jueves, 20 de agosto de 2009

LAS OSCURAS SEÑALES DE CHAVEZ Y URIBE

La pretérita Gran Colombia se encuentra sometida a una realidad que es dispar con la tendencia democrática que ha mostrado América Latina, en las últimas décadas. En la mayoría de las naciones al sur del Río Grande, se han venido sucediendo gobiernos despersonalizados, que se fundan en la alternancia del poder, tanto en el marco de las personas como en relación a los movimientos o partidos políticos.
Así ha sido en Chile, en Perú, en Argentina, en Uruguay, en México, en Panamá, en Ecuador, en Paraguay, etc. Incluso en Brasil, pese a la reelección de Lula, pero que queda más de claro que se trató de una eventualidad revestida de la más sana constitucionalidad, que no será forzada con subterfugios de tipo alguno, pese a la enorme popularidad del Presidente brasileño.
Contra esa tendencia de real contenido democrático, es posible constatar las similitudes de los presidentes de Colombia y Venezuela en avanzar en sentido contrario, buscando extremar los procedimientos legales para perpetuarse en el poder, al más puro estilo de los arcaicos dictadores u oligarcas de los siglos XIX y XX, que caracterizaron a través del caudillismo y del caciquismo, una forma de burlar toda intención democrática real.
Esta semana el Senado colombiano aprobó la conciliación de un referendo para permitir una nueva reelección de Álvaro Uribe, lo que le abre las posibilidades para un tercer periodo de gobierno. ¿Cuál es su diferencia con Hugo Chávez, con quien ha sostenido tan intensas polémicas? Más allá de las identidades políticas que caracterizan al conservador Uribe y al izquierdista Chávez, la verdad es que ambos sufren el Mal de Porfirio, esa vieja enfermedad de origen decimonónico, que insita a ciertos gobernantes a sentirse insustituibles y signados por una unción mesiánica, que les convence que están llamados a redimir a sus países de los síntomas de la alternancia.
Uribe quiere reelegirse para un nuevo periodo, tal vez con la misma pretensión de su vecino de ser reelecto ad vitam. Para ello cuentan con una clase política obsecuente y coral, que no es capaz de asumir la decencia que los tiempos exigen, respecto de las conductas políticas efectivamente democráticas.
Tanto Uribe como Chávez violentan la convicción democrática de América Latina, y del mundo que cree en una institucionalidad efectiva para resolver los problemas y las alternativas políticas. Lobos de una misma camada, lucen sus pelajes de distinto color, pero en sus fauces se articulan las mismas dentelladas feroces que pretenden devorar la capacidad de los pueblos de avanzar hacia una constitucionalidad realmente basada en principios democráticos.
Esperemos que la madurez de los pueblos de Colombia y Venezuela, sea capaz de volcar los procesos políticos hacia una institucionalidad sólida, superando la pertinacia de estos caudillos de aferrarse al poder, contra toda lógica civilizada

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