Nos hemos reunido hoy, en este lugar que
recoge parte importante de nuestra historia republicana, para hacer
conmemoración y celebración de uno de los hechos más importantes que nos ha
legado el siglo XX y la historia de la Humanidad: la Declaración Universal de
los Derechos Humanos, proclamada por las Naciones Unidas hace 70 años.
Desde entonces, algo distinto ha ocurrido
en la historia humana, a pesar de muchos episodios contrarios a su propósito, que
se han constatado posteriormente a su enunciación, los que avergüenzan todo
sentido de Humanidad.
Sin embargo, podemos calificar y tipificar
la condición de tales eventos dolorosos, precisamente, porque se ha tenido a la
vista esa Declaración Universal, que fija lo fundante de toda condición humana,
basada en derechos y en disposiciones irrenunciables para el trato a las
personas en todo proceso de convivencia humana.
Porque eso es lo fundamental de aquella
declaración septuagenaria: ser la referencia fundante de toda concepción del
derecho y de toda concepción ética en la convivencia, basada en una perspectiva
de Humanidad, donde debe respetarse el derecho individual y colectivo a la vida
con dignidad por el solo hecho de ser una persona.
En todos los logros
materializados en las convenciones y resoluciones internacionales posteriores,
que han permitido profundizar el alcance de los derechos humanos, se reiteran
aquellos principios básicos que fueron enunciados hace 70 años, tanto por su
universalidad y su tipificación fundacional, como por su interdependencia e
indivisibilidad.
Gracias a ello, todos los
Estados Miembros de las Naciones Unidas han ratificado al menos uno de los
nueve tratados internacionales que se consideran esenciales para la especificación
y aplicación de los derechos humanos, y alrededor del 80 % de los países
han ratificado al menos cuatro de esos tratados, estableciendo obligaciones y
compromisos para sus signatarios, lo que permite constatar, al mismo tiempo,
que hay muchos lugares del mundo donde se siguen violando tales derechos, a
través de prácticas de los Estados o de grupos beligerantes que no trepidan en imponerse a través del abuso,
la violencia y la represión brutal.
Gracias a la Declaración de
1948, cuando se vulneran los derechos humanos, tenemos un parámetro para
calificar, condenar y perseguir internacionalmente, a quienes han incurrido en
violaciones sistemáticas a los derechos fundamentales de las personas y de los grupos
humanos.
Los sistemas jurídicos
internacionales y de muchos países hoy pueden asegurar tales derechos y
penalizar acciones de Estados y personas, gracias a que hace 70 años, un grupo
de naciones refrendó esta declaración universal, a través de la Resolución 217
A (III), el 10 de diciembre de 1948, en París, en que se acogieron los 30
artículos que especificaron los derechos humanos consensuados como
básicos para el respeto a la condición humana.
Aunque no fue ni es un documento que obligue a
los Estados, luego de su enunciación, ha servido de base para la
creación de convenciones internacionales determinantes,
así como para la existencia de pactos internacionales que definen derechos
civiles y políticos, derechos económicos, sociales y culturales, que sí obligan
a su cumplimiento por parte de los Estados suscriptores.
Sin duda, la
Declaración proclamada hace 70 años, ha sido la base para establecer objetivos
que son imprescindibles para tener un mundo mejor, donde la conciencia del
valor de la condición humana, única e irrepetible en su individualidad, sea
asegurada en torno a derechos inalienables.
Considera la
Declaración en su preámbulo, que es esencial que los derechos humanos sean
protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea
compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión;
apelando ante los Estados Miembros respecto de asegurar, en cooperación con la
Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los
derechos y libertades fundamentales del ser humano, e instando a los gobiernos para
trabajar a fin de lograr el respeto universal y efectivo de los derechos
humanos. Lo hace estableciendo que el compromiso surge de los pueblos, a partir
de la Carta de las Naciones Unidas de 1942, firmada en San Francisco.
Ello es lo que
permite proclamar que “toda persona tiene los derechos y libertades proclamados
en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma,
religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o
social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, -
dice -no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o
internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona,
tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo
administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación
de soberanía”.
Los tratadistas
consideran que quedan establecidos a partir de allí, los derechos fundamentales
de carácter personal; los derechos del individuo en relación con la
comunidad; los derechos a la
libertad de pensamiento, de conciencia, de religión y las libertades políticas;
y derechos económicos, sociales y culturales, que establecen que toda
persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure la salud, el
bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la
asistencia médica y el derecho a la educación, señalando que esta última debe
ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y
fundamental, y también debe ser obligatoria.
