jueves, 13 de diciembre de 2018

Homenaje al 176 aniversario de la Universidad de Chile


La Masonería es la primera institución ética de la República. Lo reclamamos y lo reivindicamos. Fueron las logias masónicas las que trajeron, a esta parte del mundo, las ideas de la república e insuflaron las velas de la libertad frente al absolutismo y el antiguo régimen. Fueron las logias masónicas las que proclamaron la emancipación espiritual y la libertad de conciencia, y la importancia de la educación para liberar a las conciencias de la ignorancia y el error.
Y fue la Universidad de Chile la potente luz del saber, que iluminó la libertad de pensamiento y el camino hacia el conocimiento en nuestro país, desde aquellos bisoños años republicanos, más allá de la instrumental necesidad de dar formación a aquellos profesionales que el país necesitaba para construir su autonomía nacional.
Concuerdo con aquella afirmación que expresa que la Universidad de Chile fue concebida para contribuir a las tareas de consolidación de una naciente República y que ha cumplido con creces en el dibujar el devenir del país y que ha sido sustancial para su desarrollo material e inmaterial.
Así, en el propósito de construir un proyecto de país bajo la impronta republicana, la Universidad de Chile y la Masonería han estado en una misma ruta, que se caracteriza por su compromiso con el Humanismo, la Libertad de Conciencia, la Laicidad y la Tolerancia.
La una, desde el aula y la academia, ha sido capaz de poner el sello indeleble de una idea de progreso y desarrollo, que ha permitido no solo proveer de inteligencia y conocimiento a las necesidades crecientes de Chile, por 176 años.  El señor Rector, ha dicho, hace un par de años, que la excelencia y compromiso son dos cualidades que marcan el propósito de la Universidad de Chile, y que le resultan definitorias. “No puede haber un real compromiso - ha dicho -, que no se fundamente en un cultivo de saberes en las fronteras del conocimiento”. Y ha agregado que, al mismo tiempo, parte de la auténtica excelencia de la Universidad “es la convivencia de distintas ideologías, religiones, orígenes socio-económicos, así como también los valores de equidad, inclusión y pertenencia”[1]
La otra, desde sus templos y altares a la Fraternidad, ha sido capaz de promover dentro de nuestra sociedad, por más de siglo y medio, el valor de la Tolerancia como práctica social fundamental, necesaria para garantizar la libertad de conciencia, el valor del conocimiento - aportado fundamentalmente por la ciencia - como elemento de liberación frente al error y la ignorancia, y la reflexión filosófica, insustituible cuando se trata de pensar al hombre en su contextualización histórica y secular, tanto en lo individual como en lo colectivo.  Un Rector de la Universidad de Chile, cuando ejerció como Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, el profesor Marino Pizarro, señalaba respecto de la Masonería, que ella es una institución cuyo objetivo fundamental es el perfeccionamiento del hombre y la sociedad, que exalta la virtud de la tolerancia y aleja de su seno toda discusión de política partidista y todo sectarismo religioso.
Desde hace siglo y medio, la Universidad de Chile y la Masonería han estado en ámbitos y propósitos comunes. Hombres señeros de nuestra clase media ilustrada, que han hecho su legado al país desde ambas instituciones, han iluminado con sus luces intelectuales y morales, al país de todos, bajo un concepto de república que, por tanto, nos acoge a todos. Ellos representan la fusión ética del concepto de Universidad y de identidad masónica.
Muchos de los mejores miembros de la Masonería promovieron ideas, desde los claustros y aulas, que han sido fundamentales para establecer el rol de la Universidad de Chile, en el ámbito de la república, de la educación y la cultura.
Para el masón Juvenal Hernández, el rol de la Universidad estaba en “el cultivo de la inteligencia en la investigación científica, el propósito irreductible de descubrir la verdad por sí misma, la aspiración inquebrantable de descifrar lo desconocido".
Para el masón Eugenio González Rojas, el imperativo de la Universidad consistía “en la preservación de los valores que dan sentido de superior dignidad a la vida humana, individual y colectiva, en cada circunstancia histórica” y agregaba: “tiene la Universidad, por el hecho de serlo, que preocuparse fundamentalmente de la formación del hombre en la plenitud de su condición moral”.
Otro masón, desde la rectoría de la Universidad, mi antecesor, Luis Riveros Cornejo, señalaría hace algunos años: “esta Universidad de Chile fue fundada para Chile, y sus tareas se vinculan con los retos de país, poniendo ello de relieve la necesidad de un marco externo consistente con ese aporte de reflexión y creación, y de un medio interno comprometido cada día más con la calidad y pertinencia del trabajo académico, para así delinear el claro referente que requiere el sistema universitario nacional”.
Con tantas expresiones construidas en comunidad de propósitos, sin duda, es necesario que la Universidad de Chile y la Masonería se reconozcan en sus compartidas certezas y en su cercanía intelectual y ética, expresadas a través de más de siglo y medio.
Así, este primer homenaje que la Masonería hace, a través de las organizaciones masónicas y entidades hermanas hoy presentes, en este templo a la Fraternidad, la Tolerancia y la Filantropía, viene a ser expresión de nuestro hermanamiento republicano, ético y cultural, en bien de Chile y de comunes comprensiones sobre lo que hay que hacer en la sociedad, para liberarla del velo fatal de la ignorancia, del error y de visiones arcaicas, que se sustentan en dogmas y pre-determinismos contrarios a la libertad de pensamiento y al libre examen.
Sean todos los presentes, recibidos con regocijo y franca hospitalidad en esta jornada de homenaje a la Universidad de Chile, que la Masonería viene a hacer con júbilo y un declarado ánimo fraternal. No en vano, hoy recibimos a una hermana en nuestra casa. Una hermana de ideales humanistas y sentido republicano. Una hermana en la comprensión de la ciencia y del saber. Una hermana en la misma interpretación del hombre histórico y su misión secular.
¡Larga vida a la Universidad de Chile!



