Ella
tiene su origen en la decisión de las dos logias masónicas asentadas en
Linares, la Logia Razón N°63 y la entonces novel Logia Tomás Jefferson, que se
propusieron crear una corporación educacional con el fin de desarrollar un proyecto
educativo basado en el laicismo, la tolerancia, la fraternidad y libre
pensamiento.
Así, el 19 de octubre de 1981 se crea esta opción educacional, en un
contexto histórico de profundos cambios
en la educación chilena, con un nuevo modelo de gestión subsidiaria del Estado.
La
educación por sobre todas las cosas, tiene por misión transferir conocimiento.
Dice un destacado pensador de nuestro tiempo, Steven Pinker, que la capacidad
humana de resistir a la entropía, ley de la termodinámica que indica que todo
en el universo tiende al desorden molecular, y al peso de la evolución,
consustancial al desarrollo de la vida, proviene de su capacidad de
conocimiento.
Es
importante tener ese dato, ya que muchas veces creemos que las cosas y los
procesos de cualquier tipo, incluso los procesos de la naturaleza, son eternos.
No hay naturaleza, ni proceso artificial, que pueda sostenerse en el tiempo.
Eso nos lo dice la entropía, por cual, dado que el ser humano necesita actuar
para cambiar o mantener los recursos que tiene disponibles, requiere de la
información acumulada, para tomar decisiones y actuar.
Hagamos
en ejercicio, supongamos que podemos vivir más de 100 años y queremos comprobar
la entropía en una casa. Un hermoso palacio, tal vez. Imaginemos dejándola
lista para ser ocupada 80 años después. Dejamos todo en orden, alimentos
debidamente guardados, las sábanas limpias y las camas recién hechas,
debidamente fumigada, el aseo impecable. Volveremos a ocuparla 80 años después.
Al
cabo de ese tiempo, abriremos las puertas y entraremos a ella. ¿Qué podría
haber ocurrido? Seguramente no la podremos ocupar inmediatamente. Podrán haber
ocurrido muchas cosas. En definitiva, ello es lo que las leyes de la
termodinámica denominan entropía; todo tiende al desorden, bajo nuestro
concepto humano de orden.
Enfrentar
aquello es lo que nos une con los humanos primitivos e incluso con los homos
que nos antecedieron como especie.
Los
seres humanos tenemos la capacidad extraordinaria de aprender de la experiencia
y construir conocimiento, el cual podemos transferir a nuestras nuevas
generaciones. Como no hay sistema alguno que permita sostenerse igual, porque
nosotros mismos somos sistemas entrópicos, sabemos que solo los aprendizajes
recibidos y transmitidos son los que permiten que soportemos y corrijamos,
hasta donde es posible, la entropía y la evolución que ella produce.
Así,
surge la tecnología, en un desarrollo ascendente, desde la primordial hasta la
complejidad de hoy. Desde los geoglifos, los petroglifos, jeroglíficos, hasta
la escritura, está el intento de dejar el conocimiento adquirido para las
siguientes generaciones. Había que escribirlos en rollos de pergamino, con una
pluma, hasta que surgió la imprenta. Hoy escribimos en ordenadores de todo
tipo, en el laptop o en el smartphone, en fin. Ya no necesitamos pergaminos, y
hasta algunos ya han prescindido de todo impreso, optando estrictamente por lo
digital.
En
aquello de transmitir conocimiento también se ha manifestado lo entrópico. Hace
ya varios siglos, la transmisión del conocimiento solo se producía en ciertas
élites. Preguntémonos quienes recibían los conocimientos acumulados por una sociedad
arcaica. Los sacerdotes, los llamados a gobernar por la calidad de su casta,
los que manejaban el poder. Los demás solo necesitaban aprender a acatar las
órdenes, considerar a los gobernantes como vinculados a la divinidad cuando no
eran simplemente dioses.
