El presente texto es un resumen de diversas
disertaciones efectuadas por el autor, durante el año 2017, en relación a la
conmemoración de la fundación de la Gran Logia de Londres, la noche de San Juan
de 1717, punto de partida de la francmasonería universal.
Durante el año en curso se ha producido
una conmemoración especial para la Humanidad. Hace 300 años fue fundada la Gran
Logia de Londres, primer antecedente
concreto de lo que llamamos Masonería o Francmasonería. En muchas partes del
mundo se ha puesto especial énfasis en conmemorar, el que, el 24 de junio de
1717, según el calendario juliano entonces vigente en ese país, un grupo de
habitantes de Londres concurrieron a dar nacimiento a esa Gran Logia.
Hay autores que hablan que la Masonería
proviene de un antiquísimo origen y se especula con ello. Lo cierto es que aquel episodio fue el fundamente de este
movimiento que ha sido definido como “una escuela de moral, velada por
alegorías e ilustrada por símbolos”
La Humanidad, a partir de ese momento
fundacional, comprobaría con los años que esa institución fue un momento de
inflexión en su transcurrir histórico, porque la Masonería ha sido la causa de
grandes cambios para la civilización humana, no porque tenga un plan para las
sociedades en que el hombre se desarrolla, sino porque, bajo la influencia de
la acción de sus miembros, ha sido una contribución decisiva para construir las
éticas del Humanismo y de la realización humana, sobre la base de una labor
formativa o correctiva de las conciencias de sus miembros, a partir de su relación
simbólica con la Escuadra y el Compás, que asumen la fraternidad como un
propósito fundamente de todo quehacer social de los hombres.
Para entender el momento fundacional de
la Masonería, para explicarse por qué toman esa opción de reconocerse como
Hermanos, los invito a que tratemos de entender el estado social en que se
encontraba Londres en 1717, de lo que era el estado de ánimo de la gente común
y corriente; de lo que eran, seguramente, las percepciones de la sociedad civil
y la sociedad política.
Gran Bretaña venía y sobrevivía en medio
de profundos conflictos entre católicos, presbiterianos y calvinistas. Cada
hecho político manifestaba la confrontación violenta entre los jacobitas católicos
y sus adversarios protestantes, conspirando permanentemente por el poder y la
regencia del trono de Gran Bretaña, desde que el católico rey Jacobo de
Escocia, se había transformado en el soberano también de Inglaterra e Irlanda.
Era una confrontación que dejaba la
huella de la muerte, del despojo, del saqueo, de violaciones de mujeres y
niñas, de carencias de derechos. En esos tiempos no había partidos políticos, tal
como podemos verlos en cualquier escenario de confrontación democrática actual.
Lo que en ese tiempo había eran religiones que determinaban las facciones
políticas.
Las guerras civiles, las decapitaciones
de reyes, las venganzas de los vencedores sobre los derrotados, el odio del
hombre contra el hombre se manifestaba en la práctica políticas de los que
tenían poder, pero quienes pagaban las consecuencias eran las personas comunes
y corrientes, arrastrados como carne de cañón, cuando no como parte del botín
de súbditos de quien se ceñía la Corona.
En ese contexto, lo que proponen los
fundadores de la Masonería es que todos, más allá de sus diferencias, de sus
querellas o sus denominaciones religiosas, fuesen en adelante considerados hermanos
y que se tratasen como hermanos.
En consecuencia, dieron paso a una
organización fraternal, una Hermandad, resolviendo el problema que determinaba
los enconos humanos más insuperables entre los hombres de su tiempo: aquel
derivado del odio religioso.
La fundación de la Gran Logia de Londres
y su significación
La historia dice que las cuatro logias
que llegan a conformar la nueva asociación de logias, provenían de distintos
sectores de Londres, que recibían el nombre de las tabernas en que se reunían:
“El Ganso y la Parrilla”, “La Corona”, “El Manzano” y “La Copa y las Uvas”. Era
costumbre londinense que los miembros de
diversas organizaciones alquilasen alguna sala por algunas horas, como lo hacen
hoy los hoteles de cualquier ciudad con sus salas de eventos.