[1]Una Universidad Única. Comprometida con Chile y su gente”. Edición de la U. de Chile 2016. Santiago de Chile.

Perseveremos en el camino compartido


Durante los tres meses precedentes he visitado distintas regiones del país, luego de haber asumido la Gran Maestría de la Gran Logia de Chile. Debido a aniversarios logiales o encuentros jurisdiccionales ya hemos llegado a casi todas las regiones, y esperamos completar las que faltan en lo que queda del año.
En todas las programaciones de las visitas, he solicitado reunirme especialmente con los Centros Femeninos, para saber de su estado y desarrollo. En ese propósito he logrado conocer las distintas realidades que expresan la condición en que se encuentran. He podido comprobar, en muchos lugares, como nuestras logias y sus dirigentes se enorgullecen de la labor que sus Centros Femeninos hacen, tanto en favor del crecimiento personal de sus integrantes, como en favor de personas rezagadas en nuestra sociedad, que reciben una labor bienhechora, fundada en los valores fundamentales de la filantropía y el humanismo.
En otros lugares, sin duda, deberemos trabajar denodadamente para igualar el éxito y asertividad que expresan aquellos Centros Femeninos que tanto trascienden en sus ciudades, donde actúan bajo el auspicio de logias que han perseverado en un camino de dignificación de la mujer.
La Gran Logia de Chile necesita de los Centros Femeninos. No fue una casualidad que así ocurriera hace más de medio siglo, cuando se realizó una convención nacional para acoger las distintas iniciativas existentes en nuestro país, bajo el incentivo de logias precursoras, dado inicio a lo que ha sido la Asociación Nacional, que actúa públicamente como la más antigua asociación de mujeres existente en nuestro país, bajo el nombre de Asociación Nacional de Mujeres Laicas.
Esa iniciativa señera mantiene hoy su vigencia en torno a lo que ha sido su impronta y acción insuperable: trabajar por el crecimiento espiritual e intelectual de sus afiliadas, contribuir de modo activo a la familia masónica, desarrollando iniciativas de filantropía dentro de las comunidades de que son parte, estimulando una reflexión serena e inclaudicable en torno a los derechos de la mujer, que sigue estando rezagada en muchos aspectos dentro de la sociedad chilena.
He conocido a muchas mujeres de los Centros Femeninos, trabajando con profundas convicciones en torno a los grandes valores de la Masonería, y perseverando en torno a las responsabilidades que la Asociación Nacional impone como metas de trabajo y objetivos institucionales.
Mi experiencia en torno a lo que Uds. hacen la he vivido de modo enriquecedor. Aprendí de lo que Uds. hacen con tanto esfuerzo y sincera dedicación, como Relacionador de mi Logia con el ya desaparecido Centro Filantropía N° 141. Luego, cuando fui Venerable Maestro de mi Logia Madre, asimilé el drama de hermanas mayores tratando de dar continuidad, la mayoría en la viudez, a su compromiso de mujeres con la Logia de sus esposos.
Siendo Primer Gran Vigilante de la Gran Logia de Chile, compartí con el entonces jefe del Departamento de Acción Masónica, que los Centros Femeninos seguían siendo insuperables en su tarea junto a las logias en la dignificación de la mujer.
Hoy como Gran Maestro, me asiste la convicción que los Centros Femeninos son efectivamente insuperables y que deben seguir expresando todo lo bueno que hacen. En estos meses he comprobado que la diversidad etarea, sigue siendo una caracterización tremendamente potente en muchos lugares, y que todas sienten enorme orgullo de estar contribuyendo a formar a niños y jóvenes en un hogar donde se viven los valores masónicos.
No tengo duda alguna que hay muchas mujeres, vinculadas a miembros de nuestras logias, que no serán parte de logias femeninas, y que habrá aquellas que, aún siendo iniciadas en logias de mujeres, seguirán trabajando en los Centros Femeninos, porque es un espacio distinto del hacer bienhechor de la Masonería, donde también se puede dignificar y enaltecer el rol determinante de la mujer en la sociedad contemporánea.
Debemos seguir trabajando juntos, Logias y Centros Femeninos, por el aseguramiento de los derechos de la mujer en nuestra sociedad, por obras enaltecedoras en bien de la condición humana, y construyendo espacios con altruismo y filantropía, tanto en bien de nosotros mismos – hombres y mujeres vinculados por lazos de fraternidad y altos principios laicos -, como en bien de aquellos que están marginados de las oportunidades que entrega la sociedad.  

Desde mis actuales responsabilidades en el Gobierno Superior de la Gran Logia de Chile, reciban mi compromiso y reconocimiento con la maravillosa obra masónica que realizan, y perseveremos en el camino compartido, porque es necesario y vigente.
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La imagen corresponde a la firma del Acta de Ratificación del Patrocinio a la Asociación 
Nacional de Mujeres Laicas.



domingo, 4 de noviembre de 2018

Presentación del libro “Desde mi sitial”


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Por ocho años, a través de la revista “Occidente”, el profesor Luis Riveros, en su calidad de Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, institución que cobija 240 logias masónicas a lo largo de nuestro país, estuvo publicando su opinión respecto de la realidad nacional, en una sección bajo el título “Desde mi sitial”.
No debemos suponer que el autor del libro en presentación está con esta obra haciendo expresión de un momento culminante de su pensamiento. Lejos de ello. Luis Riveros Cornejo ha hecho una extensa labor intelectual que está en miles de páginas impresas en libros y revistas del más diverso formato y propósito editorial. Ha escrito también en periódicos y ha participado en incontables presentaciones de libros de diversos autores chilenos y extranjeros.
Si es referencial y hace especial la contribución del libro en presentación, y que me une a este instante, es que recoge de manera precisa lo que fue la mirada pública del Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, entre 2010 y 2018, y en el mas reputado medio de comunicación de alcance público de la Masonería chilena, la revista “Occidente”.
Mes a mes, a través de una columna o artículo de reflexión, entregó su visión intelectual, sobre la realidad nacional y especialmente sobre una de sus preocupaciones fundamentales: la educación. Hombre del aula por esencia, formador de varias generaciones de profesionales egresados de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Chile, su estilo y acento reflexivo se ha expresado con generosidad en las páginas de la revista Occidente, para orientar no solo a los masones, sino también a toda mujer u hombre ilustrado, cuando necesita pensar sobre cómo entender a su país y sus desafíos, para entender sus problemas y debilidades.