La Masonería y los
derechos del ser humano
La Masonería Chilena nace
institucionalmente, hace más de siglo y medio, bajo la impronta de la
Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Nuestros padres
fundadores, avecindados en Valparaíso, luego de la Revolución Francesa de 1848,
trajeron esa impronta formidable.
Son ellos los que nos legaron las ideas de
que el hombre tenía derechos inalienables y que el respeto al libre pensamiento
es la base de toda concepción de la libertad humana.
De este modo, a partir de nuestros
orígenes, la condición humana y los derechos fundamentales que de allí emanan,
han estado en el centro de nuestra doctrina. Esto lo pondrá de manifiesto la
Masonería Chilena en todo su quehacer, a través de su historia.
Para la doctrina masónica, es fundamental
construir la ética de la fraternidad, la ética de la tolerancia y la ética de
la filantropía, esta última sostenida en la libertad de conciencia, el
principio de la igualdad y el acceso al conocimiento, para ejercer la
autodeterminación individual, de un modo solidario, sustentado en la convivencia
pacífica y en el respeto a toda persona en su especificidad.
La Masonería
Chilena y su aporte a la idea de los Derechos Humanos.
De este modo, en abril de 1947, la
Masonería de nuestro continente declarará, al fundarse la Confederación
Masónica Interamericana – a instancias de las Grandes Logias de Chile,
Argentina y Uruguay -, los seis ideales y principios que la regirían, siendo
uno de ellos el siguiente: “La
francmasonería reconoce la necesidad de trabajar por la vigencia universal de
los derechos humanos”.
En los años inmediatos a la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, la Masonería chilena comenzó a plantear su
divulgación con creciente fuerza en el seno de la Confederación Masónica
Interamericana, al punto que fue uno de los temas que llevó como propuesta a la
II Conferencia, realizada en México, en 1952.
Producto de la ponencia chilena, la CMI
acordó en esa conferencia, respecto de los derechos contenidos en las
Declaración Universal de 1948, “abrir una
intensa campaña, en todos los talleres (masónicos), para que sean ampliamente
conocidos”, estableciéndose pautas concretas de acción.
Previamente la Masonería chilena había
dado forma a una Comisión de Derechos Humanos, dependiente del Departamento de
Acción Masónica. La presidía el destacado masón, Rafael del Villar Concha, y la
integraban Jacques Ardity, Abraham Corry, Francisco Saval e Israel Drapkin. Su
objetivo fundamental era promover el conocimiento de la Declaración Universal
de 1948, dentro de la Masonería y en la sociedad chilena.
Como consecuencia de la actividad de esa
Comisión, se constituirá el Movimiento por la Libertad y la Defensa de los
Derechos Humanos, integrado por destacados políticos vinculados a la Masonería,
entre los cuales mencionaremos a Santiago Labarca, Marmaduque Grove, Gustavo
Girón y Luis Gálvez, quienes realizaron distintas actividades y conferencias
públicas, que se realizaron en salones de la Universidad de Chile.
Al año siguiente, en 1953, estas
actividades y la labor de la Comisión de Derechos Humanos de la Gran Logia de
Chile, estimularon la creación de la Liga Americana de Derechos Humanos, en una
solemne ceremonia fundacional realizada en el Salón de Honor de la mencionada
Universidad, en cuyo comité directivo quedaron varios destacados miembros de la
Masonería.
El trabajo de Ramón del Villar y su equipo
siguió expresándose a través de un obrar que se concretaba no solo en Chile,
sino también en América Latina. Fruto de ello se formó la “Acción Laica para
América Latina” (ALAS), organización no gubernamental con participación de
masones chilenos, argentinos y uruguayos, que colaboró activamente en la
preparación de la Reunión de Montevideo, efectuada en noviembre de 1954,
organizada por las Naciones Unidas y la Unesco, para estudiar acciones para la
difusión y aplicación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en
América Latina.
Entre los masones chilenos que tuvieron un
desempeño relevante en los preparativos de la Reunión de Montevideo cabe
mencionar a los masones José Oller Vallés y Arturo Lois.
Al mes siguiente, ocurrirá otro evento
particularmente relevante. El 10 de diciembre de 1954, se realizaba en
Santiago, bajo el patrocinio de la Gran Logia de Chile, la fundación de la
Logia “Derechos Humanos” N° 100, con la participación de 82 miembros de la
Masonería Chilena.
Destaco algunos nombres de ese cuadro
fundacional: Exequiel González Madariaga, Rafael del Villar, José Oller, Arturo
Lois, Enrique Silva Cimma, Carlos Gayán, y Ramón Martínez Zaldúa (siendo este
último un masón colombiano, entonces refugiado en Chile).
