Hace 500 años, la tradición dice que Lutero clavó sus 95 tesis en las
puertas de la iglesia de Wittenberg, el 31 de octubre de 1517, en las que
condenaba la avaricia y el paganismo de las jerarquías de la Iglesia Católica,
a partir de la venta de la indulgencias. Impresas sus tesis con aquel nuevo
portento tecnológico que era la imprenta, rápidamente se divulgaron estas por
Alemania, entre los pocos que sabían leer. En dos semanas ya había llegado el
texto impreso a todos los conventos y monasterios, y a la nobleza de ese país,
y en dos meses a distintos lugares de Europa.
La imprenta se convertía así en un vehículo que permitía por primera vez
la difusión de manera tan acelerada de un texto, que además contenía una idea
divergente. Así, la tecnología y la discrepancia teológica de Lutero,
convergieron para desatar uno de los procesos históricos más determinantes en
la liberación de las conciencias del mundo occidental.
Ciertamente, Martín Lutero puede ser objeto hoy de distintas visiones
críticas, sobre su personalidad y su pensamiento. Sin embargo, el efecto que
tendrá su discrepancia con las prácticas religiosas sostenidas por el papismo,
desencadenará procesos que cambiaron radicalmente no solo la percepción sobre
el hecho religioso, sino sobre la libertad y la política.
La Reforma que promueve embrionariamente Lutero será un gran salto que ayuda
a sacar a la civilización occidental de la Edad Media. Bajo una nueva
comprensión teológica, se abren las compuertas de la revisión de las ideas
sostenidas por la hegemonía papista, y los centros del pensamiento de ese
tiempo, generalmente institutos religiosos, abren debate sobre aquellas
cuestiones que hasta entonces eran imposibles de revisar o debatir.
Ello traerá distintos cambios políticos y la desobediencia contra la
hegemonía católico-absolutista, lo que ya el Renacimiento estaba proponiendo
simultáneamente, en rechazo al teocentrismo predominante por varios siglos.
Unida al Renacimiento, la Reforma Protestante que parte con las tesis de
Lutero, provocarán un cambio radical en el pensamiento y la espiritualidad
occidental. No fue un proceso fácil. Muchas de las confrontaciones teológicas,
como siempre ocurre, adquirieron una cruenta expresión política, y pronto ocurrieron
luchas de poder que llevaron a la guerra, sembrando de cadáveres los
territorios europeos.
La Reforma, asimismo, adquirió distintas variables teológicas que
aumentaron la complejidad religiosa, pero también política. Los factores de
poder, devenidos de la opción religiosa, donde los religiosos protestantes -
como lo han hecho históricamente los episcopados católicos -, también buscaron
secularmente el poder político para establecer su hegemonía, cuestión que será
determinante en todas las confrontaciones internas o entre naciones, ocurridas
en Europa hasta fines del siglo XVIII.
Sin embargo, en otra perspectiva, la Reforma abrió los espacios para un
gran cambio en el pensamiento. Pensadores protestantes serán los que iluminarán
el progreso europeo, al punto que, así como la paz de Westfalia al término de
la Guerra de los 30 años, establecerán los fundamentos y el derecho a la
libertad de conciencia.
Fueron miembros de la Reforma - hombres como Miguel de Servet; el
anglicano John
Locke; el pietista
Inmanuel Kant; el luterano Friedrich Schelling; Friedrich Hegel, formado
en la elite del seminario protestante de Tubinga; el calvinista Johannes
Althusius, o el hugonote Jean-Jacques Rousseau -, los que enunciaron un nuevo tiempo para
la Humanidad, donde la libertad de conciencia posibilitó el desarrollo de las
libertades políticas, de la ciencia, y los conceptos de igualdad ante el poder
político, defenestrando las constantes del Absolutismo.
Fueron hijos de la Reforma los que concibieron uno de los movimientos
éticos civiles más trascendentes en la promoción de la libertad de conciencia,
la fraternidad, la tolerancia y la filantropía. Hace 300 años, fundaron la
Masonería. Un pastor y anticuario redactaría sus reglamentos, donde señalaba el
valor de “la única religión en la que todos estaban de acuerdo: ser hombres
buenos, veraces, honrados y honestos”.
En las postrimerías de ese periodo, entendido como la era de la
Modernidad, la Independencia de Estados Unidos expresará de un modo sobresaliente
aquello que será definido como Estado laico, es decir, un Estado despojado del
determinismo religioso.
El emergente Estados Unidos expresará el mejor aporte de los protestantes
a la construcción de un Estado, donde la religión debía mantenerse en los
ámbitos de los derechos de conciencia de cada cual, lejos del poder político. Los
Padres Fundadores de EE.UU. no pretendieron mantener al Estado protegido de las
religiones, sino, por el contrario, buscaron proteger a su religión del Estado.
Constatando que las interpretaciones y las variables del protestantismo eran
diversas dentro de las 13 colonias emancipadas de Inglaterra, temieron que una
interpretación religiosa hegemonizara el Estado, afectando a las otras
interpretaciones o corrientes religiosas (cuáqueros, presbiterianos, calvinistas,
puritanos, bautista, metodistas, etc.).
Hombres como Roger Williams, Thomas Jefferson y James Madison, tendrán la
genialidad de equidistar su opción religiosa respecto del poder del Estado, el
cual debía garantizar, en la abstinencia de cualquier opcionalidad religiosa,
la igualdad de trato hacia todas las confesiones, garantizando su derecho a
reunirse y practicar su credo. Esto quedará específicamente señalado en la
Primera Enmienda de la Constitución: “El
Congreso no podrá hacer ninguna ley con respecto al establecimiento de la
religión, ni prohibiendo la libre práctica de la misma; ni limitando la
libertad de expresión, ni de prensa; ni el derecho a la asamblea pacífica de
las personas, ni de solicitar al gobierno una compensación de agravios”.
Hoy, muchos de los grandes aportes de la Reforma a la Humanidad, son
ignorados por corrientes religiosas que se identifican como protestantes, las
que buscan afanosamente el poder político para repetir los propósitos de los
reformistas de la primera etapa, en medio del acoso del papismo. Así, existen nuevas
opciones religiosas que se definen como protestantes, que carecen de la
comprensión y el conocimiento de la historia más brillante del protestantismo,
y se refugian en las exacerbaciones teológicas o en aspiraciones de hegemonía.
Anhelan penetrar en el poder político y ponerlo al servicio de su
interpretación de la fe.
Puestos los 500 años de la Reforma impulsada por Lutero en perspectiva,
es importante que las tradiciones protestantes recuperen la fuerza de su
esplendoroso aporte a la libertad de conciencia y a los derechos del Hombre,
contra las viejas prácticas arcaicas ambiciosamente hegemónicas, que ahora se renuevan bajo denominaciones donde
poco importan las enseñanzas de la historia, y donde la cercanía del poder
político seduce obsesivamente. Lo vemos claramente en el neopentecostalismo que crece en muchos países.
Tal vez sería necesario que esas expresiones recabaran en un
pronunciamiento de la Iglesia Presbiteriana de EE.UU, de 1789 que señalara:
“Los magistrados civiles (autoridades políticas) no deben tomar para sí la
administración de la Palabra y los sacramentos, ni el poder de las Llaves del
Reino de los Cielos, ni se entrometerán en lo más mínimo en asuntos de fe”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.