Los tres liderazgos que afaman al autor

Tres liderazgos ha ejercido de manera trascendente el profesor Luis Riveros en las últimas décadas de nuestro país. Entre otros ejercidos en diversas instituciones y organizaciones, estos tres lo afaman y prestigian en su trayectoria personal, como académico, como profesional, como intelectual, y como hombre de la polis nacional.
El primero dice relación ejercicio como decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Chile, que desempeñó por 4 años.
Luego sería electo por dos periodos como Rector de la Universidad de Chile, uno de sus indudables orgullos personales, que lo han proyectado no solo en el reconocimiento de que goza en el ámbito nacional, sino, de manera muy significativa, en distintos espacios de encuentro académico a nivel internacional.
En la Universidad de Chile no enfrentó un tiempo benigno, y debió luchar denodadamente contra quienes consideraban que esa era una casa de estudios superiores más, en el concierto de la competitividad que debía darse con otras instituciones hasta cierto punto advenedizas. Debió combatir muchas de las distorsiones que han generado políticas extraviadas y mercantilistas que han producido un nivel de deterioro enorme respecto de rol de las universidades públicas. Ese denodado esfuerzo lo ha seguido haciendo de manera inclaudicable.
En 2010, fue electo Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, institución en la que asumió en medio de dos crisis. La primera provocada por los efectos de una errónea gestión institucional, producto de la relación de uno de sus predecesores con la Universidad de la República, lo que provocó honda indignación dentro de la Orden, especialmente cuando la opinión pública entendió que había una relación institucional entre la Masonería y esa Universidad, a pesar de que años antes el Gran Maestro Marino Pizarro había señalado que ello no existía, salvo en el hecho de que allí se desempeñaran profesionalmente muchos masones. 
La segunda crisis, provenía de los efectos devastadores del terremoto del 27 de febrero de ese año, que produjo daños enormes en las casas masónicas, en todo la parte centro sur de Chile, dejando a muchas logias sin espacios para trabajar con normalidad.
En esta misma Región, en las ciudades de Concepción y Talcahuano, las casas masónicas afectadas gravemente, se vieron impedidas de acoger a los masones y debieron afrontarse graves consecuencias. Recuerdo, a modo de ejemplo, cuando los QQHH de Talcahuano me llevaron a conocer el lugar donde había estado la casa masónica, arrasada por el tsunami, o cuando vinimos con el QH Riveros a la celebración del primer año de una nueva logia, en agosto de 2010, y debimos atravesar hacia San Pedro de la Paz, donde había una casa masónica en pie, en medio de una enorme congestión vehicular, debido a que había un solo puente funcionando y en condiciones muy precarias.
A esas dos crisis, el autor del libro que presentamos, se dedicó con esmero, y cuando, dos años después, se celebraban los 150 años de existencia de nuestra institución, la más antigua de carácter republicano en la sociedad civil, la labor del Gran Maestro mostró que ella había superado no solo la crisis espiritual y la crisis material, que hemos mencionado, sino que la Masonería había recobrado con bríos renovados el rol moral que le corresponde en la sociedad chilena, como institución consular de la ética del libre pensamiento.

