, tripulada por el primer equipo
prehospitalario medicalizado en Chile, constituido por un médico interventor,
un conductor, un enfermero y un técnico paramédico, que luego se ha expresado
en la inclusión significativa de profesionales mujeres.
Para esa atención en terreno, el
doctor Heriberto Pérez dispuso ambulancias identificadas con colores y
distintivos especiales, a bordo de las cuales se traslada una unidad médica,
con equipamiento y fármacos, convertida en una unidad de cuidados intensivos.
Todos sabemos que los SAMU, es
decir, el “Servicio de Ayuda Médica Urgente” se encuentra implementado en casi
todos los centros urbanos relevantes del país. Hay distintos estudios que se
han hecho sobre su importancia, y distintos servicios lucen en sus espacios web
los relatos de fundación de los SAMU locales, y se menciona siempre a que todo
partió en Viña del Mar, pero no se menciona a quien desempeño la condición de artífice.
Esa ausencia de mención, hace más que necesaria esta ceremonia.
Por ello, consideramos de alta
trascendencia este reconocimiento al Dr. Heriberto Pérez, que se hace a un
médico de la salud pública, vocación no solo profesional sino también moral, ya
que cuando el compromiso con los objetivos de sanar y reducir el dolor y la
angustia de los pacientes, se hace desde el hospital o el servicio público,
bien sabemos que se trata de un esfuerzo
y una profunda convicción, que requiere muchos esfuerzos, que son muy
distintos en medios y retribuciones a lo que ocurre en una clínica donde el
objetivo es dar calidad según la capacidad de pago. No lo menciono este como
reproche sino como un dato de interés, para entender la abnegación y el compromiso
moral con el ejercicio de una profesión que debe servir a todos.
¿Qué
hace a un ser humano trascender sino en sus obras de bien, realizadas con
inspiración, con lealtad con sus convicciones?
Heriberto
Pérez ha trascendido y será siempre un referente, y su obra será leyenda, como
lo es Gustavo Fricke. Cada uno en su tiempo y condiciones que determinan el
actuar.
Para
los masones, la leyenda es fundamental para determinar prototipos morales y
conductuales, que permitan ser emulados. Por esa razón venimos a reconocer a
nuestro Querido Hermano Heriberto y a condecorarlo frente a tan distinguidas
autoridades de la salud pública chilena.
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