En
esos tiempos, si alguien no era parte de la casta real, o de las castas que
formaban la corte, el único conocimiento que debía tener, era el de sus labores
encomendadas. Debía aprender a ordeñar las vacas, a hacer el barbecho para la
siembra, a juntar determinada paja con determinada arcilla para hacer
ladrillos, determinar el mejor árbol para hacer carbón. No necesitaba
desentrañar misterios de la naturaleza y del universo, o desarrollar
complejidades tecnológicas que podían darle un poder, un conocimiento mayor al
de los sacerdotes o los jefes militares.
Así
fue durante muchos siglos y milenios. La escuela, tal como la conocemos, no
tiene más de trescientos años, y surgió con la Ilustración, o el Siglo de las
Luces, el tiempo en que las mentes más brillantes de su tiempo, pusieron en
discusión la necesidad del esclarecimiento. Es el tiempo de la Modernidad.
Esclarecer, dar claridad, iluminar, dar acceso al conocimiento acumulado por la
Humanidad a través de los tiempos. Así, comienza a complejizarse el
conocimiento. Estudiar y crear conocimiento sobre los animales, se llamó
zoología. Sobre la vegetación, se llamaría botánica. Sobre la tierra, las
rocas, y las aguas, pasó a denominarse geología. Sobre las sustancias, de
llamará química. Sobre los fenómenos que ocurrían en el universo, en gran y
pequeña escala, se llamará física.
En
fin, cada vez fue necesario aprender a conocer más, y crear ingenios para
abordar los desafíos que proponían esos conocimientos, lo que generó la técnica
y la necesidad de estudiar sus alternativas, dando paso a la tecnología.
En
su más reciente libro, Steven Pinker, en que defiende la Ilustración, cita a un
teórico de la educación, George Counts, quien dice que, con la llegada de la
Edad Moderna, la educación ha asumido una relevancia que excede con creces todo
cuanto el mundo había visto hasta entonces. La escuela, que había sido una
agencia menor en la mayoría de las sociedades del pasado, que solo afectaba
directamente las vidas de una pequeña fracción de la población, se expandió
horizontal y verticalmente, hasta ocupar su lugar junto al Estado, la iglesia,
la familia y la propiedad, como una de las instituciones más poderosas de la
sociedad”.
Hoy
día, gracias a la Modernidad, la educación es obligatoria en buena parte del
mundo y es reconocida como un derecho humano fundamental. Sin embargo, en cada
país hay profundo debates sobre lo que debe caracterizar el proceso educativo
en los niños y jóvenes. Aquellos que construyeron un proceso educacional más
cercano al esclarecimiento iluminista del siglo de las luces, son los que han
constituido los modelos educacionales que han catapultado a sus países al
desarrollo y al predominio tecnológico. Aquellos que han estado bajo el
predominio de las corrientes morales más apegadas a las tradiciones que fueron
contrarias al esclarecimiento y a las revelaciones de la ciencia, siguen
quedando rezagadas y son tributarias a contradicciones que han ralentizado el
conocimiento y la investigación científica.
“Los efectos que produce la educación en la
mente se extienden a todas las esferas, de formas que abarcan desde lo obvio
hasta lo espectral” – dice Pinker, agregando – “También es evidente el hecho de
que la alfabetización y la competencia aritmética son los fundamentos de la moderna
creación de riqueza”. “En el extremo mas espiritual del rango, la educación
trae consigo dones que exceden con creces los conocimientos prácticos y el
crecimiento económico: las mejoras educativas de hoy se traducirán mañana en un
país más democrático y pacífico”. “¡Cuántas cosas cambian cuando recibes
educación! – señala ese autor. - Desaprendes supersticiones peligrosas, como
que los líderes gobiernan por derecho divino o que las personas que no se
parecen a ti no llegan a ser humanas. Aprendes que existen otras culturas tan
aferradas a su manera de vivir como tu a las tuyas, y que sus razones no son
mejores ni peores. Aprendes que los salvadores carismáticos han conducido a su
países a desastres. Aprendes que tus propias convicciones, por muy sinceras o
populares que sean, pueden estar equivocadas. Aprendes que hay formas mejores o
peores de vivir, y que otras culturas pueden saber cosas que tu ignoras. Y
aprendes también que existen formas de resolver conflictos sin recurrir a la
violencia. Todas estas epifanías militan en contra de someterte al dominio de
un autócrata o de unirte a una cruzada para sojuzgar y matar a tus vecinos”.