El aporte intelectual del autor

En lo personal, no puedo separar a Luis Riveros Cornejo de lo que han sido los últimos 12 años de la Masonería chilena. Cuatro años como Gran Orador de la Gran Logia y ochos años como su Gran Maestro, en que dejó una huella de reflexión, que nos permite entender a nuestra institución en el ámbito de los desafíos de una nueva era que vive la Humanidad y el ser humano en su contexto histórico.
Hay momentos en que su pluma y su pensamiento alcanzó niveles difíciles de superar en la reflexión sobre lo que corresponde cumplir a la Masonería en el tiempo de hoy y como debemos enfrentar el futuro. Una de sus grandes aportaciones ha sido abrir a la Orden a la mirada pública, superando la percepción de que lo masónico es algo marcado por el secretismo, sitio irreal al que la habían asignado los prejuicios, la segregación y el infundio artero de instituciones tendenciosas y proclives al dogma y a la falacia.
Quienes estamos aquí reunidos, no podemos tampoco separar de nuestra cotidianidad el gran aporte intelectual que ha hecho el profesor Riveros, en torno a la reflexión sobre la educación chilena, y especialmente en lo relativo a la educación superior y el rol de la Universidad pública.
De hecho, es una de las voces más potentes, cuando se trata de entender la defensa y promoción de la educación pública, tan castigada y tan afectada en su calidad por las políticas implementadas por quienes han gobernado en los últimos 54 años. ¡Que falta hace la convicción de que “gobernar es educar”! Así lo ha reiterado el autor del libro que estamos presentando.
A nuestro autor le duele la mala calidad de la educación, especialmente la mala calidad que conspira cotidianamente contra las instituciones educacionales públicas, y como las políticas implementadas, lejos de recuperarla o fortalecerla, han ido horadando y socavando su misión. Le duele como determinadas políticas han puesto en riesgo el prestigio y la trascendencia nacional de la Universidad de Chile, referencia necesaria de lo que significa la existencia de un alma mater de la educación superior de la República.
Lo dijo como Rector, en medio de las dificultades provocadas por la ola de instituciones privadas que florecían al amparo de los errores de una democracia aún en transición, señalando descarnadamente en un discurso de un 18 de marzo de 1999, que la Universidad de Chile era “una Casa de Estudios que ha entrado a una crisis significativa desde hace años, de la cual hemos sido incapaces de salir y de la que necesitamos salir, si es que creemos todavía que Chile necesita una Universidad como esta, su Universidad de Chile”.
“Es una crisis – decía entonces - que se ha derivado de las políticas externas, del continuo hostigamiento contra la Universidad de Chile, de la hostilidad mostrada a través de todo tipo de reglamentaciones, de todo tipo de intervenciones que antes eran absolutamente descubiertas y justificadas al amparo de un gobierno enemigo de la Universidad, y que hoy día son encubiertamente sustentadas por las mismas personas, con iguales creencias respecto de la Universidad de Chile y de su misión”.
“La Universidad de Chile – explicaba - es por definición una Universidad humanista, es una Universidad preocupada de los temas de país, es una Universidad estatal y pública, y es una Universidad laica. Eso a sectores de nuestro país no le gusta, no lo comparte. La búsqueda de la verdad, que se realiza en la investigación de esta Universidad, es rechazada por algunos sectores y creen que lo que debe ser una Universidad es algo distinto de lo que es ésta”.
“Piensan que una Universidad es una institución donde se forman profesionales. Creemos que la Universidad debe formar profesionales como resultado de un proceso de creación y de investigación, que nos interesa formar profesionales líderes en sus respectivos campos y, por tanto, queremos formar profesionales creativos y no repetitivos del conocimiento existente. Hay quienes no comparten eso y hay quienes creen que el problema universitario chileno está resuelto por la vía de las nuevas universidades privadas. Lo malo es que se ha diseñado toda una regulación o una práctica de políticas destinada a incentivar a esos sectores y a proteger ese tipo de políticas. Cada día que aparece un nuevo instrumento, ese nuevo instrumento representa una limitante para la Universidad de Chile. Por eso, digo, antes era una batalla muy abierta, hoy día es una batalla bastante más encubierta, pero en definitiva son los mismos síntomas y quizás los mismos guerreros”.
  19 años después, desde su sitial de Gran Maestro y columnista de la revista Occidente - tal como lo registra el libro en presentación - expresará, frente a la nueva Ley de Educación Superior aprobada por el Congreso Nacional en enero pasado: “esta Ley no atiende apropiadamente los desafíos que debe enfrentar el sistema de educación superior en el futuro. En primer lugar, no se preocupa de definir y configurar un “sistema” de educación superior, en que sus partes interactúen, existan diversas instancias de cooperación e interrelación, y en donde se proyecten en función de un objetivo estratégico de país. Por el contrario, la ley da forma a lo que existe en el presente, sin elaborar un ideal a perseguir en función de una visión estratégica de país y solo remozando institucionalidad que viene del pasado y que a todas luces requerirían una nueva definición funcional de futuro”. Para luego agregar: “Una ley que no aventura en definiciones ni ideales sobre calidad, transformación de la docencia, innovaciones y cambios en las definiciones formativas en un contexto disciplinario cambiante que es el gran desafío del futuro. Es decir, una Ley que, discutida con gran premura y sobre la base de una mirada solo retrospectiva, no concitó las nuevas ideas y propuestas, los sueños de país, y las formas de poder estimular adecuadamente la modernización que en materia de educación superior necesita Chile”.
Insiste luego con precisión. “No está presente en la ley aprobada, una mirada de futuro, que norme adecuadamente, en un contexto de libertad académica y de progresivo mejoramiento en la calidad de la docencia. Asimismo, la investigación y creación no mereció una mención y tratamiento destacado en el texto legal, y se dejó solamente en menciones parciales que no destacan su esencial rol como necesaria actividad para progreso del país y mejoramiento permanente de la docencia. La complejidad del proyecto y lo incompleto de muchos de sus contenidos se entiende a partir del ambicioso objetivo de incluir cuatro diferentes temáticas en el mismo cuerpo legal, impidiendo un trabajo más a fondo en cada una de ellas. La Ley incorpora cuestiones relativas a la institucionalidad, junto con las normas para un nuevo organismo que es la Superintendencia, que tendrá un amplio poder para intervenir y controlar el quehacer de las instituciones educativas, especialmente en lo que respecta a la gestión financiera y administrativa”.
“Los preceptos de la ley se han fundado – explicaba -, en gran medida, en la experiencia pasada, que ha dejado una estela de imperfecciones y anomalías que son evidentes y que fueron causadas por una regulación laxa sino existente. Los episodios de mal manejo y de pésimos resultados en lo académico, marcaron fuertemente la orientación de esta ley, que está fundada grandemente en una cierta “sospecha” y desconfianza hacia el hacer de las instituciones de educación superior”.
“Para las universidades estatales – advierte -, este sistema de control se superpondrá a aquel entregado a la Contraloría General de la República, y será también un factor que contribuya a inmovilizar a las instituciones, especialmente en materias de innovación académica, asociaciones estratégicas o internacionalización. Sin embargo, el más preocupante aspecto de la nueva normativa, es que la Superintendencia no es autónoma, sino que de alguna manera radica en el Ministerio de Educación y deberá atenerse a las propias pautas ministeriales”.