En realidad, tales nombres de esas
logias merecen dudas, ya que una de las cuatro logias ha sido identificada por
un nombre específico. Su nombre era “Templo de Salomón” y era presidida por un
personaje que será muy importante en la consolidación de la masonería: Jean
Theophile Desagullier. Hay indicios firmes
de que aquellas logias habían sido fundadas para dar vida a la Gran Logia de
Londres, por lo cual, tal vez alguna vez se llegue a confirmar que fue la
fundación de esas logias realmente el inicio de la Masonería en el mundo, y que
lo que junio de 1717, fue solo otro paso más.
Pero lo que es constatable hoy es que, aquellas
cuatro logias, se reunieron la noche de San Juan de 1717, estableciendo el
hecho histórico de la aparición de la Masonería, como una organización
específica y única.
Esta naciente Masonería adoptó algunos usos
o formas propias de los gremios de constructores, que algunos denominan
“masones operativos”.
Sin embargo, lejos de lo que ocurría en
asociaciones gremiales de denominación parecida, esta Gran Logia fue creada con
independencia de la profesión u oficio de sus miembros, y como lo dirán sus
primeras constituciones, con el propósito de servir como centro de unión de
quienes querían practicar la fraternidad humana, más allá de cualquier
consideración.
Ese es un aspecto que diferencia
sustancialmente a las logias masónicas de las denominadas logias operativas.
Concurrieron a ese propósito fundacional
de la Masonería, hombres de distintas actividades de la ciudad: carpinteros,
militares, teólogos y presbíteros, caballeros o gentlemen, científicos de la Real Sociedad para el Avance de la
Ciencia Natural.
Por cierto, nada hay en los acontecimientos
humanos que no devenga de hechos y antecedentes anteriores. Lo mismo aplica a
la Masonería. Sería absurdo considerar que tales hombres no tenían previamente
una referencia de logias, las que existían como parte de los oficios
constructivos. Sería temerario no considerar que hubiese ideas anteriores que
no quisieran tomar para darle un sentido a lo que creaban. Así, recurrieron al
simbolismo de antiguas tradiciones constructivas e hicieron de esa simbología
un sistema velado por alegorías e ilustrado por símbolos.
Sin embargo, claramente, lo que fundaron
aquellos hombres de 1717, era muy distinto a lo que hacían las logias de
oficio. Ellos crearon algo sublime, un ideal de perfeccionamiento, y que da
paso a lo que hoy hacen los masones en cualquier parte del mundo, más allá de
ciertas modalidades o énfasis.
Uno de los grandes eruditos masones de
esta parte del mundo, reconocido en las enciclopedias masónicas en esa
condición, René García Valenzuela, tenía la opinión de que la Masonería era
única, y que, aún compartiendo denominaciones y simbolismos con organizaciones
e instituciones de los siglos anteriores, no descendía de ellas. Para
explicarlo, con genialidad, usó una máxima que tiene valor para explicarlo de
manera concreta. Decía que la Masonería tiene relaciones de afinidad con muchas
escuelas antiguas, pero que no tiene relaciones de consanguinidad. Esto es: no
es hija, ni nieta, ni sobrina, ni nada que la una en sangre con alguna eventual
predecesora.
Siguiendo el modelo establecido por las
4 logias fundadoras de la emergente Gran Logia de Londres, trece años después,
las logias se habían multiplicado a treinta, y cuando ya la Gran Logia de
Londres tenía 21 años, debió cambiar de nombre para expresar su crecimiento, y
optó por denominarse Gran Logia de Inglaterra. Más allá de cualquier
antecedente previo, el crecimiento en torno al concepto de unión fraternal, expresado
en la multiplicación de logias, superó cualquier práctica anterior fundada en
relaciones de otro tipo, por ejemplo, en torno al oficio.
Una de las primeras tareas de la novel
Gran Logia, fue disponerse a preparar sus constituciones, es decir, aquello
sobre lo cual se caracterizaba el propósito de la nueva organización.
Tales Constituciones tuvieron como fundamento
dos aspectos importantes.
