lunes, 30 de marzo de 2015

El respeto a los líderes e investiduras



Las sociedades democráticas están determinadas por una exacerbada complejidad. Ese podría ser el mayor defecto que le imputan quienes quieren tener más poder, y es, a la vez, la mayor virtud para quienes no tienen poder. ¿De dónde viene esa complejidad? De su diversidad. Es un hecho que, cuanto más impere la diversidad es una sociedad, más democrático será su sistema político y las conductas políticas de sus ciudadanos y de sus dirigentes.
          En sentido inverso, es la propensión a la uniformidad la que conduce a sociedades autoritarias y a la concentración del poder. Verbigracia, la Humanidad lo ha vivido – no hace mucho - con las experiencias de los regímenes que conformaron el Pacto de Varsovia, con el nazismo y lo estamos viviendo con los fascismos religiosos contemporáneos. América Latina lo ha vivido con los militarismos y las dictaduras de diverso tipo y signo que han caracterizado su historia.
          En su complejidad, la democracia moderna no es un proceso estanco, un sistema político que se consolida y se rigidiza en sus fundamentos. Por el contrario, la evolución y la transformación le son inherentes, y los parámetros que en algún momento han permitido su definición, en otro momento señalarán diferencias que pueden ser hasta sustanciales.
          Es una evidencia que los cambios tecnológicos han sido tremendamente contribuyentes a la democratización, desde la paradigmática Atenas de la Grecia Antigua hasta hoy. Todos los cambios que la democracia ha experimentado como concepto y práctica, han estado de la mano de cambios asociados a la ciencia y a la tecnología. Lo podemos constatar en las décadas recientes con lo que ha significado Internet y las llamadas redes sociales, estas últimas capaces de generar un ejercicio de ciudadanía que no se había vivido hasta ahora, con todas las virtudes y defectos que ello puede tener. Basta ver en las redes sociales y en los comentarios de las noticias de cualquier medio que posee un sitio web.
          Son esos cambios y el ejercicio de la diversidad lo que asusta a quienes tienen poder y a quienes desean que la uniformidad sea una modalidad que ordene la sociedad bajo los parámetros del poder de que disponen. Ello es lo que angustia a quienes fundan su percepción de la sociedad en torno a la estabilidad y el conservadurismo. Por esa razón, surgen manifestaciones conservadoras que desean que el entramado social sea menos complejo y más subordinado.
         Los hay de diversos tipos. Corporaciones que buscan ordenar a los consumidores a través del monopolio y la concentración económica. Organizaciones políticas que se sustentan en proyectos autoritarios y que tratan de regir a las personas incluso en un plano que no les compete: la moral. Movimientos religiosos que buscan la uniformidad de la fe en un plano societario e incluso universal. Personas que temen los alcances de la libertad.
          Es un hecho que, luego del derrumbe de los muros que dividían ideológica y políticamente al mundo en zonas de influencia, en torno a la contradicción de dos superpotencias que no solo representaban modelos distintos de organización política y económica, sino también estructuras militares y de poder tremendamente determinantes y subordinadoras, la realidad internacional experimentó un reordenamiento que sigue en desarrollo.
           En ese contexto, las lecturas religiosas tomaron una importancia inusitada, fruto de la involución de muchas sociedades que se mantuvieron en el autoritarismo, a pesar de los cambios experimentados a nivel internacional. Los procesos vividos, por ejemplo, en los países del norte africano y del oriente medio, son clara expresión de ello. Son países que no recibieron oportunamente el impacto de la democratización que significaba el fin del mundo bipolar, y en medio de sistemas políticos corruptos y antidemocráticos en su estructura, lo que han incubado como alternativa no han sido sistemas de ejercicio alternativo, con efectivas características democratizadores, sino expresiones fascistas de fundamento religioso.
          Es probable que para el lector pueda ser sorpresivo el concepto de “fascismo religioso”, pero creo que no cabe otro término para definir la politización de ciertos movimientos religiosos, fundados en propuestas autoritarias y militaristas, caracterizadas por una verbalización popular en sus contenidos, que se radican en la simpleza de la interpretación de las categorías religiosas aprovechando su alcance social. Los fascismos son simples y concretos, no solo en el lenguaje sino también en el mensaje y sus propuestas.