Lo que la república espera

Nuestra República necesita de hombres que la piensen desde sus certezas. Y la primera certeza de una República radica en la educación. Eso lo sabían nuestros padres de la Patria, los que forjaron su asentamiento institucional, y los que han tratado de darle, a través de los tiempos, un sentido basado en lo fundamental de la significación de lo republicano para la estructuración de una idea de país.
Para construir república, necesitamos hombres con una idea de república, con una idea de educación y una nítida comprensión de civismo. Es lo que este libro expresa. Allí hay una idea de fondo que trasciende el momento en que ella ha sido formulada desde distintas perspectivas. Son perspectivas en torno a reflexiones que precisan la mirada de una sociedad y un país, con problemas a resolver, con desafíos que abordar. Son referencias que ayudan a entender lo que nos trae el tiempo futuro.
Como hombre de la polis, que asume la significación de lo público como un espacio de construcción común entre todos los chilenos, el profesor Riveros tiene mucho que decirnos en su libro “Desde mi sitial”, porque aporta sustancialidad reflexiva, claridad de ideas, y conocimiento real sobre lo que está opinando.
Cuando hay tanta vanalidad en las opiniones, y cuando la posverdad parece ser el medio para formar opinión, debemos agradecer que tengamos libros como este, que nos aportan afirmaciones ciertas y meditadas sobre lo que hay que hacer, a partir de un diagnóstico preciso.
Sabemos que este no será el último libro del profesor Riveros, pero debemos tenerlo presente de manera muy especial, porque, de manera muy concreta, nos recuerda que tenemos un tribuno moderno, intelectualmente potente, profundamente reflexivo, ponderado y de gran civismo, que tiene mucho que entregar a nuestra República. Sabemos que así será, desde cualquier desafío que asuma.

Homenaje a René Cánovas Robles al cumplir 100 años de vida


Vengo ante Uds. ha sumarme, a nombre de la Masonería Chilena, al homenaje que rinde la comunidad de Concepción a uno de sus ciudadanos, asumiendo de este modo la representación de una de las instituciones más antiguas de la Región.
Ella, la Masonería, probablemente sea la primera institución genuinamente republicana que emerge, embrionariamente, por estos confines del entonces Reino de Chile, cuando un joven llegó desde Inglaterra a inicios del siglo XIX, a hacerse cargo de la heredad de su padre, trayendo los ideales y los principios que le entregó su mentor, Francisco de Miranda, y construyó los primeros lazos que le permitieron inspirar una idea de país, bajo el impulso liberador iluminista del siglo XVIII.   
Esa institución – la Masonería - se hace presente en este tributo, para decir, que ella se funda en un conjunto de principios, que se construyen a partir de tres pilares fundamentales: la fraternidad, la tolerancia y la filantropía. Unidos por lazos de hermandad, los masones solo pueden reconocerse entre ellos en la vivencia y la práctica de tales vínculos, que aceptan, más allá de la consanguinidad, en la afirmación de una convicción que los une y los reúne, en el seno de templos consagrados a la práctica de la tolerancia y al trabajo inclaudicable, en bien de la condición humana individual y de la Humanidad.
Para esos sublimes propósitos, las primeras logias surgen historiográficamente, a mediados del siglo XIX en la entonces provincia de Concepción. Así, en 1856, el comerciante español, Enrique Pastor López, constituye en instancias la logia “Estrella del Sur”, bajo los auspicios del Gran Oriente del Perú. Poco tiempo después ella tomaría el reconocimiento del Gran Oriente de Francia, bajo el nombre de “Aurora de Chile”, para adoptar definitivamente el nombre de “Fraternidad”, al concurrir a la fundación de la Gran Logia de Chile, en mayo de 1862.
Destaco esa denominación logial porque es inseparable respecto de quien hoy es motivo de este significativo homenaje.
La Masonería la hacen sus hombres. Algunos en la sencillez de su cotidianidad laboriosa y desapercibida, otros en el bronce republicano de sus actos y de su legado, sea a la ciudad, a la región, o al país.
Hoy día estamos trabajando con el material más noble del tributo, para honrar a un ciudadano de la República, y lo hacemos a través del reconocimiento de su obrar, junto a los más significativos exponentes de su comunidad. Es lo que se merecen quienes constituyen su legado, a través de la excepción. Esto, la excepción, tanto en lo ciudadano como en lo masónico.
Porque siempre habrá aquellos que han ido más allá de las cualidades fundamentales que hacen al masón. No porque lo hayan buscado, no porque lo hayan pretendido, sino porque sus iguales lo elevan hacia la transmutación más sublime del simbolismo y las alegorías que adornan el universo masónico: ser ellos mismos un símbolo. 
En virtud de lo expuesto, no vengo, a nombre de la Gran Logia de Chile, a rendir homenaje a la longevidad maravillosa de un hombre singular. Vengo a rendir homenaje a la persistencia del masón. A aquel que, con celo reflexivo, con maduro fervor, e invariable constancia, ha hecho de su existencia una expresión testimonial irrefutable de un trabajo masónico que ha enriquecido su obrar en nuestros templos y en la cultura de estos valles, donde la Masonería ha dejado una huella indeleble, en su educación, en sus industrias, en su habitabilidad, en su civismo, en su convivencia, en su razón de ser. Vengo a rendir homenaje a quien en si mismo es un símbolo de lo que significa ser masón.
Nuestro Querido, Venerable e Ilustre Hermano René Canovas Robles está ligado desde 1948 a una logia masónica, es decir, desde hace 70 años. Y no solo ello. Desde hace 50 años es miembro honorario de ella, es decir, la mitad de su vida ha sido calificado miembro de honor de su logia madre, el más alto de los honores que puede recibir un masón dentro de su proceso iniciático. Toda su vida masónica, que corresponde al 70 % de su existir como persona, como individuo humano, ha estado ligado a la Logia “Fraternidad” N° 2, una de las cuatro logias fundadoras de la Gran Logia de Chile, poder regulador de la Masonería nacional por más de 156 años.
A ella ingresó siendo profesor ayudante de castellano, en la Universidad a la que ha estado ligado por más 74 años.
Así, podemos decir con justicia y honor, que nuestro homenajeado es el símbolo vivo de aquella cualidad que une a dos instituciones, estrechamente ligadas por historia y comunidad de propósitos superiores por casi 100 años: la Universidad de Concepción y la Masonería.
No solo eso. Hace ya 65 años, que un nuevo vínculo masónico une a nuestro homenajeado con la obra modelar en torno a los altares de la fraternidad, la tolerancia y la filantropía. En 1953, fue exaltado al Grado IV de la Masonería Filosófica del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y hace 28 años que fue coronado Soberano Gran Inspector General del Grado Trigésimo Tercero del Supremo Consejo, el máximo logro iniciático que un masón de este Rito puede alcanzar, producto de su amor a la Humanidad y a los altos principios que adornan los propósitos de la Masonería.
Don René Canovas Robles, nuestro Querido Hermano, Ilustre y Poderoso en sus logros masónicos, es patrimonio vivo de la Masonería, es un símbolo vital, tangible e irrefutable, que ha hecho de la doctrina masónica una forma de vida y un ejemplo, que las nuevas generaciones de masones de las Logias de Concepción, aquilatan en la decisión de perseverar en los procesos iniciáticos que pretenden seleccionar hombres buenos para hacerlos mejores.
Mejores, como René Canovas Robles, para educar a los jóvenes, en torno a principios éticos fundamentales.  Mejores, como René Canovas Robles, para perseverar en el bien como un objetivo fundamental de la existencia humana. Mejores, como René Canovas Robles, para inducir a las nuevas generaciones hacia el servicio a los demás, opción de vida que permite la realización humana, lejos del egoísmo, de las desigualdades, de las injusticias y del abuso.