La primera parte era una relación de tipo
mítico o un relato que vinculaba a la organización con una antigua tradición,
que se había “dormido” por la incuria de quienes la tenían a cargo, y que
“ahora despertaba” para retomar sus fundamentos. Siguiendo las tradiciones y
probablemente debiendo sortear la observación de los agentes reales en un
tiempo plagado de conspiraciones, se
estableció un relato mítico que daba fundamento a la organización.
Sin embargo, la segunda parte es
determinante, ya que establecía los “cargos” o responsabilidades de sus miembros.
Esta parte, de contenido reglamentario, es lo que funda decisivamente la
Masonería tal como se ha caracterizado históricamente. Allí se indicaba al
masón lo que debía hacer correctamente y lo que tenía que evitar.
Quienes han podido estudiar las influencias
intelectuales en ese proceso fundacional, no dudan en afirmar el rol relevante
que tuvo Jean Théophile Desaguliers, hijo de una familia de
hugonotes emigrada de Francia por razones religiosas, quien estudió en Oxford
filosofía experimental, lo que llamamos hoy física, el que además era pastor
presbiteriano, pero también un destacadísimo miembro de la Real Sociedad y
amigo de uno de sus miembros más trascendentes: Isaac Newton.
Influido por Desaguliers, segundo Gran Maestro de la Gran Logia de Londres,
Anderson, anticuario y genealogista, encargado de redactar la Constitución,
escribirá aquella definición conceptual de enorme trascendencia que es el punto
de partida para todo masón y caracterización de la Masonería Universal:
“Es deber de todo masón obedecer la
ley moral”.
“El masón – decía aquella definición - que entiende bien su arte no será nunca
un ateo estúpido ni un irreligioso libertino”. No estaba diciendo que no
debían ser ateos, sino que no podía un ateo caer en la estupidez de no aceptar
visiones sobre el existir humano que fueran diferentes. También aquella
definición de libertino irreligioso, lo que estaba señalando que la
irreligiosidad no debía estar en los ámbitos de la disipación y del renuncio
moral.
Y luego,
aquella definición completa las tres ideas
anteriormente mencionadas, señalando: “Aunque antiguamente se
obligaba a los masones a pertenecer a la religión del país o nación en que
viviesen, se ha creído ahora más acertado el que acepten la única religión en
la que todos los hombres están de acuerdo, dejándolos en libertad de formar
opinión por sí mismos. Esta religión consiste en ser hombres buenos, veraces,
honrados y honestos”.
Allí está el
verbo que hace la comprensión histórica de la Masonería. Sobre ese predicamento,
el
asentamiento de la Masonería en distintos lugares de Europa y América, trajo
consigo una sucesión de impactos relevantes, que la vinculan con distintos
procesos históricos. Unos más relevantes que otros.
Analizados los eventos que marcaron a la
primera Gran Logia de la Masonería, de lo que hoy se practica como propósito,
doctrina y rito, de lo que entendemos como fundante de la Tradición Masónica,
el suceso de aquel 24 de junio de 1717, abre paso a una práctica que el tiempo
se encargaría de consolidar como los fundamentos de toda logia y de toda
práctica masónica: la Fraternidad y la Tolerancia. Sin ellas, cualquier
organización que se llame “masónica” carece de sentido y recta doctrina; sin su
práctica cualquier conducta apelada como masónica deja de serlo.
El ya mencionado René García Valenzuela,
puso mucho acento en afirmar que la Masonería Chilena era andersoniana, en el
sentido de vindicar las definiciones de 1723, esto es la primera Constitución
masónica, como lo fundacional del asentamiento doctrinario de lo
específicamente masónico.
El desarrollo de los Ritos y las
identidades culturales
Los años siguientes a la fundación de la
Gran Logia de Londres permitieron la formación de logias por toda la Gran
Bretaña, y de manera acelerada, pronto pudo constatarse que ellas se
multiplicaban por Europa.
En 1728 ya existía una Gran Logia de
Francia. Ese mismo año se funda una logia en Madrid, en 1733 surgen logias en
la península itálica, y en 1735 en
Suecia. En 1742, surge la primera logia austriaca. En 1749 se creaba una logia
en Alemania, la Logia de los Tres Globos, madre de las demás que le siguieron. Fue
un proceso aceleradísimo, considerando las condiciones comunicacionales de la
época.