          Contraria y equidistantemente, la democracia es compleja y evolutivamente multiconceptual. Por lo mismo, es difícil de disciplinar a sus integrantes. Así, donde hoy impera la democracia, observamos que las sociedades modernas han tornado a sus ciudadanos en individuos crecientemente insubordinados y capaces de opinar con entera libertad, hasta con el uso del desacato y el escarnio.
          En consecuencia, las determinaciones políticas están expuestas a la calificación más descarnada; las figuras públicas y las autoridades reciben diariamente los improperios de cualquier tipo. Nadie se salva de la opinión de las personas que ejercen su ciudadanía, y que implacablemente opinan en las redes sociales sobre el comportamiento de las figuras públicas de cualquier tipo. Los medios recogen esa percepción ciudadana y se adaptan a la forma como reaccionan las personas frente a los sucesos de cada día, o frente a los dichos de los protagonistas que actúan en la vida pública.
          Es la democracia real, aunque duela. El mejor de los sistemas políticos. Contra eso reaccionan las personas conservadoras y las mentes autoritarias. Contra ello se rebelan quienes se uniforman con sus atavismos. Contra ello conspiran los oscuros liderazgos que se rebelan contra el pensamiento libre.
          En consecuencia, en la democracia del siglo XXI, no bastan las investiduras para ganar respetabilidad. No basta tener un cargo o haber recibido una responsabilidad de alcance social, para invocar el respeto como manifestación de reconocimiento. Hoy se exige que el ejercicio del cargo o de la responsabilidad recibida esté asociado a una práctica transparente y coherente con los planteamientos que públicamente se transmiten.
          Hoy las personas reaccionan con mucha mayor indiferencia frente a los rangos y las investiduras. De este modo, cualquier personaje público está expuesto a la descarnada crítica y a la reacción implacable de cualquier persona. Hay excesos, por cierto. Pero nadie es asesinado en una sociedad auténticamente democrática por sostener opiniones excesivas. El Estado o las instituciones no pueden convertirse en persecutores de las personas por las opiniones que transmiten. Los ofendidos tienen opción a reivindicarse por la transparencia de sus actos o por la reclamación legal.
          Para las mentes conservadoras o las culturas autoritarias, aquello viene a ser un sufrimiento. Hay líderes de opinión o líderes institucionales que quisieran otro tratamiento, y reaccionan airados cuando sus investiduras son expuestas en las redes o en los medios, bajo el prisma de la crítica o la implacable opinión pública. Es que, en la democracia del siglo XXI, ya no bastan los formalismos, lo que prima es el reconocimiento a la consecuencia dentro de los parámetros de la libertad, la decencia, la coherencia y el respeto a los derechos humanos. Lo que importa es lo que hace un líder y como lo hace, no la majestad o la tradición de su cargo.
          La gran crisis de nuestro tiempo y la contradicción que divide al mundo, sigue siendo determinada por la demanda de libertad. Los riegos para la paz y la convivencia ya no tienen que ver con modelos políticos y económicos absolutos, sino con las reminiscencias culturales y políticas de los autoritarismos de diverso tipo, que se confrontan con el deseo efectivo a vivir en democracia y paz de millones de personas en el mundo, que irrumpen contra apolilladas costumbres ancestrales o contra quienes usan su poder, reivindicando investiduras y ciertos modelos arcaicos, para mantener el statu quo que valida el ejercicio de su poder.
          Asociadas a las prácticas democráticas crecientes y a la expansión de los derechos humanos, millones de personas deben enfrentarse día a día en el mundo a quienes buscan imponer respeto o temor para sus actos discrecionales, por el solo mérito de su investidura o de la tradición de ciertas ideas arcaicas que reclaman cautelar.
          Sin embargo, tras el ejercicio del poder de no pocos de ellos, está el desprecio por la opinión pública, o la práctica de los abusos, o la corrupción, o la ambición desmedida, o la manipulación de los débiles, o la legitimación de ciertas prácticas costumbristas brutales, o la criminalidad y la violencia, por señalar aquellos aspectos más abominables.
          Los peligros para la libertad y los derechos humanos están a la vuelta de la esquina, detrás de cuestionables investiduras, de liderazgos consolidados a través de objetivos autoritarios o caudillistas, o de representantes de ciertas tradiciones fundadas en las creencias de las personas, trastrocadas en propuestas u objetivos políticos con finalidades hegemónicas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

160 años de la Logia "Orden y Libertad" N°3

Entre los agrestes pliegues de una geografía inaudita en sus contradicciones, en un valle con reminiscencias selváticas en los registros vir...