sábado, 21 de septiembre de 2024

Martínez de Rozas y sus ideas libertarias. Día del libre pensamiento 2023

 

Concurrimos este día a poner en valor la Libertad de Pensamiento, derecho humano que tiene para los miembros de nuestra Orden Masónica, un carácter de éthos fundamental para construir una sociedad libre y democrática.

La Masonería se define como una escuela de moral, que promueve una docencia hacia la sociedad, a partir del ejemplo y el uso de arquetipos que constituyen modelos sobre los cuales cimentar las ideas que quiere comunicar a la conciencia ilustrada de las personas que forman parte de nuestra sociedad, y que colaboran en el permanente esfuerzo de progreso moral y material.

En nuestros principios constitucionales está profundamente arraigado el libre pensamiento, como consecuencia de la propia génesis de la Francmasonería en el siglo dieciochesco, y como sustento moral de una sociedad democrática, de un ordenamiento social sustentado en la libertad.

El librepensamiento es una disposición que tiene como propósito crear las condiciones para el ejercicio eficaz de la libertad de conciencia en la realidad social, y para evitar que determinadas verdades establezcan condiciones de hegemonía, coartando de ese modo toda posibilidad de imponer una sola comprensión sobre los procesos que toda sociedad debe enfrentar y que pudieran condicionar la realización humana.

 Las sociedades modernas tienden a ser afectadas por pretensiones de imponer una sola verdad, y con ello ponen en riesgo la libertad y los propios basamentos de la democracia. La doctrina de librepensamiento propende a generar conciencia sobre aspectos que requieren ser vindicados y exaltados a partir del ejercicio de la libertad.

La búsqueda de una sociedad libre en Chile comenzó con el propio proceso de emancipación de la Corona Española. Lo hace ligado a las ideas que promovía la Ilustración del Siglo de las Luces. El término librepensamiento, concebido por la Ilustración, define una actitud filosófica consistente en rechazar todo dogmatismo, de cualquier clase, e invita a confiar en la razón para distinguir lo verdadero de lo falso en un clima de tolerancia. Esa razón deviene esencialmente de construir consensos sobre aspectos esencialmente lógicos, que todos compartimos con un propósito de bien general.

Esa búsqueda está presente en los que protagonizan la determinación independentista de Chile, a inicios del siglo 19. Por eso, al asistir a este acto de valoración del libre pensamiento, no podemos prescindir de la primera figura en promover la libertad de pensar en el sur de Chile y luego en las primeras instituciones republicanas, al inicio de la determinación emancipadora - don Juan Martínez de Rozas -, refulgente figura de la primera época del deseo independentista de los criollos chilenos.

Juan Martínez de Rozas, revestido del título de abogado y con el grado de doctor en cánones y leyes, vino por primera vez a Concepción en el año 1787, como asesor letrado del intendente Ambrosio O’Higgins.

Sus inquietudes intelectuales le habían llevado a interiorizarse de las ideas de los filósofos franceses de la Ilustración, cuyas ideas ayudó a difundir. Cuando, en 1814, se recogieron acusaciones en su contra, vinculándolo a la causa patriota americana, un grupo de religiosos le denunciaría, diciendo:

“Es notorio que, para la seducción, perdición y ruina de la ciudad de Concepción, contribuyó mucho la doctrina impía del Dr. Rozas a una partida de jóvenes de distinción de aquella ciudad, que se juntaba en su casa con el objeto de instruirse y esparcir aquella semilla entre amigos y compañeros”.

Entre aquellos jóvenes que escuchaban con interés las palabras de Martínez de Rozas, se encontraba el Querido Hermano Bernardo O’Higgins, considerado con justicia el Padre de la Patria.

     En 1808, encontraremos a Juan Martínez de Rozas como secretario del gobernador español Francisco García Carrasco, influyendo en el gobernador para que nombrase a una docena de regidores auxiliares en el cabildo de Santiago, hombres de ideas avanzadas, que más tarde fueron fundamentales cuando emergió el primer brote de República: la Patria Vieja.