La proposición que desarrolló la Gran
Logia de Londres era organizacionalmente un modelo social abierto, no
dogmático, basado en cualidades humanas reconocidas como moralmente válidas,
alcanzadas en torno a principios y valores desarrollados de un modo conductual,
filosófico o científico, buscando ser un “centro de unión” de hombres que
pensaban distinto.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo en que
surgió la primera discrepancia, cuando algunos manifestaron objeción en la
forma y el fondo de lo que se estaba haciendo como práctica masónica, y
reclamando antiguas tradiciones de influencia teísta. Consecuencia de ello, seis
logias se escindieron y formaron la Gran Logia de los Antiguos y Libres
Aceptados Masones, donde adquiriría gran influencia Laurence Dermontt.
Este irlandés, iniciado en 1741,
Venerable Maestro de una Logia de Dublín, se trasladó a Londres en 1748,
sumándose a la corriente de los “Antiguos”, donde se encargaría de redactar un
nuevo Libro de las Constituciones. El carácter ritual de esta corriente
masónica se asentaría firmemente en las tradiciones operativas, caracterizadas
por el componente religioso, y sus logias serían denominadas con el nombre de
un santo patrono.
Ciertamente, aquella Gran Logia de
Inglaterra, que reclamara inicialmente solo su territorialidad en torno a
Londres, fundada en 1717, que no es la que conoceremos luego como Gran Logia
Unida de Inglaterra, trabajó en dos grados y luego en tres, sobre la base de un
método especulativo de los masones operativos, de influencia calvinista. El
grado de Maestro pareciera que se vio influido por algunas investigaciones
realizadas por la Real Sociedad, y que recogían antiguas tradiciones de las
asociaciones gremiales operativas. Este rito estaba marcado por alcances
morales y simbolismos, en consonancia con los cargos u obligaciones de las
Constituciones.
Sin embargo, paralelamente ocurrían
otros hechos. En Francia, siendo Gran Orador de la Gran Logia de ese país, Andrew
Michael de Ramsay, en 1736, hace un discurso donde plantea - luego de invitar a
los presentes a colaborar en la composición de una Enciclopedia Universal -, un
análisis histórico en que vincula a la Masonería con las órdenes de Caballería,
donde destaca las virtudes y las causas nobles como parte de perfeccionamiento
personal, abriendo un nuevo universo simbólico a la reflexión masónica,
introduciendo la idea de una masonería de perfección.
Ciertamente, su intervención no estaba
ajena a las cuestiones políticas de su condición de escocés exiliado por los
eventos políticos de la Gran Bretaña. Tampoco debemos pasar por alto su
condición de miembro de la Real Sociedad, a la que accediera en 1730. Los
historiadores mencionan a Ramsay como un caballero, es decir, un gentleman, que correspondía al trato
dado con deferencia a aquellos súbditos ingleses que no eran nobles, pero que
eran tratados con distinción por su comportamiento noble, cortés, y su
comportamiento social adecuado a las formas convencionales.
Con sus versados conocimientos, ligó su
propuesta a una reclamada tradición de Maestros Escoceses, herederos de la
antigua caballería templaria. La idea caballeresca irá creciendo en los años
siguientes en la masonería francesa, que comienza a plantearse la existencia de “grados escoceses”
superiores al tercer grado simbólico.
Ese proceso se vería favorecido por el
Conde de Clermont, quien, como Gran Maestro de la Gran Logia de Francia, a
partir de 1743, aprueba la formación de un taller modelo, con el nombre de “San
Juan de Jerusalén”, dando inicio a los grados de perfección superiores al
Tercero. Esto es 7 años después de la afamada intervención de Ramsay.
