(Saludo a Reunión Blanca de la Logia "Pedro Castelblanco Agüero", del 22 de enero de 2020)
Quiero expresar a todos los presentes, en
primer lugar, el saludo fraterno de la Gran Logia de Chile, entidad que agrupa
a 241 logias masónicas, a lo largo del país, y donde una de ellas es esta Logia
que lleva el nombre de un destacado masón valdiviano, Pedro Castelblanco
Agüero, quien fuera diputado de la República por tres periodos, y que luego,
dirigiera con gran brillo a una de las ramas de la Masonería chilena, por más
de una década.
Se constituyó esta logia con el propósito
de servir de espacio de trabajo fraternal especialmente para quienes deben
trabajar en el Congreso Nacional, considerando las variables que conlleva el
trabajo parlamentario en cuanto a los tiempos y los espacios de trabajo
masónico, pocas veces compatibles.
Así, nació esta logia de parlamentarios
para hacer posible el trabajo fraternal que caracteriza el modo masónico,
tendiente a favorecer el crecimiento ético de sus miembros, en torno a valores
que dicen relación con el humanismo y el desarrollo de una
Como ya se dijo, este templo donde hoy
compartimos, es para los masones un lugar muy especial, dedicado al estudio y
al desarrollo espiritual. Para bien de nuestros caros principios y la más
fructífera convivencia, cultivamos con esmero la tolerancia y la fraternidad,
virtudes indispensables para que una institución como la nuestra, constituida
por personas libres de los más diversos pensamientos y credos permanezca sólida
y vigente.
Nuestra declaración de principios nos
señala que “La Francmasonería es una institución universal, esencialmente
ética, filosófica e iniciática, se funda en el sentimiento de la Fraternidad,
constituyendo el centro de unión para los hombres de espíritu libre de todas
las razas, nacionalidades y credos.”
La masonería ha querido compartir esta
experiencia enriquecedora con Uds., invitándolos a participar de este espacio
de reflexión, para que en un sano ejercicio de intercambio de ideas y opiniones
puedan compartir sus personales convicciones y puedan aprender de las
convicciones de los demás.
Hoy celebramos una Reunión Blanca por la República,
por nuestra república y todo lo que ella significa, donde lo fundamental es que
su objetivo único y final es el bien común. República, en esencia, es el
espacio de participación y construcción social de todos, por todos y para
todos, a partir de la soberanía popular, es decir, es el pueblo, la gente, la
que permite la organización política con fines de interés común, y la
satisfacción de las necesidades que hacen posible y el convivir, con el fin
último de la felicidad, como lo establece la Constitución norteamericana y
todos los esfuerzos de los Padres Fundadores de las repúblicas americanas.
Por eso es que expresamos con nítida
convicción, que la masonería chilena es inseparable de la República. Porque la
masonería es por esencia una institución humanista, es la condición humana en
su integridad, el objeto y sujeto de sus afanes, y por ello estudiamos con vivo
interés la sociedad en todas sus complejidades.
En efecto, la opción republicana de la
emancipación y su reafirmación en el siglo XIX, son inseparables de la
patriótica contribución de destacados masones, expresada en un Estado capaz de
conducir los intereses de toda la sociedad, hacia el bienestar, el
aseguramiento de los derechos y la legalidad,
Hay muchos hitos donde masones, como
expresión de una conciencia fundada en el humanismo, fueron decisivos para su
realización y establecimiento, siempre pensando en la República como un espacio
de inclusión de todos los compatriotas, sin distinción. Así tenemos: la
republicanización del proceso emancipacionista, que nos hizo como país; la
laicización del registro civil y los cementerios; la Ley de Instrucción
Primaria Obligatoria, dictada hace 100 años; las primeras leyes en favor del
trabajador y la protección social, frutos del debate de la llamada “cuestión
social”; el derecho a voto de la mujer; la difusión de los derechos humanos, en
Chile y en América Latina, a partir de su proclamación universal en 1948; y todos
los hitos donde pusimos el interés común sobre la mesa de debates ciudadana.