Continuemos con la reflexión de Pinker: “Los estudios confirman que las personas educadas son realmente más ilustradas. Son menos racistas, existas, xenófobas y autoritarias. Confieren un valor superior a la imaginación, la independencia y la libertad de expresión”.
Nuestro
país no ha estado ajeno a esa mirada que tuvo el siglo de las luces, cuando
pretendió poner el saber, el conocimiento, a disposición de más personas. Los
hitos, sin embargo, se fueron construyendo de a poco. Es solo a fines del siglo
XIX cuando se establece una concepción mucho más afiatada, y donde surge la
necesidad de poner en el Estado el mayor esfuerzo, para alfabetizar y entregar
conocimientos a las nuevas generaciones.
Con
Balmaceda se realizan grandes esfuerzos en la construcción de colegios y
establecimiento de liceos. Las organizaciones obreras, tales como las mutuales
y las mancomunales, hicieron una significativa contribución alfabetizadora.
Veinte
años después hay profundos debates, que avanzarán hacia la necesidad de una ley
de enseñanza primaria obligatoria.
Fue
un tremendo debate. Hubo parlamentarios que consideraban un atentado a la
libertad de las personas, obligar a sus hijos a ir al colegio. Algunos clamaron
en favor del derecho de los patrones de fundo, para seguir protegiendo y cuidando
de los campesinos, como si fueran siervos de la gleba. Había padres que
repudiaban la obligación legal de mandar a sus hijos a la escuela, porque en
vez de ello debían trabajar.
El
año pasado conmemoramos 100 años de la dictación de la Ley de Enseñanza
Primaria Obligatoria. Fue un enorme esfuerzo para alinear a todos los
parlamentarios, pero logró hacerse. Uno de mis predecesores convocó a todos los
parlamentarios masones y los conminó a votar a favor la ley de obligación de
enseñanza.
Fue
un hito enorme. Así se pudo alfabetizar al país, de modo creciente, hasta
llegar al 100% de chilenos que sabían leer y escribir, y las operaciones
matemáticas fundamentales, recién hacia 1970. Para ello se hicieron múltiples
esfuerzos, para complementar la educación formal: escuelas campesinas, escuelas
nocturnas, escuelas en lugares donde nunca se pensó tener un aula.
En
ese proceso jugaron un rol determinante los profesores normalistas, que bien
merecen una consideración especial en la historia de la educación en Chile, ya
que fueron capaces de desarrollar un concepto pedagógico, que otorgó calidad a
los distintos esfuerzos que hacía el Estado. Calidad docente y calidad humana,
que los educadores normalistas transmitían en el aula, y haciendo de la
educación chilena un modelo en América Latina.
Linares tiene episodios muy relevantes en lo que fue ese esfuerzo. Su Liceo de Hombres, uno de los más antiguos del país. De aquella educación linarense salieron premios nacionales de literatura, como es el caso de Braulio Arenas y Mariano Latorre.
Hace
40 años, nació pues, un proyecto educacional de enorme relevancia para quienes
lo planearon y pusieron en ejecución. Ese 19
de octubre de 1981, se estableció la directiva y organismos asesores de la
Corporación Educacional Colegio Concepción Linares.
Cinco días después se realizarán
las postulaciones de los primeros estudiantes del futuro colegio en una
secretaría de inscripciones, situada en Avenida Manuel Rodríguez.