De este modo, a medida que las logias se
desarrollaban por el escenario europeo, pronto pudo comprobarse que también se
ampliaba el horizonte de ritos con los cuales se desarrollaban los trabajos
masónicos. Ello dio paso a un momento de singular creatividad, y aquello que
estuvo, de un modo importante, presente en la elaboración de la primera
constitución masónica, la necesidad de buscar una conexión con el pasado,
también se hace presente en el deseo vincular a la naciente masonería con
antiguas tradiciones, lo que influye en la elaboración de los nuevos rituales.
De manera importante, la apelación a una herencia antigua pasó a ser parte de
una etapa de gran creatividad, tras el esbozo de una doctrina que muchas veces
fue sometida a reinterpretaciones y reclamaciones tradicionales.
A través del tiempo, y ya hacia finales
del siglo XIX, existiendo al menos cinco o seis ritos de amplio alcance, así
como algunos importantes ritos nacionales, la Masonería en el mundo había
optado mayoritariamente por dos ritos, que son los más determinantes en la
actualidad.
Por un lado, el Rito inglés, con sus múltiples
variables bajo la denominación de “York”
y el Rito de Emulación, ambos con su extensión hacia el Real Arco para la
Maestría. Más que de un rito inglés, deberíamos hablar de una tradición
inglesa, que recoge un sinnúmero de versiones rituales. Este se caracterizó
por recoger una mirada más teísta, es
decir, de más influencia religiosa.
Por otro lado, el Rito Escocés Antiguo y
Aceptado, en sus versiones simbólicas y de Altos Grado. Este rito tendrá una
mirada también bastante discutible desde el punto de vista de la pureza. En
algunos países ha permitido una ligazón con el libre pensamiento, especialmente
en los países latinos, y en consonancia con los aspectos fundamentales
derivados de la herencia andersoniana.
No debemos creer que ello es absoluto,
ya que en Inglaterra, por ejemplo, solo son parte del REAA aquellos que se
declaran católicos. Así, las expresiones del REAA se matizan con las realidades
culturales de los masones de cada país, y según las particulares convicciones que
allí se expresan, sobre todo, a partir de las institutas establecidas por el
convento de Lausanne.
El impacto ético
de la Masonería en la sociedad
El asentamiento de la Masonería en
distintos lugares de Europa y América, trajo consigo una sucesión de impactos
relevantes, que la vinculan con distintos procesos históricos. Unos más
relevantes que otros. De manera importante, los hombres que portaban los
ideales del modernismo, entendido este como un proceso intelectual y material,
determinó la importancia de la ciencia y la oposición a los dogmas de la
tradición cultural y religiosa, fueron caracterizando a la Masonería como la
inspiradora ética de la libertad individual, del libre pensamiento y el
relativismo frente a las iglesias hegemónicas y los dogmatismos que de ello se
deriva.
Aun la Masonería teísta constituyó la
relativización frente a las Iglesias que tuviesen afirmaciones más dogmáticas.
Las tradiciones protestantes que tenían un alcance más secular, fueron capaces
de sintonizar con las proposiciones éticas que la Masonería proponía, y quien
se transformaría en el principal antagonista del desarrollo de la Masonería fue
el Papado.
En menos de veinte años, ante la
proliferación de las logias, la Iglesia Católica condenó a la Masonería, ante
dos peligros que consideró fundamentales: por un lado, las logias tenían un
origen protestante y las consideró un vehículo de penetración de esa fe, y
pronto como una herramienta del judaísmo. No mucho tiempo después, la
consideraría como instrumento del relativismo religioso que imponía la ciencia.
De esta forma, la comprensión civil que
se fue estableciendo respecto de la Masonería, fue, para los más cercanos a las
élites católicas, que aquella era una profesión diabólica, en el sentido de que
profesaban una doctrina contraria a los fundamentos dogmáticos de su iglesia;
en tanto, para los más cercanos al progreso intelectual, la Masonería era una
oportunidad asociativa de convivencia de hombres liberados de los sofismas que
impulsan una fe ciega e incoherente con los avances del conocimiento humano.
El Papado impuso la idea en los siglos
XVIII y XIX de que la Masonería era la abjuración a los fundamentos de la
doctrina religiosa católica, e impuso la excomunión a todo aquel que se
reuniera en logia. Esa postulación papista aún está vigente y es renovada por
cada pontífice romano, desde la primera bula antimasónica In
Eminenti
Apostolatus Specula, emitida en 1738 (21 años después de la fundación de
la Gran Logia de Londres), hasta nuestros días.
