miércoles, 25 de marzo de 2020

Para los Masones, Chile debe ser más justo, igualitario y digno



El recién pasado 29 de enero, se realizó en Santiago el VI Convento Masónico Nacional, consecuencia de un debate a lo largo del país, que se realizó desde la segunda quincena de noviembre hasta culminar en la fecha citada. Esto significó más de 960 conventos de base (tres por logias) y 35 conventos jurisdiccionales (agrupaciones geográficas de logias).
La jornada de cierre se realizó en Santiago, con la presencia de 417 delegados provenientes de las jurisdicciones, junto a los integrantes del Consejo de la Gran Logia de Chile y otras autoridades masónicas.
Este convento - convención que se hace de manera cerrada o exclusiva con sus miembros – responde a la necesidad que emana de circunstancias excepcionales, para conocer la opinión de todos los masones, frente a desafíos que presenta el tiempo secular, como lo es en esta ocasión la necesidad de analizar los alcances, consecuencias y perspectivas que surgen ante el estallido social.
La comprobación de que se ha producido un quiebre en el contrato social, establecido en Chile a partir de la recuperación de la democracia, el motivo central del convento apuntó a avizorar un nuevo contrato social para Chile, que recoja los desafíos que ha presentado el estallido social y las aspiraciones de los chilenos, en cuanto a tener un país más justo, más igualitario y donde la meta suprema sea la garantización de la dignidad de las personas, a través de derechos y un nuevo trato desde el poder.
Las conclusiones, que están en proceso de redacción final, luego de aprobados los informes por 9 de cada 10 asistentes, serán entregadas ampliamente a las distintas representaciones, instituciones y organizaciones del país (políticas, gremiales, educacionales, estudiantiles, sindicales, religiosas, éticas, etc.).
De manera general, se asume que la sociedad chilena se encuentra en un estado de crisis, generada por la insatisfacción frente a un modelo que ha afectado a un gran número de chilenos, merced a un Estado débil, que habilita una sociedad de severas diferencias socio-económicas, con trazas de corrupción y abusos reiterados.
Se reconoce que el modelo consolidó como objetivo central el crecimiento de la economía, incentivando el individualismo, el consumo, la depredación y la explotación indiscriminada de recursos naturales, el endeudamiento y consecuente empobrecimiento y precarización de la población, la concentración de la riqueza económica en muy pocos, generando frustración, desconfianza y rabia, así como la desesperanza de la mayoría de los chilenos ante los abusos.
Frente a esa realidad, existe consenso que la solución a esta crisis tiene como componentes lo político y lo social, y en ese contexto se ha valorado el Proceso Constituyente como una solución para avanzar en uno de los aspectos fundamentales para tener un nuevo contrato social: una nueva Constitución, entendiendo que junto a ello hay que construir también una trama de acuerdos en el plano social, que pongan la justicia social y la dignificación como elementos determinantes.
En la primera fase de este proceso, que se expresa en el plebiscito de entrada, el llamado que se hace por lo pronto, es a asumir el deber ciudadano de participar, pero de manera informada. Ello implica que los ciudadanos conozcan lo que está en debate, más allá de la consigna y de la opinión liviana.
La solución para las grandes dificultades que tensionan a nuestro país, producto de las causas que llevaron al estallido social, descansan nuevamente en la democracia, donde los ciudadanos deben recuperar su protagonismo con la fuerza de su voto libre e informado.

(Columna publicada en el Portal de Radio Cooperativa el 31 de enero de 2020)

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