          A Martínez de Rozas cupo el honor de obtener que el cabildo de Concepción reconociese a la Junta de Gobierno que se instaló en Santiago, en 1810, asumiendo, luego, el papel de vocal de la citada Junta.

          Su biógrafo Diego Barros Arana caracterizó a Juan Martínez de Rozas diciendo:

Rozas fue […] el jefe único y absoluto de la política; perspicaz refinado, pensador profundo, proyectista sistemático, revolucionario emprendedor; él había conseguido hacerse superior a la revolución y dirigirla con energía y firmeza. Con un dominio absoluto de sus pasiones, Rozas sabía amoldar su carácter a las circunstancias difíciles, sin perder nada de su tenacidad. Audaz para concebir, valiente en la ejecución, había podido captarse el apoyo de una gran parte de la sociedad y encabezar un partido influyente y numeroso”.

Sus sueños libertarios le llevaban a imaginar un congreso general que agrupase en confederación a las provincias hispanoamericanas, ideario que fue compartido por otros próceres independentistas, pero que no pudo llevarse a la práctica.  

    Cuando las circunstancias enfrentaron a las provincias de Santiago y Concepción, los tratados de 1812, propuestos a iniciativa de Juan Martínez de Rozas por la Junta Provincial de Concepción, y aceptados por el plenipotenciario de Santiago, Bernardo O’Higgins, buscaron que se fijasen bases liberales para la nueva Constitución que se daría a Chile, territorio que gozaría de cierta independencia ante la Corona y que tendría una organización gubernamental que tendiese al progreso y a la civilización.

          Otro de sus biógrafos resumió la obra que inmortalizó a Juan Martínez de Rozas, cuando dijo:

          “El fue el primero que, en aquel pueblo histórico de Chile, dio el grito de independencia. Él fue, también, el primero que preparó a la juventud penquista para la vida republicana e independiente, y les indicó, con su gesto, con su ademán y sus acciones, el derrotero por donde se camina a la gloria y la libertad. Él fue, en fin, quien, con una elocuencia sin ejemplo, enseñó aquellas doctrinas que debían necesariamente asestarle un golpe de muerte al gran edificio social y político que el gobierno español había levantado en el mundo de Colón”.

La lectura de los pensadores franceses ilustrados había dado a Juan Martínez de Rozas un bagaje cultural tan importante, que su mente se abrió a la comprensión de nuevas concepciones del hombre y de los sistemas de gobierno que, ajenos a las monarquías, ofrecían nuevos caminos para alcanzar la felicidad ya no de los súbditos, sino que de seres humanos libres y dignos.

    Tal como él, otras personas bebieron de esas fuentes filosóficas y paulatinamente nuestro país estableció un régimen de libertades, prohibiendo la esclavitud, permitiendo la circulación de impresos y asegurando la libre discusión de las ideas.

          De a poco, Chile iba generando las condiciones para que se desarrollara el librepensamiento, el método que invita a la búsqueda de la verdad, a través de la reflexión racional y la experiencia.

          Ciertamente no fue fácil, pues para ejercer la libertad de pensar es necesario abandonar prejuicios y dogmas, muchas veces arraigados en nuestras mentes desde la infancia, que nos impulsan a tener por verdades ciertas afirmaciones que no tienen otro asidero que la tradición de un credo.

          El éxito del aquel pensamiento ilustrado, permitió que, con el paso de más de un siglo, la libertad de pensamiento quedara consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1848, al señalar: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.

Dicha definición, será complementada años después, en el ámbito americano, al proclamarse la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, que en su Artículo 13, inciso primero expresa:

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.

Ciertamente, para precursores que soñaron con el imperio de la libertad en nuestro continente – como es el caso de Juan Martínez de Rozas –, aquello viene a ser el mejor de los homenajes.

          Sin embargo, la Humanidad ha avanzado aun más significativamente, puesto que, incluso la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, hoy expresa:El niño tendrá derecho a la libertad de expresión; ese derecho incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de todo tipo, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o impresas, en forma artística o por cualquier otro medio elegido por el niño”.