La estructura organizacional
adoptada en esa primera parte, fue de colegio anexo al Colegio Concepción de
Chillán, corporación educacional masónica que apoyó el proyecto con fraternal
disposición, el cual se mantuvo mientras se gestionaba el reconocimiento
oficial del Estado al nuevo establecimiento educacional.
De manera conjunta a la
creación del colegio se estableció la necesidad de crear una entidad
sostenedora bajo la figura de corporación cuyos primeros miembros crearon
un Comité Ejecutivo, a la par que se establecieron diversas comisiones de
trabajo, tales como: estudio de estatutos y reglamentos; estudio económico;
comisión técnica-administrativa-docente y; relaciones públicas y publicidad.
Cuatro años después se
establece definitivamente la Corporación Educacional Colegio Concepción Linares,
y pasados 8 años, con fecha 26 de enero de 1989, mediante Decreto N°19, el Ministerio de
Justicia le concede la Personalidad Jurídica.
El sello que se impuso la
Corporación fue ofrecer a sus alumnos una educación laica, con fuerte acento en
el estímulo al libre pensamiento.
¿Qué significa educación
laica?
El paradigma está
señalado, sin dudas, en la que ha sido la labor de las corporaciones
educacionales masónicas, y que se plantea en la Carta de la Educación Laica,
emitida por la Gran Logia de Chile, después de un trabajo común con la
Asociación de Corporaciones Masónicas de Educación, la que señala:
La
Educación Laica se construye sobre la base de la igualdad, la tolerancia y la
diversidad de origen (sexual, étnica, religiosa, económica, social, cultural,
etc.), que permite fortalecer las relaciones humanas, indispensables para
lograr ambientes de convivencia armónica para educar y crecer con compromiso en
torno a la justicia y la responsabilidad social. Valora y respeta al ser humano
y la dignidad de las personas. Confía y estimula las potencialidades de su
desarrollo.
Se
funda en la libertad de conciencia y la autonomía individual, a fin de
garantizar la autodeterminación personal para los desafíos de la vida. Convoca
a vivir y convivir en sociedad, en un ambiente libre de amenazas, y a ejercer
el rol activo de ciudadano.
La Educación Laica ejerce su función a través de una búsqueda de la verdad sin límites, para lo cual utiliza y promueve la ciencia como la forma para acceder el conocimiento efectivo, prepara para el discernimiento, para la comprensión, aceptación y construcción de un cambio personal, que se traduzca en acción bienhechora en el ambiente social. Ajusta permanentemente sus procesos docentes a los avances y desarrollos del conocimiento, de la cultura y de la sociedad, y la realidad secular.
A nombre de la Gran
Logia de Chile, órgano de dirección y representación de la Masonería Chilena
expresada en 244 logias en todo el país, hago llegar el saludo de felicitación
fraternal, a la Corporación Educacional Colegio Concepción Linares;
a su actual presidente, don Raúl Pinto Gallardo; al directorio corporativo; a
la comunidad educacional, encabezada por su rectora Sonia Uribe Vásquez, al
cuerpo docente, a los asistentes de la educación, a los administrativos y el
personal auxiliar, a los padres y apoderados, y sobre todo a los estudiantes,
destinatarios de los esfuerzos docentes y corporativos, tal como lo idearon y
plasmaron los fundadores, construyendo una misión educacional a través de un
colegio, que, junto a la familia,
y sustentados en los principios del humanismo y el laicismo, tiene como misión
promover el desarrollo integral de sus alumnos en los planos, cognitivos, afectivo
y físicos, éticos y valórico, y artístico y cultural para que estos sean
capaces de enfrentar con éxito la realidad sociocultural en la cual les
corresponderá desarrollarse, contribuyendo a su cambio cuando sea necesario, de
forma tal que sean agentes proactivos de sus propia superación, y a través de
ella lideren el progreso de la sociedad en la que viven.
Deseamos
permanente éxito en su misión.
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