Es que la Masonería, aboga por un ideal de
República, donde todos los ciudadanos son respetados en su condición humana,
más allá de sus particulares ideas o de su origen social. Este ideal se expresa
en el deseo universal del imperio de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.
Es cierto que, a partir del 18 de octubre
pasado, todos hemos debido enfrentarnos con la incertidumbre, con un país que
ya no nos habla, nos grita, y nuestra obligación, como la vuestra, es oír,
entender y actuar.
Nada será como antes. Pero eso no debe
asustarnos, pues todo cambia y nada es inmutable. Esa es una realidad
permanente, y tal vez lo especial es la velocidad del cambio, pero esto tampoco
es nuevo. Es parte de constatación del tiempo que privilegiadamente nos toca
vivir, producto de la cualidad transformadora humana.
En ese contexto, observamos con esperanza
y compartimos el “Acuerdo por la Paz Social y una Nueva Constitución”,
alcanzado por nuestros dirigentes políticos el 15 de noviembre. Este logro es
para nosotros doblemente esperanzador, por un lado, por su contenido, que pone
de cara al pueblo - popularibus ius iudiciumque - la aprobación de una
nueva Constitución, y por otro, la amplitud del espectro político de los
convocados a dicho acuerdo, que nos recuerda las más recordadas gestas inspiradoras
del patriotismo y de la racionalidad política.
Valoramos enormemente en ello el rol de
los partidos políticos. Mucho se habla de la baja aprobación de los partidos
políticos en la actualidad. Sin embargo, de ellos depende la política, y más
allá de la simpatía social, el rol del político es buscar hacer realidad lo
imposible, para bien de su soberano: el pueblo. El político de verdad no
depende de las encuestas, sino del deber, porque es su deber. Solamente el
trabajo bien hecho es lo que permite el justo salario, y el pueblo siempre
agradece el sacrificio, la abnegación y el deseo de servirlo. Esa es una verdad
republicana por esencia.
Por ello, permítanme hablar sobre los
basamentos morales de la República, que recordamos en la Fraternitas de
septiembre pasado, cuarenta días antes del estallido social. Allí señalamos que
LA REPUBLICA SE FUNDA EN LA LIBERTAD,
porque este es un atributo fundamental de la condición humana. Somos libres
porque somos personas humanas. Dotados de conciencia, cada persona tiene el
derecho a la libertad de decidir en torno a su destino, comprenderse en la vida
y decidir sobre sí mismo.
LA REPÚBLICA SE FUNDA EN LA IGUALDAD porque
todos los individuos nacen iguales en su dignidad por el simple hecho de ser.
Eso implica ver en cada semejante a un igual - un legítimo otro - y, al mismo
tiempo, trabaja por mitigar las diferencias que la vida va dibujando de la mano
del destino o de las injusticias.
LA REPUBLICA SE FUNDA EN LA FRATERNIDAD porque
somos todos, en nuestro origen de la vida y en nuestro destino final, hermanos.
La masonería propone a todos los integrantes de la Patria la búsqueda de un entendimiento
fraterno, lo hacemos para que esta sea la más sublime forma de relacionarnos.
LA REPUBLICA SE FUNDA EN LA TOLERANCIA, no
por la resignada aceptación de las diferencias con los otros, sino por la
constatación de que la diversidad es la esencia de lo humano a partir de la
comprobación de la propia existencia, distinta, única e irrepetible. La
tolerancia es lo que hace posible el diálogo, el pluralismo, constituyéndose en
la condición indispensable para la convivencia de los seres humanos.
LA REPUBLICA SE FUNDA EN EL PATRIOTISMO por
que la Patria es el lugar donde el espíritu de hermandad adorna las conductas
civiles, la patria nos hace libres pero conscientes del deber colectivo de la
comunidad que nos vio nacer, a la cual nos sentimos ligados por destinos y
esfuerzo comunes.
LA REPUBLICA SE FUNDA EN LA CARIDAD, sentimiento
que se sostiene irrenunciablemente en el propósito de amar a los otros como a
uno mismo. Practicar la caridad es un deber que surge del hecho de ser iguales,
es decir, hermanos, lo que nos conmina a valorar y priorizar la condición
humana como un objetivo de todo el actuar de lo humano.
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