          Como hemos dicho, el librepensamiento privilegia el uso de la razón para desentrañar los misterios de la vida y de la naturaleza; y se caracteriza por no imponer verdades absolutas que no puedan ser revisadas. Por el contrario, propicia el estudio permanente y la constante revisión de las explicaciones que se tienen por verdaderas, aplicando a ellas métodos que permitan el avance progresivo del conocimiento.

          Gracias al librepensamiento, la Humanidad ha podido desentenderse de interpretaciones dogmáticas, permitiendo que la mente humana se abra a nuevas explicaciones para entender los fenómenos naturales.

          Las bondades de esta forma de entender la construcción de ese ethos son innegables y prueba fehaciente de ello son los adelantos científicos y tecnológicos de que somos testigos día a día.

Pero, bien sabemos, que, como la democracia, la libertad de pensamiento es frágil, y las reversiones pueden ocurrir en cualquier proceso político, a partir de establecer verdades oficiales o verdades hegemónicas.

El librepensador francés Jean Rostand, en 1969, denunciaba que era atentatorio a la libertad de pensamiento la existencia de verdades oficiales propagadas por los medios de comunicación cuya propiedad pertenecía al Estado y la manipulación de las conciencias que podían hacer otros sectores, cuando los medios estaban en manos de un partido, de una secta o de un grupo. Enfrentado a un monopolio en las comunicaciones, “todo el clima político e intelectual del país estará deplorablemente viciado”, afirmaba Rostand.

Para la institución que represento en este homenaje al primer promotor de la conciencia libre de la República, existen formas múltiples de imponer muros a la libertad de pensamiento, y están en las cotidianidades de la democracia. Aquello puede estar radicado en una opción política o en una alternativa religiosa, en una conducta social o en cualquier manifestación de fuerza.

Por eso es que nos hemos propuesto, que, en distintos lugares de concentración de presencia masónica, podamos realizar un Día del Libre Pensamiento, para poner fuerza en que no solo se trata de un Derecho Humano, sino también de un ethos que hace posible la democracia y la libertad.       

       Por lo anterior, en esta jornada en que celebramos el Día del Librepensamiento en esta ciudad de profunda tradición laica, no podemos dejar de destacar los desafíos que nos plantean a los librepensadores la sociedad tecnológica y global en que nos hallamos inmersos.

Si antes el enemigo de la libertad fue predominantemente el pensamiento dogmático religioso, hoy lo es la falta de rigor con que un usuario desprevenido y sin rigor analítico acepta y difunde las noticias falsas, muchas de ellas elaboradas para conducir nuestras conciencias hacia determinadas ideologías, para desacreditar a la ciencia o, simplemente, como diversión perversa de ociosos o malintencionados.

Es por esta razón que hoy la celebración del Día del Librepensamiento, que en nuestra Orden hemos estado promoviendo, reviste especial interés, pues es una oportunidad para que, en defensa de la dignidad humana, levantemos una voz de alerta frente a la ofensiva de tendencias o grupos de interés que buscan sojuzgar las conciencias con bajo nivel de ilustración y llevarlas a un retroceso de las libertades, convirtiendo a las personas en seres manipulables, irreflexivos y fanáticos.

          Por esa razón, hoy quisimos congregarnos ante la egregia figura de Juan Martínez de Rozas, para convocar a las personas de bien a ejercer su derecho a pensar, a auscultar la realidad mediante el uso de la razón, para que sepamos identificar cuando la política se pone al servicio de un dogma, para prever los síntomas oscuros del fanatismo, para identificar cuando la falta de ilustración y de conocimiento científico se adueñan de los debates, cuando las creencias irracionales de cualquier tipo buscan hegemonizar, cuando la desinformación se transforma en la herramienta de los enemigos de la democracia.

          Nuestra democracia exige nuestra alerta, nuestra convivencia basada en fundamentos racionales nos lo demanda. Chile y la Humanidad, merecen nuestras más profundas convicciones.

 

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