Querido Hermano René Canovas Robles, la Masonería te rinde el tributo público que te mereces, porque nos has prestigiado, y porque demuestras con tu preciado legado docente y de propósitos de vida, a todos los masones de los valles de la Región, que has conducido tus pasos con la regularidad del compás.

sábado, 13 de octubre de 2018

Acta de relación y cooperación con logias femeninas


Para algunos que no conocen de la Masonería y su desarrollo histórico, ha resultado un hecho extraordinario que se haya firmado un acta de relación y cooperación entre la Gran Logia de Chile (masculina) y la Gran Logia Femenina de Chile (femenina). Sin embargo, es algo natural, que responde a una historia común, en torno a los altos principios que ambas organizaciones en Chile sostienen en el ámbito de su respectiva historia y su tradición.
La Masonería es, por esencia, una institución que recoge el progreso humano y la evolución que la Humanidad experimenta, en su proceso de cambios producto del aseguramiento de los derechos humanos y los avances en términos de la superación de la ignorancia y el error, y de los resabios arcaicos que condicionan la realización de la condición humana.
No es novedad que la Masonería asuma desafíos, en todos los planos de los derechos fundamentales, incluso en el acceso al sublime derecho a la Iniciación. Prueba irrefutable de ello, es que una organización masónica tan tradicional como lo es la Gran Logia Unida de Inglaterra (UGLE), madre de la Masonería que practicamos, asumiera el 10 de marzo de 1999, la validez de las grandes logias de mujeres en el ámbito de su independencia, lo que es refrendado actualmente en su página web, donde expresa taxativamente que la UGLE siempre ha estado formada por hombres, y que las mujeres masonas tienen dos grandes logias separadas en sus prácticas e institucionalidad, a las cuales las mujeres pueden remitirse: la Honorable Fraternidad de Antiguas Francmasonas (HFAF) y la Orden de Mujeres Francmasonas (OWF).
La preocupación por la mujer y su derecho a la iniciación, está en la historia de la Gran Logia de Chile, en forma patente. Fue uno de los puntos de debate en su segundo Convento Nacional (1942), lo que llevó 25 años después, al Gran Maestro Sotero del Río Gundián, a promover acciones concretas para estimular la iniciación femenina, en forma autónoma y en su exclusivo género.
De allí que muchos masones de la Gran Logia de Chile, pudieron colaborar de manera significativa en el desarrollo de logias de la Gran Logia Femenina de Chile, sin jamás participar en sus reuniones sometidas a ritual, entendiendo que las virtudes de la iniciación se alcanzan en la naturaleza específica de cada género.
Resaltó en ese proceso un masón de enorme humanismo y que ha dignificado a la Gran Logia de Chile, el muy querido hermano Mauricio Sommariva, quien realizó un trabajo digno de encomio en apoyo de la consolidación material de la GLFCH, en su actual sede central.
Esa relación de miembros de la GLCH con logias de mujeres, construida desde la autonomía y el respeto iniciático a la naturaleza de género que cada institución expresa, ha sido un basamento fundamental para que se haya firmado un acta de relación y cooperación entre ambas organizaciones masónicas, que, entre otros considerandos, expresa: “La Gran Logia de Chile y la Gran Logia Femenina de Chile, en el contexto de sus desarrollos institucionales, reconocen sus diferentes orígenes y las circunstancias específicas de desarrollo histórico e institucional. Ello obliga a establecer las salvaguardas y prohibiciones que impiden una participación común en el ámbito ceremonial, dado el carácter masculino de una y femenina de la otra”. 
Manifiesta también que “La Gran Logia de Chile y la Gran Logia Femenina de Chile expresan que sus trabajos se realizan a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo, que sus iniciados realizan sus juramentos y obligaciones ante la Escuadra y el Compás y el Volumen de la Ley Sagrada, y que ejercen su absoluta autoridad sobre los Grados de Aprendiz, Compañeros y Maestros, en las Logias de su Obediencia”.
Más adelante se señala, de modo concreto e inequívoco, que acuerdan “Sostener relaciones de cooperación en favor de los Altos Principios que sostienen, y realizar actividades comunes de filantropía y protección de los derechos individuales consagrados por las leyes del país, respetándose en su autonomía y singularidad, y sin intervenir en circunstancia alguna en los trabajos propiamente masónicos de la otra parte”.
Queda así preservada de manera irrefutable, la institucionalidad independiente de cada poder masónico concurrente al acta citada, lo que permite homologar – en el caso de la Gran Logia de Chile - la conducta que nos precede por 19 años, y que es absolutamente coherente con el aseguramiento de los derechos a la Iniciación de mujeres y hombres, en el marco de la Tradición y de los Antiguos Usos de la Fraternidad.

