Vengo ante Uds. ha
sumarme, a nombre de la Masonería Chilena, al homenaje que rinde la comunidad
de Concepción a uno de sus ciudadanos, asumiendo de este modo la representación
de una de las instituciones más antiguas de la Región.
Ella, la
Masonería, probablemente sea la primera institución genuinamente republicana
que emerge, embrionariamente, por estos confines del entonces Reino de Chile,
cuando un joven llegó desde Inglaterra a inicios del siglo XIX, a hacerse cargo
de la heredad de su padre, trayendo los ideales y los principios que le entregó
su mentor, Francisco de Miranda, y construyó los primeros lazos que le
permitieron inspirar una idea de país, bajo el impulso liberador iluminista del
siglo XVIII.
Esa institución –
la Masonería - se hace presente en este tributo, para decir, que ella se funda en
un conjunto de principios, que se construyen a partir de tres pilares
fundamentales: la fraternidad, la tolerancia y la filantropía. Unidos por lazos
de hermandad, los masones solo pueden reconocerse entre ellos en la vivencia y
la práctica de tales vínculos, que aceptan, más allá de la consanguinidad, en
la afirmación de una convicción que los une y los reúne, en el seno de templos
consagrados a la práctica de la tolerancia y al trabajo inclaudicable, en bien
de la condición humana individual y de la Humanidad.
Para esos sublimes
propósitos, las primeras logias surgen historiográficamente, a mediados del
siglo XIX en la entonces provincia de Concepción. Así, en 1856, el comerciante
español, Enrique Pastor López, constituye en instancias la logia “Estrella del
Sur”, bajo los auspicios del Gran Oriente del Perú. Poco tiempo después ella
tomaría el reconocimiento del Gran Oriente de Francia, bajo el nombre de
“Aurora de Chile”, para adoptar definitivamente el nombre de “Fraternidad”, al
concurrir a la fundación de la Gran Logia de Chile, en mayo de 1862.
Destaco esa
denominación logial porque es inseparable respecto de quien hoy es motivo de
este significativo homenaje.
La Masonería la
hacen sus hombres. Algunos en la sencillez de su cotidianidad laboriosa y
desapercibida, otros en el bronce republicano de sus actos y de su legado, sea a
la ciudad, a la región, o al país.
Hoy día estamos
trabajando con el material más noble del tributo, para honrar a un ciudadano de
la República, y lo hacemos a través del reconocimiento de su obrar, junto a los
más significativos exponentes de su comunidad. Es lo que se merecen quienes
constituyen su legado, a través de la excepción. Esto, la excepción, tanto en
lo ciudadano como en lo masónico.
Porque siempre
habrá aquellos que han ido más allá de las cualidades fundamentales que hacen
al masón. No porque lo hayan buscado, no porque lo hayan pretendido, sino
porque sus iguales lo elevan hacia la transmutación más sublime del simbolismo
y las alegorías que adornan el universo masónico: ser ellos mismos un símbolo.
En virtud de lo
expuesto, no vengo, a nombre de la Gran Logia de Chile, a rendir homenaje a la
longevidad maravillosa de un hombre singular. Vengo a rendir homenaje a la
persistencia del masón. A aquel que, con celo reflexivo, con maduro fervor, e
invariable constancia, ha hecho de su existencia una expresión testimonial
irrefutable de un trabajo masónico que ha enriquecido su obrar en nuestros
templos y en la cultura de estos valles, donde la Masonería ha dejado una
huella indeleble, en su educación, en sus industrias, en su habitabilidad, en
su civismo, en su convivencia, en su razón de ser. Vengo a rendir homenaje a
quien en si mismo es un símbolo de lo que significa ser masón.
Nuestro Querido,
Venerable e Ilustre Hermano René Canovas Robles está ligado desde 1948 a una
logia masónica, es decir, desde hace 70 años. Y no solo ello. Desde hace 50
años es miembro honorario de ella, es decir, la mitad de su vida ha sido
calificado miembro de honor de su logia madre, el más alto de los honores que
puede recibir un masón dentro de su proceso iniciático. Toda su vida masónica,
que corresponde al 70 % de su existir como persona, como individuo humano, ha
estado ligado a la Logia “Fraternidad” N° 2, una de las cuatro logias
fundadoras de la Gran Logia de Chile, poder regulador de la Masonería nacional
por más de 156 años.
A ella ingresó
siendo profesor ayudante de castellano, en la Universidad a la que ha estado
ligado por más 74 años.
Así, podemos decir
con justicia y honor, que nuestro homenajeado es el símbolo vivo de aquella
cualidad que une a dos instituciones, estrechamente ligadas por historia y
comunidad de propósitos superiores por casi 100 años: la Universidad de
Concepción y la Masonería.
No solo eso. Hace
ya 65 años, que un nuevo vínculo masónico une a nuestro homenajeado con la obra
modelar en torno a los altares de la fraternidad, la tolerancia y la
filantropía. En 1953, fue exaltado al Grado IV de la Masonería Filosófica del
Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y hace 28 años que fue coronado Soberano Gran
Inspector General del Grado Trigésimo Tercero del Supremo Consejo, el máximo
logro iniciático que un masón de este Rito puede alcanzar, producto de su amor
a la Humanidad y a los altos principios que adornan los propósitos de la
Masonería.
Don René Canovas
Robles, nuestro Querido Hermano, Ilustre y Poderoso en sus logros masónicos, es
patrimonio vivo de la Masonería, es un símbolo vital, tangible e irrefutable,
que ha hecho de la doctrina masónica una forma de vida y un ejemplo, que las
nuevas generaciones de masones de las Logias de Concepción, aquilatan en la
decisión de perseverar en los procesos iniciáticos que pretenden seleccionar
hombres buenos para hacerlos mejores.
Mejores, como René
Canovas Robles, para educar a los jóvenes, en torno a principios éticos
fundamentales. Mejores, como René
Canovas Robles, para perseverar en el bien como un objetivo fundamental de la
existencia humana. Mejores, como René Canovas Robles, para inducir a las nuevas
generaciones hacia el servicio a los demás, opción de vida que permite la
realización humana, lejos del egoísmo, de las desigualdades, de las injusticias
y del abuso.
Querido Hermano
René Canovas Robles, la Masonería te rinde el tributo público que te mereces,
porque nos has prestigiado, y porque demuestras con tu preciado legado docente
y de propósitos de vida, a todos los masones de los valles de la Región, que has
conducido tus pasos con la regularidad del compás.
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