La realidad de hoy
Mucho ha ocurrido en la historia de la
Humanidad desde que los derechos humanos fundamentales fueron proclamados, y la
vulneración de la condición humana ha sido el sello de muchos procesos
políticos y bélicos.
La violación de los derechos humanos, en
esos procesos, se ha manifestado en las conductas y acciones de quienes ejercen
poder en distintas partes del mundo, lejos de lo esperado como consecuencia del
compromiso establecido por los Estados.
Sin embargo, también debemos tener
presente que la Humanidad ha logrado la constitución de una institucionalidad
internacional que ha permitido que hoy existan tribunales internacionales, para
procesar y condenar a aquellos de cometen crímenes sistemáticos en contra de
personas y pueblos, en abierta trasgresión de los estipulado en 1948.
Asimismo, una parte importante de las
legislaciones de muchos países, se han orientado y se basan en el respeto a los
contenidos de la Declaración Universal. De este modo, los derechos humanos son
parte de la lógica que permite construir derechos que aseguren la dignidad
humana, la vida de las personas y han permitido establecer garantías básicas
que obligan a los Estados.
Desde ese fundamento, hemos venido a este
lugar, al que hemos invitado a muchas u muchos que no son parte de la
institución masónica, para unirnos en voluntad y compromiso – una vez más - en
torno a aquella Declaración Universal, que plantearon sus suscriptores hacen 70
años.
Lo hacemos adhiriendo al principio de
Humanidad sustentado por toda persona de bien, en el respeto a la más absoluta
libertad de conciencia, y con el compromiso inclaudicable de proteger la
cualidad única e irrepetible de la condición individual humana, así como el
valor insustituible de una convivencia basada en el Derecho y en las virtudes
que la hacen posible, a través de la paz y la solidaridad fraternal, que todos
los seres humanos nos debemos.
Tareas que asumir
Estimados invitados y queridos hermanos
presentes:
La
gran tarea en la comprensión de lo humano reside en unir las voluntades de las
mujeres y hombres, con el fin de lograr que los derechos proclamados el 10 de
diciembre de 1948, sean siempre parte de nuestra acción individual cotidiana,
en cada lugar y situación en que haya que considerar que todos los seres
humanos, independientemente de cuestiones de identidad u opción, tienen
derechos, que la ley y la práctica social, deben garantizar y preservar por el
bien de la condición humana individual y de toda la Humanidad.
De la misma forma, cuando las personas
ejercen el poder dentro de las estructuras de los Estados, y en cualquier rol
dentro de las sociedades, deben considerar en sus actos, el respeto irrestricto
de los derechos consagrados por las Naciones Unidas, a través de sus pactos y
convenciones que aseguran tales derechos.
Cuando repasamos la Declaración de 1948, y
constatamos los avances logrados a través de convenciones y pactos
internacionales, que amplían el alcance de la protección de las personas y los
grupos humanos, lo hacemos en la constatación de que aún hay derechos que
consagrar en muchos países y que ellos aún se trasgreden de manera sistemática
en distintos lugares del mundo.
Ante esa comprobación, debemos hacer un
firme compromiso en su tipificación y aplicación bajo cualquier circunstancia,
haciendo afirmación de que los
derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin
distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o
étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos los seres
humanos tenemos los mismos derechos, sin discriminación alguna.
En ese contexto, aún hay muchos desafíos
que abordar y tareas que asumir, en todos los lugares del mundo. Desde el punto
de las tareas pendientes, la construcción y el aseguramiento de la igualdad de
la mujer es parte de la tarea cotidiana de muchas sociedades y países, y en
donde sabemos que hay mucho por hacer.
También debemos preocuparnos del futuro.
Los cambios que produce y que producirá la tecnologización, plantean amenazas a
la condición humana que deberán requerir nuevas convenciones y pactos internacionales,
a fin de asegurar la vida y la felicidad humana, en medio de una propensión
deshumanizadora que generan los mercados y la degradación del medio en que la
vida humana deba desarrollarse.
Desde este lugar, que tan simbólicamente
representa la república, y en conmemoración y celebración de tan importante
hito para la Humanidad, manifestamos nuestro compromiso como chilenos, de
trabajar en todo lugar en que nos corresponda actuar, a través de la reflexión
y la acción, para profundizar los efectos benéficos de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, para que siga irradiando su luz bienhechora sobre las
conciencias de hombres y mujeres, en bien de la condición humana y de todo
principio y práctica de Humanidad.
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