viernes, 12 de octubre de 2018

Homenaje al Día del Libre Pensamiento 2018



Hace 6 años, un grupo de organizaciones, muchas de ellas con fuerte inspiración en los principios masónicos, reunidos en el II Congreso de Libre Pensamiento en Mar del Plata, resolvió y promovió establecer el 20 de septiembre de cada año, como el Día Internacional del Libre Pensamiento, a fin de poner en el interés de las sociedades la necesaria valoración fundamental de la libertad de conciencia, como la base a partir de la cual se construyen todos los derechos fundamentales de la condición humana.
Esta iniciativa ha ido ganando progresiva trascendencia y apoyos múltiples, desde distintas personas y grupos, y luego desde países, especialmente en aquellos en que cotidianamente las personas deben vivir la conculcación de derechos fundamentales, tales como el derecho de opinión y el derecho a la libre difusión de las ideas.
Quienes hemos estado permanentemente en la promoción de la libertad de conciencia nos congratulamos de la comprensión y prestigio que este día tiene para crecientes comunidades y grupos de interés. Como masones nos adherimos siempre a todo lo que garantice el libre pensamiento y el derecho a exponer las ideas de cada cual, sin más límite que los derechos humanos de todos.
Es relevante porque, permanentemente, diversas circunstancias y episodios que ocurren cotidianamente en el tiempo que nos toca vivir, señalan la necesidad que poner al libre pensamiento en la agenda constructiva de las sociedades contemporáneas, incluso en aquellas en que es una práctica es habitual, porque muchos aprovechan las garantías al libre pensamiento, precisamente, para promover ideas y conductas que buscan en realidad condicionarlo o sojuzgarlo.
La presión ejercida por visiones deterministas, que buscan el tutelaje espiritual de las personas y la hegemonía de las sociedades, es constante, y no han cambiado las pretensiones de muchos, que los llevan hacia manifestaciones de poder que afectan profundamente la libertad y los derechos de conciencia.
En muchas partes del mundo proyectos totalizantes y dogmáticos buscan imponerse por diversos medios, a partir de verdades absolutas, y no son pocos los países sometidos a violentas conmociones, como consecuencia de la politización de los dogmas y la asociación de los poderosos con jerarquías que tratan de imponer tales dogmas a toda la sociedad. Como producto de ello, hay muchas sociedades sometidas a tensiones y conflictos que afectan profundamente a la democracia y la hacen vulnerable institucionalmente, conculcando su ejercicio o lisa y llanamente, impidiéndola.

Nuestro país no está al margen de estas amenazas. A pesar de la fuerte secularización que advertimos en la realidad social, hay grupos de interés que promueven permanentes acciones que persiguen imponer sus particulares sesgos dogmáticos a toda la sociedad, afectando los procesos que ocurren dentro de los debates democráticos, y aprovechando la democracia para socavarla en su esencia.
No solo eso. También se busca imponer la posverdad para que determinados prejuicios y falacias coarten o frustren seriamente políticas públicas de salud o de educación.
Así, la reivindicación del libre pensamiento, a través de este día, tiene, por lo tanto, un fundamento irrefutable. Implica poner el acento en la necesidad de defender la esencia de la democracia y las libertades políticas. A través de la defensa del libre pensamiento defendemos también la ciencia, los derechos humanos, la dignidad de la persona humana, el pluralismo y la diversidad, la tolerancia. A través del libre pensamiento, los masones construimos también una ética de fraternidad.
Es la defensa y promoción del libre pensamiento nuestra afirmación en torno a todo aquello que hace posible la libertad de conciencia, esto es, la libertad de pensar y de decir lo que se piensa, y llevar una vida personal de acuerdo a las convicciones morales de cada cual.
En síntesis, la defensa y promoción del libre pensamiento tiene que ver con afirmación en favor de la autodeterminación de las personas, del individuo humano, único e irrepetible.
Es nuestra defensa y promoción del derecho personal a creer en lo que cada cual prefiera, y practicar tales creencias, bajo la garantía de la ley y la convención social.  Es el derecho de cada cual, también, a no tener dogmas o creencias, según lo indiquen sus personales convicciones.
Sabemos perfectamente que ninguna de las libertades que hoy gozan las sociedades modernas, consagradas por las convenciones internacionales establecidas por la Humanidad en los últimos 100 años, es posible sin el libre pensamiento.
Sin embargo, son aún pocas las sociedades que pueden expresar con certeza el imperio del libre pensamiento en su desenvolvimiento cotidiano. Una enorme mayoría, en general, tienen problemas que hablan de comprobaciones que van precisamente en sentido inverso al avance esperado por las sociedades y por más comprometidos con la libertad.
Más allá de esas manifestaciones negativas debemos persistir en que, contra el interés de los dogmas, que buscan imponer su visión y sus objetivos particulares sobre la sociedad toda, el libre pensamiento posibilita a los hombres y mujeres un espacio valioso para hacer efectivo el ideal humano de la autodeterminación personal, a través de medios humanos. Esto sobre la base de que el libre pensamiento no es una doctrina, sino un método, es decir una manera de conducir el pensamiento y, a partir de allí, desarrollar las acciones que garanticen las garantías para la vida individual y social.
Es un método que no se funda en la afirmación de ciertas verdades particulares de alcance absoluto, sino en un compromiso general de buscar la verdad con los recursos naturales del espíritu humano y con las únicas luces de la razón y de la experiencia.
Es un método de la razón y la experiencia que no puede cumplir su meta si no se  realiza socialmente el ideal humano. Es un método que debe buscar la existencia de un régimen o sistema político en el cual ningún ser humano podrá ser sacrificado o desatendido por la sociedad. Un régimen o sistema donde nadie puede quedar expuesto, directamente o indirectamente, a la imposibilidad práctica de ejercer todos sus derechos de ser humano y de cumplir a conciencia todos sus deberes que colectivamente le corresponden.
Ello tiene una traducción en el necesario carácter de los Estados contemporáneos, que son objetivos permanentes de la conducta de las jerarquías dogmáticas, que persisten en dar continuidad a su hegemonía sobre los asuntos políticos y sociales, en alianza con estructuras de poder políticas y económicas que terminan siempre imponiendo la opresión o sus arbitrariedades.
De allí la vigencia de la reivindicación del libre pensamiento, que viene a proponer a nuestro tiempo, la necesidad de erradicar los determinismos entronizados en las estructuras del Estado, del mercado y de la sociedad civil, a fin de asegurar sociedades más libres y más democráticas, bajo el imperio de la libertad de conciencia.