Fuera de esas antojadas interpretaciones
y de descalificaciones absurdas, durante los tres siglos de Masonería, ser
masón ha estado estrechamente ligado a la idea de la evolución intelectual, de
la evolución ética y la evolución del conocimiento. No como el factor
precipitante, sino como aquel espacio de reflexión que contribuye a establecer
una ética humana, que asume los cambios en el pensamiento humano, para
sedimentarlos en una ética precisa y concreta, libre de dogmatismos, libre de
los resabios de la cultura, y libre de los determinismos que imponen
determinados intereses humanos.
La Masonería ha sido, y se caracteriza
por ser la manifestación de una asociatividad de hombres libres, que se reúnen
para nutrir la libertad desde un punto de vista humanista, es decir, a partir
del hombre y de lo que este es capaz de construir y hacer por el bien del
hombre, en tanto individuo y en tanto miembro de una comunidad, sea esta local,
regional, nacional, o para la Humanidad toda.
Influencias
históricas
Cuando se
analizan grandes hechos humanos, en los últimos 300 años de la historia humana
generalmente surgen masones o logias, que han dado amparo a las ideas emancipadoras
espirituales y políticas.
Hay procesos que
fueron determinantes para muchos países y pueblos, donde es posible constatar
el aporte progresista de los hombres identificados con la Escuadra y el Compás.
La presencia de
masones se expresa de manera cierta en procesos emancipadores, tales como la
Independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa. Se constata en los
movimientos intelectuales y del pensamiento en el llamado Siglo de las Luces, y
uno de sus hombres más brillantes, Voltaire, se ciñó el mandil de los Obreros
de Paz.
Los hombres que
inspiraron la Independencia americana de España, también trabajaron en Logia,
como muchos de los que condujeron los movimientos contra el antiguo sistema en
las revoluciones europeas en 1848.
El desarrollo de
la ciencia, a partir del siglo 18, siempre ha tenido a destacados masones,
protagonizando su desarrollo, en favor del conocimiento y el descubrimiento de
avances significativos en favor de la Humanidad.
Grandes artistas
e intelectuales han dejado a la sociedad humana su creación y su genio, así
como su compromiso con los principios masónicos.
Políticos
ejemplares por su capacidad de interpretar la voluntad popular y por llevar a
sus pueblos por el camino del progreso y la justicia, de la educación y el
bienestar, fueron masones y reivindicaron su condición de tal.
Médicos señeros
en el combate contra las enfermedades y el dolor humano, han sido miembros de
logias esparcidas por la faz de la tierra.
No hay ninguna
actividad humana en favor de la condición humana, que no haya tenido, en estos
tres siglos, la presencia de un masón o una logia.
Los desafíos del
inmediato futuro
Si miramos la
realidad que hoy muestra la Masonería, vigorosa y extendida por todo el mundo, no
solo existe la certeza de las prácticas y doctrinas. También se manifiestan
algunas cuestiones disonantes dado que hay varios problemas de fondo que no
están resueltos en los tres siglos que han transcurrido en su desarrollo.
Las
organizaciones que dan validez y reconocimiento a la regularidad masónica, un
aspecto que tiene solo 87 años de vigencia, producto de la Declaración de la
Gran Logia de Inglaterra del 4 de septiembre de 1929, sobre Principios Básicos
para el reconocimiento de Grandes Logias, no han sido aún capaces de dar pasos
efectivos hacia la consecución del Universalismo Masónico y superar las discrepancias
producto de las caracterizaciones del siglo 18, es decir, la vieja querella
establecida por aquellos que se autodenominaron “antiguos”.
Sin duda se hace
necesario establecer un diálogo entre las distintas vertientes en que se
expresa la Masonería en el mundo, para superar esos escollos, lo cual implica
que deben abrirse los espacios de encuentro, para superar las diferencias que
nacieron hace 260 años, entre los teístas y deístas.