 Hemos venido al pie de este monumento erigido a uno de los paradigmas del libre pensamiento chileno: Francisco Bilbao Barquín. Fue su pensamiento y acción lo que permitió levantar nuevamente las banderas de la libertad, cuando ellas había sido declinadas por la restauración de todo aquello que había fundado el poder colonial, gracias al régimen conservador llamado “pelucón”.
Cuando el espíritu de la libertad, que habían promovido los padres de la patria, bajo la inspiración emancipadora del Siglo de las Luces, había sucumbido ante el poder de las costumbres y las conspiraciones conservadoras, imponiendo un sistema político tutelar de las conciencias, la voz de Francisco Bilbao se alzó para llamar a trabajar por un nuevo tiempo, una nueva época, caracterizada por la libertad del pensamiento.
Lo hizo no solo para reclamar contra los que sostenían un estado de cosas basado en los intereses del poder vinculados a los dogmas y contra el dogmatismo mismo, sino para denunciar los resabios de una sociedad fundada en las heredades del colonialismo y del poder dogmático, y que, como lo señaló claramente, afectaba la libertad y los derechos de hombres y mujeres.
Su diagnóstico, especialmente expresado en su obra “Sociabilidad Chilena”, sigue siendo fundacional para entender e interpretar el estado de cosas de Chile, en aquella medianía del siglo XIX. Sin duda, lo que Bilbao hizo de manera tan preclara, fue retomar la crítica hacia lo fundacional del sistema colonial, que 40 años antes sostuviera la generación emancipadora que dio a Chile su cualidad de república.
A los pies de su estatua, en este lugar de tanta representación simbólica, frente al monumento a la Gran Logia de Chile, y a la casa masónica que simboliza la tradición librepensadora chilena, de más de un siglo y medio, heredera de moral de Bilbao, lo que venimos a expresar es nuestra renovación del vínculo que une indivisiblemente a la Masonería con la reivindicación y promoción del libre pensamiento.
Venimos a hacerlo con sencillez y decisión, a expresar simbólicamente que seguimos trabajando por aquello que permite erigir altares a lo fundamental de la condición humana: su libertad de conciencia, y su derecho a determinar su vida según sus convicciones.
Venimos a expresar que todo ordenamiento social se justifica y se prestigia, en la medida que esté siempre conducido por un sistema político donde el Estado y sus instituciones estén libres de predominios o compromisos con determinado orden de ideas u opción de conciencia en particular.
En lo particular a Chile, solo en la medida que el Estado asuma, a través de todas sus instituciones, la condición de laicidad, será posible que nuestra sociedad y nuestra república estén garantizadas en las cualidades efectivas de inclusión e igualdad, poniendo fin a los determinismos hegemonistas que condicionan la libertad de conciencia.

Sin duda, hay muchos factores que hoy condicionan la laicidad y el libre pensamiento. Las tareas son muchas, y seguimos trabajando en torno a los ideales que promovieron los Padres de la Patria y Francisco Bilbao. Sabemos que las instituciones del Estado aún deben superar resabios y restauraciones que siguen vigentes. Aún los derechos de la Mujer tienen objetivos pendientes, como lo señalara Mónica Rodríguez, en representación de la AILP.
Sin embargo, hoy, en este día de valoración del libre pensar como un derecho humano fundamental, no podemos dejar de expresar nuestra preocupación por la educación chilena, aspecto fundamental de la acción pública que sigue siendo el campo de acción privilegiado de la acción dogmática.
Aún hay sesgos que siguen expresando una mirada de hegemonía que nos parece fundamental superar, por las consecuencias que ello trae para la forma como se educan a los niños. En ese contexto, nos parece – como librepensadores – que el decreto 924 del año 1984, del tiempo de la dictadura, que impuso la obligación de tener clases de religión a todos los colegios, constituye una medida arbitraria que afecta a muchos proyectos educacionales y que no expresa con eficacia la laicidad del Estado, cuando este educa a través de la educación pública.
Nos parece también una grave deficiencia que no haya una adecuada educación sexual en las escuelas, sobre todo cuando advertimos que hoy, entre los jóvenes mayores de 15 años aumenta el SIDA.
Nos preocupa también, en los procesos educativos, la reducción de horas de materias científicas y filosóficas, ya que ello produce un grave efecto en la comprensión libre pensadora de las conciencias en formación.

A los pies de este monumento recordatorio a Francisco Bilbao, manifestamos nuestro compromiso de seguir trabajando, como librepensadores chilenos, por los propósitos superiores en favor de los derechos de conciencia, y por la libertad para actuar por ellos en consecuencia, a través de los cuales podemos construir una sociedad mejor, en diversidad y en favor de la realización plena de la condición humana.

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