La Masonería más
que investir de nuevos bríos las querellas sobre la divinidad, y como ella se
expresa en la práctica masónica, debiera ser capaz de acercarse más a los
problemas de la sociedad, ante las crisis de la ética y la pérdida de los
valores humanos en la práctica social.
Sin duda, el
desafío de los tiempos obliga a las Masonería a una lectura común sobre la
Tradición y si ello no es posible, debe
haber un explícito reconocimiento sobre las diferencias insalvables, pero que
ellas, asumidas como algo que no es obstáculo, no pueden obstaculizar las
tareas superiores que competen a las instituciones masónicas. Debe prevalecer un consenso de que, por sobre
todo, los Masones están llamados a ejercer un rol ético en la sociedad, a fin
de construir una moral social que sea libre de dogmas y sofismas, y que por
sobre todo estimule y proyecte hacia la especie humana su sublime mensaje y la
práctica de la fraternidad.
La sociedad nos
presenta múltiples desafíos como hombres libres, que deben asumir la tarea de
construcción humanista. Son desafíos de este tiempo y que nos compelen a una
enunciación rectora hacia la sociedad, libre de dogmas.
Los desafíos
tienen distintas variables: la precarización de los recursos naturales,
especialmente el agua; la irreversibilidad del desastre ecológico, y sus
consecuencias sociales; la prolongación de la vida producto del avance
científico y sus consecuencias en la superación de las enfermedades y en la
causas de la morbilidad humana, lo que genera nuevos derechos y problemáticas; el
debilitamiento del Estado frente al delito y el crimen, producto del
narcotráfico y la corrupción; el problema latente que deviene de los procesos
de acumulación de la riqueza crecientes que están cambiando los escenarios de
la institucionalidad, devenida de las jurisdicciones nacionales actuales y de
lo territorial: concretamente la riqueza
sine patriam ya supera la
riqueza de muchos países del mundo, no paga impuestos y profundiza la
desigualdad y la esclavización de personas en procesos industriales al margen
de derechos laborales universales; la robotización y el impacto de la
inteligencia artificial, en no más de una década, en los procesos de
realización cotidiana y de control y ejecución automatizada de todo lo que
hacemos como especie; las consecuencias de la hiper-urbanidad, con todos los
problemas asociados a los suministros y la perdida de la relación definitiva
con la autoproducción de alimentos y la dependencia excesiva de la
industrialización.
Son temas de
nuestro tiempo que deben ser abordados desde el conocimiento y los valores
virtuosos de la Masonería, y donde sus miembros deben ser los precursores de
una concepción ética, que permita permear las decisiones políticas y las
conductas de las clases dirigentes y la
moral social, en bien del ideal superior de realización del Hombre y de la
Humanidad, a partir del conocimiento y la libertad de conciencia.
Conclusiones
Han pasado 300
años, desde que aquellos cuatro grupos de masones, llegaron a una taberna
londinense para establecer un momento fundacional de insospechadas
consecuencias. Lo que provocaron ha tenido un impacto en gran parte del mundo.
Como
consecuencia de ello la búsqueda del conocimiento tuvo un significativo apoyo
ético, la verdad se materializó en constataciones concretas para el desarrollo
humano, se consolidó una perspectiva de tolerancia moral, y el valor específico
de la diversidad.
Sociedades enteras
recibieron la acción bienhechora de los masones y pudieron acceder a una idea
de progreso que ayudó a establecer la libertad de conciencias y el esclarecimiento
como consecuencia de la evolución del pensamiento. Incluso, las geografías cambiaron
como producto de la superación de un mundo determinado por apreciaciones de
poder fundadas en dogmas.
Y, a pesar de
los logros humanos, la tarea masónica se renueva en los desafíos que competen
al Humanismo. Son desafíos que son abordados en las sociedades, que requieren
de la orientación ética de la Masonería.
Sin duda, la
Masonería llegó para cambiar al hombre individual y la sociedad en que vive y
convive. Inspirada el Altos Ideales, encuentra allí el fundamento de su
solidez, la universalidad de su prestigio, y su capacidad de adaptarse a las
evoluciones sucesivas de la civilización.
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